domingo, 4 de diciembre de 2016

Clase 10: el pensamiento neo-liberal a partir de mediados de los años ´70

Breve referencia a los orígenes del pensamiento neoliberal y su recepción en la Argentina. El neoliberalismo como economía política. Exponentes “tradicionales” (Martínez de Hoz, Alsogaray, Benegas Lynch) y “técnicos” (Cavallo, López Murphy, Rodríguez). La influencia sobre la política económica y el debate político y social entre 1976 y 2001. 
Bibliografía obligatoria:
47. Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4878/pr.4878.pdf
48. Castellani, Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf   
49. Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7, No.3, Primavera 2010, 185-218. Disponible en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdf

Fuentes:
50. Domingo Cavallo, "Volver a crecer" - 3 capítulos: pp. 11-34, 69-81 y 130-160 (Nota: Este libro y varios otros pueden consultarse en internet en:http://librosdigitalesfree.blogspot.com/2009/03/domingo-felipe-cavallo-pack-6-libros.html).
51. Alvaro Alsogaray, "Bases liberales para un programa de gobierno", pp. 11-64.
52. FIEL (sin indicación de autor específico), "El fracaso del estatismo", Editorial Planeta, selección.

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Contribuciones para el taller de discusión

Aporte de Omar:
1.- El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional – Sergio Morresi
El autor sostiene la hipótesis que el PRN tenía como sustrato ideológico que lo legitimaba a lo que él llama liberalismo conservador. Para definir a esta ideología cita a varios autores que sostienen, entre otras cosas, que defiende el libre mercado y la propiedad privada y rechaza la intervención redistributiva del Estado pero no aquella que garantiza el orden y protege los derechos, valoriza la experiencia por sobre la teoría, propone un cambio social gradual y moderado, es temerosa de la democracia por sus tendencias populistas y respetuosa de las tradiciones.

Rescata dos figuras muy importantes en el desarrollo de esta ideología que terminaría apoyando al PRN. Una de ellas es la de Jaime Perriaux, representante editorial de Ortega y Gasset, abogado y funcionario de los gobiernos de Guido, Levingston y Lanusse. Él rescata la idea de Ortega y Gasset de generación beligerante que es aquella que busca reformar las ideas del pasado por parte de una elite que tiene que liderar un nuevo proyecto nacional que suplante a la generación de políticos viejos, populistas y demagógicos.

Fue fundador del Grupo Azcuénaga que sería un espacio de reunión para los que querían impulsar el golpe de 1976 y un semillero de cuadros civiles para el PRN. El proyecto de Perriaux unía a militares anticomunistas (Galtieri), conservadores reaccionarios (Catalán), liberales doctrinarios (G. Belsunce) y pragmáticos (M. de Hoz) y a empresarios de ideología ambigua (Zinn).

La otra figura que rescata Morresi es la de Ricardo Zinn, contador público, ejecutivo de empresas, funcionaro de Onganía, Levingston, Lanusse y Martínez de Perón (asesor de Celestino Rodrigo) estuvo en el Ministerio de Economía durante el PRN. Fue el impulsor del CEMA y del IAE. Zinn piensa que la decadencia del país se inicia en 1916 con el “populismo radical” y llega a 1976 con el “populismo peronista”. El origen de esta decadencia se  debía a que la generación del 80 (la última que tuvo un proyecto nacional) se equivocó al restringir el ascenso social a extranjeros y a que el radicalismo fue incapaz de desarrollar un nuevo plan. Para él el mayor defecto del populismo era que se concentraba sólo en el presente y eso hacía que el individuo se alejara de Dios.

Condena al marxismo, al nihilismo, al existencialismo y al humanismo ateo. El lugar de la Argentina está del lado de Occidente junto con Estados Unidos. El país debe defender su integridad espiritual y su valor fundamental que es la libertad (que deriva de Dios) tanto de los enemigos externos como de la subversión interna. Defiende la propiedad privada de los medios de producción y con ella al capitalismo. Propone que la seguridad social sea privada y voluntaria y la eliminación de las prácticas extorsivas de los sindicatos así como también de las garantías a los salarios, la estabilidad laboral y la impunidad ante quiebras. Promueve una reforma a la Constitución para institucionalizar la participación de las FFAA como garantes del  proceso político para que no se desvíe hacia el populismo.

Para el autor el liberalismo-conservador es una amalgama entre liberalismo y nacionalismo y es el que marcó la pauta político-ideológica del PRN.  Es anticomunista y antiperonista, propugna el libre mercado pero con un Estado fuerte para imponerlo, es republicano pero proclive a controles para asegurar que los resultado de las elecciones sean los correctos, reivindica las tradiciones pero tiene ambiciones modernizantes, quiere un orden jerárquico pero de individuos y no de corporaciones, está alejado del integrismo católico pero defiende la ética cristiana.

2.-Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea – Ana Gabriela Castellani(2002)
La autora se propone analizar por qué las políticas neoliberales aplicadas sobre la economía argentina durante la etapa del menemismo no dieron los resultados esperados. Para ello parte de dos hipótesis: a) que hubo un diagnóstico equivocado del Consenso de Washington para el caso argentino ya que no consideró las características de las fracciones dominantes ni las graves implicancias de las políticas de la dictadura ni que las políticas neoliberales agravan el problema y b) que las relaciones entre el Estado y la cúpula empresarial impiden el desarrollo en los 90.

La autora empieza por analizar las bases teóricas del pensamiento neoliberal recurriendo, en primer lugar, a Friedman que dice que el Estado, al mismo tiempo que es el garante de la libertad y de la propiedad privada, es también su principal amenaza. Parte de los principios liberales básicos que indican que la sociedad está conformada por individuos racionales que intercambian bienes y servicios libremente en el mercado en condiciones de perfecta competencia e información. En este contexto la principal función del Estado es la de proteger la libertad de los individuos y fomentar que los mercados sean competitivos. Según él las políticas keynesianas han incrementado la intervención estatal atentando contra la libertad individual e impidiendo el normal funcionamiento del mercado. El Estado debe desregular la economía y reducir su intervención.

Luego Castellani habla de la llamada Economía Política Positiva que diferencia distintos tipos de estado. El Estado Mínimo es el que sólo provee aquellos bienes y servicios públicos que no puede ofrecer el mercado (defensa, justicia, seguridad, etc.). El Estado Negativo es aquél en el que sus políticas reflejan las relaciones entre los distintos grupos de poder que presionan sobre el aparato estatal haciéndolo ineficiente y provocando estancamiento y en el que los políticos y burócratas solo quieren perpetrarse en el poder y maximizar sus ganancias individuales. El Estado Positivo es el que corrige las deficiencias del mercado generando el máximo de beneficios para la población y el sostenimiento de los mismos en el largo plazo. A diferencia de Friedman esta corriente rescata la intervención estatal para mejorar el funcionamiento del mercado.

El enfoque del Consenso de Washington  indica que la razón del estancamiento latinoamericano es la intervención estatal sobre la actividad privada. Propone una serie de recomendaciones tales como bajar el déficit público bajando el gasto y no aumentando los impuestos, liberar el mercado de capitales, mantener un tipo de cambio estable, disminuir la evasión impositiva, liberar el comercio exterior, atraer inversiones, privatizar empresas públicas y desregular los mercados.

Ante el magro resultado que dieron estas políticas cuando se aplicaron hubo algunas críticas a este enfoque. Los neoestructuralistas remarcaron aspectos que no fueron tenidos en cuenta como la estatización de la deuda externa, la existencia de una estructura impositiva regresiva y la influencia de las políticas de la dictadura. Las medidas que proponen es una disminución de la deuda externa, implementar una estructura tributaria progresiva y una política industrial y aumentar la inversión en educación y tecnología.  Los neoinstitucionalistas afirman que el despegue económico depende de las instituciones y principalmente del Estado que tiene que tener una alta capacidad administrativa al principio y luego un gran nivel de autonomía.

El Consenso Post Washington propone un Estado eficaz y da nuevas recomendaciones para el papel del Estado: fomentar la iniciativa privada logrando la formación de mercados competitivos, garantizar la no arbitrariedad de las instituciones estatales, promover una mayor competencia en el ámbito público y privado, mantener un sistema judicial independiente. Este nuevo consenso supone la existencia de grupos sociales de igual peso, de un Estado neutro que se pueda transformar a sí mismo. Desconoce los límites del alto endeudamiento y las presiones del capital concentrado por mantener su alta rentabilidad.

A continuación la autora explica cómo se logró construir la hegemonía neoliberal en la Argentina desde la época de la segunda fase de la sustitución de importaciones hasta la llegada del menemismo al poder. Explica la situación de hegemonía compartida durante la ISI entre los sectores dominantes que logra un orden económico social que garantiza su dominio pero no puede lograr el dominio político en forma duradera y los sectores subalternos que logran hacerse por etapas con el dominio político pero no con el económico. Esta situación fue modificada por la dictadura que desmantela  el modelo anterior mediante la reforma al sistema financiero, la apertura comercial y el ajuste de precios domésticos. De esta manera logra una brutal transferencia de ingresos desde los sectores asalariados a los grandes grupos económicos locales y extranjeros que fueron los grandes ganadores del nuevo modelo. A esto se le agregó el gran crecimiento de la deuda pública externa.

La democracia no pudo modificar estos condicionantes y luego de un intento de ordenamiento a través del Plan Austral se desembocó en un default y en una hiperinflación que allanó el camino para la prédica neoliberal de ineficiencia gubernamental y de la necesidad de incorporar capital privado a las empresas públicas. La reestructuración productiva se produjo mediante la apertura comercial, las privatizaciones y la desregulación económica. Las consecuencias fueron un empeoramiento de los rasgos regresivos del modelo de la dictadura por el incremento en la brecha entre ricos y pobres y de la desocupación. Al mismo tiempo los grandes agentes económicos se favorecieron por las transferencias de ingresos por parte de los trabajadores, de los pequeños empresarios y del sector público hacia estos sectores. Las ventas y utilidades de la cúpula empresarial aumentaron durante toda la década del 90 al mismo tiempo que el salario real se deterioraba.

Para graficar esta situación la autora recurre al estudio del caso de Carrefour en el que este grupo empresarial terminó adquiriendo a Supermercados Norte aumentando la concentración en el sector supermercadista y cómo las autoridades convalidaron esta fusión dejando en claro su falta de voluntad para fomentar la competencia de los mercados.

2.- Genealogías del consenso: Brasil y Argentina, 1961-1991 – Hernán Ramírez (2010)
El autor describe en este artículo la importancia que empezaron a adquirir en estos dos países algunas organizaciones empresarias creadas para intervenir en forma más directa en la lucha política e ideológica por tener menor exposición pública, mayor cohesión ideológica y mayor perseverancia que las organizaciones tradicionales. Estas fueron la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea en Argentina y el IPES en Brasil.

Las políticas públicas de gobiernos autoritarios y de los democráticos que los sucedieron se originaron en grupos empresarios y técnicos con el apoyo castrense y de otros sectores de la estructura estatal o de la sociedad civil que se  aglutinaron en estos institutos de investigaciones para formularlas y darles legitimidad.

El IPES fue fundado en 1961 por líderes empresariales y militares brasileños y tuvo una gran participación en el golpe de estado de 1964 y sus técnicos ocuparon cargos importantes en el gobierno militar. En 1964 redactó un Proyecto de Reforma Agraria. También un estudio sobre la Reforma Constitucional en el cual se pretendía eliminar el derecho de huelga y la movilización política así como también aumentar los poderes del gobierno federal. También proponían la flexibilización laboral y el reemplazo de la estabilidad del empleo por un seguro de desempleo.

 FIEL fue creada en 1964 por la UIA, la Sociedad Rural, la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y siempre sostuvo posturas ortodoxas. En principio se dedicó a la elaboración de informes microeconómicos y econométricos. Sus miembros generalmente habían realizado postgrados en universidades del exterior financiados por FIEL, la Fundación Ford y el CEA y se habían integrado en redes internacionales teniendo contacto con funcionarios de organismos internacionales de crédito. Durante los gobiernos militares colonizaron casi por completo el ministerio de Economía y la presidencia del Banco Central. No tuvo participación en el gobierno de Alfonsín y debió ceder protagonismo ante la Fundación Mediterránea en el gobierno de Menem.

La Fundación Mediterránea fue fundada en 1977 y aglutinó primero a medianos y grandes empresarios del interior del país. Prosperó durante gobiernos militares pero produjo rupturas como en 1980 cuando las políticas de estos colisionaron con los intereses de sus miembros. Mantuvieron buenos lazos con las dirigencias partidarias de los principales partidos políticos.

Estos institutos, en líneas generales se constituyeron en grupos de presión para incitar y conducir golpes de estado y para la implantación de las recetas del Consenso de Washington. Los tecnócratas pasaron a ocupar un lugar central para traducir los intereses y deseos de los empresarios como enunciados científicamente aceptados y darles un marco de legitimidad así como también para implementarlos. Los procedimientos más complejos de las agencias de financiamiento hacían necesaria su participación.

Cuando se produjo el retorno a la democracia los partidos políticos se convirtieron en meras máquinas electorales sin poder formular políticas para resolver los problemas heredados de las dictaduras por lo que tuvieron que recurrir a estos institutos que colonizaron diversos aparatos del Estado con sus cuadros técnicos recomponiendo así la posición del grupo de poder que los apoyaba.

Fuentes:
1.- Bases liberales para un programa de gobierno – Alvaro Alsogaray (1989)
Este escrito deja plasmado la idea liberal que sostiene que el principal problema de la Argentina es el dirigismo estatal que restringe las libertades individuales y termina conduciendo a gobiernos totalitarios. Sostiene una visión de la historia en que el país se había desarrollado gracias al liberalismo hasta ubicarse dentro de los diez primeros países del mundo hasta que subió al poder Perón que instituyó un “movimiento totalitario de masas”. Los que lo siguieron adoptaron políticas económicas híbridas que convalidarían un sistema dirigista.

La propuesta es de tipo ortodoxo: eliminación del déficit público eliminando la emisión espuria de moneda, transferencia al sector privado de las actividades que no deberían estar a cargo del Estado, desregulación económica, liberación de los mercados internos incluyendo el de cambios, liberación financiera y bancaria, exención de impuestos para las inversiones, flexibilización laboral, reducción del aparato estatal, apertura de la economía. Si se asume este plan se produciría un “shock de confianza” que haría retornar a loscapitales que se fueron por  “falta de reglas claras”, bajaría la tasa de interés lo que haría abandonar la especulación financiera y aumentarían las inversiones generando un crecimiento económico que elevaría el empleo y los salarios. Esto permitirá asumir la “pesada herencia” que deja el gobierno de Alfonsín.

2.- Volver a crecer – Domingo Cavallo (1984)
En los primeros capítulos del libro, Cavallo plantea superar la falsa dicotomía (según él) de librecambio versus proteccionismo y planificación versus mercado. Intenta plantear una opción superadora ya que, según su visión, los países que más crecieron entre 1929-1983 no siguen todos el mismo patrón. En la muestra que tomó de los países que crecieron más que Argentina hay algunos que priorizan la planificación y otros que son pro mercado. Él opina que en la Argentina conviven “un socialismo sin plan y un capitalismo sin mercado”.

Sin embargo, a medida que se avanza en la lectura queda claro que el programa que propone es de tipo liberal ya que plantea la eliminación de subsidios y un sistema tarifario que refleje la diferencia de costos, que los precios internos sean similares a los externos, que se elimine el déficit público para que desaparezca la inflación. No obstante reconoce las asimetrías del poder internacional cuando dice que “el mundo sigue funcionando como un complicado juego de intereses nacionales apuntalados por poderes concretos que se hacen valer en cada una de las negociaciones y transacciones en que se plasman la política y la economía mundial” pero no plantea cambiar este estado de cosas sino aprovecharlo a favor.

Adhiere a la misma idea liberal de Alsogaray en cuanto a la posición del país hasta 1930 y que el problema del país fue que continuó teniendo una economía cerrada cuando no era necesario hacia el año 1950. En otro de los capítulos señalados desarrolla un modelo en el que demuestra que con un régimen de apertura comercial y un tipo de cambio alto (con restricción fiscal) el país habría crecido mucho más de lo que creció con las políticas económicas que se aplicaron durante esos años, el sector agropecuario se habría expandido más y el no agropecuario menos, el superávit comercial habría sido mayor, el salario real habría aumentado más aunque su capacidad para comprar alimentos habría disminuido.  

3.- El fracaso del estatismo – FIEL (1987)
El primer aspecto que me llamó la atención fue la cantidad y los nombres de las empresas patrocinantes, la mayoría de ellas pertenecientes a grandes grupos económicos tanto locales como internacionales y a asociaciones empresarias que los nuclean. Desde el prólogo ya se anuncia una orientación liberal ortodoxa cuando se habla de reducir el gasto público, que el Estado se concentre en sus funciones inherentes y desregular la economía.

El otro aspecto importante es que, a pesar de lo que indica Hernán Ramírez, muchas de las propuestas que se incluyen en este trabajo fueron finalmente adoptadas por el gobierno de Menem lo que indicaría una mayor influencia de esta institución en este gobierno de la que indica él en su escrito.  Algunas de ellas son la descentralización de los servicios educativos transfiriéndolos a las provincias, la reformulación del sistema de obras sociales con la libre elección de las mismas, la participación de las prepagas en la prestación y la existencia de un cobertura sanitaria mínima, la reformulación del sistema jubilatorio con el esquema de tres pilares (haber mínimo garantizado por el Estado, capitalización obligatoria y capitalización voluntaria) y la incorporación del sistema de capitalización en manos privadas y por último las recomendaciones para desregular la actividad económica.  

Biografías

Ana Gabriela Castellani es licenciada en Sociología por la UBA (Universidad de Buenos Aires). Magíster en Sociología Económica. Doctoranda en la Facultad de Ciencias Sociales de dicha universidad. Profesora e investigadora del Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales.

Sergio Morresi es Doctor en Ciencia Política por la Universidade de São Paulo y actualmente se desempeña como Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y como investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina. Es autor de libros y artículos de teoría política moderna y contemporánea, análisis político e historia reciente. Su actividad se concentra en el estudio del liberalismo y el neoliberalismo

Hernán Ramírez es Lic. en Historia por la Universidad de Córdoba y Dr. en Historia por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, y en la actualidad Profesor en la Universidade Estadual de Londrina.
Alvaro Carlos Alsogaray: Nació el 22 de julio de 1913 en Esperanza, provincia de Santa Fe. Estudió en el Colegio Militar de la Nación y en la Escuela Superior Técnica del Ejército. Abandonó la carrera militar con el grado de capitán para estudiar Ingeniería en Córdoba. Fundó una empresa de aviación comercial, de la que fue director general entre 1948 y 1949, y poco después, bajo el primer gobierno peronista, fue designado presidente de la Flota Aérea Mercante Argentina, precursora de Aerolíneas Argentinas. Tras la caída de Juan Domingo Perón, en 1955, fue designado subsecretario de Comercio y, posteriormente, ministro de Industria. Fundó en 1956 su primer partido político, el Cívico Independiente. De 1959 a 1961 fue ministro de Economía de Arturo Frondizi. Volvería al Ministerio de Economía, durante siete meses, luego de la caída de Frondizi y la llegada de Guido al poder, en 1962. En 1966 alentó el golpe militar contra Arturo Illia y el presidente Juan Carlos Onganía lo nombró embajador itinerante y luego en los Estados Unidos. En 1973 fundó su segundo partido, Nueva Fuerza, agrupación que llevó como candidato presidencial a Julio Chamizo. Su siguiente intervención en la política fue con la Ucedé, partido que le permitió llegar por primera vez a la Cámara de Diputados de la Nación y del que fue candidato presidencial en 1983 y en 1989. Se convirtió en asesor de Menem  con quien colaboró estrechamente en los planes de privatizaciones y de reforma del Estado. Murió en 2005.
Domingo Felipe Cavallo, economista y político argentino. En su actividad política, se desempeñó como subsecretario de Desarrollo de Córdoba (1969-1970), director y posteriormente vicepresidente del Banco Provincia de Córdoba (1971-1972), subsecretario del Ministerio del Interior (1981), presidente del Banco Central de la República Argentina durante julio y agosto de 1982, diputado nacional (1987-1988) y ministro de Relaciones Exteriores (1988-1991).Fue Ministro de Economía de la Nación en el gobierno de Carlos Menem durante el periodo 1991-1996 impulsando el Plan de Convertibilidad que consistía en que el Banco Central debía mantener reservas en dólares por un valor mayor o igual a la base monetaria y mantener la equivalencia del peso de Argentina con el dólar estadounidense. Se permitió la celebración de contratos en otras monedas y se prohibió la emisión monetaria para financiar el gasto público.  En 1995 renunció como Ministro. También fue diputado nacional por la Capital Federal (1997-1999). Fue candidato a presidente en 1999 obteniendo el tercer puesto con 10% de los votos, y candidato a Jefe de Gobierno en el 2000, obteniendo el segundo lugar con 33% y pasando al ballotage. En 2001, bajo la presidencia de Fernando de la Rúa, ante una corrida bancaria instauró una medida co Nació el 22 de julio de 1913 en Esperanza, provincia de Santa Fe. Tanto su bisabuelo, que luchó junto al almirante Guillermo Brown y comandó una batería costera en la célebre Vuelta de Obligado, como su abuelo y su padre, de conocida actuación en el golpe contra Hipólito Yrigoyen, fueron militares. Ni él ni su hermano Julio -llegó a ser comandante en jefe del Ejército- pudieron escapar a esa tradición familiar.

