lunes, 31 de octubre de 2016

Clase 5: El pensamiento del peronismo durante la primera fase de la industrialización(1943-1955)

El pensamiento económico del peronismo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la postguerra. Las miradas sobre la influencia del grupo Bunge en la política económica peronista. Las rupturas y continuidades con las ideas y políticas económicas y el tipo de intervención estatal en la economía en las dos subetapas de la primera ISI. 

Bibliografía obligatoria:
21. Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”Latin American Research Review, primavera del 2006.
22. Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial Sudamericana, 1987, pp. 301- 352.
23. Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, capítulos 9 (José Figuerola), 10 (José Ber Gelbard), y 12 (Miguel Miranda).
24.Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-52.
Fuentes obligatorias:
25. Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, pp. 59-74, 112-117, 130-137.

Aportes de los alumnos para la discusión en taller

Contribución de Andrés:

Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American ResearchReview, primavera del 2006.
Claudio Belini es doctor en Historia de la Universidad de Buenos Aires, investigador del CONICET y del Instituto Ravignani, donde coordina el Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana (PEHESA). Se desempeña como Profesor Adjunto en la Facultad de Filosofía y Letras, y en la Facultad Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, y como Profesor Invitado en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES). Codirige Hindustri@ (www.hindustria.com.ar), revista electrónica de historia de la industria.

El artículo busca dimensionar la influencia ejercida por el ingeniero Alejandro Bunge y su nutrido grupo de discípulos en lo que fue el primer período de sustitución de importaciones, coincidente con el ascenso y consolidación del peronismo. Dicho grupo, nucleado en torno a la Revista de Economía Argentina, y de fuerte raigambre católica, se constituyó como defensor (tanto con aportes teóricos, como desde en la praxis ocupando muchos de sus integrantes cargos públicos) de propuestas industrialistas, un vigoroso mercado interno y de activas políticas públicas proteccionistas.
En contraposición a la estrategia de apertura económica propuesta por el Banco Central, en miras a enfrentar los problemas económicos en épocas de posguerra, la revista adhirió al diagnóstico del Consejo Nacional de Posguerra quien afirmó que la única vía efectiva para evitar el desempleo en dicho contexto era mediante un plan de industrialización que incremente y diversifique la capacidad productiva del país. Siendo el sector primario incapaz de absorber el crecimiento demográfico del país, el incremento de la ocupación vendría indefectiblemente por el lado de la industria. Asimismo, en 1944, la revista retomó la propuesta de Bunge de una unión aduanera con Paraguay, Uruguay, Bolivia y Chile (aquí resaltan la común fe católica de los países de la región como un condición facilitadora para el buen funcionamiento de la unión).
Las políticas económicas necesarias para Argentina en tiempos de posguerra propuestas por el grupo Bunge, encontraron acogimiento en el peronismo, y viceversa. Sostenían la necesaria opción de una tercera vía entre la economía liberal (a la que le reconocen haber asegurado libertad) y la economía planificada (a la que le conceden la ventaja de haber instalado cierto orden en los países donde fue aplicada).
Por último, el texto analiza las causas que fueron motivando crecientes disidencias dentro del bungisimo respecto del peronismo (situándose ya en el final de la primera presidencia de J. D. Perón y los primeros años de la segunda). Aquí son cruciales las rispideces entre el gobierno nacional y la Iglesia Católica, con eventos determinantes, como en 1952 cuando elevó la doctrina peronista a “doctrina nacional”. De allí que los miembros del grupo fueron emprendiendo diferentes caminos personales hacia su realización profesional. Estos caminos diversos, en conjunción con los avatares económicos que aquejaba la financiación de la Revista de Economía Argentina, indefectiblemente marcaron el fin de la publicación.

22. Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial Sudamericana, 1987, pp. 301- 352.

El autor es profesor y licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Cuyo (1969). Realizó estudios de posgrado en Historia contemporánea y disciplinas afines en Alemania entre 1972 y 1974 y 1980-82. Doctor en Historia y Ciencia Política por la Freie Universität Berlín (1982). Investigador Independiente del CONICET; Docente-Investigador Nivel I en la UNCuyo.
En el texto, indaga respecto de la génesis del Peronismo para la cual considera acertado ordenarla en ocho momentos o etapas:
1- La cuestión social (situada aproximadamente entre 1913-1920). Aquí resalta la importancia del contacto de Perón en su juventud con el interior del país y sus enormes carencias, lo cual afirma, agudizó su mirada respecto a la realidad social.
2-Las Fuerzas Armadas como organizador ejemplar (1920-1943). El hincapié esta dado en el Ejercito como factor de industrialización y como fuerza cuasi-política (de donde Perón resalta el concepto de organización, como determinante del éxito obtenido por la Fuerzas Armadas como institución).
3- La doctrina social de la iglesia (1930-1945). Perón destaco en muchos de sus discursos su postura adherente a la doctrina social de la iglesia, principalmente las encíclicas “RerumNovarum“ (1891) y “Quadragesimo Anno” (1931).
4- El Nacionalismo (1930-1945). Todos los temas centrales del nacionalismo populista fueron acogidos por Perón: el empirismo, la fe en el pueblo, la postura antioligárquica y antiimperialista.
5- Los modelos hispanoamericanos (1930-1945). El autor hace referencia a tres regímenes latinoamericanos que contribuyen a la comprensión del peronismo: Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México y Toro Bush en Bolivia.
6- Las influencias europeas (1939-1945). Aquí analiza la polémica respecto al grado de influencia que sobre la concepción ideológica de Perón tuvieron su viaje a la Italia de Mussolini y los contactos con la Alemania nazi.
7- La experiencia en la Secretaria de Trabajo y Previsión (1943-1945). Esta etapa es considerada por el propia Perón como decisiva en la formación del movimiento, tanto en su faz práctica como en el aspecto teórico.
8- El conflicto con Braden (1945-1946). El célebre conflicto con el embajador estadounidense, significó para Perón la confirmación en los hechos de su prédica antiimperialista del nacionalismo.
Luego, el autor lleva a cabo un recorrido por la estructura de la doctrina peronista, resaltando la propia concepción que Perón tenía de ella. Se afirma como una doctrina abierta, adaptable a los tiempos, que propone una trasformación paulatina y pacífica de la realidad argentina, que critica el ateísmo marxista, que conserva los derechos y garantías individuales propias de la época liberal,  pero que reserva al Estado y al movimiento un lugar claramente preponderante.
Asimismo hace un raconto de los logros y objetivos del peronismo. Donde resalta las “tres banderas” (Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política) como finalidad ulterior.
Por último analiza el movimiento peronista como fenómeno político, del cual el propio Perón se jacta de no representar intereses sectarios ni partidarios, sino los intereses nacionales en su conjunto.

23. Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, capítulos 9 (José Figuerola), 10 (José BerGelbard), y 12 (Miguel Miranda).

El texto se sitúa sobre la figura de tres personalidades de suma relevancia en la conformación de Perón en el poder, así como en la obra de sus dos primeros gobiernos.
En primer lugar, Patricia Berrotán describe la trayectoria de José Figuerola, a quien denomina el “estadígrafo de Perón”. Sin dudas, sostiene la autora, Figuerola incidió fuertemente en el carácter corporativo de muchas de las ideas de Perón. Su dedicación a los estudios historiográficos, sirvieron al líder a la hora de implementar políticas de gobierno. La estrecha relación entre ambos, llevó a Figuerola a protagonizar momentos vitales de los primeros años del peronismo, como fue exponer junto a Perón el Plan de Gobierno 1947-1951.
Previo a ello, llegó a  Director de Estadística del Departamento Nacional del Trabajo, donde se desempeñó desde 1930 a 1943. Luego fue asesor personal de Perón en la Secretaria de Trabajo y Previsión, y alcanzó el grado de secretario general del Consejo Nacional de Posguerra. Allí desarrolló un decálogo de medidas a implementar en el período de posguerra y un plan de industrialización luego integrante del Plan de Gobierno de 1947 a 1951.
En el que fue el primer decreto de Perón como Presidente de la Nación, lo nombra a cargo de la Secretaría Técnica, órgano de decisión y formulación de políticas económicas, financieras y sociales. Desde allí, incluso llevó a cabo distintos estudios con el objetivo de implementar una reforma constitucional. Actividad ésta que desató fuertes controversias en el seno del peronismo y forjaron su renuncia en 1949.
En el siguiente capítulo que nos concierne, James Brennan y Marcelo Rougier analizan la figura de José B. Gelbard, dirigente empresario fundador de la Confederación General Económica e interlocutor destacado entre los empresarios y Perón durante la década del cincuenta. De origen humilde lleva a cabo una exitosa trayectoria como comerciante iniciando sus negocios en la provincia de Tucumán y luego asentándose en Catamarca. Comenzó su actividad política como afiliado al Partido Comunista, donde recorrió las provincias del norte contactando a otros empresarios y comerciantes. Luego, como dirigente empresarial y comulgando con las ideas peronistas abogaría constantemente por la unidad del sector.  
En los años del exilio de Perón, se le reconoce su esencial participación en la concreción del pacto con Agustín Lanusse en 1972, con el cual se intentaba el retorno del líder a su patria. Logrado dicho cometido, Gelbard llegaría a ser ministro de Economía del tercer Gobierno peronista entre 1973 y 1974.
Por último, Claudio Bellini, aborda a Miguel Miranda a quien le otorga la máxima influencia e importancia en la historia del peronismo, siendo este prospero empresario de la hojalata director de la economía en los años de la segunda posguerra. En efecto, como presidente del Banco Central y del Consejo Económico Nacional, digitó las políticas económicas entre 1946 y 1949.
El autor afirma la valoración que de él hacia Perón, respecto su origen humilde, su exitosa trayectoria como empresario, su capacidad para analizar y exponer de manera sencilla los problemas económicos, y por último, su carencia de ambición política, circunstancia ésta que brindaba tranquilidad al líder.
Entre sus medidas al frente del Banco Central, se destacan su propia nacionalización y la los depósitos bancarios. De la misma forma, desarrollo un régimen legal de sociedad mixtas, se amplió la capacidad del Estado en el manejo de la política cambiaria y llevó a cabo la nacionalización del comercio exterior, que sería monopolizado por el  Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI).          
Las causas del debilitamiento del poder de Miranda, Bellini las encuentra en la delicada situación externa argentina, producto de las nacionalizaciones, el rescate de deuda externa y la inconvertibilidad de la libra. Llegado 1949, carente de apoyo e inmerso en un escándalo por supuesto pedido de comisiones para la concesión de licencias de exportación, Perón lo despide de su cargo y Miranda se exilia en Uruguay donde fallece en 1953.


24. Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-52.

El autor analiza los cambios que experimentó la estructura económica argentina en el período conocido como primera etapa de sustitución de importaciones (1930-1955). En miras a llevar acabo dicho estudio, se focaliza en la conformación de las fracciones industriales existentes en aquel entonces. Allí destaca la incidencia creciente de las empresas extranjeras y su aceitada relación con el capital local. Profundizando el análisis, distingue de las típicas subsidiarias extranjeras instaladas en el país e incluso de las grandes firmas locales, a una fracción que por su origen, conformación e intereses, se la puede considerar como un sector de la oligarquía local con intereses tanto industriales, como en el agro y otras actividades económicas.  A ésta última la designa oligarquía diversificada. Hace mención también a lo que considera el proceso de desconcentración de tierras más significativa de la historia argentina, llevado a cabo durante los dos primeros gobiernos peronistas.
Continuando su análisis, el autor señala lo inédito del peronismo respecto a conjugar el crecimiento económico con una creciente participación de los trabajadores en el ingreso, asi como que la incidencia relativa de la industria en el PBI la cual supera por primera ver a la de la producción agropecuaria.
Respecto a las finanzas públicas de la época destaca la inicial posición acreedora neta con el resto del mundo, la cual fue disminuyendo a lo largo de los años producto del estancamiento de las exportaciones agropecuarias y la demanda al extranjero de insumos intermedio y bienes de capital para la industria.
Por último, examina el comportamiento e incidencia de las fracciones industriales durante los primeros gobiernos peronista, destacando la subordinación que experimento la fracción exclusivamente terratenientes respecto a la oligarquía diversifica, desplazando así el espacio privilegiado de acumulación detentado históricamente por aquella, hacia la producción industrial.

25. Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, pp. 59-74, 112-117, 130-137.
Carlos Washington Altamirano (26 de agosto de 1939) es un sociólogo argentino. Es Investigador del CONICET, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. Autor de numerosos libros sobre política y sociedad. Obtuvo la Beca Guggenheim en 2004, el Premio Konex - Diploma al Mérito en 2004 y 2006, y el Konex de Platino en 2014.

Carlos Altamirano selecciona discursos con definiciones medulares del peronismo como fuerza política determinante en la Argentina desde la década del ´40.
En primer lugar, transcribe el discurso en que Perón proclama su candidatura a presidente el 12 de febrero de 1946. Allí afirma, entre otras cuestiones, que lo que verdaderamente se define en la elección es la opción entre “justicia social” y la “injusticia social”. Exclama su firme voluntad de una patria socialmente justa y políticamente soberana, donde el progreso sea para todos, independientemente de su condición social.
Asimismo hace mención a la llamativa unión entre los grupos oligárquicos con los propios comunistas, al acusarlo de líder totalitario. Se proclama democrático en doble sentido, al querer por un lado que todo el pueblo se gobierne a si mismo, y por el otro que adquiera la libertad económica, indispensable para ejercer las facultades de autodeterminación. Aquí el Estado debe acudir, de ser necesario, para enderezar las fallas de los individuos y suplir la falta de resortes morales en el accionar de cada cual. Declara no ser enemigo del capital, a excepción de cuando éste pretende erigirse como instrumento de dominación económica. Culminando el discurso se refiere al embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, a quien refiere como el verdadero ideólogo y jefe de la Unión Democrática, motivo por el cual esboza la célebre disyuntiva: Braden o Perón.
En segundo lugar, en el discurso sobre la reforma de constitucional del 3 de septiembre de 1948, Perón manifiesta la necesidad de adaptar nuestra Carta Magna a los nuevos tiempos y necesidades. En el orden político garantiza la vigencia e incluso el refuerzo del régimen Republicano, Representativo y Federal. En lo económico, la búsqueda de la independencia económica, la supresión de la economía capitalista de explotación reemplazándola por una economía social donde la propiedad privada es respetada pero considerándola también como un bien social. Por último, en lo social, se promete un régimen justo y humano, donde los derechos de los trabajadores son incorporados a la ley y a las costumbres argentinas.
En tercer lugar,  el compilador selecciona fragmentos del Informe del Despacho de la mayoría de la Comisión Revisora de la Constitución del 8 de marzo de 1949 a cargo de Arturo E. Sampay. Allí se plantea en el plano de la política económica en la reforma constitucional la necesidad de una economía humanista que, en cooperación de con las iniciativas individuales, permita alcanzar el bien de todos. La finalidad es la ocupación total de los trabajadores y “brindar a todos los habitantes de la Nación las condiciones materiales necesarias para el completo desarrollo de la persona humana, que tiende a un fin espiritual, no material”.  Se reitera la doble función de la propiedad privada: personal y social. Se limita su libre disponibilidad, al crear obligaciones en la medida que las requiere la justicia social.
Por último prohíbe la actividad económica usuraria , nacionaliza las fuentes de energía del país e instaura la prestación directa por parte del Estado de los servicios públicos esenciales, para cuya recuperación estatal establece la compra directa o en su defecto la expropiación.

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Contribución de Federico:

El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952, Claudio Belini.

El autor indaga en las relaciones tanto ideológicas como funcionales entre el grupo Bunge, a través de la Revista de Economía Argentina, y las políticas aplicadas por el primer gobierno Peronista.
En términos generales, el grupo Bunge sostenía que el camino para salir del estancamiento del modelo agroexportador era la diversificación de la economía mediante la protección y expansión de la industria local, la diversificación de la producción primaria y el crecimiento el mercado interno.
Desde el golpe de 1943, las vinculaciones del grupo con el movimiento católico y este con los nuevos gobernantes, fue  la puerta de entrada de alguno de sus miembros a posiciones dentro de la estructura estatal, desde donde desempeñarían un rol fundamental para las reformas promovidas desde la Dirección General de la Industria.
El grupo tuvo injerencia directa en la definición de políticas públicas y principalmente la industrial, y en este sentido sobre el debate entre la industria natural y artificial, que en la década previa dominaba el primer criterio como rectora.
La creación de la Secretaría de industria y dentro de ella la Dirección de economía y política industrial a cargo de un hombre del grupo Bunge, Emilio Llorens, instauró el primer régimen de fomento industrial, destinado principalmente a las industrias que “utilizaran materias primas nacionales y se orientaran al mercado interno, como así también las que utilizaran materias  o productos importados destinados a la elaboración de artículos de primera necesidad o indispensables para la defensa nacional”.
Esto es importante en cuanto se fijaban objetivos estratégicos que obligaban a la licuación de la distinción entre industrias naturales y artificiales. Si bien era necesario el apoyo a las industrias que utilizaban materias primas para el mercado interno, también era necesario el apoyo a las industrias con mayores costos de producción, las cuales valorizaban las materias primas y daban trabajo a la población con el consecuente efecto multiplicador en la economía.
La discusión sobre la distribución del ingreso fue un contrapunto entre el grupo y el gobierno, ya que si bien el bungismo propugnaba la mejora de la clase trabajadora mediante, en este sentido un proceso de industrialización requeriría un mercado interno fuerte, lo que elevaría el poder de consumo de las masas. Sin embargo la concreción de esto no vendría por el aumento del salario como proponía Perón, sino mediante una “mejora en la calificación de la mano de obra, nuevas inversiones que modernizaran los bienes de capital y el aliento a la industrialización.”
Frente al ascenso del peronismo y la normalización del comercio exterior, surgió el debate sobre el intervencionismo estatal, criticado por la clase terrateniente y los grupos económicos ligados a ella. Pero el grupo Bunge rechazaban la reducción de la intervención del estado en la economía en contraposición con las ideas liberales de Hayek que florecían por aquellas épocas y que pretendían igualar al intervencionismo con totalitarismo.
En posturas intermedias, Llorens sostenía que la industrialización debía ser producto de la iniciativa privada, y el estado debía contribuir con la infraestructura básica, y la promoción en sectores imprescindibles. En este sentido Miguens destacaba a las empresas de energía y de transporte y aquellas necesarias para la defensa militar.
En general, el grupo Bunge apoyaba la política industrial del peronismo, pero eran críticos en cuestiones instrumentales e institucionales acerca de la forma en que se llevaría a cabo el plan quinquenal, en tanto que consideraban demasiadas atribuciones al poder Ejecutivo.
Frente a las discusiones que se daban en torno a la industria liviana o pesada, en general el grupo se inclinaba hacia aquellas “industrias que atendieran las necesidades principales de consumo”      y las que contaban con gran dotación de recursos locales y se orientaran al mercado interno. En definitiva, la industria local debía consolidar posiciones antes de iniciar una nueva etapa.
Otra de sus posiciones respecto a la política económica radicaba en la necesidad de ampliar el mercado interno, ya que la industrialización no implicaba cerrarse, sino que implicaba protección frente a los ciclos económicos externos. Por otro lado debían establecerse que industrias exportadoras debían ser pasibles de promoción.
A partir de 1947, por distintas presiones internas por parte de la oposición y de sectores vinculados al gobierno, como así también por decisiones de política industrial, los referentes del grupo Bunge quedaron fuera del gobierno. Sin embargo continuaba un apoyo general a la política económica con algunos matices sobre algunas propuestas que iban en dirección de una reducción del gasto público y apertura externa.
En el último tramo del gobierno, comienza un alejamiento por parte de los miembros del grupo, más relacionados a cuestiones políticas y vinculadas a la relación con la iglesia y con el movimiento católico, pero por otro lado, algunos otros miembros como Moyano y Llorens resaltaban los logros de la etapa peronista.
Nacionalismo y Peronismo, La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Cristian Buchrucker
El autor propone un análisis de la doctrina justicialista profundizando sobre determinados tópicos que podríamos considerarlos como estructurantes de aquella doctrina y el diálogo de estos con el momento histórico y las corrientes de pensamiento de las que se nutría.
El modo de organización de las Fuerzas Armadas sirvió a Perón como modelo para aplicar en el entramado institucional y organizacional de las fuerzas vivas de la comunidad. Venía de una tradición que veía en las Fuerzas armadas el motor modernizante del país y el compromiso de muchos de sus miembros con la defensa de los recursos estratégicos del país como son el caso de Mosconi en YPF,  y de Savio y Marambio respecto a la importancia que le daban a la industria metalúrgica y siderúrgica para la soberanía nacional.
De la Doctrina social de la Iglesia, el peronismo incorporó la concepción del hombre no como un mero engranaje de la maquinaria social, sino como un individuo multidimensional, no solo con necesidades materiales sino también espirituales.
Incorpora la Justicia Social como principio mediante el cual se persigue la justa distribución de la riqueza, y en la persecución de este fin, el protagonismo del Estado como garante de su cumplimiento.
Por otra parte, descansó en las críticas que la iglesia hacía el liberalismo y la intrínseca desigualdad que reside en él.
El autor destaca la influencia del nacionalismo populista sobre el pensamiento de Perón, básicamente desde los intelectuales de FORJA (Scalabrini Ortiz, J.L. Torres). El empirismo, la fe en el pueblo, la postura antioligárquica y antiimperialista.
Respecto del nacionalismo restaurador no se podría hablar de una influencia, sino más bien que los partidarios de esta corriente se apoyaban en el modelo peronista para propalar las ideas que coincidían con el populismo, pero las posturas extremas de derecha no se arraigaron en el entramado social del peronismo.
El autor remarca las supuestas coincidencias del peronismo con los llamados modelos hispanoamericanos encarnados en Gentulio Vargas, Lázaro Cárdenas, José Toro y Germán Busch. Vargas hablaba de la independencia económica, la crítica al capitalismo y el comunismo, la importancia de la industria pesada y la estructuración de un sindicalismo estructurado con el Estado (intervención social pura según Murmis y Portantiero); Cárdenas denunciaba a las oligarquías y a las fuerzas económicas extranjeras, definía al estado como árbitro y regulador de la vida social.
En este aspecto el autor desconfía de que Perón se haya apoyado en las experiencias latinoamericanas, ya que lo considera desde lo intelectual un eurocéntrico. Desde mi punto de vista creo que este argumento es endeble para suponer que Perón no haya leído e investigado sobre la realidad histórica inmediata y no haya sido influido por tales experiencias.
Desde el punto de vista de las influencias europeas, el autor reniega de las posiciones que vinculaban a Perón con los regímenes Fascistas y nazis, ya que ellas se apoyaban en documentaciones de las que nunca se había probado su veracidad.
Lo cierto era que Perón admiraba determinados logros técnicos y organizativos de los italianos y alemanes, logros que no eran únicamente posibles con gobierno autoritarios como pretendía hacer creer la propaganda nazi- fascista.
En cuanto a la importancia de la Secretaría de Trabajo y Previsión para la formación de la Doctrina Justicialista, era innegable que los contactos y relaciones que Perón había establecido con dirigentes sindicales fueron fundamentales a la hora de perfilar un modelo de Estado que tendiera a “superar las luchas de clases a través de una colaboración social dirigida y orientada por el Estado”.
El enfrentamiento con los Estados Unidos, encarnado en la figura del Embajador Braden, fue la excusa perfecta para corporizar el discurso nacional y popular de Perón.
El hecho de que el Gobierno argentino continuase haciendo negocios con empresas alemanas era una abierta provocación hacia los intereses norteamericanos que pretendían el manejo o liquidación de dichas empresas para reemplazarlas por otras norteamericanas en el mercado local.
En el plano interno, la oposición a Perón alentaba la postura norteamericana, incluso hasta el planteo de la intervención. Esto alentaba a la permanente identificación del imperialismo con la oligarquía vernácula.
Estructura de la Doctrina
Perón consideraba a la doctrina peronista como una estructura abierta que podía desarrollarse en el tiempo.
Consideraba que la doctrina tenía origen en lo popular, básicamente centrada en el pueblo y en especial los trabajadores. Por otro lado la definía como profundamente cristiana y humana, en tanto valores de la civilización occidental, destacando que el hombre estaba por encima de los sistemas e ideologías.
Para Perón el Capitalismo significaba un sistema económico con una débil intervención estatal en la vida económica y la falta de resguardos sociales. Lo veía como un sistema decimonónico, pero que en el siglo actual (XX) se daba lugar a una economía social que implicaba la intervención estatal como árbitro entre las relaciones del capital y el trabajo.
La tercera posición era el lugar que pretendía ocupar el justicialismo como alternativa entre el individualismo de los Estados Unidos y el colectivismo de la URSS; se buscaba mantener una actitud nacional e independiente frente a estos sistemas para garantizar la libertad del hombre.
El concepto de independencia económica se basó en las posturas del nacionalismo de la década anterior respecto a la necesidad de una mayor participación de la industria en la economía desde un impulso estatal.
Y para ello se reclamaban el manejo del transporte, del comercio exterior, la minería y los recursos energéticos.
La soberanía política implicaba dos dimensiones, por un lado la libre determinación de los pueblos en el plano internacional y por el otro la soberanía de las decisiones emanadas por la mayoría del espacio gobernante.
El carácter movimentista del peronismo lo configuraba como un espacio complejo donde convivían expresiones muchas veces contradictorias. Pero el hecho de haber sintetizado corrientes como el nacional populismo, sindicalistas y socialcristianos, le permitía mostrar las afinidades que tenía con cada uno de ellos y por otra parte enraizarlos con posiciones diferentes desde lo cultural e histórico como lo hispano católico en su encarnación americana y criolla.

La segunda línea, liderazgo peronista 1945-1955, Raanan Rein y Claudio Panella (compiladores).
Capítulo 9, José Figuerola por Patricia Berrotarán
La autora define a Figuerola como uno de los expertos que le imprimió al estado peronista un fuerte sesgo administrativista, dotando a cada estructura de funciones específicas al tiempo que procuraba que ninguna repartición tuviera el suficiente poder como para generar acumulación política propia.
Su producción intelectual en diferentes campos como ser la relación capital – trabajo, la seguridad social, los derechos laborales y la organización administrativa y burocrática, fue el bagaje de conocimientos que puso a disposición y al servicio del estado.
En 1931 se hace cargo de los servicios de estadística social de la Dirección Nacional de Trabajo y luego de la dirección de Estadística sucediendo en el puesto a Alejandro Bunge, con quien compartía la preocupación por la problemática del capital humano como recurso fundamental.
Reivindicaba la tarea estadística de la DNT que revelaba la situación social de las clases obreras en momentos donde el estado estaba ausente en la tarea de equilibrar las relaciones entre el capital y el trabajo.
Estrecha relaciones con Bunge y con la Revista de Economía Argentina y posterior a la muerte de Bunge forma parte de comité editorial de la revista.
En la DNT Figuerola se vinculó con Perón y según la autora el carácter corporativo de muchas de las ideas de Perón, la legislación en materia laboral, las ideas de la conciliación de clases, la armonía, la necesidad de las relaciones obrero patronales parecerían salir de los textos de Figuerola.
Su participación en el Consejo Nacional de Posguerra (CNP) en cuanto al Ordenamiento Económico y Social en donde se diseña un plan de industrialización. En este participan miembros del grupo Bunge (García Olano y Llorens). Según vimos en el texto de Belini, el grupo Bunge sostenía la idea del CNP en cuanto a la necesidad de implementar un plan de industrialización y protección a determinadas industria como modo de evitar los efectos nocivos de la crisis internacional, a diferencia de la opinión del Banco Central que sostenía que la crisis no iba a tener un impacto tan grande en las industrias.
Desde la Secretaría Técnica, Figuerola se centró en la planificación e implementación de los objetivos del plan de Gobierno. Para ello apuntó al mejoramiento de las capacidades técnicas e institucionales de los funcionarios. Centralizó en dicha secretaría las estadísticas de todas las dependencias para poder planificar las políticas de todas las áreas.
Figuerola tuvo la misión de explicar técnicamente el primer plan quinquenal, si bien Perón exponía los rasgos generales del plan.



Capítulo 10.
José B. Gelbard, por James Brennan y Marcelo Rougier
La carrera de Gelbard como empresario y dirigente lo posiciona en la conducción de la Confederación General Económica y uno de los interlocutores del Perón con el mundo empresarial.
La alianza de Gelbard radicaba básicamente en los pequeños y medianos empresarios del interior que simpatizaban con el discurso peronista. La CGE hacía hincapié en el concepto de función social de la empresa y en su preocupación por mejorar la calidad de vida de la clase obrera, ya que junto al crecimiento del mercado interno, las empresas se beneficiarían.
La relación de la CGE con el estado beneficiaba a ambos, ya que estos promovían sus intereses a través del Estado y el gobierno tenía un interlocutor válido entre las clases propietarias, dialogo imprescindible a la hora de la reestructuración económica durante los años de crisis.
Para el segundo plan quinquenal, la CGE participó como representante de los empresarios en la planificación económica, que apuntaba a la racionalización de la producción y la productividad del trabajo y del capital.
Es importante destacar que el papel de la CGE era esencial en un momento en que la crisis del sector externo afectaba la restricción de divisas indispensables para la importación de insumos y bienes de capital, por lo tanto la idea era revitalizar las exportaciones tradicionales. De esta manera había un retiro del estado en el apoyo a la industria. En este contexto se equilibraba el poder de negociación de los empresarios frente a los trabajadores por la necesidad de recuperar la inversión y la iniciativa privada. Por lo tanto el aumento de los salarios estaría atado al incremento de la productividad, lo cual era la herramienta indispensable para que los salarios no se trasladen a incremento de precios. Por primera vez había un retiro del Estado en contra de los trabajadores.
Gelbard era crítico de las comisiones internas ya que consideraba inadmisible que sean estas las que manejaran la dirección de las empresas parando las tareas a conveniencia.
En definitiva, Gelbard proponía un sistema de incentivos que vinculara el nivel de las remuneraciones a los rendimientos de la producción. La idea no era deprimir el salario real sino bajar la participación del salario en relación al producto.

Capítulo 12.
Miguel Miranda, por Claudio Belini
Su función como director de la economía de los primeros años del peronismo se entiende por su actividad como empresario en el contexto del debate sobre la protección de las industrias artificiales sobre las naturales.
Desde su actividad en la industria de la hojalata, Miranda planteaba la necesidad de bajar los derechos de importación de este material, lo que permitiría fabricar envases para determinados productos, que en aquel momento se importaban casi sin aranceles. Denunciaba un “proteccionismo al revés”.
Planteaba que la baja de los derechos en estos insumos traería un incremento en las inversiones y el empleo, y este tipo de industria sería estratégica para la defensa nacional.
Su contacto con  Perón tuvo que ver con la incorporación de un grupo de industriales que apoyaban las políticas del gobierno del 43, y confiaban en que ese era el camino para beneficiar a las industrias locales. Miranda se sumó así al Consejo Nacional de Posguerra y comenzó a ser visto como una persona capaz de manejar la economía del país.
Desde el Banco Central, Miranda promovió la nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios; nacionalización del comercio exterior, medida que sirvió para desacoplar los precios internos con los internacionales; régimen legal de sociedades mixtas para permitir la participación del ahorro nacional en empresas industriales y la participación de los obreros en la dirección y en los beneficios de las mismas.
Las reformas peronistas se dieron en un contexto internacional signado por el avance  del Estado, la construcción de economías mixtas y el auge del keynesianismo, así como por instrumentos que ya se discutían en la década del 30.
Se buscaba alentar la industrialización como única vía para la creación de empleo y la elevación del nivel de vida de la población.
Perón y Miranda compartían la idea de una diversificación económica del país, por eso aprovecharon las reservas acumuladas durante la guerra para promover la industrialización mediante la obtención de bienes de capital y los activos estratégicos que estaban en manos de los extranjeros.


Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-52
El texto analiza la conformación del entramado empresario previo y durante el Peronismo, haciendo hincapié en las participaciones de las fracciones de capital local y extranjeras en la economía del país.
La presencia de las empresas extranjeras en el país datan desde los orígenes de la industrialización del país, si bien representaban una mínima porción, su peso era indiscutible ya que controlaban los grandes establecimientos en los sectores más dinámicos del modelo agroexportador.
Ya a partir de la década de 1920, las empresas foráneas comenzaron a instalarse como filiales de las casas matrices con el objeto de satisfacer el mercado interno. Luego en los 30, la restricción externa obligó a la aplicación de protecciones arancelarias y restricciones cambiarias que obligó a una creciente industrialización basada en la sustitución de importaciones, lo que incrementó la incorporación de mayor cantidad de filiales extranjeras.
Basualdo plantea que la imposibilidad de establecerse una burguesía local responde a las vinculaciones estrechas entre las industrias locales y extranjeras en las relaciones dentro de la matriz insumo – producto, donde las empresas extranjeras concentraron sus actividades en los núcleos económicos y tecnológicos de los bloques sectoriales, subordinando así, al conjunto de las actividades industriales.
Tomando como base analítica este esquema de relaciones, en la etapa peronista, si bien disminuyó la participación de las empresas extranjeras, siguieron comandando los núcleos de la matriz.
El autor introduce el concepto de oligarquía diversificada, como un sector con características particulares distintas a la clasificación clásica de empresa local o extranjera, a pesar de compartir intereses con ambas. Por su origen, conformación e intereses se la puede considerar como un sector de la oligarquía local con intereses en la industria, el agro y otras actividades económicas.
 Durante el peronismo se produjo una redistribución que perjudicó a las oligarquía terrateniente en favor de la industrialización, provocando una desconcentración de la tierra.
El salto de las empresas nacionales fue sustentado por el gobierno peronista, no solo en cantidades sino desde la calidad ya que muchas de ellas comenzaron a disputar posiciones oligopólicas en sectores industriales claves, y para ello, la Confederación General Económica CGE fue clave en la aglutinación de la burguesía nacional.
Basualdo plantea, que a mi criterio resulta clave, que la alianza entre el trabajo y el capital se da porque “la clase trabajadora, como sujeto social y político, enfrentó el poder oligárquico intentando modelar un nuevo tipo de Estado que impulsó la conformación de una burguesía nacional asentada en una dinámica compatible con una mayor participación de los trabajadores en la distribución del ingreso.”(pag.33)
A partir de 1945, la mayor participación de la industria en el PBI, superando para siempre al agro, responde a los cambios instrumentados por el estado que permitió la redistribución de la renta agropecuaria hacia los trabajadores, la industria mercado internista, y al propio estado.
Las reformas en el plano financiero fueron fundamentales para la reorientación del crédito hacia las actividades industriales: La nacionalización de los depósitos del banco Central; creación del banco hipotecario Nacional; en el plano del comercio exterior, la creación del Instituto Argentino para la promoción y el Intercambio (IAPI) que regulaba el intercambio comercial del país; la creación del Banco Industrial con incentivos para actividades declaradas de interés nacional, y también la participación del Estado en estas industrias.
El autor identifica dos modelos que se planteaban tras la salida de la etapa agroexportadora, que si bien coincidían en la nacionalización de los servicios públicos, tenían diferentes visiones acerca del patrón de acumulación. El sector de la oligarquía diversificada pretendía la injerencia del estado para mejorar las exportaciones agropecuarias y las exportaciones de bienes industriales, este modelo era representado por el Plan Pinedo, frente al mercado internista que finalmente llevó a cabo el peronismo.
Otro de los debates que resultaron de los gobiernos peronistas tienen que ver con el grado de industrialización, ya que muchos planteaban que se había perdido la oportunidad de avanzar sobre la industria pesada, pero desde la perspectiva del peronismo la prioridad era la distribución del ingreso y un afianzamiento de la industria liviana destinada al mercado interno.



Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, pp. 59-74, 112-117, 130-137.
Juan D. Perón, palabras pronunciadas en el acto de proclamación de su candidatura (12 febrero de 1946)
Este discurso está estructurado básicamente en dos partes. En la primera, Perón apela al sentimiento de pertenencia de los argentinos. Utiliza palabras como “criollos auténticos”, “tierra gaucha”, “a través de campos, montes, ríos, esteros y montañas”. Apela a la toma de conciencia del “centro” de la ciudad de Buenos Aires en relación con la situación de desesperanza en el interior del país.
Apunta al sentimiento de pertenencia, de identidad colectiva, y desde allí pone en la otra vereda a los enemigos de esta “argentinidad”: la oligarquía y las estructuras a su servicio.
En la otra parte del discurso, Perón pone de manifiesto las contradicciones de la democracia entendida como el sistema que protege sólo las prerrogativas de los poderosos, pero cuando el sistema está del lado opuesto, los tildan de demagogos o totalitarios. 
En este derrotero hace una crítica a los partidos que forman parte de la Unión Democrática que defienden un sistema capitalista que desprecia a los trabajadores.
Hace una defensa de su labor en la Secretaría de Trabajo resaltando las conquistas hacia los trabajadores y los ataques sufridos por las patronales al verse desplazada de su hegemonía.
Desarrolla conceptos como el de libertad económica articulada con la libertad de los demás, y en este punto resalta el rol del Estado como organizador de la vida económica y social. Apoya al capital privado para  estímulo de la producción y el bienestar general, pero no para dominación económica.
Pone de manifiesto que para iniciar un proceso de industrialización es imprescindible mejorar las condiciones de vida de los obreros en cuanto a vivienda, alimentos, descanso, etc. “no puede hablarse de emprender la industrialización del país sin consignar bien claramente que el trabajador ha de estar protegido antes que la maquina o la tarifa aduanera”



Perón, Discurso sobre la reforma constitucional (3 de septiembre de 1948) y Arturo Sampay,  informe del despacho de la mayoría de la Comisión Revisora de la Constitución.
Entre los argumentos para la reforma de la constitución, se plantea la necesidad de modificar un cuerpo legal que estaba preparado para la vida de una sociedad pastoril y no para una moderna industrialización, y que las nuevas exigencias económicas y sociales implican un cambio que le de herramientas al estado para organizar la nueva realidad. (de  alguna manera se rescata la formulación de Bunge “armadura construida para un niño que ahora asfixia a un adulto”)
En lo político se refuerza el régimen Republicano, representativo y Federal, pero dotándolos de un contenido acorde a las nuevas políticas implementadas por el peronismo: Republicano porque se suprimió la oligarquía y ahora el pueblo toma las decisiones de gobierno. Representativo porque al eliminar el fraude aparece la representación popular. Federal porque a través del plan de gobierno se desarrolla un federalismo no solo político sino económico.
En lo económico se proclama la independencia económica que implica que la riqueza argentina sea para los argentinos y no entregada a los intereses extranjeros.
Se reemplaza a la economía capitalista  por la economía social que significa donde el capital esté al servicio de la economía y no al revés.
La propiedad privada tiene una doble función, personal y social, la primera para la afirmación de la persona y la segunda porque esa afirmación de la persona no puede realizarse fuera del cuerpo social. Se trata de que el Estado no sólo se preocupa por la libertad individual, sino que al mismo tiempo garantiza la equidad social necesaria para que esa libertad política pudiera ser disfrutada por todos los compatriotas.
En tanto, la Justicia Social es lo que otorga el balance del uso personal de la propiedad con las exigencias del bien común. Y en términos más precisos: “debe entenderse como la justicia que ordena las relaciones recíprocas de los grupos sociales, los estamentos profesionales y las clases, con las obligaciones individuales, moviendo a cada uno a dar a los otros la participación en el bienestar general a que tienen derecho en la medida en que contribuyeron a su realización.”
Otro de los lineamientos del peronismo consistía en la nacionalización de las fuentes de energía, la nacionalización del petróleo y de los servicios públicos. Todas ellas cuestiones estratégicas que garantizarían el desarrollo económico armónico de la nación.

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Contribución de Romina:

La bibliografía propuesta para esta clase busca reflexionar sobre los orígenes del peronismo y la influencia que tuvo en la economía argentina durante la primera fase de industrialización.
A través del trabajo de Carlos Altamirano en su obra “Bajo el signo de las masas (1943-1973)”, se pudo analizar como parte de las fuentes obligatorias dos discursos de Juan Domingo Perón. En el primero de ellos, pronunciado en el acto de proclamación de su candidatura hacia 1946, se pueden detectar claramente los lineamientos del pensamiento sobre los que este movimiento político se asentaba, diferenciándose del resto de las propuestas del momento, como de los comunistas, socialistas y demócratas. En el marco electoral, este discurso logra transmitir enfáticamente la voluntad de Perón y los objetivos que tienen de cambio en la construcción de una patria “socialmente justa y políticamente soberana”[i], pretendiendo además que “todo el pueblo adquiera la libertad económica (…) y un mejor standard de vida”[ii] para los trabajadores. Son reiteradas las críticas que realiza a la clase dominante y a los partidos opositores, diferenciándose de ellos en busca de la reivindicación de su propia propuesta, siendo una de sus ideas centrales la libertad económica. El papel del Estado es clave en este sentido, para el ordenamiento social y económico que propone Perón, el cual tiene el deber de estimular la producción teniendo el tacto para lograr un equilibrio entre las diferentes fuerzas productivas[iii]. Al momento de cerrar este discurso, acentúa su posición respecto al embajador estadounidense, Braden, al cual vincula con la oposición local, criticando la activa intervención en la política interna del país.
Hacia 1948, ya como presidente, Perón pronuncia este segundo discurso seleccionado sobre la reforma constitucional. Entendiendo que la Constitución del momento no podía adaptarse a las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas, se proponen una serie de modificaciones dentro de estos tres ejes mencionados. Carlos Altamirano, adicionalmente realiza un análisis de estas reformas constitucionales, planteando que las mismas van en concordancia con el objetivo de desarrollar una “economía humanista”, con dos fines pragmáticos de importancia: “uno concreto e inmediato, la ocupación total de los trabajadores (…) y otro último, brindar a todos los habitantes de la Nación las condiciones materiales necesarias para el completo desarrollo de la personalidad humana”[iv]. Para lograr esto, acentúa la importancia de dos conceptos clave sobre los que se asientas las reformas, que son el reconcomiendo de la propiedad privada y los principios de la justicia social.
Continuando con el análisis de la bibliografía obligatoria, el primero de los textos es de Claudio Bellini, en cuyo trabajo investigativo pretende examinar las diversas e importantes influencias que el grupo Bunge ejerció sobre el peronismo durante su formación. En principio, expone el papel de la Revista de Economía Argentina dentro del debate de industrialización en la década del 30’, destacando la transformación que tiene la misma a través de la incorporación de una nueva generación de colaboradores con una moderna visión del rol del Estado[v]. Más adelante, éstos tendrían una influencia central en las políticas económicas llevadas adelante luego del golpe militar de 1943, sobre todo en legislación social a través de la nueva Secretaria de Trabajo y de José Figuerola. Debido a la coincidencia ideológica sobre las políticas económicas que el país debía tomar, el grupo Bunge vio en el ascenso de Perón una oportunidad para poner en marcha estas políticas que habían promulgado desde hacía décadas, y ya desde su primer presidencia en 1946, la colaboración entre el peronismo y el grupo se estrechó[vi]. Si bien se apoyaron muchas de las medidas llevadas adelante por esta gestión, al entrar en una época de crisis política hacia 1947, el grupo comenzó a distanciarse de la escena política hasta su disolución hacia 1952. Según mantiene Bellini, esta disolución no se originó por lo cambios en la política económica oficial, los cuales el grupo apoyaba, sino por las tensiones internas derivadas de los caminos divergentes de los miembros del Instituto y del incremento de costos de impresión[vii].
Adicionando los textos de Cristian Buchrucker, se puede apreciar una reflexión más profunda de los orígenes de la “Doctrina Justicialista” y de las ideas de Juan Domingo Perón. En un apartado de su obra “Nacionalidad y Peronismo”, se analizan las influencias ideológicas y experiencias vitales de Perón, como parte del proceso formativo de la Doctrina Justicialista, siendo las mismas: La cuestión social (1913-1920), las Fuerzas Armadas como modelo orgánico (1920-1943), la doctrina social de la Iglesia (1930-1945), el nacionalismo (1930-1945), los modelos hispanoamericanos (1930-1941), las influencias europeas (1939-1941), las experiencias en la Secretaria de Trabajo y Previsión (1943-1945) y el conflicto con Braden (1945-1946)[viii].  Estas experiencias se complementaron unas a otras y tuvieron un papel decisivo en este proceso formativo, en el que finalmente hacia el 17 de octubre de 1950, Perón resume los fundamentos del justicialismo con la siguiente frase: “es una nueva filosofía de la vida, simple, practica, popular, profundamente cristiana y profundamente humana”[ix]. Este autor, finaliza un análisis en el que describe las características, los objetivos y las tensiones propias de este movimiento político dentro de los primeros años de conformación como tal.
En “La Segunda Línea, Liderazgo peronista 1945-1955”, el trabajo de Raanan Rein y Claudio Panella nos permiten hacer un análisis de una breve biografía de tres personajes influyentes dentro de la concepción del peronismo. Según estos autores el primero de ellos, José Figuerola, “fue unos de los expertos que le imprimió al Estado peronista un fuerte sesgo administrativista, dotando a cada estructura de funciones específicas al tiempo que procuro que ninguna tuviera el suficiente poder como para generar acumulación política propia”[x]. En el diseño de normas y medidas administrativas, asi como en la creación de espacios institucionales, como la Secretaria de Trabajo y Previsión, el Consejo Nacional de Posguerra (1943-1946) y la Secretaria Técnica (1946-1949), se ve claramente la presencia activa de Figuerola, quien a través de su aporte técnico contribuyo a la reforma social que buscaba el gobierno peronista en los primeros años[xi]. Luego describen la importancia de José Gelbard, quien fue un dirigente empresario, asociado a la “burguesía nacional”, fundó la Confederación General Económica (CGE) a principios de la década de 1950 y se convirtió en un influyente interlocutor entre los empresarios y Perón durante la misma década[xii]. Sumado a esto, aumento su participación en la vida política del país al tener un papel importante en el pacto Perón - Lanusse en 1972, que le permitió al líder volver del exilio. Posteriormente, lo acompañó como Ministro de Economía en el tercer gobierno peronista, aunque ante el fallecimiento del viejo líder, Gelbard se encontró aislado, sin apoyo político para hacerle frente a la crítica situación económica del momento y amenazado por la organización terrorista Triple A. Es por eso que finalmente renuncia al cargo y decide huir a Estados Unidos donde fallece en 1977[xiii]. El último de los personajes que abordan estos autores, es el de Miguel Miranda, quien durante los años de posguerra fue el director de la economía argentina, como Presidente del Banco Central y del Consejo Económico Nacional. Durante los años de 1946 y 1949, Miranda estuvo a cargo de la política económica del peronismo y su presencia fue objeto de diversas controversias, ya que el lugar que Perón le dio se interpretó como el ascenso de una “nueva oligarquía”. Aunque para los autores, “el ascenso de Miranda fue más revelador de las posibilidades abiertas por el peronismo para la renovación de los sectores dirigentes que del apoyo de los nuevos industriales como clase”[xiv]. Durante su gestión, se implementaron importantes reformas que condujeron a la economía argentina a una etapa de auge gracias a la combinación de una mejora en los términos de intercambio, la aplicación de políticas monetarias y crediticias expansivas y la redistribución del ingreso a favor de la industria y de los asalariados, lo que sirvió para consolidar el apoyo de los trabajadores y fortalecer el mercado interno[xv]. Finalmente una serie de acusaciones de militares nacionalistas, empresarios y sectores del movimiento obrero lograron debilitarlo y apartarlo de la escena oficinal, que sumado ciertos problema economicos en 1949 y a diversos escándalos a los que se lo relacionaba, resultó en el alejamiento y despido de Miranda por parte del Presidente Perón[xvi].
Finalmente, dentro de la bibliografía obligatoria, se encuentran un segmento del estudio de Eduardo Basualdo, “Estudios de Historia Económica Argentina”, donde se busca analizar la economía argentina durante la etapa de 1956 y 1975 con un importante énfasis sobre la trayectoria que siguió el capital local durante esos años, su composición y el papel de las variables estabilizadoras del ciclo sustitutivo (exportaciones industriales y deuda externa)[xvii].Establece en el contexto heterogéneo industrial, la diferenciación de tres fracciones empresarias que se desarrollaron durante los 30’, las empresas extranjeras, las locales y la oligarquía diversificada, las que fueron la base para la aplicación de los primeras políticas peronistas de industrialización. En principio, estas medidas llevaron a una importante redistribución del ingreso en detrimento de la oligarquía terrateniente con el objetivo de impulsar el desarrollo industrial del país, se llegó a una importante desconcentración de propiedad pampeana. Por otro lado, las empresas nacionales se expandieron y  dieron durante esos años un salto cualitativo, aunque luego devinieron en grandes firmas oligopólicas disputando por el control de sectores industriales claves. En cuanto a la oligarquía diversificada, el peronismo la afecto económicamente en cuanto a la producción agropecuaria, pero al tener una inserción multisectorial, surgió beneficiada en la producción de alimentos y bienes intermedios[xviii]. Otro de los aspectos en los que hace hincapié este autor, es en el crecimiento económico que se genera durante la década de 1946-1955 combinándose con el aumento de la participación de los trabajadores en el ingreso, el cual a pesar de no mantenerse después de 1948, la tendencia fue positiva aun durante la crisis de 1952[xix]. En cuanto al sector externo, Basualdo plantea que en ella se vieron los primeros problemas con la Balanza de Pagos (estrangulamiento), típico de un modelo de industrialización basado en sustitución de importaciones, y en los que se reflejaron la carencia de políticas estatales orientadas a complementar el esquema industrial interno[xx]. Este autor finaliza comentando que si bien durante los primeros gobiernos peronistas se logró disciplinar a varios sectores centrales de la agotada económica agroexportadora, fue sometido por las fracciones del capital que conducían la actividad dinámica promovida – principalmente el capital extranjero, fracción