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Aporte de Andrea:

Esta clase tiene por objeto presentar algunas claves sobre el pensamiento neoliberal y su influencia en la política económica argentina a partir de mediados de la década de 1970. La bibliografía tiene en común la búsqueda de las raíces explicativas de la primacía del neoliberalismo. Las fuentes, por su parte, constituyen propuestas concretas de personalidades y sectores de la ortodoxia argentina que tendrían amplio eco en el diseño y desarrollo de políticas públicas, especialmente durante los años 90.
Un primer aporte es el de Sergio Morresi[i], que indaga acerca de la ideología política de la última dictadura argentina. El autor concluye que no fue ésta la que instauró el neoliberalismo en el país, pero sí la que impuso el orden que permitiría su triunfo posterior. Discutiendo la idea de que la dictadura no presentaba ideas orientadoras coherentes por los conflictos entre corrientes internas, Morresi afirma que en efecto existió una ideología política determinante del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” y que se trató del liberalismo-conservador, caracterizado por la defensa del libre mercado y la propiedad privada en paralelo al rechazo de la intervención redistributiva del Estado. El autor ve las raíces de dicho marco ideológico en las élites gobernantes post-Caseros y lo constata con la aseveración de que la dictadura implicaba una instancia de poder sólido capaz de inaugurar una etapa de gradual restauración de los derechos y deberes republicanos, un nuevo orden que sería al ámbito propicio para el desarrollo del proyecto neoliberal.
Morresi analiza las obras de Jaime Perriaux y Ricardo Zinn, cuadros intelectuales del gobierno dictatorial, para afirmar que a pesar de las divergencias de forma el liberalismo-conservador constituyó el sustrato ideológico común que posibilitaba la compatibilización de políticas, más allá del acuerdo básico sobre la “lucha antisubversiva”. Perriaux era filósofo y abogado. Participó de distintos grupos políticos y gremiales y fue funcionario de los gobiernos de Guido, Levingston y Lanusse, en cuya gestión fue el creador de la Cámara Federal en lo Penal. Fue uno de los fundadores del Grupo Azcuénaga, de gran influencia en la gestación y desarrollo de la dictadura. Morresi analiza la influencia en Perriaux de la filosofía de Ortega y Gasset. De allí derivaba aquél la lectura de la época como un momento de beligerancia, en el cual debía consolidarse lo que la “Revolución Argentina” no había logrado: reorganizar el país en sus estructuras básicas, tanto políticas como económicas y culturales. Para ello, era necesaria una alianza alrededor de una “nueva generación del 80” –utilizando el concepto orteguiano de generación- así como un nuevo proyecto nacional para suplantar a los políticos ”viejos”, populistas y demagógicos. La propuesta era, entonces, un Estado autoritario que pudiera reorganizar jerárquicamente a la sociedad argentina. Zinn pertenecía al círculo de Perriaux. Era contador público, ejecutivo de empresas, banquero y consultor económico. Fue funcionario de los gobiernos de Onganía, Levingston, Lanusse y Martínez de Perón. Durante este último fue uno de los diseñadores del plan de ajuste llevado adelante por el ministro Rodrigo. Ya en la dictadura fue funcionario de la cartera de Economía. En democracia se unió a la UCeDé y se acercó a FIEL, CARI y ADEBA. Creó su fundación, Carlos Pellegrini, en 1978, y más tarde fue asesor del gobierno de Menem.
Morresi destaca la influencia de Zinn más allá de que no fuese un intelectual en sentido estricto. Dentro de su producción, resalta la publicación en 1976 del libro La Segunda Fundación de la República, best-seller entre los sectores cercanos al régimen; porque entiende que la obra sintetiza la ideología liberal-conservadora. Zinn postulaba la necesidad de refundar la república, tras cincuenta años de degradación populista que achacaba tanto a gobiernos peronistas como a aquellos radicales, desarrollistas e incluso militares. Hablaba en términos teológicos: sostenía que el populismo alejaba al individuo de sí mismo y por ende de dios. Además, que la Argentina ocupaba un lugar central en la tercera guerra mundial, del lado de Occidente. En esa contienda, debían protegerse valores tradicionales, en el centro de los cuales estaba, sacralizada, la propiedad privada de los medios de producción.
Morresi concluye que el liberalismo-conservador tuvo el éxito al que aspiraron sus impulsores civiles: la dictadura inauguró un nuevo orden ético-político sobre el cual pudo montarse, con posterioridad, la ideología neoliberal. El autor denomina a este nuevo orden “democracia de los muertos”, al igual que Perriaux pero con otro sentido. Mientras que éste se refería a la fuerza de la tradición, Morresi habla de una democracia montada sobre los muertos de la dictadura. En este sentido, además, sostiene que la dictadura no fue tanto el terreno de las luchas ideológicas de las derechas “tradicionales” (nacionalista y liberal) sino el espacio que posibilitó el surgimiento de la nueva derecha argentina. Para cerrar, establece -a nuestro entender sin desarrollarlo lo suficiente- las diferencias entre el liberalismo-conservador y el neoliberalismo, más allá del uso de un lenguaje y redes sociales y profesionales comunes. En primer lugar, destaca que si bien el liberalismo conservador apunta al impulso del libremercado, su propuesta económica es ecléctica y pragmática; mientras que el neoliberalismo es consistente y se opone a ese tipo de conductas. Asimismo, este no aspira a fundar su legitimidad sobre la eficiencia sino sobre cuestiones “deontológicas y teoréticas”, admitiendo que en el mediano plazo los resultados pueden ser contrarios a los esperados. Finalmente, aunque ambos otorgan relevancia a la cuestión del orden político lo definen de modo diferente: mientras que para el liberalismo- conservador el orden se contrapone a la anarquía, por lo que se busca fortalecer a un soberano que pueda establecer una jerarquía firme, muchas veces usando categorías extra-políticas como las alusiones a la religión; para el neoliberalismo no importa el orden en abstracto sino el tipo de orden que sirva a los valores fundamentales: una economía de libre concurrencia ideal.
El trabajo de Hernán Ramírez[ii] también ahonda en las raíces de la hegemonía neoliberal pero desde una óptica latinoamericana y sin centrarse en el problema de la ideología. A través del estudio de los casos argentino y brasilero, discute la idea de que la ola neoliberal en América Latina en los 80 y 90 fue fruto de la imposición foránea del Consenso de Washington (CW). Afirma, por el contrario, que obedeció a un proceso de largo alcance y a una multiplicidad de factores, entre los cuales destaca las crisis locales de los modelos sustitutivos de fines de los 50 y comienzos de los 60 y la crisis del capitalismo fordista en los 70; el accionar de los organismos internacionales de financiamiento; la instauración, en el marco de la Guerra Fría, de dictaduras y gobiernos autoritarios con funcionarios técnicos ortodoxos que impulsaron procesos de privatización de empresas públicas, disminuyéndose el peso del Estado; y la crisis de los partidos políticos tradicionales.
Los casos de Brasil y Argentina, si bien presentan rasgos comunes, evidencian diferencias en el ámbito estatal, económico y corporativo. El autor subraya los distintos modos de articulación entre la burguesía y las Fuerzas Armadas -mientras que en Argentina primó la alianza entre empresarios ortodoxos, sectores de la derecha tradicional y militares con comando de tropa; en Brasil el empresariado más concentrado se había vinculado con militares de tendencias más burocráticas, que realizaban carrera en las estructuras y empresas estatales- que llevaron a diversos resultados.
Ramírez sostiene que las políticas públicas y prácticas implementadas por los gobiernos autoritarios y democráticos que les sucedieron nacieron, en su mayoría, con anterioridad, a partir de grupos empresariales y técnicos, que contaban eventualmente con la colaboración castrense y de otros sectores de la estructura estatal o de la sociedad civil. Ante una profunda preocupación por la coyuntura de sus países y ante la necesidad de elaborar políticas públicas en ese nuevo contexto, estos actores se aglutinaron en institutos privados de investigaciones para formularlas o darles legitimidad. Sus vínculos con los militares fueron fundamentales para imponer sus propuestas, ya que les abrieron el camino para colonizar los aparatos del Estado, mientras sus competidores eran silenciados o eliminados. Ramírez presenta el ejemplo de tres centros de estudio e investigación en economía: el Instituto de Pesquisas Econômicas e Sociais (IPÊS) de Brasil[iii], y los casos argentinos de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea (FM). Estas instituciones, financiadas con aportes empresariales, ocuparon un papel central en el diseño de la política económica de ambos países desde la década del 60. Como rasgo común y central, el autor sostiene que surgieron como respuesta al aumento de los conflictos sociales en sus respectivos países. Además, venían a llenar algunos vacíos dejados por las entidades corporativas tradicionales, que no podían cumplir ese rol por su exposición pública y su falta de cohesión ideológica. La mayoría de estas corporaciones, en consecuencia, delegaría la tarea de diseñar políticas púbicas en este tipo de institutos, incluso transfiriendo cuadros y recursos materiales.
En el caso de Argentina, cabe destacar que FIEL fue creada en 1964 por la Unión Industrial, la Sociedad Rural Argentina, la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, corporaciones de la cúpula de la burguesía local, a las que se sumaron luego otras empresas y entidades corporativas. Este centro, con fuertes lazos con la élite empresarial y militar, profesaba posturas ortodoxas, que se reflejaban en sus producciones de divulgación, basadas en estudios microeconómicos y econométricos. Algunas de sus obras más importantes fueron El gasto público en Argentina. 1960-1988 y El fracaso del estatismo... Este último libro será analizado más adelante. Ramírez señala que muchos de los miembros de FIEL articularon las medidas que llevaron a la concentración, desindustrialización y primacía del sector financiero desde 1976, así como las reformas estructurales en los 80 y los 90. Sus cuadros técnicos provenían de diversas extracciones sociales, por lo que quienes ocuparon los principales cargos en el Estado provenían de sus cuadros directivos.
La FM surgió en 1977 junto con el Instituto de Estudios de la Economía Latinoamericana (IEERAL). Aglutinó primero a medianos y grandes empresarios de Córdoba y luego del interior, agrupados en la fracción de la UIA que se oponía a aquella que predominaba en FIEL, centrada en la Capital Federal. La FM logró expandirse a las zonas medulares de la Argentina. Al igual que su competidora, sus vínculos con el medio castrense y la estructura estatal le valieron importantes cargos en el gobierno. Pero su mayor habilidad para adaptarse a los contextos cambiantes permitió que se viera más beneficiada en los gobiernos democráticos (esto lo ilustra el hecho de que uno de sus miembros más célebres, Domingo Cavallo, formara parte de las gestiones de la última dictadura así como del gobierno de Menem y De la Rúa). Ramírez sintetiza su pensamiento en dos pilares: la existencia de “reglas claras, simples y de aplicación lo más automática posible” y la centralidad de la convertibilidad. En ambas fundaciones, Ramírez resalta el esfuerzo por  impulsar a jóvenes graduados, financiándoles estudios en el exterior, en especial en Estados Unidos, para su formación e inserción en ciertas redes profesionales y empresariales. Esto a su vez, generaba lazos de compromiso y lealtad.
A partir de aquella época, entonces, los tecnócratas pasaron a ocupar un lugar central en la elaboración de discursos y en ciertas prácticas políticas cotidianas, no sólo en el ámbito económico. En conclusión, y a partir de estos ejemplos, Ramírez afirma que la implantación del CW fue factible gracias a la existencia de estos institutos de estudios económicos, que vinculaban intereses empresariales con tecnocráticos y que prepararon el terreno para la aplicación del recetario neoliberal.
Ana Castellani[iv] escribió su ensayo unos meses antes de que explotara la crisis de diciembre de 2001. Allí analiza la implementación del modelo neoliberal en la Argentina y las restricciones que impuso a su desarrollo.
Sostiene que, ante la crisis sufrida por América Latina durante los 80, los organismos internacionales de crédito habrían elaborado el CW sobre el diagnóstico de que las causas del escaso desarrollo descansaban sobre el rol excesivamente intervencionista adoptado por el estado en las últimas décadas. De este modo, la única solución posible consistiría en la drástica reducción del aparato estatal.
Para el caso argentino en particular, Castellani afirma que el margen de alternativas de acción se vio condicionado por este diagnóstico que logró imponerse y  que condujo a la aplicación del recetario neoliberal, adaptado a los intereses de los sectores dominantes locales. La autora analiza de modo pormenorizado las bases teóricas del pensamiento neoliberal, en particular respecto del rol del Estado, retomando a economistas neoliberales como Friedman y la Economía Política Positiva, el propio enfoque del CW -cuya propuesta resume en dos programas: estabilización macroeconómica y reforma estructural del modelo económico y social- así como a sus principales corrientes críticas. Luego, aborda el proceso histórico argentino que posibilitó implementar políticas neoliberales, desde los intentos del equipo de Martínez de Hoz durante la última dictadura, pasando por la crisis hiperinflacionaria de fines de los 80 y las reformas estructurales de los 90. Finalmente, reflexiona sobre la relación entre Estado y cúpula empresarial, ofreciendo un estudio de caso sobre el proceso de concentración en el mercado de comercio minorista argentino.
A partir de su análisis, Castellani presenta dos hipótesis centrales. En primer lugar, que el diagnóstico del CW sobre las causas de la crisis en América Latina y Argentina en particular fue errado, pues no tuvo en cuenta ni las características distintivas de las fracciones líderes de la clase empresaria ni, particularmente, su modo de vincularse con el Estado. A su parecer, la crisis de 1989 fue el resultado del desenvolvimiento del patrón de acumulación instaurado desde la última dictadura. En segundo lugar, sostiene que el modelo neoliberal afianzó una forma de relación entre el Estado y la cúpula empresaria de tipo particular, que se erigió como una traba a  las posibilidades de encarar un proceso de desarrollo endógeno, ya que dicho vínculo tiene como característica central la permanente búsqueda de ganancias extraordinarias por parte de las empresas, a través de mecanismos de vinculación preferencial con sectores del Estado. A partir de estos asertos, la autora concluye que si bien las medidas neoliberales fracasaron en sus propósitos explícitos de abrir un período de crecimiento y desarrollo de la economía, fueron absolutamente exitosas en sus fines implícitos: potenciar el enriquecimiento de los sectores capitalistas locales más concentrados.
Más allá de las distintas interpretaciones, las fuentes confirman la presencia de los postulados neoliberales propios del decálogo de Washington en los discursos de grupos y personalidades que tuvieron gran influencia en el diseño de la política económica durante la década del 90. Las tres coinciden en la caracterización de la etapa desarrollada desde el peronismo hasta la década del 80 y en el centro de sus propuestas se encuentra la necesidad de reducir al mínimo el papel regulador del Estado en la economía.
En primer lugar, en 1984, Domingo Cavallo[v] publicó el libro Volver a crecer, que postula como una síntesis de sus ideas económicas, desarrolladas en el marco de la FM y el IEERAL. Parte de la necesidad de analizar la economía argentina desde la relevancia práctica, en contraposición a posiciones utópicas. Realiza un diagnóstico de la situación imperante, que caracteriza como de estancamiento económico, y señala sus consecuencias sociales en comparación con la evolución de una treintena de otros países en el período 1929-1983. Luego, señala la esterilidad de las dos grandes discusiones existentes en torno al modelo económico en Argentina: agroexportación contra industrialización sustitutiva, por un lado; y planificación contra mercado, por el otro. Según él estas controversias llevaron a implementar estrategias a contrapelo de lo que demandaban las circunstancias mundiales, con instrumentos equivocados y mal administrados. El resultado habría sido una economía en la cual conviven un “socialismo sin plan” y un “capitalismo sin mercado”. Critica, por un lado, la exageración del antagonismo entre redistribución del ingreso y crecimiento económico, al tiempo que lo hace con un voluntarismo político irracional que habría llevado al aumento de la inflación a raíz de un gasto público que superaba la recaudación. Ante estas fallas, llama a “retornar al realismo” mediante una urgente modificación de las reglas del juego en términos de políticas económicas y sociales, con el objetivo de arribar a una economía “más eficiente”. En tal dirección, sugiere un reajuste del sistema productivo, fundado en una fortalecida participación de la iniciativa privada, sumada a una política social que distribuya equitativamente esfuerzos del ajuste. Dentro de esta propuesta, formula una serie de medidas concretas, tales como el control del gasto público, que debía financiarse con impuestos y no con deuda pública[vi], la reforma impositiva que facilitara la recaudación, la apertura comercial y la supresión de trabas al comercio internacional, la eliminación gradual de las retenciones al agro, la desregulación de la estructura ocupacional y la existencia de un mercado cambiario libre. En este último punto, sostiene que la paridad cambiaria se establecerá de modo automático en niveles suficientemente elevados. Esto último resulta central, pues luego de un análisis contrafáctico para establecer qué habría pasado en los últimos 50 años si hubiese habido apertura comercial, Cavallo concluye que resulta central la cuestión del tipo de cambio. Señala que combinar apertura comercial con tipo de cambio elevado llevaría al crecimiento económico: los sectores agropecuario y productor de bienes se desarrollarían  más que el de servicios y habría superávit comercial; mientras que la disminución de la capacidad de salarios para adquirir alimentos podría neutralizarse mediante una política de impuestos y subsidios.
En el texto de FIEL[vii], de 1987, ante el diagnóstico del retraso en el crecimiento de la economía se postula la necesidad de llevar adelante una profunda reforma del sistema económico vigente. En la fuente, se hace alusión, en vistas al fracaso del modelo estatista, a la propuesta de reforma integral del sector público. En este sentido, se apunta a la reducción del gasto público, la limitación de las funciones estatales; y la reactivación del crecimiento económico a través de un proceso de fuerte desregulación mediante la privatización, la descentralización regionalización y provincialización de la actividad económica. Estas propuestas contribuirían al crecimiento económico y la redistribución progresiva del ingreso.
Entre las causas centrales del “fracaso del estatismo” se ubican los objetivos “desproporcionados” respecto de los recursos disponibles, como el hecho de brindar educación y salud gratuitas a toda la población así como el sistema jubilatorio; la falta de recursos suficientes y su mala asignación, que deterioraron la cantidad y calidad de los servicios. Este tipo de políticas habrían llevado a un déficit crónico en el presupuesto público que produjo inflación, expulsión del sector privado del mercado de crédito y alto endeudamiento externo. Esto se habría traducido en un círculo vicioso de menor productividad y crecimiento.       
Con ese espíritu se proponen reformas en los sistemas de salud y educación, transfiriendo importantes funciones al sector privado. El objetivo explícito es volver más eficientes a dichos sistemas, debiendo el Estado solamente garantizar niveles de cobertura mínimos. Respecto del sistema previsional, se propone una reformulación profunda de los objetivos, los mecanismos operativos y financieros y, naturalmente, el papel del Estado. Se introduce la capitalización colectiva de los ahorros individuales como complemento del sistema oficial de reparto. El Estado sería simplemente controlador, orientador de inversiones y garante del nivel mínimo de subsistencia de los jubilados. Respecto de las regulaciones, se propone liberalizar tanto los mercados de factores como de productos, abriéndolos a la competencia interna y externa. La acción estatal debería centrarse en prevenir prácticas monopólicas y asegurar el acceso transparente a la información. Por otra parte, la federalización de la economía se daría por la transferencia a las provincias de servicios públicos e hidrocarburos.
De este modo, mientras el sector público se limitaría a concentrar el cumplimiento de las metas de equidad y distribución del ingreso, así como en la prestación de “servicios indelegables”, como la defensa y las relaciones exteriores, y esenciales que no puedan ser totalmente privatizados (educación, salud, gas, etc.), así como la regulación para asegurar y estimular la competencia; el sector privado se ocuparía de la producción y comercialización de bienes y servicios. Esto se alcanzaría privatizando todas las empresas del Estado factibles de ser vendidas, y reestructurando las empresas estatales, descentralizándolas al máximo y transfiriéndolas a las provincias. Esto garantizaría una mejor asignación de recursos y contribuirán a la equidad del sistema económico argentino.
Álvaro Alsogaray[viii] publicó sus Bases liberales para un programa de gobierno en 1989, en el marco de la campaña electoral para las elecciones en las cuales era candidato a presidente por la UCeDé dentro del Acuerdo Centro-Liberal. El autor presenta una serie de propuestas que serían la base de su programa de gobierno en caso de triunfar en las urnas. En estas propuestas la economía ocupa un lugar primordial, porque el problema económico se encontraría como trasfondo de la mayoría de los problemas nacionales. Desde esta premisa, Alsogaray señala como pilares de su programa un “Régimen Institucional ajustado a la Constitución, Democracia Liberal y Economía Social de Mercado”, con el objetivo de lograr “abundancia y bienestar”.
Sostiene que el retroceso argentino de los últimos 40 años, así como la crisis presente, radicaba en el denominado “sistema dirigista inflacionario”, implantado por Perón en 1945 y todavía vigente[ix]. Dicho sistema se caracterizaba por el estatismo, el intervencionismo, el dirigismo y la inflación. Era un sistema cerrado y autárquico, que constituía –y aquí aparece un razonamiento similar al de Cavallo- un híbrido entre las “economías centralmente planificadas” del socialismo comunismo y las “economías de mercado”, propias del liberalismo. El modelo dirigista estaría agotado y habría consenso respecto de la necesidad de aplicar ideas liberales[x] para superar la crisis. La propuesta de Alsogaray en esta dirección consistía en reemplazar el fracasado sistema por otro diametralmente opuesto: la economía social de mercado. Para lograrlo, no cabían las modificaciones graduales: era imperiosa una transformación integral. Para esto, a pesar de la penosa situación imperante, consideraba que el país tenía las condiciones necesarias para la implantación de un orden económico y social que permitiera el pleno desarrollo de las energías individuales. Sin embargo, hacían falta capitales. Para atraerlos, debía generarse un “shock de confianza”, que garantizaría en el corto plazo el retorno de buena parte de los capitales argentinos en el exterior y la afluencia de capitales extranjeros, causando una drástica reducción de las tasas de interés. En consecuencia, los empresarios abandonarían la especulación para invertir en la economía normal; y se daría una ola de progreso y prosperidad.
En este sentido, el autor sostiene la necesidad de aplicar dos programas separados pero interdependientes, que son coincidentes con las premisas del CW: un programa de saneamiento monetario y financiero que asegure una estabilidad monetaria y la erradicación definitiva de la inflación y otro programa de reformas estructurales, que siente las bases para el crecimiento de la economía nacional. Resulta fundamental la aplicación simultánea de ambos, para evitar fracasos como el Plan Austral o la experiencia con Martínez de Hoz, pues en “circunstancias políticas excepcionales”, al no encararse reformas estructurales las expectativas se habrían ido agotando. Alsogaray propone una serie de políticas que serían necesarias para la aplicación de los programas, entre las cuales se destacan la supresión de los déficit y de la emisión espuria de moneda:, la privatización de todas las actividades y empresas comerciales, industriales y de servicios indebidamente en manos del Estado; la desregulación de las actividades económicas;, la liberación de todos los mercados internos, incluso el de cambios; la liberalización del sistema bancario y financiero, la reforma impositiva para ampliar y asegurar recaudación, la supresión del impuesto a las ganancias y a las inversiones; la desgravación de las inversiones extranjeras; la reforma de las leyes sindicales, que implicarían sobrecostos y privilegios; la reforma del régimen de previsión social; la reforma del Estado, para corregir el sobredimensionamiento de la administración pública y la intervención indebida en la economía; y la apertura de la economía.