[i] Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, p. 60.
[ii] Ibid., p. 64
[iii] Ibid., p. 68
[iv] Ibid., p. 131
[v] Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American Research Review, primavera del 2006. pp. 27-32
[vi] Ibid., pp. 40-42
[vii] Ibid., pp. 48-49
[viii] Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial
Sudamericana, 1987, p. 301
[ix] Ibid., p. 324
[x] Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, capítulos 9 (José Figuerola), 10 (José Ber Gelbard), y 12 (Miguel Miranda). Pp. 175-176
[xi] Ibid., pp. 192-193
[xii] Ibid., p. 195
[xiii] Ibid., pp. 212-213
[xiv] Ibid.,  p.243-244
[xv] Ibid., pp. 252-254
[xvi] Ibid., pp. 259-263
[xvii] Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-26.
[xviii] Ibid., pp. 30-33
[xix] Ibid., pp. 34-35
[xx] Ibid., pp.38-41

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Contribución de Jorge:

El texto de Claudio Belini[1], titulado “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, centra su análisis en la influencia del grupo liderado por el economista Alejandro Bunge en relación a las políticas públicas del primer gobierno peronista inaugurado en el año 1946.  El autor hace hincapié, a su vez, en el importante rol asumido por la Revista de Economía Argentina, espacio intelectual y político donde se expresaban las principales ideas que sustentaron la política económica y financiera de Perón durante su primera presidencia. La política de fomento a la industrialización “artificial” además de la natural, uno de los pilares teóricos del Grupo Bunge, fue adoptada por el gobierno justicialista casi desde sus inicios, sumando miembros de dicho grupo a sus filas estatales. Una de sus premisas fue la de encontrar una “tercera vía” entre la libertad pregonada por el liberalismo neoclásico y la intervención estatal en la actividad económica (el denominado “orden”).
Luego, con la elaboración del Primer Plan Quinquenal, el grupo coincidió con sus lineamientos, aunque recalca la “excesiva” intervención estatal en asuntos delicados, como ser su votación “a libro cerrado” de dicho Plan, la emisión de títulos de deuda pública por parte del Estado, y la falta de previsión con respecto a las inversiones planeadas en el desarrollo del Plan. Sin perjuicio de todo ello, uno de los fundamentos del mentado Plan era la industrialización cuestión que, naturalmente, fue recibida con gran entusiasmo por parte del grupo. Otras reformas posteriores, en particular entre los años 1946 y 1949, como lo atinente a las políticas aduaneras, la nacionalización del Banco Central, la creación de la Universidad Obrera, de protección de la riqueza forestal, de arrendamientos, de energía, entre otras, también fueron muy bien recibidas por el grupo. Tales temas habían formado parte de la “agenda” en etapas anteriores. Concretamente, el máximo respaldo del grupo se produjo en el año 1947. A partir de allí, y por diferencias tanto respecto de políticas públicas del gobierno, como de fragmentaciones al interior del grupo, su influencia y apoyo al aparato estatal se vio mermado. La Revista de Economía Argentina fue disuelta a principios de los años cincuenta, principalmente por las diferencias entre los miembros del grupo Bunge, quienes tomaron rumbos políticos diferentes. 

En el capítulo Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955)”, Cristián Buchrucker[2] analiza los principales fundamentos de la doctrina peronista, mediante una exhaustiva recopilación de bibliografía y discursos de aquella época. En particular centra su análisis en: la Cuestión Social trabajadora, uno de los pilares de la doctrina peronista, las Fuerzas Armadas como institución ejemplar al que Perón consideraba “el mejor sindicato, el gremio más poderoso y mejor organizado”, la Doctrina Social de la Iglesia, inaugurada por el Papa León XIII y continuada por Pío XI, el fuerte nacionalismo proveniente, en parte, de la formación militar de Perón, los modelos hispanoamericanos, en particular los gobiernos de Vargas en Brasil, Cárdenas en México, y Toro y Busch en Bolivia. El autor, a su vez, propone dar por tierra con los argumentos en contra de Perón que lo acusaron de admirar los regímenes fascistas alemán e italiano. Además, se describe su paso por la Secretaría de Trabajo y Previsión luego del golpe de Estado de 1943, experiencia que lo acercó al movimiento obrero y sus demandas de mejoras en las condiciones de trabajo. Finalmente el autor se centra en el conflicto con el embajador norteamericano Spruille Braden, utilizándolo a su favor en la campaña electoral de 1946 que lo lleva a la presidencia. Luego, el autor realiza un análisis de la doctrina nacional peronista, en particular su concepción de la historia, del “movimiento peronista” (lo consideraba un “movimiento”, no un partido), su visión del enemigo del pueblo (“el imperialismo económico”, “el capitalismo” y “la oligarquía”), su ferviente rechazo al comunismo y “el imperialismo comunista” y la “tercera posición”.  Finalmente, realiza una crítica al nacionalismo restaurador que venía a tergiversar los fundamentos del movimiento peronista, tiñéndolo de ideas ultraconservadoras y netamente fascistas.

Los capítulos de la obra de Ranaan Rein[3] y Claudio Panella[4], titulada La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, se centran en las figuras de José Figuerola, José Ber Gelbard y Miguel Miranda, como grandes exponentes de la doctrina e ideología peronista. El primero, como un gran institucionalista y experto en estadística, cuya sistematización de la información fue de gran importancia para la Dirección General del Trabajo. Figuerola fue funcionario en el Departamento Nacional del Trabajo entre los años 1930 y 1943. Luego, como miembro de la Secretaría de Trabajo y Previsión y del Consejo Nacional de Posguerra, asesoró a Perón en cuestiones tanto económicas como laborales, elaborando en el marco del Consejo una serie de tópicos a considerar luego de la finalización de la guerra, además de un plan de industrialización. Posteriormente, en la Secretaría Técnica (1946-1949), fue artífice de numerosas políticas financieras, económicas y sociales, centralizó la información proveniente de estadísticas y datos en dicha dependencia, además de formar un núcleo burocrático de especialistas en políticas públicas. Su participación en el Plan de Gobierno presentado en 1946 fue crucial, además de su protagonismo en la Constitución de 1949. José Ber Gelbard, promotor de la unidad empresarial, fue uno de los impulsores de la llamada “burguesía nacional”, destacando la “función social” de la empresa, además de la armonización y colaboración entre capital y trabajo. A partir del derrocamiento de Perón en 1955 su activismo político se multiplicó, y fue uno de los organizadores del regreso peronista a principios de los años setenta. Luego, desde 1973 (gobierno de Cámpora) hasta finales de 1974 (gobierno de Isabel) se desempeñó como Ministro de Hacienda, renunciando este último año por diferencias insalvables con el gobierno de turno. Finalmente, Miguel Miranda, primero como dirigente de la Unión Industrial Argentina y miembro del Banco de Crédito Industrial Argentino, y luego como presidente del Banco Central desde 1946, fue uno de los artífices de la próspera economía argentina de los primeros años del peronismo. Las reformas bancarias, las nuevas atribuciones en materia de política cambiaria y la nacionalización del comercio exterior fueron algunas de sus medidas. Promovió, a su vez, la creación de sociedades mixtas lo que permitiría extender el control estatal sobre sectores estratégicos. Fue uno de los gestores de la nacionalización de los ferrocarriles británicos, de marcado tinte político antes que económico. Se alejó del gobierno en 1949, en medio de la crisis económica y  sospechas de traición.

Eduardo Basualdo[5], en un capítulo de su obra Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad”, alude al concepto de “oligarquía diversificada”. Ella se diferenciaba de las empresas extranjeras subsidiarias instaladas en la época de la sustitución de importaciones, como de las pequeñas y medianas empresas, incluso de las grandes firmas locales. Concretamente se la caracteriza como un sector de la oligarquía interesada en la industria, el agro y otras ramas de la actividad económica. El autor recalca que ya en los años treinta la influencia de dicho grupo era notable. Por otro lado, el primer gobierno peronista llevó a cabo una política de redistribución del ingreso en detrimento de la clase terrateniente pampeana con el claro objetivo de impulsar la industrialización del país. Ello derivó en la desconcentración de la propiedad pampeana más significativa de la historia. Se conjugó el crecimiento económico con una gran participación de los trabajadores en el ingreso, lo que también constituyó a la clase trabajadora como un actor social y económico de gran importancia.  A su vez, el autor señala la posición privilegiada de la Argentina como acreedor de las grandes potencias mundiales en la segunda posguerra, cuyo ejemplo más evidente es la nacionalización de los ferrocarriles. A partir de 1948 comienza la crisis económica. Considera que el gobierno no logró superar la etapa de la industria liviana, cuestión que habría permitido la expansión económica y la autonomía nacional. El autor confirma que las utilidades provenientes de capital extranjero experimentaron un aumento de lo más considerable y de los más grandes de la historia, contrariamente a lo que usualmente se considera de este período, fuertemente antioligárquico y antiimperialista.

Con respecto a la selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano[6], titulada “Bajo el signo de las masas. 1943-1973, el primero de ellos “Palabras pronunciadas en el acto de proclamación de su candidatura” (Juan Domingo Perón, 1946) es una exhortación para continuar con el modelo inaugurado el 17 de octubre, contra la oligarquía “disfrazada” de demócrata y  a favor de los “descamisados”, los trabajadores, recalcando la lucha de las organizaciones obreras en la mejora de sus condiciones de vida. A su vez, tacha a los partidos comunistas y socialistas de serviles a los intereses capitalistas. Sostiene que es “más demócrata” que sus adversarios, puesto que busca una democracia “real”, una “auténtica democracia”. A su vez, señala su paso por la Secretaría de Trabajo y Previsión, y la obra de carácter social llevada a cabo en dicho ámbito. Sostiene el principio de libertad económica, donde la autoridad del Estado debe acudir para enderezar las fallas de los individuos, y suplir la carencia de resortes morales que deben guiar su acción (se promueve la “humanización del capital”). Finalmente, alude al conflicto con el embajador Braden, al que considera la personificación de imperialismo norteamericano. Por el contrario, el movimiento representado por Perón es el símbolo de “lo nacional”. El segundo texto de Perón, “Discurso sobre la reforma constitucional” (1948), alude su necesaria reform, a fin de adaptarla a los tiempos que corren, para “perfeccionar y actualizar la Carta Magna”. Centra su discurso en la fase política (régimen representativo, republicano y federal), económica (bienestar del pueblo e independencia económica, supresión del capitalismo de explotación y el abuso de la propiedad) y social (régimen social justo y humano, derechos a los trabajadores) de la nueva Constitución. Finalmente, Arturo Sampay, en el “Informe del despacho de la mayoría de la Comisión Revisora de la Constitución” (1949), refiere a la política económica de la reforma constitucional. En particular, apunta a la función social de la propiedad y la justicia social como corolario de la primera. La propiedad privada asume una doble función: personal y social. También considera de gran importancia la prohibición de la usura, dado que es un beneficio injusto por parte los propietarios. Promueve la nacionalización de las  fuentes de energía, del petróleo y los servicios públicos (éstos últimos mediante compra directa o expropiación por parte del Estado).




[1] Historiador argentino. Doctor en Historia de la Universidad de Buenos Aires, investigador del CONICET y del Instituto Ravignani, donde coordina el Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana (PEHESA). Se desempeña como Profesor Adjunto en la Facultad de Filosofía y Letras, y en la Facultad Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, y como Profesor Invitado en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES).
[2] Historiador argentino. Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Cuyo (1969). Realizó estudios de posgrado en Historia contemporánea y disciplinas afines en Alemania entre 1972-1974 y 1980-82. Doctor en Historia y Ciencia Política por la Freie Universität Berlin (1982). Investigador Independiente del CONICET y Docente-Investigador Nivel I en la UNCuyo.
[3] Historiador israelí, a cargo de la cátedra Elías Sourasky de historia española y latinoamericana y vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv. Desde el año 2005 dirige el Centro S. Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales en esa universidad. Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina (ANH) y fue presidente de la Latin American Jewish Studies Association (LAJSA).
[4] Director del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene” y miembro de la Comisión Directiva del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón
[5] Economista e Historiador argentino. Licenciado en Economía egresado de la Universidad Católica, investigador del CONICET e Investigador Principal y Coordinador del Área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es Profesor de postgrado y miembro del comité editorial de la Revista Realidad Económica y de la Comisión Directiva del CELS. Consultor externo de la OIT y CEPAL.
[6] Sociólogo argentino. Es Investigador del CONICET, profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. Autor de numerosos libros sobre política y sociedad. Obtuvo la Beca Guggenheim en 2004, el Premio Konex - Diploma al Mérito en 2004 y 2006, y el Konex de Platino en 2014.

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Contribución de Alexander:

21. Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American Research Review, spring 2006.  
La revista de Economía Argentina y el debate sobre la industrialización
La postura de la revista y el discipulado de Bunge a cerca de la industrialización es tan favorable como heterogénea y vaga. La falta de precisiones en una postura general de este llamado grupo preanuncia que las conclusiones del artículo de Belini sobre las causas de su disolución serán igualmente ambiguas.
“Si la Argentina quería evitar el estancamiento debía encarar al diversificación de su economía mediante un adecuado proteccionismo que permitiera la expansión industrial, la diversificación de la producción primaria y el crecimiento del mercado interno. Esta transformación requeriría de activas políticas públicas que sólo un gobierno decidido a aplicar una “administración racional,“ con el asesoramiento de las fuerzas económicas, podría instrumentarlas”.[1] Una definición tan amplia como la de ésta publicación de la revista de 1922, termina por conferir mayor sentido a las propias contradicciones ideológicas que se generan al interior del grupo.
La influencia del grupo Bunge en la definición de la política económica, 1943 – 1947.
En particular, en el contexto del gobierno militar surgido del golpe del 43, Belini resalta la primera disidencia al interior del grupo entre Emilio Llorens quién desempeñaba un cargo en la dirección general de industria y Max Bunge, director de la revista, quién acusa a las políticas económicas del gobierno militar de extralimitarse en determinadas intervenciones cuyas externalidades negativas resultan en el desincentivo de la inversión.
Por otra parte y en materia de distribución del ingreso, la ambigüedad entre los mismos bunguistas se entremezcla con las reacciones hacia la política redistributiva que parecería ejercer Perón allá por el 45: “Por un lado los bungistas abogaban por el aumento del nivel de vida de los trabajadores, aún si ello era impulsado por consideraciones demagógicas […] Sin embargo, ésta no podría alcanzarse por medio de aumentos salariales como parecía ser la estrategia de Perón. [..] Por ello era preferible que el estado suministrase mejores viviendas, servicios educacionales y sanitarios.”[2] Y en el extremo, un economista del grupo, Carlos Correa Ávila, más preocupado por la acumulación del capital que por la distribución del ingreso equitativa, citando al papa Pío XII, reclamando que el salario del obrero contemple la situación económica del patrón. [3]
El grupo Bunge y la política económica peronista.
Parece haber consenso en cuánto al apoyo del grupo al peronismo, principalmente en cuanto a su oposición al liberalismo. Sin embargo, apenas se entra en definiciones un poco más precisas, la heterogeneidad vuelve a salir a la luz: mientras Emilio Llorens propone una tercera solución a la antinomia entre planificación y libertad, José Astelarra viene a remarcar la falsedad de aquella supuesta contradicción.[4] En el sentido de Llorens, José Miguens resalta lo indeseable de una intervención estatal profunda, pues promovería la ineficiencia industrial. Curiosamente es el mismo Miguens quién reclama una “regulación estatal más activa en el sector bancario”[5].
Perón accede a la presidencia en el 46 y la posición de la revista continúa ceñida a la ambigüedad: “La posición de la revista respecto del Plan Quinquenal fue positiva en sus principales aspectos, aunque consideró excesivas las atribuciones conferidas al estado [...] De todas maneras, la adhesión del grupo al Plan no fue total.”[6]
Se mencionan puntos y contrapuntos respecto del apoyo del grupo a determinados proyectos de ley durante el primer peronismo: la crítica al proyecto de accionariado obrero, una crítica mesurada a la política de colonización de tierras. Por otro lado se recibe con beneplácito la reforma aduanera y el proyecto de ley de Fomento Industrial.
En cuanto a la industria pesada, el grupo no parece reconocer una contradicción rigurosa entre aquella y la industria liviana. La línea preponderante del grupo parece ser la de enfocarse a la promoción de industrias livianas que atiendan las primeras fases del consumo, que no incurran en grandes costos de importación de bienes de capital, y que se orienten al mercado interno, aunque también se mencionan posturas favorables, por ejemplo, al incentivo de la industria siderúrgica.
Entre el compromiso y la desilusión, 1947 -1952.
Como era esperable, “la disolución del grupo no fue originada por los cambios en la política económica oficial”.[7] No podría haberlo sido, pues no había una identificación unidimensional del grupo con la política económica oficial. Por el contrario, “Las tensiones internas derivadas de los caminos divergentes de los miembros del Instituto se desataron en un momento en que la revista afrontaba dificultades económicas por el incremento de los costos de impresión”[8] A esto se le podría sumar un supuesto azuce por el resquebrajamiento de las relaciones entre el peronismo y el movimiento católico.
La revista termina por sucumbir a las contradicciones internas de quienes la componen. Sin embargo, parece retirarse habiendo visto cumplido el objetivo de su fundador: “la crisis de 1952 puso sobre el tapete una nueva realidad económica sustancialmente diferente a la que Alejandro Bunge había censurado durante la entreguerra. En adelante, no se discutiría la conveniencia de la industrialización sino los medios para acelerar su integración vertical.”[9]
22. Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial Sudamericana, 1987, pp. 301- 352.
La descripción del pensamiento peronista que realiza Cristián Buchrucker está divida en dos: en primer lugar hace un examen genético del justicialismo basado en ocho experiencias personales de Perón. En el segundo lugar, propone la revisión de cuatro puntos claves de la doctrina ya considerada como un cuerpo formado.
A propósito de las ocho experiencias que posibilitan la génesis justicialista, se menciona a la cuestión social [1], como la captación de cierta realidad subterránea de la Argentina más federal por Perón, en sus épocas de teniente y subteniente en la jerarquía castrense[10], las fuerzas armadas como organización ejemplar [2], dónde se destaca justamente, la capacidad de organización como explicación fundamental del éxito de las FFAA en su incursión política.[11] La doctrina social de la Iglesia [3] viene a traer ciertas continuidades y rupturas entre la prédica eclesiástica y la peronista. Se mencionan mayormente otro tipo de continuidades con el nacionalismo [4] y otras experiencias políticas condensadas en los modelos hispanoamericanos [5], particularmente en la experiencia brasilera, mexicana. Se hace una revisión de las influencias europeas [6] dónde se ubica su pensamiento dentro del oportunismo político para aprovechar el contexto bélico internacional para “reasumir nuestra plena soberanía”.[12] En el sentido de la relación de la genética del pensamiento peronista con acontecimientos de envergadura mundial, se menciona el conflicto con Braden [8] como el rechazo a la nueva política de tutelaje de los EEUU sobre los estados Latinoamericanos. Finalmente se menciona las experiencias en la Secretaría de Trabajo y Previsión [7] como aquel “marco en que se desarrollaron los contactos decisivos de Perón con dirigentes sindicales”.[13]
A propósito de la estructura de la doctrina justicialista, se hace hincapié en cuatro nociones: La concepción del mundo y de la historia [1], la imagen del enemigo [2] que no termina de ser otra cosa que un recuento somero de aquellos intereses que se pretendían afectar para conseguir los objetivos de la justicia social. La independencia nacional en un doble sentido tanto interno como externo, puede ser leída en los logros y objetivos [3] de la doctrina justicialista. La soberanía política del pueblo, implicaba tanto la libre determinación con respecto a  otras naciones así como también hacia el interior y la supeditación de la toma de decisiones hacia la voluntad de la mayoría. Finalmente se menciona en la unidad y diversidad, tensiones y ambigüedades [4] al irrealizado proceso de despersonalización de la doctrina justicialista, la concepción “movimentista” del peronismo como superación de la disputa política partidaria y la convivencia de sectores de extrema derecha e izquierda dentro de un cuerpo político amplio.
23. Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, capítulos 9 (José Figuerola), 10 (José Ber Gelbard), y 12 (Miguel Miranda).
José Figuerola
Comienza su carrera de funcionario público argentino en 1932 en la Dirección Nacional del Trabajo (DNT). Posteriormente sucedería a Alejandro Bunge como director de Estadística. Su marcado sesgo estadístico se recoge de entre sus participaciones bajo la órbita de aquella dirección: El primer censo nacional de desocupados (1932), el establecimiento de las bases de elaboración de los números índices del costo de la vida y salarios (1933), y su trabajo en el modo de adaptar salarios al costo de vida (1942) y una encuesta relacionada en 1943. A pedido de Perón redacta el decreto de creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión (STP) con el objetivo de revitalizar a la DNT. Esta nueva secretaría absorbe múltiples organismos nacionales.
En 1944, enmarcado en el Consejo Nacional de Posguerra (CNP) realiza el “Ordenamiento Económico y Social del CNP” un plan de acción a desplegar en la posguerra así como también, un plan de industrialización. En él colaboran miembros del grupo Bunge: principalmente García Olano y Llorens. En 1946, el primer decreto firmado por Perón, designa a José Figuerola a cargo de la Secretaría Técnica (ST) en dónde se instrumentaron por un lado concejos “para la construcción de consensos trasversales (…) relevando las inquietudes y sugestiones de la producción, industria, comercio y esfuerzo privado para luego encontrar soluciones” y por el otro lado “solicitó a los ministerios que enviasen propuestas y planes de las áreas a su cargo para ser reelaboradas por la ST”[14]
En el mismo año, presenta en el parlamento ante ambas cámaras y junto a Perón, el Plan de Gobierno. Figuerola pone el acento en la necesidad de crear una estructura estatal “flexible pasible  de ajustes en función de las experiencias que se fueran desarrollando”  y también en que “se impulsó la creación de la Justicia en lo Contencioso administrativo”  En 1949 con el Plan de gobierno en marcha, Figuerola renuncia en medio de causas no del todo esclarecidas.
José Ber Gelbard
Fue un inmigrante polaco quién durante la década infame probablemente azuzado por el contexto nacionalista y antisemita comienza lo que posteriormente será una larga y exitosa carrera como gremialista empresarial y más tarde terminará por desempeñar diferentes cargos públicos, siendo el último, como Ministro de Economía en la tercera presidencia peronista. Surgido del seno empresarial, se lo puede catalogar como perteneciente a la llamada burguesía nacional. Acumula influencia en el gobierno peronista aunque no se asume como tal y por lo general, se dedica a reivindicar más los derechos empresariales que la justicia social, aunque sublimado por consignas de tinte general y conciliador.[15] No se alinea formalmente con el peronismo hasta su proscripción y el regreso del exilio de Perón dónde asume cargos públicos. Proclama en esta última etapa peronista la vuelta a las bases del modelo industrializador de las primeras dos presidencias, pero es expelido por la derechización del gobierno y posteriormente perseguido por la dictadura militar. En síntesis, se lo puede considerar como un exponente del empresariado nacional, ideológicamente conciliador y probablemente estimulado por las altas tasas de utilidades empresarias que se supieron recolectar durante los períodos del auge peronista.
Miguel Miranda
De origen pequeño-mediano industrial, inicia su carrera empresarial alrededor de 1925 en la hojalatería. Para 1930 milita entre las filas de la UIA presidiendo la Sección de Propietarios de Hojalatería Mecánicas. Hacia 1933 en este contexto se pronuncia a favor de proteger la industria hojalatera irguiendo aranceles para la importación de envases terminados. En 1944 se da una fuerte división al interior de la UIA ante determinadas medidas de Perón tendientes a reivindicar derechos asalariados ante la cual Miranda toma una posición de apoyo al gobierno. Más tarde se uniría al Consejo Nacional de Posguerra. En 1946 habiéndose granjeado el beneplácito de Perón, es designado presidente del Banco Central dónde orienta una serie de medidas entre las cuáles resaltan la nacionalización del Banco Central y los depósitos bancarios, a la vez que busca fomentar la creación de sociedades mixtas en aquellas empresas de servicios públicos controladas por capital foráneo para evitar el elevado giro de utilidades al exterior. Se involucró en negociaciones comerciales internacionales, sosteniendo una postura regionalista y particularmente, se involucra en la triple negociación con Gran Bretaña sobre las libras bloqueadas, el tráfico de carne y la nacionalización de los ferrocarriles. Si bien se sugiere que negoció con dureza, los resultados de la negociación son ampliamente rechazados por sectores de la oposición así como también del mismo gobierno. Finalmente, por el devenir de ciertas inestabilidades macroeconómicas, como la restricción externa, la inflación y el surgimiento de un mercado negro la posición de Miranda dentro del gobierno se ve consecutivamente debilitada. Termina siendo reasignado por Perón hacia la presidencia del Consejo Económico Nacional y finalmente despedido en 1949. Apoya al proyecto peronista hasta su muerte en Uruguay en 1953.
24. Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-52.
Basualdo retoma la usual crítica hacia la industrialización por sustitución de importaciones intentando responder a una doble interrogante: “¿La única posibilidad que tuvo el peronismo para desarrollar la industria pesada y renovar los bienes de capital fue sacrificar los objetivos centrales de su política?, o, por el contrario, ¿tenía otras alternativas que no utilizó?”[16]
Para ello introduce en el análisis a una tercera fracción empresarial conformada por tres grandes grupos: “capitales de origen extranjero con formas de internacionalización temprana, instalados en el país a fines del siglo XIX”, “capitales locales que provenían de integrantes de los sectores dominantes pampeanos y provinciales” y finalmente aquellos capitales “estrechamente relacionados con capitales extranjeros de carácter financiero y de antigua data en la Argentina”.[17]
El rasgo distintivo de esta tercera fracción empresarial es que estaba presente en múltiples actividades económicas a la vez de ser propietaria y productora agropecuarias en las zonas pampeanas y extrapampeanas. Basualdo las denomina “oligarquía diversificada”.
Lo novedoso del análisis de Basualdo a través del examen de la evolución de la rentabilidad empresarial principalmente durante el período de la primera industrialización, es el señalamiento de utilidades extraordinarias del capital extranjero (a un promedio del 23.9% anual en el período 46-53). Este hallazgo para la fracción del capital extranjero, se hace extensivo para las dos fracciones restantes: la burguesía nacional y la oligarquía diversificada. [18]
De forma complementaria, contrasta los volúmenes de utilidad percibidos durante el período por el capital extranjero con aquellos volúmenes necesarios para llevar adelante determinadas políticas que hacen a la discusión que plantea originalmente: así, estos volúmenes resultan mayores que los requeridos para llevar adelante el Primer Plan Quinquenal o bien mayores a aquellos necesarios para la estatización de los servicios públicos y la cancelación de empréstitos.
Planteadas así las cosas, el dilema que hace a la pregunta retomada por Basualdo entre los objetivos centrales de la política del peronismo y la profundización de la industrialización se desbarata por sí mismo: “el nivel de excedente generado anualmente y el acumulado socialmente en manos del gobierno en términos de oro y divisas era suficiente como para llevar a cabo ambas iniciativas, aún acompañadas por la redistribución del ingreso hacia los asalariados”[19]
Sin embargo, la profundización de la industrialización no se materializó puesto que una buena parte de los recursos que se deberían de haber destinados a tal fin, concluyeron en las manos de los sectores extranjeros u oligárquicos del entretejido empresarial argentino.
Se concluye que el peronismo logró “disciplinar a varios de los sectores centrales de la agotada economía agroexportadora pero fue doblegado por las fracciones del capital que conducían la actividad dinámica promovida. Entre ellos se encontraba, además del capital extranjero, la fracción dominante de la oligarquía argentina”.[20]




[1] Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American Research Review, spring 2006, p 30. 

[2] Ibídem, p 39.
[3] Ibídem.
[4] Ver Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, p 59/60.
[5] Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American Research Review, spring 2006, p 42.
[6] Ibídem.
[7] Ibídem, p 48.
[8] Ibídem, p 49.
[9] Ibídem.
[10]Debemos considerar la vida triste y sin esperanza de nuestros hermanos de tierra adentro” Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, p 60.
[11] Ver página 304. Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial Sudamericana, 1987.
[12] Ibídem, p314.
[13] Ibídem p 317.
[14] Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, p 185.

[15] Ver “Definición de la Justicia Social” Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, p 134.
[16] Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, p 42.
[17] Ibídem, p 30 y 31.
[18] Ver p 68-69 de: Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001.
[19] Ibídem, p 49.1
[20] Ibídem, p 52.