[i] Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Morresi es doctor en Ciencia Política por la Universidade de São Paulo; investigador-docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento e investigador asistente del CONICET. Es autor de libros y artículos de teoría política moderna y contemporánea, análisis político e historia reciente. Su actividad se concentra en el estudio del liberalismo y el neoliberalismo.
[ii] Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7, No.3, Primavera 2010, 185-218. Ramírez es Lic. en Historia por la Universidad de Córdoba y Dr. en Historia por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, y en la actualidad Profesor en la Universidade Estadual de Londrina. Estudia la relación entre empresarios, técnicos y Estado, -haciendo foco en los vínculos entre las esferas económica, social y político-ideológica. Entre sus obras se destacan La Fundación Mediterránea y de cómo construir poder, La génesis de un proyecto hegemónico y La Universidad de Córdoba, Socialización y reproducción de la élite en el período colonial y principios del independiente.
[iii] El IPÊS fue fundado en 1961 por líderes empresariales y militares brasileños. Tuvo gran participación en la desestabilización del gobierno de Goulart, en el golpe de 1964 y el gobierno autoritario instalado en consecuencia. Al contrario del caso argentino, la mayor parte de sus cuadros técnicos ya habían completado su etapa formativa y tenían gran prestigio académico antes de incorporarse a la institución.
[iv] Castellani, Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002. Castellani es doctora en Ciencias Sociales de la UBA, magíster en Sociología Económica del IDAES-UNSAM, licenciada y profesora en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Actualmente se desempeña como investigadora adjunta del Conicet, con sede en el CESE-IDAES de la UNSAM, y como profesora regular de la FCS-UBA y del IDAES-UNSAM. Es profesora en diversos posgrados del país (UBA, UNR, USAL, entre otros). Fue ganadora del primer premio en el II Concurso de Tesis de Posgrado de la Asociación Argentina de Historia Económica. Autora de Estado, empresas y empresarios, ha publicado numerosos trabajos en el país y en el extranjero sobre temáticas propias de la sociología y la historia económica aplicadas al caso argentino en la segunda mitad del siglo XX.
[v] Domingo Cavallo, Volver a crecer,- 3 capítulos: pp. 11-34, 69-81 y 130-160. Cavallo es un economista y político cordobés, con estudios de posgrado en los Estados Unidos. Miembro de la Fundación Mediterránea, ocupó importantes cargos en la administración pública nacional. Entre ellos, se destacan los de Presidente del Banco Central (1982) y Ministro de Economía (1991-1996 y en 2001). Fue responsable de medidas como la estatización de la deuda privada durante su gestión en el BCRA, la Ley de Convertibilidad y la implantación del “corralito”, que desembocó en la profunda crisis de diciembre de 2001.
[vi] Llama la atención la contradicción entre los postulados de Cavallo en este libro y su desempeño como funcionario. En primer lugar, respecto de la deuda, ya que fue durante su gestión que el Estado absorbió la deuda privada mediante los seguros de cambio. Por otra parte, su preocupación por la situación social choca con los efectos de las políticas que aplicó efectivamente.
[vii] FIEL (sin indicación de autor específico), El fracaso del estatismo, Editorial Planeta, selección.
[viii] Álvaro Alsogaray, Bases liberales para un programa de gobierno, pp. 11-64. Álvaro Carlos Alsogaray (1913-2005) fue un político, militar, empresario y economista liberal argentino. Entre otros cargos públicos, fue Ministro de Economía durante las presidencias de Arturo Frondizi y José María Guido. Fundó el Partido Cívico Independiente (1956), el partido Nueva Fuerza (1972) y el partido Unión del Centro Democrático (UCeDé) en 1982, por el cual fue candidato a Presidente de la Nación en 1983 y 1989. Publicó numerosos artículos y libros sobre la realidad económica argentina.
[ix] Alsogaray responsabiliza a todos los gobiernos desde el primer peronismo por la aplicación de ese modelo, destacando como momentos excepcionales sus gestiones al frente del Ministerio de Economía durante las presidencias de Frondizi y Guido. Por eso, centra su discusión contra los candidatos del peronismo y el radicalismo.
[x] Las fuentes ideológicas inspiradoras de su programa las ubica en el pensamiento de Hayek y la Economía Social de Mercado Alemana.

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Aporte de David:

El liberalismo conservador y la ideología del PRN. Sergio Morresi.
El autor se propone mostrar que la última dictadura no estuvo enmarcada dentro de la ideología neoliberal, sino bajo el “liberalismo-conservador”. De esta forma sostiene la tesis de que la dictadura no instauró las políticas neoliberales (ya que no tuvo éxito), sino que estableció el orden que allanaría el camino para el triunfo de las políticas neoliberales de los gobiernos siguientes. Esto lo sostiene a lo largo del trabajo y dice “a pesar de la incapacidad del Proceso para convertir en sistemática política su ideología, pensamos que es posible que el liberalismo-conservador [haya tenido] éxito (…) dio lugar a un nuevo orden ético-político sobre el que más adelante pudo montarse la ideología neoliberal”. El autor hace una distinción de lo que es el neoliberalismo (o liberalismo económico) del liberalismo-conservador: las principales diferencias se encuentran en que si bien ambos son propulsores del libre mercado, el segundo aboga por un Estado fuerte que permita establecer ese funcionamiento, además del rol democrático del gobierno para establecer el orden.
Hacer la distinción que hace el autor para diferenciar neoliberalismo en el sentido económico puro del neoliberalismo aplicado a sangre y fuego por la dictadura creo que es desacertado. La Reforma Financiera, la apertura económica, el endeudamiento externo, la valorización financiera, son todas políticas que se inician con la dictadura, es cierto que a partir de esta etapa se allana el camino para sucesivas profundizaciones neoliberales, pero estas medidas a través de las fuerzas militares tuvieron la ideología antinacional de las usinas neoliberales de los países centrales.
Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea. Ana Castellani.
El artículo es de mediados de 2001 y analiza las políticas neoliberales que se fueron aplicando desde la dictadura hasta esa fecha, y se pregunta por qué no tuvieron éxito dichas políticas gestadas en el marco del Consenso de Washington. El trabajo tiene una visión “FLACSO” en cuanto a la terminología que utiliza y su análisis por momentos remite a Estudios de Historia Económica Argentina. En este sentido se menciona el desprestigio que tuvo el Estado y las políticas propias de la ISI durante la hiperinflación del ´89, que dio margen al gobierno para aplicar las transformaciones neoliberales junto con el plan de estabilización de precios. Esta situación que fue adjudicada al excesivo intervencionismo propio de la ISI, no solo implicó el desprestigio ideológico de ese modelo económico sino en el error de diagnóstico sobre las causas que originan tal situación macroeconómica, ya que en un contexto donde la valorización financiera y las reformas neoliberales ya estaban presentes, el conflicto dentro de los grupos hegemónicos por apropiarse del excedente hicieron imposible continuar con el pago de los servicios de deuda al tiempo que se mantenían las transferencias al capital concentrado. De esta forma se logró legitimar el diagnóstico que impulsaban los organismos de crédito internacional a través del CW, de iliquidez e insolvencia, y aplicar el recetario neoliberal de reestructuración de la economía y reducción del gasto público y del Estado: Dichas políticas se pueden agrupar en apertura comercial, desregulación de mercados laboral y sectoriales (salvo automotriz), privatizaciones, reducción salario real (visto ahora como un costo) y endeudamiento para valorizar. Hasta aquí se desarrollaron dos de los tres grandes motivos por los que fracasaron las políticas neoliberales, primero el error de diagnóstico, segundo el cambio en el comportamiento de las empresas productivas en la búsqueda de valorizar financieramente su capital, y el tercero recae en la irrealidad en la que descansan los supuestos universales neoclásicos que presuponen que la desregulación de los mercados y la privatizaciones de las empresas generará una eficiencia en el sentido económico, sin tener en cuenta la asimetría de información, de poder económico y político de los agentes que sin regulación inciden negativamente sobre los mercados.
Genealogías del consenso: Brasil y Argentina, 1961-1991. Hernán Ramírez.
El autor analiza como la gestación del neoliberalismo en Latinoamérica se da a través de relaciones internas de cada país, y no meramente una imposición externa, y que dicha gestación se produce en las décadas previas al momento en que se las suele habitualmente situar, es decir en la década del 60. Sin dejar de tener el cuenta el rol que tuvieron las dictaduras en la región, como tampoco la crisis del petróleo a nivel mundial, centra su análisis en el proceso, a través del cual fueron surgiendo actores sociales e instituciones privadas que fueron legitimando el pensamiento universal difundido por el poder hegemónico mundial. Una de estas instituciones (que es parte de las fuentes analizadas) es FIEL. Esta institución fue creada en 1964, por la UIA, la SRA, la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, más tarde se incorporó ADEBA. De esta forma se muestra como toda la gran burguesía se engloba en esta institución, que a través de profesar doctrinas ortodoxas permite la construcción y legitimación del pensamiento universal neoliberal y aplicación de las políticas del Consenso de Washington y el desprestigio de un paradigma de Estado vinculado a políticas keynesianas. Otra institución que se menciona, con las mismas bases que FIEL, es la Fundación Mediterránea. La doctrina de ambas instituciones, no solo quedaba en el plano teórico, sino que fueron formadoras de cuadros técnicos y políticos, el caso más emblemático es el de Cavallo que se formó a través de la Fundación Mediterránea, y gracias al poder que empezaba a cosechar el pensamiento neoliberal logró ser presidente de Central y luego Ministro.
Bases liberales para un programa de gobierno (1989-1995). Álvaro Alsogaray. Volver a Crecer. Domingo Cavallo.
Lo irónico de leer estos dos trabajos es que dentro de lo que es el marco neoliberal en el que se centran ambos trabajos, el programa económico de Alsogaray pareciera ser la base diría textual que toma el gabinete económico de los noventa. En cambio el programa económico de Cavallo no se condice con lo que luego él llevó a la práctica. Cabe mencionar que Alsogaray publica su libro en 1989 como un programa de gobierno de la UCEDE con el que finalmente se postulará a presidente ese año, siendo opositor al menemismo.
En rigor, Alsogaray no se define como neoliberal, sino como un admirador de Hayek exponente de la Escuela Austríaca. El punto en común entre estas escuelas, es el pensamiento liberal. Sin embargo cuando se analiza el programa económico de Alsogaray difícilmente pueda sostenerse que no es neoliberal cuando ha sido el implementado durante los noventa, pero tal vez por ello se encuentren referencias poco comunes para los escritos neoliberales puros como FIEL, como por ejemplo hablar de ideologías en el campo económico, la interrelación de la economía y la política, cita a keynes y habla de desarrollo económico.
Dentro de su concepción liberal, Alsogaray, echa la culpa de la inflación, el atraso y todos los males de la Argentina al peronismo y al modelo estatista, intervencionista y desarrollista que con él se instaura. Para superar esos males, elabora el programa que se puede sintetizar en: reducción del gasto público y emisión monetaria, el Central solo podrá emitir contra ingreso de divisas (tipo de cambio fijo), privatizaciones, desregulación de las actividades económicas, apertura comercial, liberalización financiera y bancaria que permita libre formación de tasas, reforma mercado laboral para reducir costos, reforma impositiva generando igual trato de capitales locales y extranjeros, eximir el pago de ganancias, privatización del sistema jubilatorio, reducción del papel del Estado a su nivel mínimo en su rol de asistencia social y garantizando la propiedad privada.
En cambio el libro de Cavallo publicado en 1984, es de más corte neoliberal, por ello allí solo se encontrará la búsqueda de crecimiento económico y asignación eficiente de recursos como los objetivos que deben ser perseguidos por un país. Para “volver a crecer” Cavallo propone las siguientes ideas extraídas de la Fundación Mediterránea acá se van a poner las más llamativas por su falta de correspondencia con su gestión: El endeudamiento solo puede ser para afrontar servicios de amortización de capital, por lo tanto la deuda pública no debe aumentar en términos reales. Se debe gravar la renta de recursos naturales, el IVA debe ser del 10%, el tipo de cambio debe fijarse libremente por la oferta y la demanda. Se eliminarán las retenciones pero se gravarán las tierras “libre de mejoras”, es decir las tierras libres y las que no aumenten su productividad. Por otra parte adopta supuestos como la creencia en el cumplimiento de la ley PPP, y en el mecanismo de precios para ajustar cualquier desequilibrio, que se cumplirá a través de la liberalización de los mercados y a través de la reducción del empleo público a favor del incremento privado. Está a favor de la apertura comercial, y demuestra que la autarquía de la ISI fue perjudicial para el crecimiento del país a través de un irreal modelo de dotaciones de factores que ajusta por el mecanismo de precios y libre movilidad de recursos, es decir un modelo H-C adaptado a la Argentina.
El Fracaso del Estatismo. FIEL
Este trabajo es un conjunto doctrinario de propuestas neoliberales y un resumen del trabajo original presentado a fines de 1986. Con su base neoliberal se enfocará en la reasignación de recursos que generen una mayor productividad y por ende crecimiento económico.
Como su título presupone el trabajo se centra en una crítica a lo que considera un exceso de intervencionismo en la economía, es decir el estatismo, durante la ISI. El escaso crecimiento, el nivel educativo, salud, seguridad social y el acceso a la telefonía son indicadores que toma el trabajo para concluir que el estatismo ha fracasado. Ello ocurre porque la intervención del Estado en la economía distorsiona el mecanismo de precios y por ende la eficiente asignación de recursos, de esta forma se fomenta sectores ineficientes y se derrochan recursos que mediante la eficiente asignación del mercado generarían una mayor generación de producto y por ende de crecimiento. En su crítica al Estado de Bienestar se centra en el derroche siempre en función de la eficiencia neoliberal que implican la educación y la salud gratuitas y el amplio espectro que cubre la jubilación de reparto. Para solucionar estas calamidades que produce el estatismo es necesario abrir el juego a la iniciativa privada, para ello el estado debe reducir su intervencionismo, a través de la descentralización de las decisiones y de la desregulación de los mercados, asimismo es imperioso transferir funciones públicas del empresariado al sector privado, es decir privatizaciones.
Sus propuestas son medidas que luego fueron adoptadas durante los noventa: En educación se propone la descentralización educativa transfiriendo las competencias a las provincias, y se propone el estimulo a la educación privada y desincentivar la pública. En salud se garantizaría una prestación pública y gratuita mínima, luego a través de la competencia entre prestadores privados se lograría la eficiencia. El sistema jubilatorio, ante la imposibilidad de seguir sosteniendo financieramente el sistema de reparto se debe garantizar un haber universal mínimo y uniforme que permita satisfacer las necesidades básicas; para suplantarlo se introduce el sistema de capitalización.

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Aporte de Jorge:

El texto de Sergio Morresi[1] titulado “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” (2010), intenta desentrañar, por un lado, la participación de personalidades especificas en el desarrollo y divulgación del ideario neoliberal. A este respecto cita, por ejemplo, a Jaime Perriaux, quien considera que el liberalismo conservador era la mejor solución a un “orden actual imposible”. El orden militar, representado por el Proceso de Reorganización Nacional (PRN) que usurpó el poder en 1976, era la única salida al desgobierno peronista instaurado en 1946. Para dicho autor era necesario reorganizar el país en sus estructuras básicas en materia política, económica y cultural. Sus ideas fueron uno de los basamentos del PRN. Perriaux fue uno de los fundadores de la SEA (Sociedad de Estudios y Acción Ciudadana), de gran influencia en la política del gobierno dictatorial. Por otro lado, encontramos la doctrina del Ricardo Zinn, que propugnaba por una “Refundación de la República”. Fue uno de los gestores e impulsores del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina y de la Escuela de Dirección y Negocios. Su libro “La Segunda Refundación de la República”, constituyo una fuerte base doctrinal para el PRN. La creencia de que la Argentina estaba librando batallas de la Tercera Guerra Mundial contra el régimen comunista soviética, era una de las premisas de esta doctrina, de la cual Zinn era artífice principal. La reforma constitucional era para Zinn una de las herramientas para arribar al cambio de paradigma económico y social sostenido por la impronta neoliberal. Por otro lado, Morresi considera que la dictadura militar representaba un “sector moderado” ideológico-político que propulsaba, entre otras cuestiones: 1- El libre mercado, 2- El anti-comunismo, 3- Regulación y control de las formas republicanas y representativas de gobierno, 4- El pluralismo político, pero no el respeto al régimen democrático, 5- El tradicionalismo, 6- El orden jerárquico, 7- La instalación de una “ética cristiana”. Por último, destacamos que Morresi alude al concepto de “Democracia de los Muertos”, acuñado por el escritor irlandés Gilbert K. Chesterton, basado en el respeto por las tradiciones populares. En este sentido, el autor expresa que los militares procuraron una república tutelada por las elites y basada “EN los muertos” de la dictadura.    

En el artìculo Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea” (2002), Ana Castellani[2] analiza los principales fundamentos teóricos de la doctrina neoliberal, centrándose en la influencia de Milton Friedman, quien propugnaba por el mantenimiento de la libertad individual por sobre la injerencia del Estado. El economista ganador del Premio Nobel en 1976, consideraba que sólo el mercado puede frenar la influencia del Estado en la libertad e iniciativa individual y privada. Friedman, contrariamente a lo que usualmente podría figurarse, propendía a una continua intervención del Estado, pero sólo para lograr el perfecto funcionamiento de las leyes del mercado y de la competencia, hasta volverse “mínimo”.
Luego, la autora enumera las principales líneas políticas y económicas del Consenso de Washington, cuyo objetivo general era la ampliación de la esfera del mercado y la consecuente disminución de la esfera de intervención estatal.  Luego, cita las diversas críticas formuladas a dicho Consenso, como el endeudamiento externo como parte ineludible de la crisis fiscal de la mayoría de los países latinoamericanos, la no-referencia al crecimiento del producto en Latinoamérica, además del desconocimiento de las transformaciones sociales y económicas en el marco de gobiernos militares, que asediaron las democracias de la mayoría de los países del Cono Sur a partir de la década del sesenta. Otras críticas, provenientes de la CEPAL, sustentan la misma en el “Enfoque de la Crisis Fiscal”. Los Neoinstitucionalistas, por su parte, proponen recetas diferentes frente a situaciones estatales distintas, algo que en Consenso de Washington no tenía en cuenta, puesto que sus puntos son idénticos para todas las naciones. Posteriormente alude al Consenso Post-Washington, el que, aún fuertemente liberal se pronuncia a favor de la construcción de un Estado eficaz, como “socio” del mercado y promotor de la actividad privada. A su vez, la autora analiza los modelos económicos de la dictadura militar (de valorización financiera), del gobierno de Alfonsín (como el Plan Austral) y el de Carlos Menem (Ley de Emergencia Económica y de Ley de Reforma del Estado, además del Plan de Convertibilidad de 1991). Alude a una nueva estructura empresaria, conformada por asociaciones (joint ventures) locales y extranjeras. Las primeras aportaban el lobby y el conocimiento interno del mercado, y las segundas el desarrollo tecnológico para cumplir con los objetivos productivos. Por último, mediante un estudio de caso (el súper e hipermercadismo), analiza los casos de acumulación empresaria y sus consecuencias.       
                                                                                                                                                     
El trabajo de Hernán Ramírez[3], titulado “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina, 1961-1991” (2010), se centra en los casos del IPES (Instituto de Pesquisas Económicas y Sociales, fundado en Brasil en el año 1961 por líderes empresariales y militares brasileños) y FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, fundada en Argentina en el año 1964 por la UIA, la Cámara Argentina de Comercio, la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires). Mediante los casos citados, el autor considera que el Consenso de Washington no fue el inicio, ni siquiera una de las primeras manifestaciones del ese neoliberalismo “institucionalizado”. Muy por el contrario, expresa que tanto IPES en Brasil como FIEL en Argentina (además de la Fundación Ford y la Fundación Mediterránea entre muchos otros), crearon un corpus doctrinario y programas de acción con el fin de implantar el nuevo liberalismo en América Latina. El autor concluye que el proceso de elaboración de políticas públicas englobadas como productos del Consenso de Washington no fue solamente impuesto desde el exterior. Los grupos empresariales, una nueva “tecnoburocracia” y organizaciones internacionales (como el FMI o el Banco Mundial), combinaron sus intereses en torno de numerosas instituciones, organizaciones y fundaciones que, lejos de constituir actores meramente académicos, tuvieron una influencia trascendental en la instalación del modelo neoliberal internacional.

Domingo Cavallo[4], en los capítulos de su obra Volver a Crecer” (1984), considera que “los argentinos somos responsables de lo que nos pasa”. Expresa que “las grandes discusiones ideológicas”, “el voluntarismo irracional” y el “antagonismo entre los objetivos” retrasan el camino de la Argentina hacia el “progreso”.
En esta obra, Cavallo plantea una propuesta económica, cuyos puntos principales son los siguientes: 1- Gasto público íntegramente proveniente de impuestos, 2- Recaudación mediante impuestos de difícil evasión, 3- Asignación y coparticipación provincial de impuestos, 4- Inversión en infraestructura social, 5- Eliminación de trabas selectivas a importaciones y exportaciones, 6- Apertura comercial externa, 7- Eliminación de retenciones a exportaciones de alimentos, 8- Regulación de la intermediación financiera, 9- Abstención por parte del gobierno de fijación de precios de mercado.
Como puede apreciarse, mediante esta fuente directa Cavallo establece un plan de apertura y desregulación económica que posteriormente será llevado a cabo durante su mandato como Ministro de Economía de la Nación. A mayor abundamiento, en el último capítulo desarrolla una “simulación” de apertura por parte del gobierno argentino, analizando y previendo las bondades y los defectos (estos últimos, muy pocos) de dichas políticas neoliberales.

Álvaro Alsogaray[5], en sus “Bases Liberales para un programa de Gobierno (1989-1995)” (1989), escrito antes de la asunción de Carlos Menem como Presidente de la Nación y fuertemente crítico del gobierno de Raúl Alfonsín, propone la implantación de una “Economía Social de Mercado”. Considera de importancia lo que él denomina un “Shock de Confianza”, que aliente la inversión internacional y financiera. En dicha obra, sugiere diversos “Planes”, tales como: 1- Plan de saneamiento monetario y financiero (estabilidad monetaria y eliminación definitiva de la inflación), 2- Plan de reformas estructurales. Para lograr el cumplimiento cabal de dichos cometidos, también sería necesaria: a- La supresión del déficit y de la emisión desmedida de moneda, b- Transferencia al sector privado de actividades y empresas en manos del Estado, c- Desregulación económica, d- Liberación de los mercados, e- Reforma del sistema bancario, financiero, impositivo, sindical, previsional y del Estado en general, e- Inserción del país en la economía mundial.

Por último, en la selección de FIEL: “El Fracaso del Estatismo” (1987) la fundación, al igual que los dos anteriores autores, propone una Plan (esta vez mucho más detallado) de reforma del sector público argentino, debido al hundimiento del Estado regulador e interventor de la economía. Enuncia propuestas de cambio y privatizaciones de numerosas áreas otrora reservadas al gobierno: Educación, Salud y Seguridad Social (Jubilaciones y Pensiones). Sugiere la privatización y reestructuración económica de empresas dedicadas a los servicios de energía (hidrocarburos, petróleo, gas, minería, electricidad), transporte, comunicaciones, siderurgia, petroquímica y armamentos. Al ámbito público corresponde garantir la equidad y la distribución del ingreso, los servicios indelegables como la defensa, las relaciones exteriores y la justicia, además de los esenciales que “no deben ser completamente privatizados” como la educación, la salud, la electricidad y el gas.  Por último, y naturalmente, corresponde al gobierno la regulación y estímulo de la competencia económica.





[1] Politólogo y Doctor en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo. Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento e Investigador Adjunto del CONICET. Es autor de artículos de teoría política, análisis político e historia reciente y publicó los libros “La Nueva derecha argentina y la democracia sin política” y “Saber lo que se hace. Expertos y política en la Argentina Contemporánea”. Su actividad se concentra en el estudio del liberalismo, el neoliberalismo y las derechas políticas.
[2] Doctora en Ciencias Sociales de la UBA, magíster en Sociología Económica del IDAES-UNSAM, licenciada y profesora en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Investigadora Adjunta del CONICET, con sede en el CESE-IDAES de la UNSAM, y profesora regular de la FCS-UBA y del IDAES-UNSAM. Profesora en diversos posgrados del país (UBA, UNR, USAL, entre otros).
[3] Profesor en la Universidade Estadual de Londrina. Fue docente de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Empresarial Siglo 21. Entre sus obras se destacan “La Fundación Mediterránea y de cómo construir poder”, “La génesis de un proyecto hegemónico” y “La Universidad de Córdoba, Socialización y reproducción de la élite en el período colonial y principios del independiente”.
[4] Contador, economista y político argentino. Doctor en Economía por la Universidad de Córdoba y por la Universidad de Harvard. Fue Presidente del Banco Central de la República Argentina durante la dictadura militar en 1982. Ministro de Economía durante los gobiernos de Carlos Menem (1991-1996) y Fernando De La Rúa (2000-2001), había sido anteriormente Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación (1989-1991).
[5] Militar, economista, empresario y político argentino. Fue Ministro de Economía durante la presidencia de Arturo Frondizi (1959-1961) y José María Guido (1962). Ministro de Industria durante el régimen dictatorial de Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958). Embajador de Argentina en los Estados Unidos durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía (1966-1970). Fue Diputado Nacional por la Capital Federal desde el año 1983 hasta el año 1999.

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Hernán Ramírez (2010) analiza la forma en que los principales institutos y fundaciones de Brasil y Argentina cooptaron sus miembros, se estructuraron y actuaron como grupos de presión fundamentales para deslegitimar gobiernos legalmente constituidos, incitar y conducir golpes de Estados y legitimar los gobiernos autoritarios que se instalaron posteriormente. Para ello, estudia el devenir de ciertas ideas que prosperaron bajo su amparo que luego fueron adoptadas como políticas económicas tanto por los gobiernos autoritarios como por gobiernos democráticos, pasando a integrar la lista de recomendaciones del Consenso de Washington. Entre estas ideas cabe identificar algunas de las principales: disciplina fiscal, orden de prelación de los objetivos del gasto público, reforma tributaria, liberalización financiera, tipos de cambio, liberalización del régimen de comercio exterior, inversión extranjera directa, privatización, desregulación y derechos de propiedad.
Entre estas instituciones patrocinadoras de acciones favorables a los Estados Unidos y aliados locales, formadas en torno a alianzas entre empresarios ortodoxos y militares en el caso de Argentina, y entre el empresariado concentrado y los militares de tendencias más burocráticas en el caso de Brasil, el texto se centra en tres: el IPES de Brasil, y La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea de Argentina.
El caso del IPES, fundado en 1961, congregó a grandes empresarios y representantes del capital nacional e internacional, con predominio de las fracciones industrial y financiera, tecnócratas de renombre y militares de alta graduación. Los estudios realizados abarcaron tanto la reforma constitucional, bancaria, judicial, un proyecto de reforma agraria y también de reforma laboral, y fueron realizados por cuadros técnicos, políticos y líderes empresariales que luego ocuparon cargos importantes durante el gobierno autoritario.
Por su parte FIEL, creada en 1964 por cuatro entidades corporativas de la cúpula de la burguesía argentina: la UIA, la SRA, la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Mientras que en un principio se abocó a realizar estudios microeconómicos y econométricos, posteriormente produjo obras que servirían para articular las medidas que habrían de llevar a la concentración, desindustrialización y primacía del sistema financiero en la economía argentina a partir de 1976, entre ellas “El fracaso del estatismo: una propuesta para la reforma del sector público argentino”. Este libro plantea la necesidad de realizar reformas en sectores como la salud, la educación, el sistema jubilatorio, el sistema regulatorio y las privatizaciones, entre otras áreas, para enfrentar lo que consideran un sobredimensionamiento del sector público y su ineficiencia. Propone en cambio como pilares centrales de la reforma a emprender, los principios de competencia, descentralización y reducción del tamaño del Estado.
A diferencia de los integrantes de IPES, los miembros de FIEL que realizaron estos trabajos fueron financiados por la propia institución para realizar sus estudios de posgrado en el exterior (especialmente en EE.UU.), lo cual a su vez los incorporaba a las redes internacionales que resultarían fundamentales para su futuro como cuadros técnicos tanto en el ámbito privado como público. A su vez, esto enfrentó a los grupos dominantes a la dificultad de controlar a cuadros técnicos incorporados a la institución pero cuyos orígenes sociales eran diferentes e incluso distantes de los órganos directivos de la fundación. En este sentido, posteriormente serán los miembros de FIEL que pertenecían a los órganos directivos los que ocuparán los principales cargos en la estructura estatal, y no sus cuadros técnicos como habría sucedido con la más horizontal Fundación Mediterránea.
Finalmente, la Fundación Mediterránea nació en 1977 aglutinando a los medianos y grandes empresarios de Córdoba primero, y luego del Interior argentino en general. Luego de los gobiernos autoritarios, esta fundación se reconvirtió exitosamente integrándose a los principales partidos políticos y obteniendo espacios clave para definir su discurso y estructura y finalmente alcanzar el centro de poder. Un ejemplo claro de esto es el desempeño de Cavallo como Presidente del BCRA bajo un gobierno militar y luego ministro de un gobierno peronista y de otro radical. Cabe destacar los dos pilares del pensamiento y acción política de la Fundación Mediterránea que aparecen como presupuestos clave del libro de Cavallo “Volver a crecer”: la que se refiere a “reglas claras, simples y de aplicación lo más automática posible” y su contribución acerca de la convertibilidad, idea sustentada además en poderosos grupos empresariales locales y mundiales que la avalaban.
De esta manera concluye que el proceso de elaboración de políticas públicas englobadas como productos del Consenso de Washington no fue meramente impuesto desde el exterior, sino que contó con la contribución activa de grupos empresariales, una nueva tecnoburocracia y fuerzas internacionales, en un contexto en el cual la racionalidad técnica y el lenguaje de los economistas pasó a ser fuente de legitimidad de los discursos políticos.
Por su parte Morresi (2010) plantea que, a pesar de las notables diferencias existentes entre los grupos del seno y la periferia del gobierno dictatorial -auto denominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN)- éstos encontraron en el liberalismo-conservador una base ideológica común, que constituyó una de las fuentes de legitimidad que buscó el gobierno militar.  Para su análisis identifica algunas de las características específicas del liberalismo conservador, entre ellas el pragmatismo, la promoción del libre mercado, el apoyo a la acción estatal como garantía del orden, el rechazo a la democracia (por sus tendencias populistas) y el respeto por las tradiciones e instituciones heredadas. El liberalismo-conservador veía entonces, en el PRN una instancia de poder político sólido y unívoco capaz de inaugurar una etapa de reinstalación de los derechos, deberes y garantías republicanas, a los que (luego de un tiempo prudencial) se sumaría la participación plena de la ciudadanía (ya “educada”) en una especie de democracia limitada por ese orden fundamental.
Morresi identifica dos exponentes clave de la ideología política liberal-conservadora del proceso: Pierriaux y Zinn. En el caso del primero, destacó la necesidad de una generación (una “nueva generación del ’80”) que lograra destruir el mundo de la sociedad y el Estado demagógicos y reemplazarlo por un nuevo orden liberal-conservador, y aglutinó en su grupo a muchos de los impulsores del golpe de 1976. El proyecto de Pierriaux funcionó en más de un sentido como aglutinador de las visiones liberal y conservadora de sus miembros (él mismo se ubicaría dentro del sector moderado que funcionó como árbitro entre “duros” y “blandos”), que encontraron un proyecto común bajo el objetivo central de disciplinamiento y venganza clasista, a ser encabezada por las Fuerzas Armadas. En el caso de Zinn, cabe destacar en particular su libro “La Segunda fundación de la República”, una síntesis de la ideología liberal conservadora que imperó durante el PRN, aunque no deja de plantear puntos que generan disidencia hacia adentro incluso de su grupo. A lo largo de su libro Zinn desarrolla varios de las ideas pilares del gobierno militar, sobre todo la defensa de la propiedad privada de los medios de producción y el papel del Estado en su garantía. Además, propone que para refundar la república es necesaria una reforma de la Constitución que garantice la presencia permanente de las fuerzas armadas en el seno del gobierno.
En síntesis, la ideología del PRN cumplió la función política de imponer un orden social sobre el que luego se erigirían las políticas neoliberales. Es decir que según Morresi el PRN no instauró al neoliberalismo en la Argentina, sino que impuso el orden que serviría de escenario para el triunfo neoliberal posterior.
En su texto Castellani analiza la aplicación de las recomendaciones neoliberales del Consenso de Washington, su origen en un diagnóstico (erróneo) respecto a las causas que llevaron a la crisis económica de Latinoamérica en general y de Argentina en particular, las consecuencias de su aplicación, las críticas que suscitó y su reformulación en el llamado Post Consenso de Washington. Al respecto señala que el diagnóstico realizado no tuvo en cuenta las características distintivas de las fracciones hegemónicas del empresariado argentino ni las graves implicancias de las políticas aplicadas durante la dictadura militar de los ‘70. Su análisis de las recomendaciones neoliberales hace énfasis en particular, en la concepción del Estado que dicho pensamiento tiene y las diversas posturas existentes dentro de esta corriente respecto al papel que debe desempeñar. En este sentido, el Consenso de Washington explica el estancamiento de las economías latinoamericanas por la persistente intervención estatal sobre la actividad privada que se puede resumir en la recomendación “más mercado y menos Estado”.
Luego de analizar la evolución de la economía argentina desde la segunda ISI hasta la década del ’90, la autora plantea que durante la década del ’90, como consecuencia de la consolidación del modelo neoliberal y de la particular coyuntura de la sociedad argentina, se afianzó una particular forma de relación entre el Estado y la cúpula empresaria que impidió la conformación de un proceso de desarrollo endógeno, ya que dicha relación se caracterizó por la permanente búsqueda de obtención de ganancias extraordinarias por parte de las empresas locales. Identifica así dos características centrales de la cúpula empresaria que se mantuvieron constantes a pesar de las transformaciones acaecidas en los diversos períodos económicos: la búsqueda permanente de estrategias que permiten la obtención de ganancias extraordinarias mediante vinculaciones preferenciales con el Estado y, como consecuencia, la permanente opción por adaptarse a los cambios externos sin realizar inversiones de riesgo y por ende resultar incapaz de generar un desarrollo sostenido de la economía nacional.
A continuación analiza las transformaciones en la cúpula empresaria durante eseta década, en particular la conformación de una nueva comunidad de negocios basada en las asociaciones entre empresas locales y extranjeras, la creciente extranjerización de la cúpula, el aumento de la fuga de capitales y la conformación de mercados cada vez más concentrados y la consolidación de posiciones mono u oligopólicas. Como ejemplo claro de esta conformación de mercados no competitivos generados por la “retirada del Estado” recomendada por el Consenso de Washington, realiza un estudio de caso de la fusión de los supermercados Norte/Tía y Carrefour en 1998.
Entre otras conclusiones, destaca que la experiencia argentina sirve para demostrar algunas de las falacias neoliberales más importantes, tales como la mayor desregulación económica genera mayor competencia, la formación de mercados competitivos permite un mayor crecimiento económico, y mayor crecimiento económico se traduce en mayor bienestar general. De esta manera, la autora resalta que si bien las reformas neoliberales aplicadas en la década del ’90 fracasaron en sus propósitos explícitos (es decir la formación de mercados competitivos, crecimiento económico, bienestar general, etc.) sí fueron exitosas para promover y potenciar el enriquecimiento de los sectores capitalistas más concentrados del ámbito local.

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Aporte de Guillermo:

El primer texto a analizar de Sergio Morresi[1], “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” tiene dos grandes ejes entre los que se destacan, la base ideológica liberal conservadora y por otro lado el sustento de la dictadura a través de la legitimidad de origen, de ejercicio y de fines propuesto por Hugo Quiroga, analizando las obras de Jaime Perriaux y de Ricardo Zinn.
Al analizar al Liberalismo conservador respecto al simple liberalismo, el autor argumenta que el primero es resistente al cambio social, busca procesos de cambio más lentos, se opone a la redistribución del ingreso de manera progresiva y teme de las democracias, por el peligro de tornarse populistas. Son estas las ideas que formarían parte del pensamiento del Proceso de Reorganización Nacional (PRN), que hacía equilibrio entre las diferentes ideologías dentro de la dictadura, nacionalistas y liberales. Aún siendo liberal, considera que es necesario, al menos inicialmente un estado fuerte, que modifique las estructuras sociales, erradique el populismo, comunismo, marxismo y una vez logrado esto mediante un alto grado de intervención, liberar las fuerzas individuales, siendo este un precedente de lo que sería la década de los 90.
Si bien algunos dicen que la dictadura careció de una ideología clara, tuvo un comportamiento errático y poco organizado, especialmente luego de que la represión comenzó a perder efectividad, el autor sostiene que hubo una gran actividad ideológica  y discusión política que motivaba las políticas dictatoriales.
Uno de estos casos es el de Jaime Perriaux, quien tenía lazos con Martínez de Hoz. Ante un estado social que se desea cambiar, una estructura que se desea modificar, se necesita de una “escasa minoría” que destruya el estado demagógico como los de Perón y Balbín y lo convierta en uno liberal conservador.
En un trabajo intelectual comenzado mucho antes del 76, se sostenía que se debía disciplinar a la clase trabajadora y al pequeño empresariado, quien vivía del estado populista, que jerarquizara la sociedad argentina.
Ricardo Zinn, formó parte de los gobiernos de Lanusse y de Martinez de Perón entre otros, y sería uno de los autores del plan económico que llevó al Rodrigazo.
En su libro, Zinn plantea que desde la década del 1880, la argentina se vio afectada por gobiernos populistas, sobre todo desde el año 1943, sin importar si son peronistas, radicales e incluso militares, por darle lugar al regreso del peronismo. Zinn argumentaba que se debía tender a un estado capitalista, que garantice las libertades, la propiedad privada, lejos de la extorsión de los sindicatos, la garantía de los salarios y la estabilidad laboral.
Respecto a uno de los grandes ejes en debate, el rol del estado, Zinn planteaba que este debía barrer con el populismo, liberar a la sociedad de la enfermedad en la que se vivía, encausar a la sociedad y luego, a largo plazo, monitorear que los diferentes gobiernos presidenciales no se desvíen ideológicamente hacia el populismo o marxismo. Por lo tanto, se necesita de un estado inicialmente fuerte que libere paulatinamente a la sociedad. Luego se debe discutir cómo se logrará esto a futuro, si con gobiernos militares, reforma de la constitución, etc.
Ana Castellani[2] realiza un recorrido por la historia del pensamiento liberal comenzando con Friedman y teniendo nuevamente como eje el rol del estado en la economía, en donde se necesita “más mercado y menos estado”, bajo las ideas del Consenso de Washington (CW), las cuelas eran genéricas y no necesariamente aplicables en las economías latinoamericanas.
Friedman, pareciendo contradictorio, plantea su política liberal y el rol del estado quien no debe entrometerse en la vida de los individuos, pero al mismo tiempo es el encargado de asegurar esas libertades, un estado interventor que desregule la economía.
Castellani contextualiza estas ideas en los procesos regionales ya que los países latinoamericanos en general y la Argentina en particular ingresaron en un largo período de estancamiento relativo que se conoce con el nombre de “década perdida”. Los niveles de endeudamiento público, la caída de la inversión y de los salarios, la retracción del PBI industrial, y la tasa de inflación, entre otras variables de ostensible significación económica, alcanzaron tal magnitud durante este lapso que provocaron una profunda redistribución regresiva de los ingresos, un marcado deterioro de las condiciones de vida de la población de menores recursos, la agudización del proceso de concentración y centralización del capital, y una crisis fiscal y externa sin precedentes, lo que daría pie a las políticas liberales, al FMI, BM y al CW, abriendo lugar a la década de los 90, destacando que muchos análisis desconocen el crecimiento generado por la sustitución de importaciones y las implicancias de los gobiernos militares en la región.
Como antecedente para el despertar de las ideas liberales, Castellani desarrolla 4 ideas que marcaron la segunda fase de la ISI: Crecimiento inestable debido a una estructura desequilibrada, idea proveniente de Diamand; conflictividad social debido a pujas redistributivas; crisis políticas en relación a sectores dominantes e; incapacidad de gestión estatal, sumado al fin en el año 76 del modelo de hegemonía compartida, en donde los grupos de poder concentrados se ven contrarrestados por sectores heterogéneos plebiscitados en las urnas. Llegada la Dictadura, esta relación se elimina y los actores con poder pueden dominar e intentar imponer su ideología.
Pero el gobierno de Alfonsín tampoco logró romper con la valorización financiera en reemplazo de la ISI, continuó atascado en altos niveles de déficit fiscal, balanza de pagos y procesos hiperinflacionarios, en donde las devaluaciones ya no generaban ciclos de stop & go. Las ideas respecto a la ineficiencia del estado, la falta de productividad y la desinversión y por lo tanto necesidad de capital privado cobraban mayor importancia ante el fracaso económico del gobierno radical, con lo cual era irrefutable e inevitable la llegada del liberalismo, dando lugar al CW. Para Castellani, las políticas neoliberales han sido más que “exitosas” en cuanto a lograr la transformación radical de la estructura económica y social argentina en beneficio de un nuevo bloque de poder.
Ramírez[3] hace un análisis comparativo entre Argentina y Brasil, en donde las ideas impuestas por el FMI y el BM se vieron complementadas por otra serie de instituciones público – privadas que actuaban en igual sentido ideológico, como por ejemplo FIEL y Fundación Mediterránea, quienes no sufrían las presiones estatales como por ejemplo sí ocurría con la UIA o la CGE, que igualmente en algunos casos formaron parte de las primeras. Estas organizaciones libres de presiones se formarían con técnicos y grupos empresariales, formando parte del inicio de la ideas liberales y construyendo lo que después se convertiría en la década de los 90, con lo cual, queda demostrado que el mencionado periodo había comenzado a ser creado y discutido varios años antes. A pesar de los golpes de estado y el uso de la fuerza, era necesario plasmar las ideas y que éstas perdurasen en el tiempo, con lo cual, existía una gran relación entre los grupos de poder y estas fundaciones, encargadas de definir técnicamente y crear las ideas liberales a largo plazo, una vez utilizada la fuerza.
Las ideas de estas instituciones fueron posteriormente adoptadas por los gobiernos dictatoriales y democráticos liberales, en conjunto con el CW. Además, los técnicos de estas instituciones pasaron a formar parte de los gobiernos y compartieron vínculos sociales y educativos a nivel internacional. Casos como los de Cavallo y López Murphy ven su inicio en la gestión pública a través de ambas instituciones, contando ya en ese momento con ideas referidas, por ejemplo, a la convertibilidad.
En cuanto a las fuentes, Cavallo[4] ya en el prólogo habla de “sacrificios”, “épocas duras”, presagiando lo que estaba por venir pero al mismo tiempo, planteaba “esperanza”.
Cavallo comienza haciendo un análisis de la situación local e internacional, revisionista, culpando a los argentinos mismos y endilgando los problemas a los errores propios. En este análisis, a través de agro vs ISI,  socialismo vs capitalismo, comercio, industria, estatismo, federal vs. Interior, energía, costos de educación, plantea el antagonismo que marca la historia argentina, una suerte de péndulo que lleva a herramientas equivocadas, que deben dejar de ser tenidas en cuenta para el futuro, con un marcado tinte liberal apelando siempre al sufrimiento y a la esperanza.
Citando a la Fundación Mediterránea, Cavallo detalla la política a implementar en cuanto a gasto público, impuestos y coparticipación, privatizaciones, comercio exterior, retenciones y tipo de cambio.
Haciendo escasas menciones al nivel de empleo, salarios, redistribución del ingreso y pobreza, se limita a plantear un subsidio para aquellas personas que hayan perdido su trabajo por la reconversión productiva que se debe llevar a cabo.
Con críticas a la ISI, al cierre de la economía, pero desatacando más aún la falta de crecimiento desde los años 73-74, Cavallo presenta un modelo contrafáctico en donde analiza por sectores la posible y maravillosa evolución de las principales variables de acuerdo a cómo se vayan aplicando las medidas liberales de apertura comercial propuestas. Es aquí donde recién menciona la caída del salario real y sus posibles efectos.
Por su parte, Alsogaray[5], con directas críticas al Peronismo y su impronta en la política y economía argentina, condicionando a los restantes gobiernos, democráticos y militares, plantea el avance propuesto por la UCEDÉ a todo o nada de liberalismo, en donde quedarse a mitad de camino (socialista - comunista y dirigismo económico) nunca logrará el bienestar económico general.
Con hermosas frases como por ejemplo “hace millones de años se extinguieron los dinosaurios sin que nadie se lamentara mucho por ello; de la misma manera se extinguieron recientemente los intelectuales de “izquierda”, sin que tampoco nadie se afligiera, dando paso a la “rehabilitación del hombre”, Alsogaray defiende el trabajo científico que vienen realizando y se presenta como la única solución a los problemas estatistas, intervencionistas e inflacionarios de la argentina.
Fundamentando que la economía obedece a leyes naturales, inquebrantables, Alsogaray recorre la historia de la argentina desde el modelo agroexportador hasta finales de los 80 y fundamenta cómo a lo largo de numerosos periodos, el país pudo haber salido del dirigismo económico pero no lo hizo, como por ejemplo cuando él mismo se encontraban formando parte del gobierno de Aramburu y presenta su renuncia por la falta de cambio en el plan de gobierno. Pero en los últimos años, previos a las elecciones del año 89, las ideas liberales, haciendo uso de la “pesada herencia” y la necesidad de un “shock de confianza” sí habían calado en el pensamiento generalizado, principalmente luego del fracaso del Plan Austral y Plan Primavera. No existían quizá muchos argumentos en contra del liberalismo.
Al igual que Cavallo, Alsogaray presenta su modelo económico: Etapa inicial de política monetaria antiinflacionaria y una segunda etapa de reformas estructurales relacionadas con el punto anterior. La eficacia de la primera etapa es crucial, ya que de no lograr un shock de confianza, se perdería eficacia en la segunda etapa.
Entre las medidas propuestas, por supuesto, se encuentra eliminar el déficit fiscal y control de la emisión, eliminación de subsidios, desregulación, liberalización de mercados, reforma bancaria y tributaria, reformas sindicales, etc. Una vez más, nivel de empleo, distribución del ingreso y salarios brillan por su ausencia.
A pesar de ello, citando al milagro alemán, Alsogaray afirma que la economía debe salirse levemente de sus carriles naturales contemplando el bienestar social, actuando solo sobre los estratos más débiles o garantizando un acceso a la salud y la educación mínimo. Una vez más, se llega al bienestar sin mencionarlo explícitamente, como resultado de políticas liberales que deberían resultar en ello.
Por su parte, FIEL[6] realiza un detallado plan de gobierno de 6 tomos, en donde con gran minuciosidad justifica cada una de las políticas a implementar. Al igual que en ambos casos anteriores, a partir del revisionismo desde el modelo agroexportador se propone una reforma del estado, llevándolo al estado mínimo, argumentando que existe consenso respecto al sobredimensionamiento del sector público y la ineficiencia de su gestión. No debemos olvidar, nuevamente, el contexto en el cual se plasmaban estas ideas, luego de años de falta de respuesta por parte del estado.
En un detallado plan, que en este caso sí es más técnico que político, se presenta un modelo de educación, salud, jubilación, regulación estatal, energía, jubilaciones, etc.




[1] Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010
[2] Castellani, Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002
[3] Ramírez, Hernán, Genealogías del consenso Brasil y Argentina 1961-1991 -185-218
[4] Cavallo, Domingo.  Volver a crecer, Sudamericana, 1984
[5] Alsogaray, Álvaro. Bases liberales para un programa de gobierno (1989-1995), Grupo Editorial Planeta, 1989.
[6] FIEL, El fracaso del estatismo, una propuesta para la reforma del sector público argentino. Sudamericana, 1987

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Aporte de Victoria:

  Sergio Morresi afirma que el Proceso de Reorganización Nacional impuso el orden que serviría de escenario para el triunfo neoliberal posterior. Dicho Proceso contó con una ideología política que le sirvió de sustento y horizonte: el ideario liberal-conservador. El éxito del mismo residió en la instauración de un nuevo orden ético-político sobre el que, más adelante, pudo montarse la ideología neoliberal.

Para arribar a dicha conclusión, el autor parte de la hipótesis de que, pese a las importantes diferencias que existían entre los grupos que integraban el gobierno dictatorial, los mismos tenían en el liberalismo conservador un sustrato ideológico común que posibilitaba la interacción y compatibilización de políticas, más allá de su acuerdo básico sobre la lucha contra la subversión. Define al liberalismo conservador como una variante del liberalismo en general, que si bien se opone a la distribución progresiva de bienes y recursos, no lo hace respecto a la acción estatal, la cual debe orientar la economía y garantizar un orden. Dicha tradición se muestra temerosa de la democracia, por su tendencia al populismo y por la posibilidad que entraña de desembocar en una tiranía de la mayoría. A su vez, el liberalismo-conservador se diferencia del liberalismo clásico en su concepción del orden social. Si bien comparten la idea liberal de libertad, creen que el orden social debe ser tipo jerárquico. En cuanto al conservadurismo a secas, el liberalismo-conservador, si bien es moderado y gradualista, no se opone de modo frontal al cambio social, como así tampoco al fuerte rol del mercado en la economía.

   Partiendo del trabajo de Hugo Quiroga (2004) sobre los esfuerzos de la dictadura por legitimarse y cumplir con sus metas de transformación social e instauración de un nuevo orden, Morresi retoma la distinción del autor sobre las diferentes fuentes de legitimidad de las que el gobierno intentó nutrirse, para poder dar cuenta del sustrato ideológico-político del proceso.
Por un lado se identifica la legitimidad de origen, que estaría dada por la “situación caótica en la que se encontraba el país a causa del peronismo”, la legitimidad de ejercicio, vinculada a la capacidad de las FFAA para poner en vigencia un nuevo orden y, por último, la legitimidad de fines, que se derivaría de los objetivos de reinstauración republicana. En la intersección de estos tres reclamos de legitimidad, intentará Morresi hallar la ideología del último régimen militar.
Para mostrar cómo fueron procuradas ideológicamente estas distintas legitimidades, el autor estudia las obras de Jaime Perriaux y Ricardo Zinn.

Analizando la trayectoria del abogado Jaime Perriaux (1920-1981), destaca su influencia en la gestación y desarrollo del Proceso de Reorganización Nacional. Siguiendo al filósofo español Ortega y Gasset, quien distinguía las generaciones de filosofía pacífica, que se sienten a sí mismas como fruto de ideas anteriores, y las generaciones de filosofía “beligerante”, como aquellas que perciben al pasado como urgente de reformar de raíz, adscribe a su caracterización sobre aquella época. Para Perriaux también era una época de beligerancia. Era necesario destruir el mundo de la sociedad y el Estado demagógico para reemplazarlo por un nuevo orden liberal-conservador. Y, esta operación “destructiva/formativa”, no puede estar a cargo de la masa, sino que es una tarea de una “escasa minoría”.
En este punto creo que es interesante observar la fuente de Alvaro Alsogaray. Si bien el texto intenta sentar las bases liberales para un eventual plan de gobierno en el ’89, sigue esta misma lógica “beligerante”. Insiste en unanimidad en la opinión pública en reclamar un cambio de modelo político económico. Es taxativo en cuanto a la caracterización sobre el “modelo socialdemócrata” (tanto del peronismo como del radicalismo), y su agotamiento.
Siendo parte Perriaux del grupo editorial de la publicación Demos, de considerable influencia entre los jóvenes antiperonistas, comenzaron a preparar los planes de gobierno para cuando se lograra derrocar al peronismo. Luego del golpe del ’55, Perriaux comenzó a realizar reuniones periódicas en su casa para discutir política, derecho, economía. Ese ámbito fue el semillero del llamado “Grupo Azcuénaga”, que años más tarde sería espacio de reunión de los impulsores del golpe del ’76 y cuadros del Proceso. Inmediatamente después de que Cámpora asumiera el gobierno, el abogado y su grupo comenzaron la lenta tarea de reunir voluntades y apoyos para un gobierno militar que veían como única salida: el cual debía reorganizar el país política, económica y culturalmente. Militares, banqueros, intelectuales, empresarios del agro y la industria, comenzaron a frecuentar a Perriaux. Si bien parecería encontrarse entre estos personajes polos ideológicos opuestos, como liberales pragmáticos o conservadores tradicionalistas, gracias al anfitrión, ambas visiones podían compatibilizarse en un proyecto común encabezado por las FFAA, cuyo objetivo principal era el disciplinamiento. Por primera vez militares anticomunistas, conservadores reaccionarios, liberales pragmáticos y doctrinarios, y empresarios de convicciones ambiguas, coincidían tanto en el diagnóstico como en la receta.

Dentro del grupo de los “empresarios de convicciones ambiguas”, Morresi analiza el caso de Ricardo Zinn (1926-1995). Contador público, ejecutivo de empresas, y banquero, fue funcionario de las presidencias de Onganía, Levington, Lanusse y Martínez de Perón. Fue asesor económico durante la dictadura del ’76, pero de manera informal. Con la vuelta a la democracia, Zinn se acercó tanto a la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), como a la Ucedé de Alsogaray y a la Fundación de Invesltigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). En la fuente del FIEL puede observarse tanto la propuesta de reforma del sector público, como la intrínseca relación entre la Fundación, los sectores empresarios y la ideología liberal. El rol específico del FIEL será analizado por Hernan Ramirez (2010) en su texto.
A pesar de la escasa producción intelectual del empresario, obtuvo amplio reconocimiento en sectores de poder, tanto por sus conexiones (empresariales y políticas), como por las ideas plasmadas en el libro “La Segunda fundación de la Republica” (1976). Dicho libro sintetiza, dirá Morresi, la ideología liberal conservadora que imperó durante el Proceso de Reorganización Nacional. El libro termina con una sección propositiva, referida a un plan de gobierno a futuro para el PRN. Básicamente plantea que es necesario reformar o reemplazar la Constitución por un cuerpo legal que garantice la presencia permanente de las FFAA en el gobierno. En este punto, si bien parece tomar Zinn distancia de los planteos de otros conservadores liberales, Morresi plantea que las diferencias son de forma y no de fondo: todos están de acuerdo en que el PRN debe gobernar en solitario durante un tiempo, pero discrepan en cuanto a la forma de institucionalizar el rol de las FFAA una vez superado “el periodo crítico”.

Morresi reconoce en los gobiernos dictatoriales argentinos dos fuentes de apoyo civil enfrentadas entre sí: los “nacionalistas” y los “liberales”. Esta división se fue desdibujando en los setenta. Al interior de las fuerzas armadas, podían observarse esta misma divergencia, a pesar de que ambos sectores apoyaban la lucha antisubversiva. Sin embargo, dirá el autor, fue un tercer sector, llamado “moderado”, que se mantenía en un punto equidistante de los otros dos, el que marcó la pauta político-ideológica del PRN. Nuevamente Morresi insiste en este liberal conservadurismo fue el amalgamiento entre nacionalistas y liberales. Este ideario se resume como “libertad, pero dentro de un orden jerárquico establecido”. Si bien sostiene que el Proceso contó con esta ideología política como sustento y horizonte, no afirma que la dictadura fuese sistemáticamente coherente con el ideario liberal-conservador. Las contradicciones prácticas del último gobierno de facto parecen ser, según el autor, producto de una lucha interna de poderes e intereses que de proyectos ideológicos dispares.

Por último, Morresi critica la interpretación realizada por Perriaux sobre el novelista inglés Gilbert Chesterton en su plan de gobierno que presentó desde la Sociedad de Estudios y Acción Ciudadana (SEA) a Videla. En vez de respetar las tradiciones populares, como proponía Chesterton, el liberal conservadurismo buscó justificar su “democracia de los muertos” procurando una república tutelada por las elites y basada “en los muertos” de la dictadura. Esta “democracia de los muertos” fue la que, según Morresi, sirvió como terreno de para que gran parte del proyecto liberal-conservador, transformado por el prisma de la ideología neoliberal, finalmente pueda imponerse después del ’83. El proceso fue el espacio, entonces, que posibilitó el surgimiento de la nueva derecha argentina.

  Hernán Ramírez realiza un análisis sobre las genealogías del consenso en Brasil y Argentina entre 1961-1991. Parte de la idea de que, la ola neoliberal que asoló el continente latinoamericano, fue consecuencia de un lento proceso que permitió que tales ideas prosperasen y conquisten legitimidad hasta convertirse en hegemónicas. Es decir, la elaboración de políticas públicas englobadas como producto del Consenso de Washington no fue, únicamente, una imposición desde el exterior, sino que recorrió un extenso camino, en el cual grupos empresariales y una nueva tecnoburocracia, en consonancia con fuerzas internacionales, entrelazaron sus intereses en torno a diversos institutos económicos, los cuales tuvieron la labor de diseñarlas y emprenderlas. Esos actores y sus organizaciones colocaron la lucha ideológica en un lugar central de la confrontación política y social.

Dejando de lado la minuciosa comparación entre los procesos de transformación de Argentina y Brasil, donde el autor reconoce características generales comunes, pero también diferencias notables, cabe señalar la incapacidad que en ambos casos presentaban los empresarios y los intereses norteamericanos para utilizar estructuras partidarias de derecha, que nunca consiguieron afirmarse como opción de poder. Por este motivo, algunos sectores de la clase dominante tuvieron que participar de forma directa en la lucha ideológica y política, interviniendo tanto en el plano de la administración estatal, como reforzando viejas organizaciones corporativas y creando otras nuevas, con estructuras más apropiadas para el embate ideológico. Estas nuevas entidades se caracterizaron por una fuerte construcción discursiva y un nuevo repertorio de acciones, que su carácter privado les habilitaba.

En este marco fueron creadas en la Argentina la Fundación Mediterránea y la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas. El autor señala que dichas instituciones no fueron únicamente respuesta al aumento de los conflictos sociales en el ámbito de la sociedad civil y en relación al Estado, sino también venían a llenar algunos vacios dejados por las entidades corporativas tradicionales, como la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación General Económica (CGE). Estas últimas, si bien tenían mayor exposición pública, contaban con una menor cohesión ideológica que las nuevas entidades, ya que intentaban congregar a la totalidad del sector, contenían divisiones internas y “sufrían” la alta intromisión del Estado. La tarea de diseñar políticas públicas fue delegada, entonces, a estos nuevos institutos, los cuales recibirían cuadros y recursos materiales de las viejas estructuras.
Estos agentes, paralelamente, en su enfrentamiento con otros actores sociales, utilizaron la estrategia de vaciamiento o eliminación de otros institutos, tanto privados como estatales, que pudiesen contrariar sus intereses, ya sea en el plano de la acción política concreta como en la construcción discursiva. En el caso argentino, se observa en el Instituto de Estudios Económicos y Financieros de la CGE, como en el Instituto Di Tella, en cierta forma.

Para dar cuenta del proceso de construcción de un cuerpo común de ideas y prácticas referentes a la elaboración e implementación de ciertas políticas económicas, así como también del entramado de intereses que lo sustentaba para la toma de decisiones estatales, el autor analiza la trayectoria de la Fundación Mediterránea, nacida en 1977, y FIEL creada en 1964 por las entidades corporativas de la cúpula de la burguesía argentina.

En sus inicios, el FIEL se dedicó, en general, a realizar estudios microeconómicos y econométricos. Dentro de los estudios de la Fundación se destacan: “Argentina: hacia una economía de mercado”; “Argentina: la Reforma Económica 1989-1991, balances y perspectivas”; y “Hacia una nueva organización del federalismo en Argentina”. Dichas obras tenían como objetivo dar a conocer una extensa línea de políticas del liberalismo económico ortodoxo a ser aplicadas en el país, con las cuales los miembros de la entidad participarían del debate y agenda de reformas durante los años ochenta y noventa.

Cabe destacar que la Fundación Ford, entre otras instituciones, financiaba estudios de posgrado de los miembros de FIEL en el exterior, quienes supervisarían o llevarían adelante dichos estudios.
Ramírez señala como una particularidad de FIEL el dilema que enfrentaban los grupos dominantes para controlar los cuadros técnicos, cuyos orígenes sociales eran diferentes y, hasta cierto punto, distantes de sus órganos de dirección. Los miembros de FIEL que ocuparon cargos en la estructura estatal pertenecían, efectivamente, a sus órganos directivos y no a sus cuadros técnicos.
Otra tensión y desencuentro tuvo que ver con los intereses encontrados de los asociados a de los de la institución. Concretamente, el autor analiza  el conflicto que suscitó la obra “Protección de los derechos de propiedad intelectual. El caso de la industria farmacéutica en la Argentina”. En dicho embate, se encontraba, por un lado, las empresas multinacionales, líderes en investigación y con poder de lobby, que presionaban para que fuese adoptado un régimen de patentes medicinales; y por otro lado, laboratorios nacionales mucho más débiles, para los cuales sería difícil competir en el caso de tener que respetarse dichos “derechos”. De tal forma, el problema no era apenas técnico, sino sectorial.