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Contribución de Alejandro:

Primer texto: publicado en el año 2006
 El Grupo Bunge y la Politica Economica del Primer Peronismo       1943 - 1952
Autor:   Claudio Belini. Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del Conicet y del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Se desempeña como profesor en las facultades de Ciencias Económicas y de Filosofía y Letras de la UBA y ha dictado cursos de posgrado en otras universidades del país. Su área de investigación es la historia industrial y de las políticas públicas, temáticas sobre las que escrito en revistas especializadas del país y el extranjero. Es autor de La industria peronista, 1946-1955. Políticas públicas y cambio estructural (2009) y, junto con Marcelo Rougier, de El Estado empresario en la industria argentina (2008). 
El texto en primer lugar describe la influencia política e ideológica de Alejandro Bunge y el papel de la “Revista de Economía Argentina” en el debate en torno a la industrialización durante la década del 30. La postura favorable a la industrialización en los debates de la entreguerra y el influjo que el catolicismo social ejerció en sus miembros le permitió al grupo ejercer influencia sobre la dictadura militar de 1943. Seguidamente narra la participación de algunos de sus integrantes en la definición de la política económica y, en particular en la elaboración del primer sistema de promoción industrial. Luego se argumenta que el grupo Bunge desempeño un rol decisivo en la orientación de la política Peronista, moldeando sus características básicas y brindando los argumentos que la justificaban. Finalmente, examina los factores que condujeron a la disolución del grupo y al cierre de la revista.
Bunge diagnostico a principios de 1920 que la argentina había concluido una etapa de su historia económica caracterizada por la producción agraria extensiva, el ingreso masivo de inmigrantes y capitales extranjeros. Si la argentina quería evitar el estancamiento debía encarar la diversificación de su economía mediante un adecuado proteccionismo que permitiera la expansión industrial, la diversificación de su producción primaria y el crecimiento de su mercado interno.
A partir de 1943 con las designaciones de abarca y Llorens se dejo atrás la distinción entre industrias naturales y artificiales y comenzaron a atender las demandas de los dirigentes industriales. En 1944 se fundo el Banco Crédito Industrial y se dispuso la creación de la Secretaria de Industria y Comercio. El régimen de promoción industrial contemplaba tres tipos de beneficios: derechos adicionales de fomento, prohibiciones de importación y subsidios para industrias vinculadas a la defensa. La protección seria temporaria.

Segundo Texto: Nacionalismo y Peronismo – La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927 – 1955) Publicado en 1987
Capitulo: LA “DOCTRINA JUSTICIALISTA”
Autor: Cristián Buchrucker. Es Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Cuyo (1969). Relizó estudios de posgrado en Historia contemporánea y disciplinas afines en Alemania entre 1972 y 1974 y 1980-82. Doctor en Historia y Ciencia Política por la Freie Universität Berlin (1982). Investigador Independiente del CONICET; Docente-Investigador Nivel I en la UNCuyo.
El autor intenta analizar la doctrina Justicialista, subraya el carácter ecléctico de la doctrina e identifica como a los siguientes elementos constitutivos de la síntesis peronista: nacionalismo, catolicismo social, modelos militares e influencias sindicales. Desarrolla su exposición ordenando ocho momentos o etapas:
1)      La “cuestión social” 1913 – 1920 (experiencia de subteniente en Parana)
2)      Las Fuerzas Armadas como modelo organico 1920-1943 (el concepto de Organización habría de jugar un papel significativo en el justicialismo, y nunca perdió los rasgos autoritarios que venían de su modelo castrense. “El mejor sindicato, el gremio más poderoso y mejor organizado somos nosotros los militares”… 1943 en la asamblea de ferroviarios)
3)      La doctrina Social de la iglesia 1930 – 1945 (se puede advertir notables coincidencias entre las predicas peronistas y las encíclicas “El catolicismo social y su aplicación” de 1941 y “Justicia Social” de 1943)
“La gente rica, protegida por sus propios recursos, necesita menos de la tutela publica; la clase humilde, por el contrario, carente de todo recurso, se confía principalmente al patrocinio del estado.”  
4)      El nacionalismo 1930 – 1945 (FORJA – GOU – todos los temas básicos del nacionalismo populista fueron adoptados por el peronismo: el empirismo, la fe en el pueblo, postura anti oligárquica y antiimperialista. Similitudes entre Yrigoyenismo y peronismo bastante evidentes.)
5)      Los modelos Hispanoamericanos 1930 – 1945 (Getulio Vargas en Brasil 1930/45 – Lazaro Cárdenas en Maxico 1936/40 – Toro y Busch en Bolivia 1936/39.) 
6)      Las inlfuencias Europeas 1939 – 1941 (viaje a Italia y contactos con Alemania)
7)      Las experiencias en la secretaria de Trabajo y Prevision 1943 – 1945 (Peron declaro que no habría creado la “doctrina justicialista”, sino que la había “extraido del pueblo”, u que no era mas que el interprete de eso.)
8)      El conflicto con Braden 1945 – 1946
“… no somos sectarios … obedecemos a los hechos … si en el comunismo hay una cosa que podemos tomarla, la tomamos, no nos asustan los nombres. Si el fascismo, el anarquismo o el comunismo tienen algo bueno, lo tomamos …”  
 “… Se ha pretendido hacer creer al pueblo que la oligarquía … estaba formada por sabios, por ricos y por buenos. Hay que observar que los sabios rara vez han sido ricos, y los ricos rara vez han sido buenos. Sin olvidar que ni sabios ni buenos han encontrado un lugar entre los políticos criollos”
Logros y objetivos: Tercera Posición (entre EEUU y URSS) – Tres Banderas – Comunidad Organizada.  

Tercer Texto: Estudios de Historia Económica Argentina – Desde mediados del siglo XX a la actualidad – 2006
Capitulo: 2 – La segunda etapa de la sustitución de importaciones y el papel del endeudamiento externo. (1956-1975)
Autor: Eduardo Basualdo. Es economista, egresado de la Universidad Católica Argentina, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, investigador científico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), investigador principal y coordinador del área de Economía y Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), coordinador de la Maestría en Economía Política Argentina en FLACSO e integrante de la Comisión Directiva del Centro de Estudios Legales y Sociales. Ha dirigido y codirigido proyectos de investigación patrocinados por la Secretaría de Ciencia y Técnica, el Banco Interamericano de Desarrollo y el CONICET, entre otros organismos. Integrante del CELS y de Cifra de la CTA.

 El texto en análisis es el punto 2.1 Antecedentes: La reestructuración de los sectores dominantes y los primeros gobiernos pero Peronistas (1930-1955)  para luego comprender el periodo 1956-1975 objeto del capítulo 2. El trabajo comienza describiendo el proceso de conformación de las fracciones industriales, entes y durante el peronismo hasta llegar a la conformación de la Oligarquía diversificada que tuvo significativa influencia y fue la fracción empresaria que impulso, ante el agotamiento del modelo agroexportador, la alternativa industrial exportadora del plan Pinedo.  No se la considera una fracción empresaria sino que se la asimila indistintamente al capital extranjero o a la burguesía nacional.
Luego, describe y grafica el crecimiento económico con un importante aumento de la participación de los trabajadores en el ingreso alcanzando como pico máximo el 50% del PBI en el año 1952. También se analiza la evolución del PBI en función de las actividades agropecuarias e industrial donde esta ultima alcanza y supera a la primera en el año 1945.-
Seguidamente, expone la evolución de la deuda externa y el comercio exterior donde se refleja el impacto negativo entre la diferencia entre los activos y pasivos, como asi también el detrimento del comercio exterior y el incremento de la deuda durante el periodo.-

Cuarto Texto: La segunda Línea – Liderazgo Peronista 1945 – 1955
Publicado en 2013
Capitulos: 9 – 10 y 12
Autores:  
·          Raanan Rein (Givataim, Israel, 1960) es un historiador israelí, a cargo de la cátedra Elías Sourasky de historia española y latinoamericana y vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv.1Desde el año 2005 dirige el Centro S. Daniel Abraham de Estudios Internacionales y Regionales en esa universidad. Es miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de la República Argentina (ANH)2 y fue presidente de la Latin American Jewish Studies Association (LAJSA).3 El gobierno argentino le ha concedido el título de Comandante de la Orden del Libertador San Martín4 por su aporte a la cultura argentina. Sus investigaciones actuales se centran en la comunidad judía argentina y su relación con el peronismo; el deporte y la política en Argentina; las organizaciones judías de autodefensa en Argentina; y la participación de voluntarios judíos en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española.     
·         Claudio Panella
Cada capítulo está destinado diferentes personas que contribuyeron y estuvieron vinculados al gobierno peronista. El primero de ellos es Jose Figuerola, fue un catalán que acompaño a peron desde que se hizo cargo en octubre de 1943 el departamento Nacional del Trabajo donde trabajaba como jefe de estadística. Su figura se hizo publica y visible el dia que junto a Peron expuso el plan de gobierno de 1947 – 1951.
El segundo caso corresponde a Jose B Gelbard (líder empresarial y emblema de la burguesía nacional) fundador de la confederación General Eonomica a principios de 1950. Inmigrante de origen humilde radicado en la provincia de Catamarca y en pocos lustros se convertiría en uno de los hombres mas poderosos del país. Tuvo un lugar fundamental en el pacto entre Peron y Lanusse y llegaría  a ser ministro de economía del tercer gobierno peronista.
Por ultimo, e
Por ultimo, el capitulo 12 esta dedicado a Miguel Miranda. Empresario de la hojalata que Peron convirtió en el director de la economía durante los decisivos años de la segunda posguerra. Como presidente del banco central y del consejo económico nacional, Miranda diseño y puso en mar, Miranda diseño y puso en marcha la política económica del peronismo entre 1946 y 1949. Su breve actuación fue (y continua siendo) objeto de controversias.-     

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Contribución de Alberto:

En líneas generales, los textos asignados abordan la doctrina Justicialista y el Peronismo desde distintos ejes de discusión: mientras que el texto Belini busca analizar el rol de los Bungistas en la formulación del programa económico peronista, Buchrucker intenta más bien analizar los principales componentes de la Doctrina Justicialista desde una mirada en conjunto, tomando como referencia los discursos de Perón y, en especial, los dos que se desprenden de las fuentes obligatorias. Por otra parte, el texto de Basualdo hace hincapié en la evolución de los principales indicadores económicas durante el Primer peronismo y busca las causas de su comportamiento en el bloque social en el que se basó el peronismo y en el contra bloque al que le disputo el poder. Por último, del libro de Ranaan Rein y Claudio Panella se asignan tres capítulos que indagan sobre las segundas líneas peronistas, teniendo en cuenta principalmente el pensamiento y la acción de tres importantes figuras: José Figuerola, José Gelbard y Miguel Miranda.
El objetivo del trabajo de Belini es analizar el impacto que tuvieron los discípulos de Alejandro Bunge en el diseño y la implementación del programa industrializador peronista. A partir de ello, el autor busca refutar  la idea, sustentada por algunos historiadores, de que no existió un programa económico peronista per se, sino que las consideraciones económicas emanaron simplemente del concepto de Nación en Armas y, por tanto, el centro ordenador de la Doctrina Justicialista durante el primer gobierno Peronista fue más bien la defensa nacional y no la industrialización. En este sentido, en la primera parte del articulo se recalcan las ideas principales de los Bungistas durante la década del treinta, las cuales se expresaban orgánicamente en la Revista de Economía Argentina (REA). Al respecto, se destaca la visión moderna e interventora del rol del estado, la necesidad de regular el comercio exterior y de fortalecer el mercado interno, y, en un plano más filosófico, el fuerte apego a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia que ostentaban los Bungistas.
En este sentido, el texto no sólo toma como referencia la activa participación de algunos de los discípulos de Bunge en la gestión de la dictadura 1943-1946, como el caso Llorens en la Secretaría de la Industria, sino que también señala las fuertes coincidencias ideológicas que existieron: tanto Perón como los Bungistas concertaban en la idea de una activa participación del estado, una fuerte regulación del comercio exterior y del sector financiero, al tiempo que refutaban la antinomia entre libertad y planificación planteada por los liberales. En este marco, Belini enfatiza que los Bungistas participaron en el diseño del Primer Plan Quinquenal, y que, además, este fue, en líneas generales, muy bien recibido por la REA. Finalmente, si bien el articulo toma en cuenta algunas críticas de la REA hacia Perón, el texto concluye indicando que la renuncia de Llorens, Lagomarsino y Miranda, y el cierre de la REA, fueron hechos más bien vinculados a la situación económica y a problemas financieros de la revista. Ello no redundó, explica Belini, en una ruptura frontal entre los Bungistas y Perón. Por el contrario, los primeros continuaron apoyando las políticas industrializadoras del Peronismo, aunque moderadamente.
El capítulo de Buchrucker se propone analizar, desde una mirada en conjunto, los elementos constitutivos de la Doctrina Justicialista y asignar un orden de prelación a sus componentes conceptuales, teniendo en cuenta particularmente los escritos y discursos de Perón y de Evita. Al principio, el autor destaca como primera medida el fuerte impacto que tuvo la marginación  social del interior en Perón, cuando éste era apenas un Joven oficial de infantería en Entre Ríos. En segundo lugar, Buchrucker  toma en cuenta las concepciones militares del lider: como éste consideraba a las Fuerzas Armadas como factor de industrialización,  referenciándose claramente en el pensamiento de Mosconi y de Savio, y como factor político de organización y lucha. En tercer lugar, se destaca la influencia que tuvieron los escritos de Monseñor De Andrea, y las tres coincidencias teóricas entre la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y la Doctrina Justicialista: la concepción del hombre como sujeto social y no como engranaje dependiente de fuerzas económicas, el reconocimiento del capitalismo como un modo de producción con intereses contrapuestos en el cual el estado debe actuar como pacificador y, por último, la figura de un pseudo-liberalismo corrupto con el cual puede identificarse a la oligarquía rentista. Asimismo, se destaca la manera en que los nacionalismos de la década del 30' influyeron en Perón, en especial el nacionalismo de caracter popular que fogoneaban los integrantes del FORJA. Al mismo tiempo, el autor refuta la teoría que indica que la Doctrina no fue más que una especie de versión latinoamericana del Fascismo europeo, aunque advierte que Perón si admiraba los progresos técnicos y organizativos de estos regímenes al tiempo que veía en el debilitamiento de Inglaterra un mayor espacio para el ejercicio de la soberanía política y económica del país. Por último, el autor relata cómo las experiencias de Perón en la Secretaria de Trabajo fueron moldeando su posición a favor de los obreros industriales y de qué manera el choque con Brandsen definió su posición antiimperialista, aunque no por ello perdió de vista el pragmatismo y la Tercera Posición en sus lineamientos de política exterior.
En la segunda parte, luego de definir la doctrina como pragmática, ecléctica, cristiana, humanista y corporativista, cuyo enemigo era tanto la oligarquía y el imperialismo como el nacionalismo conservador y el comunismo, Buchrucker describe los pilares históricos del Peronismo. Al respecto, el autor señala, y lo avalan los tres documentos primarios de la bibliografía obligatoria, que el núcleo central de la doctrina es el concepto de Justicia Social, el cual debía balancear, siempre según la Doctrina, el derecho de propiedad privada. Asimismo, destaca la independencia económica,  que se encarna en una economía autónoma, social y mixta, y la soberanía política, que implicaba, desde la perspectiva de Perón, tanto la soberanía del estado nación como una "autentica democracia" que tenga en cuenta las consideraciones civiles y materiales del hombre (esta última conceptualización es particularmente fuerte en el discurso de Perón del 12 de Febrero de 1946). Finalmente, el trabajo concluye con las complejidades que tuvo el movimiento hacia adentro y la tensiones entre algunos de los elementos de la doctrina, especialemente entre el caracter personalista de Perón y la logica policlásista y heterogénea del movimiento.
El apartado de Basualdo tiene como objetivo realizar una somero análisis de la evolución de las principales variables económicas durante los primeros gobiernos peronistas, al tiempo que busca las causas del comportamiento de éstas en las características del bloque de alianzas de clase en el que se  sustentó el peronismo. En este sentido, Basualdo señala como la protección del mercado interno logró consolidar la alianza entre la burguesía industrial y la clase trabajadora, y ello redundó, gracias a las políticas de industrialización, en un aumento del PBI industrial y un incremento en la participación de los asalariados en el ingreso. Asimismo, Basualdo sostiene que estas políticas determinaron un fuerte enfrentamiento con la clase terrateniente ya que, por un lado, el proteccionismo conllevaba la apropiación del excedente agropecuario y su direccionamiento hacia los sectores industriales y, por el otro, la nueva ley de arrendamiento promulgada por Perón acarreaba una fuerte descentralización de la propiedad la tierra, minando, por tanto, las bases de poder objetivas la clase terrateniente. Por otra parte, a pesar del componente antiimperialista latente en la Doctrina, el texto destaca que el peronismo fue más bien indiferente respecto al capital extranjero y que, en realidad, Perón disputó simplemente el espacio de acción de las empresas extranjeras que fueron motores del crecimiento del patrón de acumulación anterior, relacionadas al agro y a la provisión de servicios, pero que no tuvo un enfrentamiento frontal con las empresas extranjeras de carácter industrial. Ello se manifiesta en el importante volumen de utilidades y la muy alta tasa de rentabilidad de las empresas extranjeras durante el período. El apartado concluye resaltando la falta de cohesión de la burguesía nacional para sostener el proyecto de Perón, y además, indica que el fracaso de éste en el desarrollo de la industria pesada se debió a la falta de inversión por parta de las empresas extranjeras.
Finalmente, el libro de Rein y Panella indaga sobre el pensamiento y la acción de tres figuras importantes del peronismo: José Figuerola, José B. Gelbard y Miguel Miranda. En primer lugar, el capítulo destinado a José Figuerola, el estadígrafo de Perón, resalta la visión corporativista de éste, y como ello se sustentó en su fuerte catolicismo social y en sus experiencias en la Dirección Nacional del Trabajo (DNT) durante la década del treinta. Asimismo, ya bajo la influencia de Perón, Figuerola encabezó la Secretaría Técnica (ST), dependiente directamente de presidencia y encargada de concentrar los datos estadísticos más relevantes para la planificación de la política económica. Aquí el texto destaca que Figuerola consideraba que la misión de la ST era más bien de carácter científico y apolítico, mientras que prefería una estructura centralizada en la colección de estadísticas para la presidencia.
En segundo lugar, el capítulo destinado a José Gelbard, realiza un breve racconto sobre la infancia y juventud de éste, tomando en cuenta sus inclinaciones comunistas y su activismo gremialista.  Luego destaca la importancia que tuvo dicho personaje en la consolidación de la CGE, que nucleaba a la burguesía nacional, y la importancia de esta comisión en la formulación del Segundo Plan Quinquenal. El texto concluye con el rol de Gelbard como Ministro de Economía de Perón en la década del setenta, e indica como los elementos principales de su política económica estuvieron orientados a contener la radicalización de las masas, restituyendo la participación de los asalariados e intentando eliminar el desempleo y la marginalidad.
Finalmente, el capítulo destinado a Miguel Miranda, Presidente del Banco Central y del Consejo Económico Nacional entre 1946-1949, subraya el ascenso de Mirando en la UIA y caracteriza la posición de éste respecto a la industrialización. En este sentido, se sostiene que Mirando defendía las bases de la industrialización por ser una fuente importante de generación de empleo y de modernización, como así también, y en ello seguramente coincida con Perón, por representar un sector bastante útil en la defensa nacional y en el hipotético caso de una Guerra. Además, Miranda sostenía que la industrialización suponía la consolidación del mercado interno por sobre el externo, y en esta dirección se destacan las políticas de regulación bancarias destinadas a la expansión monetaria y crediticia, y la regulación del comercio exterior a partir del IAPI que fueron implementadas por el ministro.   
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Contribución de Mayra:


1.    Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American Research Review, primavera del 2006.

El trabajo analiza la influencia ideológica y política del grupo de discípulos de Alejandro Bunge (agrupados en la Revista de Economía Argentina) en el primer peronismo. La tesis que quieren demostrar es que la agenda industrialista implementada en el peronismo ya contaba con una robusta discusión desde los años 30 y tenía una trayectoria en sí misma sustentada más en cuestiones económico-materiales, que el grado de aporte que pudo tener “el enfrentamiento de Perón con Estados Unidos y las demandas del movimiento obrero” o la idea de “nación en armas”.
Parte de la incorporación de los “bungistas” a la órbita estatal en la Secretaría de Industria a partir del golpe del 43. Desde allí se pregonaba que la única forma de evitar el desempleo de la postguerra era con un plan de industrialización con vistas al mercado interno, ya que no podía esperarse que el centro dinámico de la actividad fuera el mercado externo. Como hasta el momento el crecimiento industrial sólo había sido alentado por la crisis mundial, ahora se requería de un plan de industrialización consistente y dirigida por el sector público. En esa línea se creó el primer régimen de producción industrial destinado a alentar aquellos bienes que requerían materias primas nacionales, y se orientaran al mercado interno.
Según este autor, el apoyo del Grupo Bunge al peronismo surge de esta coincidencia ideológica y el ascenso de Perón era una oportunidad para poner el plan industrializador en marcha. Sin embargo la idea no era ir por la vía de una economía centralmente planificada y les generaba desconfianza una “ampliación excesiva del Estado”, sino que buscaban “una tercera vía que armonizara libertad y orden”.
Ya con la presidencia de Perón el grupo diseñó activamente el Plan Quinquenal, aunque la adhesión del grupo al plan no fue total y presentó varias críticas. No obstante sí estuvieron de acuerdo a desarrollar las industrias livianas y descartaban la pesada por la escasa producción de maquinaria en el país.
Bellini postula que a partir de 1947 y 1952, el grupo comienza una suerte de relación de compromiso con el peronismo que luego se transformaría en “desilusión”. El punto de inflexión surge a raíz del deterioro de las relaciones entre el peronismo y ciertos sectores de la iglesia (a raíz de la elevación de la doctrina peronista a “doctrina nacional”), por lo cual los miembros del grupo tejieron estrategias personales diferentes: algunos se quedaron en las filas del peronismo y otros formaron espacios de opinión independientes y críticos al oficialismo.

2.    Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial Sudamericana, 1987, pp. 301- 352.

El capítulo “La doctrina justicialista” se descompone bajo dos lineamientos; 1) el proceso genético y 2) la estructura de la doctrina. En el primero hace una descripción acabada de los elementos constitutivos de la doctrina justicialista y del pensamiento del propio Perón, en base a su interpretación de las fuentes primarias de información -  escritos y discursos de Juan y Eva Perón -, descartando inicialmente la bibliografía de “comentaristas” dada que la trascendencia de éstos en el movimiento fue escasa.
Inicialmente recorre ocho dimensiones que influenciaron al propio Perón y que luego formaran parte de la doctrina, recalcando en todos los casos, cuál tuvo mayor o menor énfasis. Ellas son:
1)   La cuestión social, destacando que el interés de Perón por problemática surge a edad temprana, ya que le tocó prestar servicios con sus tropas en localidades del interior signadas por huelgas.
2)   Las fuerzas armadas, subrayando la influencia que recibió del arco industrialista de las fuerzas armadas como Mosconi o Salvio y la importancia que le asignó al concepto de “organización” con rasgos autoritarios que luego trasdalaría al partido.
3)   La doctrina social de la iglesia, la cual Perón reconoció adscribir ya que – entre otras cuestiones - concebía al hombre en todas sus dimensiones y no sólo de un actor económico. Las influencias más claras en Perón surgen de la “Rerum Novarum” y “Quadragésimo Anno” (cartas encíclicas relativas a la situación de los obreros) que aluden a un seudoliberalismo corrupto, que en la concepción de los peronistas podría asimilarse a la imagen que denominaron “oligarquía”. Distingue una diferencia respecto de la iglesia y Perón, la primera no le convenía que los sindicatos no estén dirigidos por católicos y a Perón esto no le molestaba.
4)   El nacionalismo, adoptando la corriente populista que ya se había iniciado con FORJA.
5)   Los modelos hispanos, que son “modelos prefigurados de la posterior experiencia peronista” como la de Vargas en Brasil, Cárdenas en México y  Toro y Busch en Bolivia, aunque reconoce que fueron procesos independientes.
6)   Las influencias europeas (viaje a Italia y los contactos con Alemania), a las cuales les quita preponderancia.
7)   La experiencia en la Secretaría de Trabajo y Previsión, como una etapa decisiva en la formación de Perón y la doctrina, a través de la cual logró contactos decisivos con los sindicatos. En esta sección el autor también rescata que el peronismo adopta ideas fundamentales del anarcosindicalismo hispano-francés, más que del socialismo clásico.
8)   El conflicto con Braden, que según el autor operó en sentido de consolidar como bandera al “antiimperialismo” en el relato peronista.
La segunda parte del texto se examina la concepción del mundo sobre la cual se estructuró el peronismo (la tercera posición entre Estados Unidos y Rusia), la importancia de la definición clara del enemigo (capitalismo sin intervención estatal y oligarquía), los logros y objetivos. Respecto a estos últimos destaca la institucionalización de los preceptos en los Derechos del Trabajador plasmados en la Constitución de 1949.
Los principios de “obrerismo”, “la economía social” o “conducida”, “democracia social”, “soberanía política”, entre otros, formarían parte de los estandartes del movimiento.
Entre las tensiones y ambigüedades el autor destaca la de querer que la concepción “movimentista revolucionaria” abarque todo el territorio nacional pero que al mismo tiempo nunca se realizó un proceso de despersonalización del mismo, y se siguió construyendo sobre cimientos intensamente personalistas (el de Perón y Eva).

3.    Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, capítulos 9 (José Figuerola), 10 (José Ber Gelbard), y 12 (Miguel Miranda).
Los capítulos se centran en tres personalidades del núcleo cercano a Perón, los cuales ocuparon cargos relevantes en la gestión peronista y que los autores intentan visibilizar como “las segundas líneas” insustituibles y responsables en buena medida del logro del peronismo más allá de la figura de Perón.

Capítulo 9: “José Figuerola, el estadístico de Perón” por Patricia Berrotarán
José Figuerola fue un catalán que desde la década del ‘30 se desempeñó en el área de Estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo (DNT) y a partir 1943 se hizo cargo del organismo. Cobró relevancia pública cuando acompañó a Perón en la presentación del Plan de Gobierno 1947-1951, no obstante la influencia de éste en Perón es temprana y según la autora “fue una de las pocas voces que Perón legitimó como tal”, incluso muchas fuentes lo mencionan como uno de los autores de los discursos de Perón.
La trayectoria Figuerola incluye la publicación de diversos libros en relacionados con las problemáticas sociales, la relación capital-trabajo y distintas acciones que llevó a cabo desde los organismos en los que participó: la DNT, en el Consejo del Salario, asesor personal de Perón en la Secretaria de Trabajo y Previsión, fue secretario general del Consejo Nacional de Posguerra. Pero la función más importante fue cuando, en el primer decreto que firma Perón como Presidente de la Nación, lo nombra a cargo de la Secretaría Técnica (ST), un órgano de decisión y planeamiento de las políticas del Plan de Gobierno.
Según Berrotarán, Figuerola “fue unos de los expertos que le imprimió al Estado peronista un fuerte sesgo administrativista, dotando a cada estructura de funciones específicas al tiempo que procuro que ninguna tuviera el suficiente poder como para generar acumulación política propia”, es decir, garantizar la centralización del poder y la toma de decisiones en la mesa chica de Perón.
En 1949 renuncia como consecuencia de las controversias que habían surgido alrededor del Plan de Reforma Constitucional de 1949, tarea que Perón le había encomendado desde la ST. Según la autora, esta tarea le restó tiempo, capacidad de gestión y menor gravitación en el escenario político. Pero el punto álgido fue la redacción del artículo 40 respecto de los criterios utilizados en la indemnización de las empresas de servicios sujetas a expropiación y en el que Perón disentía y que generó la reacción de empresarios extranjeros.
Es destacable, en el final del capítulo, donde la autora pone de manifiesto las acusaciones que se realizaron en torno a su carácter de “mediocridad de estadígrafo”, incluso desde las propias filas del peronismo, afirmando que quizás gracias a ese mismo “saber técnico” le permitió al movimiento formalizar parte de sus prerrogativas.

Capítulo 10: José B. Gelbard. Líder empresarial y emblema de la “burguesía nacional”. Por James Brennan y Marcelo Rougier
Gelbard fue un empresario de origen polaco que ganó mayor notoriedad a partir de su rol fundador de la Confederación General Económica (CGE), el bastión a partir del cual la burguesía nacional aglutinó y defendió sus intereses. El texto, sin embargo, comienza con un recorrido de biografía de los primeros años del hombre, que incluye la persecución nazi por su origen semita, la emigración, su instalación en Tucumán y luego en Catamarca, donde a partir de su actividad comercial fundó la Cámara de Comercio de Catamarca y más tarde fuera elegido delegado en el Consejo Central de Comercio, su activismo desde la afiliación al Partido Comunista, entre otras.
Dado que Gelbard no había formado parte de las tensiones y enfrentamientos entre Perón y la UIA (que luego fue intervenida por Perón), y mantenía un marcado liderazgo primero en representación de la Federación Económica de Tucumán, y luego a través de la Federación Económica del Noroeste Argentino (FENA), se encargó de llevar los reclamos y preocupaciondes de los empresarios de la región al gobierno nacional. A partir de una primera reunión con Perón en abril de 1950, se empiezan a estrechar los lazos con Perón y en una relación de conveniencia mutua se pasa a crear la Confederación Argentina de la Producción, Comercio e Industria (CAPIC), una organización conformada mayormente por pequeños empresarios del interior, cercanos con el gobierno con el propósito de articular políticas industriales de carácter regional, y también simpatizantes del discurso peronista (antiliberal y nacionalista). Desde esta construcción luego se derivaría la CGE, el ala empresaria de las negociaciones en la esfera productiva, proyectándose a sí misma desde el concepto de “función social de la empresa” y la búsqueda de “armonización” de las relaciones entre capital y trabajo.
Según los autores, en 1954 y a medida que se fueron deteriorando las condiciones macroeconómicas, comenzó a influir con mayor fuerza el concepto de productividad tanto en los procesos productivos como en la negociación salarial. La CGE sería la encargada de disciplinar a los sindicatos, que gracias a su alto grado de organización, venían neutralizando la ofensiva empresarial, con un Gelbard que elegía una vía más bien gradual. No obstante esta trayectoria fue suspendida por el golpe de 1955, aunque Gelbard continuó con su actividad política y siguió siendo uno de los principales defensores de la alianza capital-trabajo durante los años de transición (también volvió a la CGE) para luego volver en 1973 como Ministro de Economía en la tercera presidencia peronista.

Capítulo 12: Miguel Miranda. El mago, la intuición y la breve prosperidad de la economía peronista, por Claudio Bellini.
Miranda fue un empresario hojalatero con más de 20 fábricas, que inicialmente se encontraba representado por la UIA. Producto de la división al interior de ésta como respuesta a las políticas públicas industriales ya iniciadas con el golpe de 1943 (con mayor intervención y tendientes a fortalecer el mercado doméstico), Miranda se enfila atrás de la vertiente de Lagomarsino, quién apoyaría la candidatura de Perón para obtener medidas favorables a la industria.
A partir de allí Miranda se va constituyendo en uno de los hombres de confianza de Perón en el planteo económico, hasta conformarse en uno de los principales ideólogos de las políticas económicas entre 1946/1949. En 1946 es designado presidente del Banco Central, allí ejecuta una serie de medidas entre las cuáles resaltan la nacionalización del Banco Central y los depósitos bancarios, la reforma bancaria y mayores alcances del organismo en materia cambiaria y monetaria. Bellini resalta que la gestión de Miranda como conductor del Banco Central fue muy cuestionada, ya que se aduce una oportunidad histórica pérdida en relación a las ingentes reservas con que contaba el Banco Central y su uso poco inteligente para sortear los debilitamientos estructurales de la industria en nuestro país.
Miranda también encarna las negociaciones bilaterales con Gran Bretaña durante esta etapa, con momentos de mucha tensión por el alcance de las negociaciones llevadas a cabo y la actitud nacionalista de Miranda.
Como consecuencia de malos resultados en el devenir de muchas de las políticas implementadas por el propio Miranda, y los cuestionamientos dentro y fuera del peronismo es desplazado de su cargo y,  tras un paso por el Consejo Económico Nacional, Perón lo despide en medio de fuertes acusaciones de corrupción.