“El Fracaso del estatismo: Una propuesta para la reforma del sector público argentino”, fue la obra clave del pensamiento de FIEL. Puede observarse en la fuente la propuesta sector por sector en detalle. Resulta interesante el apartado referido a la educación, donde se la aborda, claro está, desde la óptica liberal de oferta y demanda, en búsqueda de ahorro de gastos.
FIEL pudo poner en práctica muchas de sus medidas propuestas, ya que tuvo una participación significativa en la estructura estatal, y como formadora de opinión durante muchas décadas. Con el retorno a la democracia, la Fundación encontró dificultad para adecuarse a los nuevos tiempos, cediendo lugar a su rival, la Fundación Mediterránea, que había conseguido una mejor reconversión.

El caso de Cavallo da cuenta de la capacidad de adaptación de la Fundación. Habiendo sido presidente del Banco Central durante la dictadura, ministro de un gobierno peronista y de otro radical se observa la habilidad de la Fundación Mediterranea, como así también la fuerza que fue ganando el recetario neoliberal. En la fuente de Cavallo, donde son retomados los estudios de la Fundación, podemos observar su propuesta, alineada al recetario neoliberal: achicamiento del gasto público, apertura comercial, paridad cambiaria, eliminación de retenciones, etcétera.
La contribución de la Fundación acerca de la convertibilidad, si bien no fue tal idea una novedad en el ámbito económico, es uno de los pilares de su pensamiento. De esta manera, el éxito de Cavallo, el suceso de la convertibilidad y su vigencia por una década, fue producto de los recursos invertidos por la Fundación en su formación y del sustento que dicha idea poseía por parte de poderosos grupos empresariales locales y mundiales.

Por último, el autor señala que fue fundamental el pasaje de estos cuadros técnicos por universidades extranjeras, principalmente norteamericanas, a partir de los años setenta. Allí, además de incorporar ideas, entrelazaban redes que serían fundamentales para su inserción y sucesos futuros. Claro está que dichas redes demandaban algunas contrapartidas, siendo la lealtad la más importante.


  Ana Gabriela Castellani, por su parte, analiza económicamente las reformas neoliberales propuestas por el Consenso de Washington, partiendo de la base de que dicha visión era la hegemónica por entonces. Su preocupación reside, por un lado, en analizar por qué las reformas no tuvieron los resultados prometidos y, fundamentalmente, cuales son las trabas que las mismas introducen a la hora de revertir el actual nivel de subdesarrollo económico y social.

Dos hipótesis estructuran su estudio: la primera de ella sostiene que el diagnóstico realizado por el Consenso de Washington respecto a las causas que llevaron a América Latina en general, y a la Argentina en particular, fue “equivocado”. La segunda afirma que durante la década del noventa, y como consecuencia de la consolidación del modelo neoliberal, se afianza una particular forma de relación entre la cúpula empresarial y el Estado, que impide la conformación de un proceso de desarrollo endógeno.
En primer lugar la autora presenta las bases teóricas del “pensamiento único”, es decir, de la perspectiva neoliberal. Realiza una comparación entre Milton Friedman, exponente del pensamiento neoliberal del siglo XX, con el reciente enfoque denominado “Escuela de la Economía Política Positiva”, también encuadrado en la perspectiva analítica neoliberal. La divergencia fundamental entre ambas es la propuesta en cuanto a las formas de intervención estatal. Para Friedman, es necesario que el Estado intervenga para desregular la economía. Arribar a un Estado Mínimo implica el otorgamiento de un rol fundamental a la acción estatal, paradójicamente. La perspectiva de la Economía Política Positiva, en claro contraste con Friedman, señala la existencia de distintos tipos de Estado y, por ende, de diferentes formas de intervención estatal. No plantean la intervención estatal para desregular en pos de armar un Estado mínimo y luego retirarse dejando que el mercado actúe por sí sólo, sino que rescatan la intervención estatal en forma constante como condición indispensable para mejorar el funcionamiento del mercado. Básicamente, la propuesta central de este último enfoque es la de construir un modelo efectivo de política económica que preste atención a la interacción entre economía y política, sin subestimar ninguna de las dos instancias, aunque tendiendo siempre a liberalizar al máximo el funcionamiento de los distintos mercados, dirá la autora.

Para respaldar su primera hipótesis, Castellani analiza el diagnóstico elaborado por el Consenso de Washington respecto al estancamiento económico de la década del ochenta. El diagnostico era muy crítico del “modelo populista de industrialización sustitutiva”. La idea central era simple: la razón del estancamiento de las economías latinoamericanas es la persistente intervención estatal sobre la actividad privada. Nuevamente puede observarse de manera clara esta visión en la fuente de Alvaro Alsogaray.
Dicho diagnostico logró imponerse y delimitó los márgenes de acción posibles. Los organismos internacionales de crédito construyen, entonces, una propuesta de superación de la crisis, explicitada en los diez puntos del Consenso de Washington. Sintéticamente: mantener la disciplina fiscal; recortar el gasto público; realizar una reforma impositiva; liberar el mercado de capitales; fijar un tipo de cambio; liberar el comercio exterior; atraes inversiones externas; ejecutar un plan de privatizaciones; desregular los diferentes mercados; establecer derechos de propiedad. Todas las recomendaciones apuntan a ampliar la esfera del mercado y a disminuir al mínimo la intervención estatal.

La propuesta del Consenso de Washington recibió críticas desde el estructuralismo, y de pensadores neoinstitucionalistas. El tema del papel del Estado en los procesos de cambio comenzó a ser una de las máximas preocupaciones de los círculos académicos. El Banco Mundial dedicó en 1997 su informe anual a este tema. Allí aparecen delineados los aspectos centrales del llamado Consenso Post-Washington. Este nuevo Consenso propone la construcción de un Estado eficaz como condición necesaria para el desarrollo, tanto económico como social, cuyo rol es ser el complemento de los mercados “como socio y promotor de la actividad privada”.

Durante la dictadura iniciada en 1976 se realizó uno de los ajustes más radicales sobre la economía argentina, a punto tal que se logró desmantelar la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones y se reemplazó por un modelo de valorización financiera.
En este sentido, analiza la autora las consecuencias producidas en la estructura social de estas transformaciones, y en la dinámica de la relación entre los diversos actores, para respaldar su segunda hipótesis. La reestructuración impulsada por la dictadura conformó una estructura social excluyente, desigual, concentrada y sin atisbos de modernización, dirá. Pero, para los grandes agentes económicos, las consecuencias fueron diferentes. Al analizar la evolución de la cúpula empresaria durante todo el periodo, se observa que varias empresas obtuvieron amplios niveles de ganancia extraordinaria, al verse beneficiadas por la política económica. Este proceso de enriquecimiento de un sector social generó la conformación de un nuevo “bloque de poder” en la Argentina, compuesto por grupos económicos y empresas internacionales, que ejercieron a través de canales de representación más o menos formales una presión permanente sobre el Estado para mantener su posición de privilegio.
La crisis hiperinflacionaria del ’89 tuvo un efecto disciplinador sobre los sectores populares y sobre los representantes de sus intereses. Se generaron las condiciones para aceptar la inevitabilidad de las reformas estructurales propuestas por los organismos de crédito internacional y los economistas neoliberales locales. Las reformas estructurales, sintetizadas en la apertura comercial, privatizaciones y desregulación, profundizaron los rasgos represivos del modelo de valorización financiera iniciado en 1976.  A su vez, el desmantelamiento del modelo nacional popular y la conformación de un nuevo modelo neoliberal supuso, una fuerte transformación del escenario, de la estructura de oportunidades y el marco en el que desarrolla el conflicto social, que modificó también las formas de protesta social.

La década del noventa es caracterizada por la autora como aquella en la que se logró articular un bloque hegemónico, compuesto por diversas fracciones de la burguesía nacional y por los acreedores externos, que logró imponer su mirada sobre la crisis, y luego promovió un conjunto de políticas inspiradas en el Consenso de Washington, que le permitieron acumular ganancias y transferir capitales al exterior, apelando a la intervención estatal para garantizar la continuidad de los mecanismos de transferencia de ingresos. El punto clave del análisis de Castellani es el énfasis que pone al vínculo entre la política desarrollada durante la dictadura militar y la reforma estructural de los ’90.


Bibliografía obligatoria:

. Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4878/pr.4878.pdf
. Castellani, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf
. Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7, No.3, Primavera 2010, 185-218. Disponible en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdfFLACSO

Fuentes:

. Domingo Cavallo, "Volver a crecer" - 3 capítulos: pp. 11-34, 69-81 y 130-160 (Nota: Este libro y varios otros pueden consultarse en internet en:http://librosdigitalesfree.blogspot.com/2009/03/domingo-felipe-cavallo-pack-6-libros.html).
. Alvaro Alsogaray, "Bases liberales para un programa de gobierno", pp. 11-64.
. FIEL (sin indicación de autor específico), "El fracaso del estatismo", Editorial Planeta, selección.

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Aporte de Ariel:

Sergio Morresi: “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional
El autor indaga acerca de las características y principales actores en torno al sustento ideológico que posibilita y acompaña el último gobierno militar, en el llamado Proceso de Reorganización Nacional. En esta línea trabaja la hipótesis de             que a pesar de haber diferencias entre los grupos que lo conformaban, el liberalismo conservador como doctrina general aglutinadora posibilita la concurrencia e interacción de estos grupos. Morresi realiza distinciones entre el liberalismo conservador, liberalismo y conservadurismo a secas. No obstante, los rasgos estructurales son los mismos: Protección de la propiedad privada (incluidos los miedos de producción), protección del mercado de trabajo, concepción de un Estado con funciones limitadas, entendiendo la economía autorregulada por el imperio del mercado y un Estado que gobierne lo menos posible. Pero a diferencia del liberalismo clásico, el liberalismo conservador valora el orden social de tipo jerárquico, y si bien asume la idea liberal de libertad, considera que ésta debe estar fijada entre límites más estrechos de los que los liberales clásicos exponían.
En este sentido, y de forma retrospectiva, la ideología de la elite gobernante independentista Argentina y de los pensadores como Sarmiento y Alberdi sostenían un liberalismo conservador en el cual lo esencial era crear un poder unificado que impida la guerra civil, es decir que garantice el orden, y la necesidad de una “cultura política” que hiciera posible la incorporación de los criollos a la vida política. En este sentido, los ideólogos de la dictadura militar, conformada en sus distintos exponentes, expresan una recuperación de estas ideas del liberalismo conservador de la generación del 80`, a través de las cuales veían la posibilidad de creación de un fuerte poder, capaz de inaugurar una etapa de reinstalación de derechos y deberes republicanos, a los que paulatinamente, y luego de un período de “educación” del ciudadano, se lo incorpore a la vida política en una democracia limitada y estrictamente controlada por ese poder.
Entre los numerosos exponentes, Morresi se detiene en la biografía y principales concepciones de dos de ellos, Jaime Perriaux y Ricardo Zinn. El primero, influido filosóficamente por Ortega y Gasset, sostenía la necesidad refundar la sociedad, destruyendo la sociedad heredada y el Estado demagógico para reemplazarlo por un nuevo orden conservador. El proyecto de la nueva generación del 80`, implicaba  la confluencia de militares anticomunistas, conservadores reaccionarios, liberales pragmáticos, liberales doctrinarios y empresarios, compartiendo un solo diagnóstico, el de eliminar la guerrilla y ordenar la economía, encarnados en un proyecto de erigir un estado autoritario capaz de reorganizar jerárquicamente la sociedad. Ricardo Zinn, ideólogo del plan económico de Celestino Rodrigo, impulsor de la creación del CEMA, ya en democracia se une a la Ucedé de Alsogaray y se acerca a FIEL. Con Menem en el gobierno participa en el grupo de asesores para las privatizaciones de ENTEL y SOMISA y más tarde de YPF. No hay muchas discrepancias en el seno de la concepción liberal conservadora respecto a la larga duración que asumen debe prolongarse el Proceso de Reorganización Nacional, las diferencias surgen en cual sería el marco jurídico que formalice el rol de las fuerzas armadas una vez cumplido el primer “período crítico”. En este sentido, a pesar de que el gobierno dictatorial no logró consolidarse como sistema político, sin embargo alcanzó el propósito que su círculo intelectual se proponía:  dar lugar a un nuevo orden ético-político sobre el que más adelante pudo montarse la ideología neoliberal.
Ana Gabriela Castellani: “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”
La autora analiza en torno a 2 hipótesis el programa de restructuración neoliberal puesto en marcha a través del Consenso de Washington, con motivo de las crisis en Latinoamérica durante los años 80`, el cual concluía que la excesiva intervención del Estado derivó en los desequilibrios económicos de las últimas décadas. La primer hipótesis sostiene que el Consenso de Washington realiza un diagnóstico equivocado de las causas que llevaron a la crisis latinoamericana. Particularmente en Argentina, no son tenidas en cuenta las medidas estructurales adoptadas durante la última dictadura militar, poniendo fin a un régimen económico, político y social amparado en el modelo industrial sustitutivo, concluyendo de esa manera que la regulación del Estado en la economía es el principal factor de crisis.
La misma argumentación sostiene FIEL en el texto leído para esta clase, sin tener en cuenta la interrupción del proceso industrial, el cual deviene en un marcado proceso de desintegración del aparato productivo, junto a una creciente concentración del sector empresario, que redunda además en la desintegración en términos sociales y políticos.
El Consenso de Washington adopta la perspectiva teórica liberal de Friedman, el cual sostiene que el Estado solo debe intervenir para asegurar la completa libertad de mercado, logrando su total  desregulación, de manera tal de asegurar la libre competencia de quienes allí actúan. En tal sentido, el diagnóstico que se realiza sobre el ciclo populista, deviene un círculo de inicio, auge, caída y reinicio del ciclo provocado por la intervención del Estado regulando la economía.
Durante la dictadura, la desarticulación del régimen sustitutivo genera un brusco cambio en la composición de los bloques antagónicos que se disputaban el régimen político de industrialización (eje capital-trabajo), desplazándose el núcleo de disputa hacia el interior de las fracciones dominantes, como corolario de sus transformaciones, y producto del nuevo modelo de acumulación basado en la valoración financiera. Las consecuencias de estas políticas marcadas por el endeudamiento externo y el creciente déficit fiscal marcan los límites del gobierno radical al tiempo que facilitaron la entrada y asimilación rápida de los diagnósticos neoliberales señalando al Estado populista y  su intervención como el origen de la crisis. La crisis hiperinflacionaria, expresión de la lucha entre fracciones del capital y al tiempo disciplinador de vastos sectores sociales, allanan el camino para la profundización de la asimilación de las políticas neoliberales llevadas a cabo en los 90`, basadas en la insistencia de la liquidación del Estado.
El profundo proceso de concentración de capital que tiene lugar en los 90´ producto de la desregulación de la economía y demás restructuraciones económicas propiciadas por el ya instalado discurso neoliberal, tiene directa relación con el vínculo que se establece entre el accionar del Estado y los procesos de crecimiento empresarios. Esta es la segunda hipótesis de la autora, donde el Estado es subsidiario y garante a través de mecanismos regulatorios de la obtención de ganancias por partes del capital. En consecuencia, se derivará no solo en resultados contrarios a los auspiciados por el Consenso de Washington, donde se aseguraba que las medidas de liberalización y desregulación llevarían a un proceso virtuoso de crecimiento económico, sino que por el contrario se convirtieron en su principal traba, generando profundos desequilibrios distributivos, procesos recesivos y crecimiento sistemático del desempleo.
Hernán Ramirez: “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991”
En el texto se propone la idea de repensar la noción de imposición foránea de las políticas neoliberales en Latinoamérica, desde el Consenso de Washington, dando cuenta además de una multiplicidad de factores locales e internacionales que determinaron la asimilación de medidas ortodoxas en la región. En términos institucionales, y a nivel internacional, el surgimiento de los organismos internacionales de financiamiento (FMI, BM) pasan a cumplir una función de tutela de las políticas económicas adoptadas por los Estados, tomando a la economía en su concepción científica y académica como su principal factor de legitimidad. En torno a ello, y en los contextos nacionales, transformaciones institucionales similares tuvieron lugar, entrelazándose con las medidas ortodoxas impulsadas por los organismos internacionales y el consenso de Washington, reconfigurando, al tiempo que desplazando, los anteriores andamiajes institucionales tecnocráticos.
Surge un nuevo desarrollo tecnoburocrático al margen de las estructuras partidarias que se diferencia de las formas tecnocráticas tradicionales. Estas se constituyen en torno a una identidad legitimada en el dominio del discurso económico con fuerte base econométrica, amparada en cursos de Universidades Norteamericanas y a la pertenencia a redes internacionales de instituciones académicas y financieras. Las dificultades para consolidarse en el poder en torno a estructuras partidarias de derecha, planteó la necesidad de crear nuevas estructuras con las cuales intervenir en la luchas políticas e ideológica que les permita llegar al control estatal. De allí, el análisis de los casos de Brasil con la creación del IPES, y de Argentina, con la formación de FIEL (1964) y la Fundación Mediterránea (1977).
Asumiendo el rol que estas instituciones propiciaron en tanto grupos de presión en la deslegitimación de gobiernos democráticos, en la incitación y dirección de golpes de Estado, y legitimación de gobiernos de facto, el texto hace foco en la manera en que un conjunto de ideas y concepciones teóricas impulsadas por estas instituciones dieron sustento a las políticas económicas de los gobiernos militares y luego a los democráticos, convergiendo mas tarde con la estructura principal de las concepciones impulsadas en el consenso de Washington. De esta manera se comprende cómo ciertas concepciones, como la convertibilidad, fueron sostenidas por una década gracias al gran espectro de consenso técnico e ideológico amparado en un economista (Cavallo) formado en estas instituciones y con las credenciales de la más prestigiosa Universidad norteamericana de negocios. En tal sentido, expresa la necesidad de obtener legitimidad en el centro del capitalismo, colocándose en el medio de la confrontación social y política al auto calificarse como propietario de la salud económica de la región. De allí que desplazan el discurso político de nociones nacionalistas a la mera racionalidad técnica, de modo de prescindir de aquellos y solo precisar del lenguaje técnico económico para legitimarse.
De este modo, concluye Ramirez, la asimilación de las políticas económicas propiciadas por el Consenso de Washington fue posible gracias a la existencia de estas instituciones, que fueron preparando el terreno, censurando adversarios teórico/políticos, para lo cual se asociaron a los regímenes dictatoriales para perpetuarse luego en los gobiernos democráticos venideros.
FIEL: “El fracaso del estatismo”, Una propuesta para la reforma del sector público argentino (1987)
El texto comienza haciendo referencia al fracaso de la solución del Estado como regulador de la economía en respuesta a las soluciones que el mercado no podía brindar en materia de distribución regional del ingreso, en brindar educación y salud, a través de la regulación de la actividad privada.
En un diagnóstico que denota la absoluta carencia de análisis histórico, cae en plena contradicción al argumentar el “fracaso” del Estado como regulador de la política económica en indicadores tomados al momento de la publicación del texto (1986/7) en comparación con décadas anteriores. Asi sostiene, por ejemplo, que el PBI por habitante de 5,5% es inferior al de 30 años atrás, es decir, comparado al registrado al término del segundo gobierno peronista, donde precisamente la política económica se zanjó en un desarrollo estructurado por una fuerte intervención estatal en el marco de un modelo económico industrialista. Señala también el mayor índice de desempleo registrado desde los “últimos once años”, es decir, desde que se implementaron las políticas ortodoxas de desregulación financiera y comercial y se produce el mayor deterioro del tejido industrial y de la gestión pública. Del mismo modo, señala las carencias del sistema público educativo y de salud,  desconociendo nuevamente el sistemático proceso de deterioro de la capacidad del Estado con el inicio de la valorización financiera.
Partiendo de la base de este tipo de diagnóstico, absolutamente disociado del análisis histórico, político y social, es que plantea los principales lineamientos del “fracaso” del modelo intensivo en Estado, describiendo en realidad el proceso de crisis y liquidación del modelo de acumulación sustitutivo. De este modo concluye que los motivos se deben tanto a sus objetivos desproporcionados o contradictorios (como el brindar educación o salud gratuitos para todos los habitantes, un contrasentido con la lógica de eficiencia y productividad, pautas básicas para una economía eficiente, según la ortodoxia), como con los instrumentos utilizados para ello (financiación con impuestos que crea déficit crónico, brecha fiscal, inflación, endeudamiento, etc, en lugar de fijar precios o aranceles). Esta ineficiencia se explica por la ausencia de mecanismos competitivos, exceso en el centralismo en la toma de decisiones, ignorancia del análisis de costo-beneficio al decidir la conveniencia de implementar un servicio público, la prestación directa de bienes y servicios que genera la empresa pública (a través de la cual solo se fomenta       la carrera electoral del partido gobernante incrementando la burocracia interna y los focos de corrupción). Junto a esto, la regulación excesiva provocó imposibilidad de la competencia generando el abuso en la conformación de monopolios naturales.
Respecto a la educación, sostiene que la obligación constitucional de garantizar la educación no significa la producción directa por parte del Estado, sino la igualdad de oportunidades para acceder a ella, y esto es solo necesario garantizar en los primeros niveles educativos, luego la educación se convierte en un “producto privado”, en el cual se propone: descentralización transfiriendo a las provincias, transferencias del 50% de la educación media a establecimientos privados (asumiendo que la mitad de la población puede afrontar el costo), implementar exámenes de ingreso de manera de disminuir las posibilidades de “fracaso” y  costos, la necesidad de volver a criterios de “méritos” para “mostrar signos de superación”. En materia previsional, se debe solo garantizar un haber mínimo, y complementar los haberes jubilatorios futuros capitalizando los ahorros individuales, interrelacionando los sistemas público (llevado a su mínima expresión) y privado.
La profunda reforma del Estado se precisa realizar para que el mismo recupere la respetabilidad que ha perdido al fracasar en los objetivos propuestos antes descriptos. En este sentido, sostiene que es inútil discutir tales reformas dado el estancamiento de la economía de los últimos años, para lo cual es necesario orientar los recursos privados a las actividades económicas, descentralizar lo más posible las funciones que queden en el Estado, de manera de permitir el mayor control del ciudadano y el usuario, una desregulación integral que permita accionar al máximo los mecanismos del mercado, preservando la competencia, que a la vez permite controlar los mercados monopólicos y proteger al consumidor.
Domingo Cavallo: “Volver a Crecer” (1984)
El estado económico estancado característicos de los últimos 30 años (desde 1984) se debe a haber estado 50 años enredados en discusiones ideológicas entre posturas polarizadas (socialismo vs capitalismo, agroexportación vs sustitución de importaciones, etc) y estar en un desarrollo que no se define (“socialismo sin plan y capitalismo sin mercado”). En este sentido, el excesivo estatismo ha degradado el uso del presupuesto al tiempo que se limitaron las prácticas de la libre competencia, a causa del intervencionismo del Estado. En consecuencia, se obtiene un socialismo caótico y un capitalismo sin competencia.
Sostiene que no necesariamente el gasto social se asocia con la ineficiencia económica (a diferencia de FIEL). Pero a raíz del voluntarismo político irracional es imposible conseguir los resultados deseados por más voluntad que se ponga, ya que la esencia del problema económico sobrepasa la solución posible en la realidad. Es así como la inflación se convierte en un impuesto no legislado, producto de que el gobierno quiere gastar más de lo que tiene. O en la intromisión del estado en el control de los precios como política antiinfacionaria. O la tendencia a la forma en la que se debilitan las relaciones con los países desarrollados en el afán de criticar la posición de poder de aquellos. Mas “efectivo” es aceptar la realidad, “aprovechando las circunstancias internacionales así como se dan” para “acrecentar el poder nacional” con progreso económico. Estos efectos del “realismo” son los que se precisan según el autor para logar un sostenido crecimiento.
Ignorando todo tipo de conflictividad de intereses sociales, y hechos histórico-políticos, sostiene que solo el rápido crecimiento de la economía es capaz de asegurar el incremento del salario real y una mayor participación de los trabajadores en el ingreso.
Respecto al sistema cambiario y política comercial externa, sostiene que debe dejarse que el mercado cambiario fije el precio de las divisas, estableciéndose automáticamente una paridad cambiaria lo suficientemente alta como para mantener un superávit comercial. En contraposición a las políticas de paridad cambiara (convertibilidad) adoptadas años más tarde en el marco de la hiperinflación, sostiene que no hay riesgos de que la paridad elevada convenientemente baje artificialmente, ya que la apreciación del peso expresado en el fenómeno de la “plata dulce” del 79-81 produjo una pérdida de aceptabilidad social a tal paridad entre el dólar y el peso. Al tiempo  que la elevada deuda y la escasez de financiamiento internacional alejan la posibilidad de financiar un dólar barato.
Alvaro Alsogaray: “Bases liberales para un programa de gobierno” (1988)
Escrito en 1988 el autor describe una larga etapa de agotamiento del sistema que denomina dirigismo económico e inflacionario, haciendo caso omiso también de los diferentes procesos de los ciclos de acumulación. Desde 1946 hasta la fecha en que escribe (1988) el común denominador es éste sistema instaurado por Perón, el cual ha variado solo en grado pero no en esencia, cuya principal característica es el avance del Estado sobre los derechos y libertades individuales.   
Proclama el agotamiento de este modelo afirmando que solo las economías de mercado pueden satisfacer las necesidades de la población. Existen 3 opciones principales, la primera es el régimen socialista, en decadencia en el mundo y sin seguidores en país, la segunda es un híbrido entre intervencionismo socialista y políticas de mercado (similar al análisis de Cavallo), imperante desde el peronismo basado en el dirigismo económico y financiada a través de la inflación, a la que adscriben tanto el peronismo como el radicalismo. La tercera, es la propuesta liberal en el marco del partido que dirige el autor (UCEDE), definida por la economía de mercado. El sistema “dirigista” pone la política por sobre la economía, lo cual implica no respetar las leyes naturales que sí rigen la economía y no pueden torcerse sin esperar serias consecuencias. De esta manera se sostiene una sólida disciplina social y el respeto por las libertades individuales en el seno del liberalismo.
El sistema económico vigente desde el peronismo, tiene 4 componentes: El estatismo, donde el Estado absorbe las mayores empresas del país y las grandes actividades; el intervencionismo, cuando el Estado sin tomar posesión sobre la propidad, regula el marco en el que se mueven las empresas (a través de control de cambios, precios, salarios, permisos de exportación, etc); el desarrollismo, que pretende forzar el desarrollo concediendo privilegios a un conjunto de empresas, dando lugar a profundas distorsiones en la economía; la consecuencia de las 3 anteriores, es la inflación, producto de una administración publica sobredimensionada, provocando grandes déficit, que no se cubren con impuestos, debiendo recurrir a emisión monetaria y toma de deuda, origen de la inflación. “El gran responsable, la causa fundamental del retroceso argentino de los último 40 años y de la crisis presente, es el sistema dirigista inflacionario imperante durante ese lapso”. El fracaso de este modelo hace indispensable removerlo de raíz y reemplazarlo por el de economía de mercado.
Es necesario restablecer las libertades individuales, y restituir capitales. Para lo cual propone un “Shock de confianza” mediante el cual generar la afluencia de capitales, provocando una drástica caída de la tasa de interés, de modo tal de lograr abandonar la especulación financiera y accediendo al conjunto de actividades productivas. Para Alsogaray, la especulación financiera es una opción obligada del capital ante la crisis a la que el modelo dirigista ha llevado al país, como única forma de resguardar su capital. No existe la valorización financiera en términos de rentabilidad y mucho menos fuga de capital con los mismos fines.
Su plan de gobierno, consta por un lado de un programa de saneamiento monetario y financiero de estabilidad monetaria; y un paralelo programa de reformas estructurales, entre las cuales desarrolla: Supresión del déficit y emisión monetaria; Privatizaciones de todas las actividades comerciales, industriales y de servicios; Liberalización de todos los mercados; Reforma del sistema bancario y financiero; Reforma de leyes sindicales (se debe bajar el costo para agrandar la producción y la rentabilidad y luego repartir, “para distribuir riqueza primero hay que crearla”, los privilegios a los que accedían las organizaciones sindicales no debe ser una prerrogativa de los trabajadores); Reforma del régimen de previsión social (al igual que FIEL, se propone un mínimo haber por parte del Estado al sector social más vulnerable y el resto privatizar, lo mismo con la salud); Reforma del Estado; Promoción de exportaciones (tanto agropecuarias, sector al cual hay que dejar libre de retenciones o trabas regulatorias, tanto como industriales, donde se debe incentivar la importación de tecnología;  no indica cómo se financiaría la importación para no caer la restricción externa).
Por último, establece una distinción entre el liberalismo clásico y el liberalismo moderno. El primero disociaba las cuestiones económicas de las sociales, las cuales no eran consideradas. En cambio el liberalismo moderno, fija en el rol del Estado las tareas destinadas para tal fin, a través de la cobertura de los servicios esenciales (vivienda, salud, seguro de desempleo, etc) para los sectores sociales más desplazados. Pero el Estado debe impulsar además el estímulo para que la acción privada actúe también en esos campos, y solo intervenir de manera directa cuando la acción privada resulte insuficiente. 