4.    Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-52.
Basualdo centra su análisis en el cambio del modo de acumulación – con la industria en el eje del proceso económico -, sus limitaciones y la conformación de alianzas de clases de la etapa, como así también el comportamiento y resultados de las distintas fracciones empresarias.
Las medidas adoptadas por el peronismo tendieron a industrializar el país mediante la ampliación del mercado interno, en línea con los objetivos de otros sectores nacionalistas de las fuerzas armadas y otras fracturas del sistema político (influenciados por FORJA) que pusieron el énfasis en el consumo interno y redistribución del ingreso, a diferencia del Plan Pinedo (industrialización para exportar). Para ello se corrigieron los precios relativos, con redistribución del ingreso en contra del agro pampeano, y a favor de los bienes salarios. Se profundizó la intervención estatal en el proceso económico, se nacionalizaron los depósitos, se creó el IAPI que regulaba el comercio, se fundaron empresas estatales, se estatizaron los ferrocarriles (cambio de relaciones de fuerza, sacárselo a los ingleses y que los productos locales no puedan competir con ellos), entre otros.
Caracteriza la situación de los actores empresarios en la etapa:
1)      las empresas extranjeras, ampliamente difundidas sobre todo en ramas oligopólicas (con presencia menor del capital local),
2)      la oligarquía diversificada (de distinto origen): i) extranjeros de internalización temprana que tuvieron un incidencia en terratenientes pampeanos, expo de productos primarios, financieros e industriales (caso Bunge y Born, Tornquist) y ii) capitales locales con trascendencia con la oligarquía pampeana y relevancia de sus empresas a nivel local, con múltiples actividades pero nítido rol en la propiedad y producción agropampeana (caso Ledesma, Terrabusi, Fortabat, Corcemar). Intereses en agro, industria y otras actividades económicas. Impulsaron la alternativa industrial del Plan Pinedo conformándose en el establishmente económico más estable desde la conformación del Estado Nación.
3)      La burguesía nacional, conformada e impulsada por el peronismo, fuertemente ligada a la producción textil, metalúrgica y otras ramas livianas. La protección permitió ampliación del mercado interno y precios más altos. Se conformaron en burguesía nacional a partir de la Confederación General Económica (1953), desde la cual enarbolaron sus propias reivindicaciones (contrapuestas a las de la tradicional UIA).
Este nuevo esquema supuso la conformación de nuevas alianzas de clase: la clase trabajadora fue sujeto social y político que enfrentó a la oligarquía diversificada, pero fue compatible con la burguesía nacional, ya que al producir bienes salario, le fue beneficioso una mayor participación del salario/ingreso (éste era un factor de demanda insustituible). De ahí la alianza social: CGT-CGE.
Pese a ello, existió un alto “contenido oligárquico del peronismo”: salto cualitativo de la oligarquía diversificada con inserción trascendente y conduciendo a la oligarquía terrateniente. Las empresas extranjeras no disminuyeron y seguían controlando los núcleos económicos y tecnológicos sectoriales, mientras que las empresas locales se subordinaban a éstas. Las empresas estateles – que deberían estar a la vanguardia del desarrollo industrial –, por el contrario, lograron “una raquítica incidencia en la producción clave”.
Basualdo pone en relieve que pese a los esfuerzos la industrialización en el primer y segundo  peronismo, ésta no superó la instancia de industria liviana. Algunos críticos dicen que los años 46/48 fueron desperdiciados por no usar las ingentes reservas para sortear los estrangulamientos de Balanza de Pagos. El autor descarta los  postulados que indicaban que no podía optar una industria pesada y al mismo tiempo potenciar al Estado (empresas públicas y nacionalizaciones) y dar lugar a las demandas sociales porque había recursos suficientes para encarar todas las iniciativas juntas. Aunque sólo era factible si no hubiese garantizado ganancias extraordinarias e ingentes transferencias del Estado al sector industrial y el ejercicio oligopólico derivado de la protección arancelaria.
En este sentido, Basualdo afirma que el peronismo no buscó un salto cualitativo, sino garantizar la rentabilidad del conjunto de fracciones empresarias. Una de las maneras de demostrarlo es a través de las utilidades percibidas por las empresas extranjeras, las más elevadas históricamente pese al carácter supuestamente “antioligarquico” del peronismo (más recursos que el destinado al Plan Quinquenal). Si se considera que el sesgo del peronismo era a favor del capital local (“su objetivo prioritario era consolidar la burguesía nacional y la oligarquía diversificada”), creció la tasa de ganancia de toda la economía y no sólo la de las empresas extranjeras.
Como síntesis: el peronismo logró disciplinar a la oligarquía del agotado modelo agroexportador pero fue doblegado por el capital transnacional y la oligarquía diversificada. La burguesía nacional fue estructuralmente endeble y quizás tampoco compartía los incentivos ideológicos del peronismo, ya que cuando las ganancias caen respecto a la edad de oro (48) adoptan la misma postura que las otras fracciones: echarle la culpa al gobierno del aumento del gasto y altos salarios. Al final industrialización truncada.

5.    Fuentes obligatorias:  Selección de fuentes provenientes de Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas. 1943-1973, Editorial Ariel, 2001, pp. 59-74, 112-117, 130-137.
Discurso de Perón en su candidatura:
En este discurso Perón parece tener dos objetivos: hablarle a las masas de potenciales votantes  y dar un claro mensaje a sus “enemigos”. A continuación subrayo ciertas frases o categorías utilizadas por Perón que denotan su contenido antioligárquico y las influencias recogidas por Buchrucker:
-          “Anhelos de redención social”; “un pueblo realmente libre”; “justicia distributiva”; “eliminar los restos de feudalismo”; “humanización del capital”.
-          “No se debate un tema de liberta o soberanía, Rosas o Urquiza, (…) lo que en el fondo del drama argentino se debate es, simplemente, un partido de campeonato entre la justicia social y la injusticia social.”
-          “Las leyes un medio de progresar, pero de progresar todos, pobres y ricos.”
-          Rescata a Roosvelt: “La leyenda que hacía invencibles a los oligarcas ha sido destruida. Ellos nos lanzaron un desafío y han sido vencidos”. “La economía no es un fin en si mismo sino un medio para resolver los problemas sociales.”
-          “Grupos oligárquicos disfrazados ahora de demócratas. Yo soy mucho más demócrata q mis adversarios porque busco una democracia real, que el pueblo se gobierne a sí mismo y porque quiero que el pueblo adquiera la libertad económica.”
-          “Los enemigos: Unión Industrial, Sociedad Rural y Bolsa de Comercio. Quieren una democracia asentada en los actuales privilegios de clase”. “Para ellos que el Estado haga justicia a los obreros constituye pura anarquía.”
-          “En este punto que separa el bien del mal, es donde la autoridad del Estado debe acudir para enderezar las fallas de los individuos y suplir las carencias de resortes morales qye deben guiar la acción de cada cual.”
-          “Plan de industrializador como eje rector”. ”Sangre trabajadora que nuestro movimiento inyectará en todo su sistema circulatorio.”

-          Problemas internacionales: defensa de soberanía argentina. Respecto a Braden, denuncia que toma camino a favor de nuestros adversarios. Dio marcha atrás el Acuerdo Warren. Pretende repetir su intentona fracasada de Cuba. La cuestión es: O Braden o Perón.

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Contribución de Santiago:
Cristián Buchrucker, Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Editorial Sudamericana, 1987, pp. 301- 352.

El autor destaca el carácter ecléctico de la Doctrina Justicialista, en cuyo proceso constitutivo convivieron distintas tradiciones. En este sentido, aparecen como elementos estructurantes tanto las influencias sindicalistas, los modelos militares y la doctrina social de la iglesia, como el nacionalismo en su vertiente “populista” y hasta el anarco-sindicalismo hispano-francés. En esta caracterización, Buchrucker se permite poner en cuestión la tesis que condensa en los fascismos europeos el modelo referencial del peronismo. En cambio, el autor concibe un peronismo inscripto en la tendencia global hacia formas socializadas imperante en la época, tales como el New Deal de Roosevelt o el  propio sistema soviético.
Buchrucker atribuye al peronismo la reivindicación de un modelo de desarrollo autónomo y dirigido por el Estado, en oposición a la prédica de liberalización económico-financiera propugnada por el panamericanismo. En esta confrontación con el proyecto imperialista estadounidense y sus epígonos locales, encarnados en la oligarquía agropecuaria, van a dirimirse los márgenes y modalidades de intervención en la economía que el peronismo tiene reservados para el Estado. Es en esa clave que se impugnan las tendencias individualistas y socialmente regresivas del sistema capitalista, sin por ello negar la funcionalidad de contar con una burguesía nacional. De allí que Perón no concibiera al Movimiento como un antiliberalismo, sino como una síntesis superadora que mantuviera las conquistas esenciales de la época liberal y avanzara asimismo sobre la conquista de derechos sociales.

Eduardo Basualdo, Estudios de historia económica argentina. Desde mediados del siglo XX a la actualidad, Siglo XXI, 2006, pp. 25-52.

En este extracto, Basualdo afirma que el peronismo logró en sus primeros gobiernos la más significativa desconcentración de la propiedad pampeana de la historia argentina. A continuación señala que  pese a tan significativa gesta, el Movimiento fue doblegado en última instancia por las fracciones del capital que conducían la actividad industrial: las firmas extranjeras y la oligarquía diversificada. Estas últimas hicieron valer su peso estructural para usufructuar en forma privilegiada los dividendos de la industrialización.
Luego de analizar de qué modo la ausencia de políticas estatales destinadas a completar el esquema industrial interno condujo a la consabida crisis por estrangulamiento externo, en el epílogo del pasaje analizado, el autor delinea un diagnóstico tan lúcido como perturbador, por su indudable actualidad. Basualdo sostiene que a diferencia de lo planteado desde ciertas vertientes historiográficas, el dilema fundamental en los años del primer peronismo nunca se configuró en términos de vocación redistributiva y nacionalización de los servicios públicos, por un lado, o integración vertical del esquema industrial interno, por otro. Concebir estas alternativas como mutuamente excluyentes implica soslayar el factor estructural que impuso un límite inexpugnable al proyecto nacional de la coalición política gobernante Nos referimos a la incapacidad del peronismo de disputar exitosamente el excedente extraordinario apropiado por las fracciones industriales dominantes.


Belini, Claudio, “El grupo Bunge y la política económica del primer peronismo, 1943-1952”, Latin American Research Review, primavera del 2006.

El autor analiza la influencia ideológica y política que ejerció el grupo de profesionales formados bajo la dirección de Alejandro Bunge en la elaboración de la política económica e industrial argentina durante los años del primer peronismo. En primer lugar, señala que  los estudios sobre las ideas de Juan Domingo Perón en torno a la cuestión industrial han girado fundamentalmente en torno a los diversos condicionantes políticos internos y externos de la industrialización, dejando de lado consideraciones económicas. Belini identifica este tipo de abordajes deterministas  en autores como Colmar von der Goltz y su concepción de “nación en armas”, y en el propio Juan José Llach, cuya explicación de la orientación mercadointernista del peronismo se funda principalmente en la respuesta a las demandas del movimiento obrero y en el enfrentamiento con los Estados Unidos.
En la visión del denominado “grupo Bunge”, la opción por el desarrollo industrial era inevitable, ya que la prolongación de la orientación agroexportadora suponía condenar al país a un estado semicolonial y a las masas a la desocupación y el subconsumo. En esa tarea, el estado debía cumplir un papel central, ya que sólo él podría planificar la sustitución de importaciones a través de un modelo de fuerte proteccionismo comercial. Respecto a la modalidad de industrialización, los bungistas privilegiaban el desarrollo de las industrias que atendieran las necesidades principales de consumo y aquellas que por la dotación de recursos locales eran particularmente favorables, orientándolas incluso al mercado externo.
Con la puesta en marcha de una política industrial se inició un período de colaboración estrecha entre los tecnócratas del grupo y el gobierno peronista. Sin embargo, miembros del grupo como Miguens o plantearon desde un principio objeciones a la ampliación “excesiva” de la intervención estatal. El estado debía controlar principalmente las industrias estratégicas e intensivas en capital,  y debía evitar en todos los casos el control obrero.
Las diferentes apreciaciones sobre el peronismo y sus políticas al interior del grupo harían su aparición al calor de los cambios en las relaciones entre el gobierno, la Iglesia y el movimiento católico. Con la elevación, en 1952, de la doctrina peronista a “doctrina nacional”, varios católicos, que habían participado en el gobierno sin afiliarse al Partido Peronista, renunciaron. Sin embargo, sería la crisis económica de ese año la que  presentó una realidad  sustancialmente diferente a la que Alejandro Bunge había censurado durante la entreguerra. En adelante, no se discutiría la conveniencia de la industrialización, sino los medios para acelerar su integración vertical.

Ranaan Rein y Claudio Panella, La segunda línea. Liderazgo peronista, 1945-1955, Eduntref, 2013, capítulos 9 (José Figuerola), 10 (José Ber Gelbard), y 12 (Miguel Miranda).

En los extractos analizados, los autores dan cuenta de algunos de los mediadores que el peronismo definió en distintosectores sociales y políticos, cada uno de los cuales brindó su aporte a la movilización de apoyo a Perón, a la estructuración de su liderazgo y a la modelación de la doctrina justicialista. Nos referimos en este caso a José Figuerola, Secretario Gral. Del Consejo Nacional de Posguerra y Secretario de Asuntos Técnicos; Miguel Miranda, presidente del Banco Central y del Consejo Económico Nacional, y José B. Gelbard, empresario fundador de la Confederación General Económica.

Respecto a la figura de Figuerola, Berrotarán destaca la proyección de sus ideas de armonía de clases en el carácter corporativo y la legislación laboral del peronismo, además de sus aportes en materia de planificación, mejoramiento de las capacidades institucionales y consolidación de un núcleo burocrático técnico en el período de posguerra. Figuerola elaboró numerosas leyes y decretos, redactó varios discursos importantes para Perón y varios de los documentos del Partido Justicialista y es considerado el arquitecto del plan quinquenal para el desarrollo y la modernización que se implementó a partir de 1947.
Brennan y Rougier resaltan el rol de Gelbard en la búsqueda de unidad del movimiento empresarial, que en 1953 conduciría a su nombramiento al frente de la Confederación General Empresaria (CGE). Tras el golpe de 1955 y la subsiguiente disolución de la CGE, se erigiría como el representante más conspicuo de la denominada “burguesía nacional”, y un ferviente defensor de la alianza entre empresarios y trabajadores. Con su regreso a la vida institucional en 1962 en la presidencia de la reinstituida CGE, Gelbard comenzó a articular posiciones comunes con fuerzas políticas que compartían visones y estrategias nacionalistas desde el punto de vista económico. Finalmente, se analiza la suerte del Pacto Social impulsado con su designación al frente del Ministerio de Economía en 1973, enumerando los distintos determinantes estructurales y de coyuntura que conspiraron contra el éxito del programa de Gelbarc, y su exilio forzado de la Argentina tras el golpe de estado de 1976.

Por último, Belini da cuenta de la figura  de Miranda, quien dirigiera la economía durante los decisivos años de la posguerra. Exitoso empresario y dirigente de la Unión Industrial Argentina para 1930, habría de convertirse en un actor fundamental en la concepción e implementación de reformas estructurales en la economía, tendientes a lograr una diversificación de la matriz económico-productiva a partir del desarrollo industrial y el fortalecimiento del mercado interno.  Belini ofrece una detallada descripción del proceso que culminó con la nacionalización de los ferrocarriles británicos, y que tuvo a Miranda como principal negociador por la Parte argentina. Finalmente, se exponen las circunstancias que fueron erosionando su rol en la conducción económica del gobierno, y que forzaron su renuncia en 1949.