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Aporte de Agustín:

Sergio Morresi: El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional.
Sergio Morresi es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de San Pablo, Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento e investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina (CONICET). Es autor de artículos de teoría política, análisis político e historia reciente y publicó los libros “La Nueva derecha argentina y la democracia sin política” (Biblioteca Nacional, 2008) y “Saber lo que se hace. Expertos y política en la Argentina Contemporánea” (Prometeo, 2011). Su actividad se concentra en el estudio del liberalismo, el neoliberalismo y las derechas políticas.
En primer lugar debo decir que el artículo, escrito en el año 2010, me pareció innovador en el sentido que intenta diferenciar la ideología política de la última dictadura cívico-militar respecto al neoliberalismo que se impondrá en Argentina a partir de 1983. El mérito radica en subdividir una etapa (1976 – 2001) que muchas veces se presenta como un mismo modelo de pensamiento.
Para ello comienza por definir lo que entiende por liberalismo conservador, que se distingue de otros liberalismos por su énfasis en la defensa del libre mercado y la propiedad privada y su rechazo a la intervención redistributiva del Estado. En este sentido también se diferencia del conservadurismo a secas.
Morresi discutirá con otros autores que adjudican el fracaso del Proceso de Reorganización Nacional (PRN) a su incapacidad de establecer una ideología común, lo cual derivaría en una serie de políticas contradictorias. En su concepción, tales contradicciones vienen más por el lado de disputas de poder internas que por proyectos ideológicos dispares. Más allá de las divergencias que pudieran existir dentro de las Fuerzas Armadas, donde coexistían los sectores “duros” con los denominados “blandos”, también estaban los “moderados” que no sólo eran los mayoritarios en número sino que tuvieron la claridad conceptual de amalgamar dentro de un único modelo multifacético tanto a nacionalistas como a liberales. Se podría decir que ellos fueron la expresión institucional que guiará el rumbo del PRN.
Para demostrar este punto, el autor relata las experiencias de vida de dos personalidades muy activas del proceso: Perriaux por un lado y Zinn por el otro. A través de sus claros matices se intenta demostrar en qué consistió la ideología liberal conservadora, cuyas características principales son: es anti-comunista pero también anti-peronista, es propulsor del libre mercado pero con un Estado fuerte que lo guie, es contrario a la democracia pero abierto al pluralismo político (restringiendo al comunismo y al populismo), entre otras. En síntesis promover la libertad pero dentro de un orden jerárquico establecido.
La conclusión fundamental a la que arriba Morresi es que el PRN fue el espacio que posibilitó el surgimiento de la nueva derecha argentina. En este sentido la función de la dictadura fue imponer un orden social a partir del cual se puedan erigir las posteriores políticas neoliberales que gobernaron al país durante 18 años (1983 – 2001). En este sentido el autor nos brinda una mirada alternativa respecto al período bajo estudio, diferenciándose de aquellas corrientes de pensamiento que engloban a todo el proceso bajo el rótulo de neoliberalismo. Aquí se vislumbra que el PRN no instaura el neoliberalismo, sino que sirve el escenario para su posterior triunfo. En este punto se distingue de Ana Castellani, quien caracteriza a todo el período como valorización financiera, enfatizando las líneas comunes no sólo de pensamiento sino también de política económica entre la dictadura, el alfonsinismo y el menemismo, más que sus diferencias.

Ana Castellani: Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea.
Ana Castellani es licenciada en sociología y co-directora de la Maestría en Sociología Económica de la Universidad Nacional de San Martín. Tiene también un doctorado en Ciencias Sociales, es docente de la UBA y de la UNSAM e investigadora del CONICET. Se especializa en el estudio de las elites económicas, la relación Estado/empresarios y en historia económica. Escribe este artículo en mayo del 2001, aunque en la última sección (redactada un año después) relata tanto los sucesos de la crisis ocurrida en diciembre como su posterior salida mediante la devaluación y no la dolarización, beneficiando a los grupos económicos locales en detrimento del capital extranjero que había adquirido las empresas privatizadas. Es dable decir que la devaluación, lejos de ser progresiva, significó un profundo traslado de ingresos desde los sectores asalariados y pequeños y medianos ahorristas hacia los exportadores y grandes grupos concentrados.
En primer lugar se puede observar una postura muy crítica de la autora respecto del período 1976 – 2001, al que ella engloba dentro del rótulo de valorización financiera. Durante todo el artículo alerta sobre las múltiples consecuencias negativas que acarrea aplicar las propuestas neoliberales del Consenso de Washington (CW) en América Latina en general y Argentina en particular. Es que en su concepción, el CW realiza un diagnóstico falaz de las causas que originaron la crisis económica en nuestro país al no tener en cuenta ni las características distintivas de las fracciones líderes de la clase empresaria ni las graves implicancias de las políticas aplicadas durante la última dictadura militar, que modifica sustancialmente el patrón de acumulación.
Por otro lugar Castellani explica por qué la particular relación que forjan Estado y cúpula empresaria impide generar las condiciones para un desarrollo interno. Al respecto dirá que tanto la constante búsqueda de beneficios extraordinarios de las empresas más importantes del país garantizados por la intervención estatal, junto con la no realización de inversiones de riesgo impone trabas al crecimiento y exacerba la concentración económica y la centralización del capital. En este sentido la autora demuestra cómo el comportamiento de esta cúpula empresaria se independiza del ciclo económico en general, obteniendo amplios márgenes de ganancia durante toda la década de 1990.
La autora adhiere a la teoría de la estructura productiva desequilibrada (EPD) para describir la situación de Argentina durante la segunda etapa de la industrialización por sustitución de importaciones. En efecto, dice, hay un claro contraste entre el sector agrario (generador de divisas y competitivo a nivel internacional) y el industrial (demandante de divisas y opera a costos muchos más elevados que los internacionales). En este contexto critica la postura de los organismos internacionales y economistas liberales en general de aplicar una devaluación a efectos de equilibrar el balance de pagos estimulando las exportaciones y encareciendo las importaciones. Esto genera efectos negativos en países con EPD ya que el precio de nuestros productos industriales es mayor al internacional y, aunque haya una devaluación, tan situación no se modificará hasta el punto de hacerlos exportables. Además genera un efecto regresivo sobre la clase asalariada en cuanto a la pérdida de su poder adquisitivo. Por otro lado, al depender de ciertas importaciones imprescindibles en aras del desarrollo industrial, una devaluación lo que hace es encarecer el costo de tales importaciones, lo cual se traslada al precio de los bienes industriales que se consumen internamente, produciendo lo que se denomina como inflación cambiaria.
Algo interesante que menciona es cómo a través de las políticas instauradas durante el menemismo (privatizaciones, apertura económica y desregulación de mercados con la re-regulación de otros), es posible confluir los intereses de las distintas fracciones dominantes: el capital concentrado local y los acreedores externos. Se impone la visión del bloque hegemónico en cuanto a que la única solución para salir de la crisis hiperinflacionaria de fines de los 80 era a través de la aplicación de un paquete de reformas estructurales bajo el nombre de Plan de Convertibilidad. Durante esta etapa surge un nuevo tipo de empresa: las asociaciones, quienes estaban compuestas por capitales nacionales y extranjeros.
En definitiva podemos observar una visión muy similar a la esbozada por nuestra casa de estudios (FLACSO) en cuanto a la caracterización que se hace de todo el proceso de valorización financiera en general y el comportamiento de la cúpula empresaria en particular, con un Estado funcional a los intereses de los bloques dominantes. Se dilucida un claro avance del capital en detrimento del trabajo.
Creo que este trabajo sirve para entender las razones por las cuales fracasan rotundamente las propuestas neoliberales del CW, desencadenando la estrepitosa crisis económica, social y política del año 2001. La autora hace, a mi criterio, una acertada lectura de la situación argentina durante la etapa de valorización financiera desde una postura crítica y heterodoxa.


Hernán Ramírez: Genealogías del consenso: Brasil y Argentina, 1961-1991.
Se trata de otro enfoque realmente interesante e innovador, donde el autor se propone plantear otra visión respecto del origen de la oleada neoliberal que se instaura en América Latina durante las décadas de 1980 y 1990. Al respecto afirma que dicho proceso no fue resultado de la imposición extranjera de las ideas del Consenso de Washington (CW), sino que fue consecuencia de un lento proceso iniciado en la década del 60, en el cual participaron diversos actores sociales e instituciones que prepararon el terreno para que el paradigma neoliberal se pueda asentar definitivamente.
Es muy válido el aporte de Ramírez ya que generalmente, cuando se estudia este fenómeno, se da por sentado que el neoliberalismo fue impuesto en Argentina debido a la presión de organismos internacionales de créditos tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). Es innegable la influencia de estas instituciones, pero también lo es, para el autor, el rol que cumplen diversos centros de investigación y profesionales locales en cuanto a empezar a discutir estas teorías mucho tiempo antes de su real aplicación. Se fue preparando el terreno lisa y llanamente para el posterior triunfo neoliberal.
En este sentido resulta pertinente aclarar que la aplicación de políticas ortodoxas en Latinoamérica no tiene un origen causal único, sino que es resultado de una multiplicidad de factores, tanto de orden local como internacional, imbricados entre sí.
Ramírez se enfoca en los casos de Argentina y Brasil para dar cuenta del fenómeno, particularmente en el rol que cumplen algunas instituciones creadas durante la década del 60: IPES en Brasil y la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) junto con la Fundación Mediterránea en Argentina. Dichos centros de estudio se caracterizaban por aglutinar a profesionales académicamente muy formados, cuya ideología respondía a los sectores más concentrados de la sociedad. Así es como se comienza a gestar, en estos países, la semilla del neoliberalismo.
IPES se crea en 1961 y fue fundado por importantes líderes empresariales y militares brasileños. FIEL existe desde 1964 y engloba a todas las fracciones de la gran burguesía argentina. Ambos institutos profesaban posturas marcadamente ortodoxas. No sólo trabajaban en la constitución y aplicación de políticas económicas de tinte conservador, sino que tuvieron activa participación en los golpes de Estado de Brasil (1964) y Argentina (1966 y 1976), donde aquellos intelectuales ocuparían importantes cargos de gobierno.
Para integrar tales instituciones se precisaba un alto grado de formación académica, por lo que muchas veces sus miembros eran enviados a las más prestigiosas universidades norteamericanas para estar a la altura de los nuevos parámetros científicos e internacionales, todo lo cual era financiado por centros internacionales.
El lenguaje de los economistas logra sustento propio. La racionalidad técnica se va adueñando del discurso político. Se hacía cada vez más frecuente el hecho de explicar teorías económicas a través de complejos modelos matemáticos y econométricos altamente técnicos, inentendibles para el grueso de la población.
En definitiva, tanto la instauración de las dictaduras en Argentina y Brasil, así como los posteriores gobiernos democráticos de orientación neoliberal que los sucedieron, sólo se explican teniendo en cuenta la fuerte influencia de estos institutos y actores sociales que, no sólo se dedicaban a diseñar un complejo entramado de ideas, sino también a eliminar cualquier tipo de corriente opositora a ellos. De esta forma, para el autor, la postura del CW no fue una mera imposición desde el exterior, sino que recorrió un extenso camino donde importantes grupos empresariales, una nueva tecnoburocracia y fuerzas internacionales entrelazaron sus intereses en torno a diversos institutos económicos cuyos cuadros técnicos les otorgaba fuerte prestigio, sin los cuales no habrían sido factibles.
Se trata de una interesante concepción del surgimiento del neoliberalismo en Latinoamérica, pateando el tablero respecto a lo que comúnmente se piensa, y otorgando herramientas alternativas para entender dicho fenómeno. Si bien es insoslayable la presión ejercida por organismos como el FMI y el BM, el nuevo paradigma ortodoxo comienza a gestarse desde antes, y desde el propio seno de nuestra sociedad.

Domingo F. Cavallo: Volver a crecer.
Domingo Cavallo es un economista con un amplio recorrido en el ámbito político. Basta mencionar que se desempeñó como Subsecretario de Desarrollo de Córdoba, su provincia natal entre 1969-1970, fue director y posteriormente vicepresidente del Banco Provincia de Córdoba (1971-1972), subsecretario del Ministerio del Interior (1981), presidente del Banco Central de la República Argentina durante julio y agosto de 1982, diputado nacional (1987-1988) y ministro de Relaciones Exteriores (1988-1991).
De todos modos, ha quedado en el imaginario colectivo de todos los argentinos por ser el propulsor del famoso Plan de Convertibilidad siendo ministro de Economía durante la primera presidencia de Menem. Durante esa etapa gozaba de gran credibilidad, lo que lo llevó a ocupar el cargo de diputado nacional por la Capital Federal (1997-1999), además de ser candidato a presidente en 1999 obteniendo el tercer puesto con 10% de los votos, y candidato a Jefe de Gobierno en el 2000, obteniendo el segundo lugar con 33%.
Sin embargo, dos medidas altamente impopulares condenarán para siempre su carrera política, ganándose el repudio de la mayoría de la sociedad. Estamos hablando nada más y nada menos que del Megacanje y el Corralito. No hace falta ahondar en las consecuencias nefastas que tuvieron para el país.
Yendo a lo que nos compete, que es el análisis de su libro escrito a finales de 1984, el mismo pretende explicar no sólo las causas del supuesto histórico estancamiento nacional, sino las recetas que se deben aplicar para lograr un crecimiento sostenido. Para demostrar el primer punto (el estancamiento histórico de Argentina) diagrama un polémico cuadro donde figuran 32 países con su respectiva evolución en términos de producto bruto y producto per cápita desde el año 1929 hasta 1983, llegando a la conclusión de que nuestro país ha sido el de menor crecimiento, sólo superado por Honduras. Esto se debió, según el autor, a nuestra incapacidad como argentinos de hacer funcionar de manera estable y predecible nuestras instituciones políticas, a la vez que fuimos destruyendo las instituciones económicas fundamentales.
Critica el hecho de que hacia 1929 había 13 países con ingresos por habitantes menores a los de Argentina, y que 55 años después nos habían superado todos. Para Cavallo, el problema es ideológico, hemos virado entre posturas más librecambistas o más proteccionistas, al igual que por posturas donde se pregonaba más la planificación (socialismo) o el mercado (capitalismo). El inconveniente principal, dirá, es que nunca terminamos de asumir tal o cual postura, todas nuestras formas de gobierno han sido una especie de híbrido incompleto que impedía el pleno desarrollo de nuestras capacidades. En sus palabras, tenemos una mezcla de socialismo caótico y capitalismo sin competencia que constituye la peor forma de organización económica concebible a esta altura de la historia mundial. El resto de los países han sido exitosos ya que han adoptado una u otra forma de organización, pero no ambas a la vez.
De todos modos es dable decir que el cuadro que presenta el autor está lleno de imprecisiones. En primer lugar no hay distinción de etapas históricas, ni de los distintos gobiernos que se sucedieron, ni de las diferentes políticas económicas aplicadas a lo largo del período. Se engloba arbitrariamente todo dentro de estos 55 años. Segundo utiliza la medición del ingreso per cápita como único factor de crecimiento, y no lo la cantidad de bienes que se pueden adquirir con tal ingreso. Tercero no hay ninguna mención respecto al régimen de tenencia del suelo, ni a la lucha de clases, ni a la existencia de un bloque de poder hegemónico cuyos intereses se contraponen en general a los de la clase trabajadora para explicar nuestro mayor deterioro relativo respecto de otros países.
Respecto de su propuesta para lograr un crecimiento sostenido y salir finalmente del estancamiento que nos azota desde 1929, en primera instancia dice que es clave un sinceramiento, en el sentido de aplicar políticas reales que sean consistentes con las necesidades de la sociedad. No es posible crecer con demagogia.
Luego presenta de forma ordenada una serie de reformas que necesariamente debe aplicar el gobierno, que van desde el nivel de gasto público y el presupuesto hasta cuestiones impositivas, financieras, comerciales y salariales, a través de investigaciones realizadas en la Fundación Mediterránea, que ya Hernán Ramírez se encargó de demostrarnos no sólo su concepción ideológica sino su rol político.
En definitiva, la solución de Cavallo se basa en una lisa y llana apertura comercial externa, para lo cual diagrama un modelo económico contrafáctico desde donde intenta demostrar que el país hubiese crecido más entre las décadas del 50 y 70 si se hubiere hecho una política de este estilo. Es un modelo simple de dos sectores (agropecuario y no agropecuario) con una serie de suposiciones implícitas para que funcione. La conclusión a la que llega es que el mejor camino para el país era el de apertura externa junto con política fiscal restrictiva para mantener un tipo de cambio alto y, de esta manera, favorecer explícitamente al sector de mayores ventajas comparativas y productividad, el agropecuario. ¿Algún efecto negativo de aplicar esta medida? Bueno, simplemente una caída de salario real para los trabajadores, un sacrificio menor que deben hacer algunos para el crecimiento de todos (si por todos entendemos a la elite financiera, empresaria y exportadora de recursos naturales).
Por último es dable señalar una pequeña contradicción que se puede dilucidar en el libro. Si Cavallo está convencido de que la apertura y el librecambio son las soluciones que tanto necesitaba Argentina, ¿cómo explica que, según su él, el período de menor crecimiento de todo el período 1929-1984 haya sido justamente el de mayor apertura (1975-1983)?

Álvaro Alsogaray: Bases liberales para un programa de gobierno (1989 – 1995).
Ya el mismo título del libro nos puede otorgar una certera pista de cuáles serán las propuestas del autor en materia económica. El mencionado libro es escrito en las postrimerías del gobierno de Alfonsín, previo a la elección presidencial de 1989, en la que Alsogaray era justamente candidato por la Unión del Centro Democrático (UCEDE).
Vemos cierta correlación de ideas con Cavallo respecto al diagnóstico del estancamiento argentino: la adopción de un sistema “dirigista-inflacionario”, como lo llama el autor, impulsado por Perón en el año 1946 y continuado hasta la actualidad (cuando decimos actualidad nos referimos al momento en que está escribiendo Alsogaray). Este modelo, ubicado entre las economías centralmente planificadas del socialismo-comunismo y las economías de mercado propias del liberalismo llevó a Argentina por un camino inconducente basado en el estatismo, intervencionismo, desarrollismo y procesos inflacionarios (como consecuencia de los otros tres puntos). En este sentido, coincide plenamente con Cavallo en cuanto a las causas del problema.
Algo que me llamó la atención es que, si bien plantea que toda sociedad moderna se configura a partir de cuatro órdenes, a saber: el político-estatal, el jurídico, el social y el económico, otorga a éste último una importancia superior, y lo justifica diciendo que en los demás campos la voluntad humana tiene una mucho mayor libertad de acción, mientras que la economía obedece a leyes naturales inobjetables. Es llamativa la pretensión de Alsogaray de escindir la cuestión económica del aspecto social, otorgándole un carácter científico que claramente no tiene. 
En definitiva, su plan de gobierno reside principalmente en dos cuestiones: un programa de saneamiento monetario y financiero que asegure la estabilidad monetaria y la erradicación definitiva de la inflación y un programa de reformas estructurales que coadyuve al logro de los objetivos del programa anterior, asentando las bases para el crecimiento de la economía nacional. En varios pasajes del libro pone énfasis en la simultaneidad con la que deben desplegarse ambos programas, de lo contrario fallará.
Básicamente su máxima preocupación pasa por establecer un orden económico adecuado, el cual se lograría a través de la implementación de una verdadera Economía Social de Mercado que sustituya el actual sistema dirigista e inflacionario y por atraer capitales para lo que es indispensable reestablecer la confianza. Tal tarea no es posible llevarla a cabo de manera gradual, es preciso lograr un “shock de confianza” que estimule tanto la repatriación de capitales fugados al exterior como la llegada de capitales de origen extranjero.
He aquí la solución mágica que encuentra Alsogaray para el mal de todos los problemas: el shock de confianza estimularía el ingreso masivo de capitales, lo cual forzaría a la baja a la tasa de interés, repercutiendo en mayores oportunidades de inversión para los empresarios, disminuyendo el desempleo y aumentando el salario real. Todo ello llevaría al bienestar general junto con el progreso de la nación. Ahora bien, sabemos por experiencia que las decisiones de inversión son más complejas y toman en cuenta muchas otras cuestiones además de la tasa de interés, por lo que su caída no aseguraría (ni mucho menos) un aumento de la inversión. Es necesario contar, no sólo con una alta tasa esperada de retorno sino que también depende de las condiciones y el desenvolvimiento del mercado interno (existencia de demanda) así como la situación de la capacidad ociosa. Esto suponiendo que el mencionado shock de confianza funcione y atraiga los capitales, cosa que también es muy discutible.
Luego enumera una serie de políticas y medidas, de las cuales se pueden destacar: 1) la privatización no sólo de los servicios estatales sino también de todas las actividades y empresas comerciales e industriales que estén indebidamente en manos del Estado, 2) la desregulación de las actividades económicas, 3) liberación de los mercados, 4) reforma de las leyes sindicales en detrimento de los trabajadores eliminando todos los sobrecostos que tengan los empresarios, 5) reforma del Estado achicando sus funciones a las mínimas e indispensables y 6) apertura económica con fines de insertar al país en la economía mundial.
En síntesis vemos en las propuestas de Alsogaray el más puro neoliberalismo nacional, según el cual Argentina debe crecer a partir de las ventajas comparativas de su sector agropecuario, beneficios que luego se “derramarían” a la sociedad toda. Podríamos decir por suerte no ganó las elecciones, pero el que sí fue elegido presidente respetó bastante estos puntos, traicionando el nombre del partido por el cual triunfó.

FIEL: el fracaso del estatismo.
La Fundación de Investigaciones Latinoamericanas se funda en el año 1964 y se caracteriza por tener en sus filas a profesionales altamente calificados. Si bien se autodenominan como una institución independiente y apolítica, sabemos que defiende ciertos intereses relacionados con las elites conservadoras nacionales e internacionales, como bien se encargó Hernán Ramírez de demostrar.
En cuanto al contenido del libro, se puede apreciar una orientación ideológica muy similar a la esbozada tanto por Alsogaray como por Cavallo. Al igual que ellos, realiza una fuerte crítica al intervencionismo estatal y el exceso de gasto público que ello origina. Se puede apreciar un elevado contenido técnico a lo largo del texto, donde se proponen reformas concretas para orientar de una vez por todas a la economía hacia el camino adecuado. Se escribe en el año 1986.
El modelo de país que se viene aplicando desde el peronismo ha fallado, entre otras cosas por pretender cumplir ciertos objetivos que resultan desproporcionados dados los recursos disponibles (cuando no contradictorios), por la ausencia de mecanismos competitivos, exceso de regulación estatal y una mala lectura del contexto internacional, entre otros aspectos.
Es interesante observar los planteos que se hacen desde la fundación con respecto a temas absolutamente sensibles como educación, salud y sistema jubilatorio (éste último resulta el más extenso y detallado). En todos los casos la meta es la reducción del gasto en aras de la eficiencia y el ahorro de divisas. Así es como, en el primer caso, se propone explícitamente una descentralización de los servicios educativos, transfiriéndolos a las provincias en su totalidad. Además, en cuanto a la educación superior, se propone la implementación de cupos o vacantes disponibles por universidad y carrera para controlar la oferta educacional. En cuanto a la demanda la idea es aplicar un examen de ingreso y el arancelamiento de los servicios. Esto generaría un ahorro de gastos, mayor eficiencia y una simplificación de las funciones de la Secretaría de Educación de la Nación. En ningún momento se menciona el carácter altamente restrictivo de esta propuesta.
Respecto a la salud también se propone un arancel por atención en hospitales públicos, los cuales pasarían a ser entes totalmente autónomos.
De todos modos, en donde más énfasis se pone es en modificar el régimen jubilatorio, pasando del histórico modelo de reparto solidario a uno de capitalización, con la existencia de cuentas individuales. El argumento radicaba en el colapso del sistema anterior, el cual no sólo representaba onerosos recursos estatales, sino que era ineficiente y se brindaba un servicio de mala calidad. Es que es imposible, sostienen desde FIEL, otorgar una jubilación digna a quienes ya dejan de trabajar, entregar haberes que ronden entre el 70 y el 82% de los mejores sueldos de la vida de los trabajadores es utópico. Hay que ir por un second best donde lo que se garantice sea la satisfacción de las necesidades básicas. No hace falta destacar el desprecio por los jubilados que esto significa.
Luego se explica detalladamente la forma en la cual habría que realizar el traspaso de un sistema a otro, siendo la mejor opción para el país a futuro.
Otro punto que se trata en el libro es la necesidad de que el Estado abandone su actividad empresaria, lo cual significa transferir sus empresas al sector privado. Para ello se procede a dividirlas en tres categorías: 1) aquellas que pueden ser privatizadas inmediatamente, 2) las que requieren, simultáneamente, una reestructuración y la desregulación del sector en que actúan y 3) aquellas que, una vez reestructuradas y desregulado el sector en que actúan deberán permanecer en poder del Estado por prestar servicios esenciales, si no se encuentran interesados en su compra.
Posteriormente se esboza un plan de reestructuración sectorial (privatizaciones), donde se contemplan sectores tales como energía, transporte y comunicaciones, entre otros.
En definitiva, a lo largo del texto se puede apreciar una clara adhesión a los ideales neoliberales, donde cuestiones como la competencia, descentralización y reducción del tamaño del Estado permitirán una mejor asignación de recursos y contribuirán a la equidad del sistema económico argentino. En este sentido el pensamiento es el mismo que vemos en Alsogaray y Cavallo, lo cual es absolutamente coherente ya que ellos se basan en los principios que elabora esta fundación.
Por último vale aclarar que lo ocurrido en la década de los 90 tiene una alta correlación con los consejos en materia de política económica y las reformas estructurales que propone FIEL en este libro. Los casos del sistema educativo y jubilatorio son explícitos en este sentido, además de la reducción de las funciones del Estado y el agresivo proceso de privatizaciones llevado a cabo, todo lo cual responde a este cuerpo de ideas.

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Aporte de Celina:

Morresi, Sergio[1]: “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010.
En este texto, Morresi pretende dar cuenta de cuál es la ideología preponderante del Proceso de Reorganización Nacional (PRN), cuáles fueron sus objetivos, la forma de legitimación del proceso, su articulación con otras ideologías, y la forma en que este nuevo orden actuó como terreno para el surgimiento del neoliberalismo. Parte de identificar distintos tipos de ideologías afines al liberalismo (liberalismo-conservador, conservadurismo, liberalismo clásico y neoliberalismo) para llegar a la hipótesis de que el PRN tuvo fuerte legitimación ideológica en el liberalismo conservador. El liberalismo-conservador se caracteriza por su defensa del libre mercado, de la propiedad privada y el rechazo a la intervención del Estado. Se diferencia del liberalismo en su mayor valorización de la teoría, su prudencia en relación al cambio social, su oposición a la intervención estatal y su visión temerosa sobre la democracia. Mientras que se separa del conservadurismo en no ser contrario a otorgar un rol central al mercado en la economía. Paralelamente, se diferencia del neoliberalismo en que es más proclive en impulsar el libre mercado bajo una propuesta pragmática, el neoliberalismo prefiere basarse en cuestiones teóricas. Por otro lado, si bien tanto el liberalismo-conservador como el neoliberalismo privilegian el orden político, su entendimiento es diferente. Para el primero, el orden se contrapone con la anarquía y precisa de un Estado que determine jerarquías firmes, para el segundo, hace énfasis en el orden que sirve para salvaguardar los valores fundamentales como la libertad y la propiedad privada.
Con el fin de dar sustento a su hipótesis, el autor se propone indagar sobre el accionar y pensamiento de dos exponentes que, a su juicio, formaron parte del corpus intelectual que guiara al PRN: Jaime Perriaux y Ricardo Zinn. Jaime Perriaux fue abogado y pupilo intelectual de Ortega y Gasset. Durante los ‘40 fue, junto con Martínez de Hoz, uno de los fundadores del Ateneo de la Juventud Democrática Argentina. En los años 50 y 60 participó de distintos grupos políticos y gremiales. Fue funcionario en los gobiernos de Guido (asesor legal), Levinsgston y Lanusse (Ministro de Justicia). Su influencia en la gestación y el desarrollo del PRN fue de suma importancia. Tomando la concepción de Ortega (2002) de una época de beligerancia en la visión de Perriaux era necesaria una reforma institucional profunda que permita destruir las bases del desorden y acabar con las “insolencias” de los sectores populares. Se requería una reestructuración social de mentalidades, estructuras e instituciones. Sostuvo también la idea de que la clave está en la capacidad del PRN de establecer alianzas intergeneracionales. Por otro lado, Ricardo Zinn, contador público, ejecutivo de empresas (Sasetru, SocMa, Siam-DiTella), banquero y consultor económico fue funcionario de Onganía, Levingston, Lanusse y Martínez de Perón. Diseñó las pautas para el plan económico de Celestino Rodrigo, de quien era asesor. Con la llegada del PRN, su pertenencia al grupo comandado por Perriaux le facilitó su entrada al Ministerio de Economía. Ya en democracia, Zinn se unió a la UCEDÉ, se acercó a FIEL y a la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA). Con Menem, Zinn participó del cuerpo de asesores de María Julia Alsogaray en las privatizaciones de ENTEL y SOMISA. Además fue impulsor del CEMA y de la Escuela de Dirección y Negocio (IAE). Su última labor pública fue la de asesorar a Estenssoro en  la privatización de YPF (murió junto con él en un oscuro accidente aéreo). Autor del libro “La Segunda fundación de la República”, en el cual sostiene que la Argentina en 1976 se encuentra en el final de un proceso de decadencia iniciado sesenta años atrás, luego de la Ley Sáenz Peña y del populismo radical. El peor de los pecados populistas, según Zinn, es su actitud miope.
En la visión de Morresi, para la mayoría de los ideólogos del PRN  “El golpe de 1943 marca el punto de inflexión definitivo: a la demagogia de una interminable fiesta permisiva se suma pronto el populismo peronista, en el que el criterio de la cantidad reemplaza al de la calidad, que sumerge a los individuos en un universo de emociones superficiales que transforma a la población en una “masa abyecta” y sin futuro” Morresi (2010, p. 116).
Por último, el autor enumera las características principales del pensamiento liberal-conservador del PRN:
*      Anti-comunista, anti-peronista y anti-desarrollista.
*      Propulsor del libre mercado, pero también de un Estado fuerte que ponga en funcionamiento el mercado.
*      Favorable a las formas republicanas y representativas, pero proclive a la regulación y control de esas formas.
*      Contrario a la democracia.
*      Reivindica las tradiciones políticas, morales y culturales.
*      Proclive al ordenamiento jerárquico.
*      Alejado del integrismo católico.
Ana Gabriela Castellani: “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002
En línea con el trabajo de Morresi, el trabajo de Castellani proporciona elementos para identificar al PRN como el nuevo orden político que dio lugar a la implementación del neoliberalismo en los noventa. El texto se plantea comprender por qué estas reformas neoliberales propuestas por el Consenso de Washington (CW) no tuvieron los resultados prometidos y cuáles son las nuevas trabas que introdujeron a la hora de revertir el nivel de subdesarrollo económico y social. Para ello postula dos hipótesis, la primera, estipula que el CW hizo un diagnóstico equivocado sobre las causas de las crisis de los países latinoamericanos; la segunda, que las reformas aplicadas junto con la relación entre el Estado y la cúpula empresarial, impiden que tenga lugar un proceso de desarrollo endógeno.
En una primera sección, analiza las bases teóricas del pensamiento neoliberal, donde encuentra  como principal referente a los trabajos de Milton Friedman, por un lado, y de la Escuela de la Economía Política Positiva, por otro. Estas dos vertientes se diferencian en las formas de intervención estatal que consideran apropiadas. Friedman, se preocupa en especificar cuáles son esas intervenciones estatales que no se pueden evitar, que son fundamentales para garantizar la libertad individual, y cuáles son aquellas que atentan contra esa libertad. Dentro de las primeras, ubica la función de proteger la libertad de los individuos y fomentar la existencia de mercados competitivos. En las segundas, visualiza a la concentración de poder político. La Economía Política Positivista en cambio, entiende que existen distintas formas de intervención estatal: el Estado mínimo, que sólo debe encargarse de los bienes públicos y el preferido por los neoliberales; el Estado negativo cuyas políticas son resultado de pujas entre los grupos de poder que se generan dentro de su estructura burocrática en búsqueda de rentas de privilegio, y que en donde los neoliberales sitúan a los gobiernos populistas; y el Estado positivo, interviene activamente para corregir las deficiencias del mercado. A diferencia de Friedman, no sostiene la intervención estatal para conformar un Estado mínimo y luego retirarse dejando al mercado que actúe, sino que rescata la intervención estatal en forma constante como condición para mejorar el funcionamiento del mercado.
El CW, según la autora, se desarrolla por los organismos internacionales a raíz de la “década perdida” de los ochenta en América Latina y en respuesta a la visión crítica del modelo de sustitución de importaciones. Es vista como una solución “definitiva” a la crisis, es la respuesta de los organismos internacionales. En su receta de estabilización económica y de reforma estructural, procura ampliar la esfera del mercado y reducir la intervención estatal a su mínima expresión. La autora, esboza tres críticas a la perspectiva hegemónica del CW: no considera el peso de la deuda externa como causa de la crisis fiscal de los países de AL; no reconoce el importante incremento del producto resultante del periodo de ISI; y desconoce las modificaciones entre las fuerzas de los actores sociales y las confrontaciones entre ellos. En contraste, la corriente neo-estructuralista de CEPAL tiene una distinta interpretación de la crisis. Esta corriente señala que para salir de la crisis hay que reducir la deuda externa, aumentar la recaudación tributaria, hacer la estructura impositiva más progresiva, e invertir en educación y tecnología. Menciona otra visión crítica, de los neo-institucionalistas, en contra del CW que básicamente rechazan la idea de que exista un diagnostico generalizado para todos los países.
Luego, la autora analiza la instalación del modelo de acumulación por valorización financiera desde 1976. Este análisis sigue las visiones de Nochteff, Basualdo y Azpiazu. El inicio de la valorización financiera se ubica a partir de las reformas políticas de Martínez de Hoz, que allanaron el camino para su profundización durante el gobierno de Menem. La crisis hiperinflacionaria, a la vez, disciplinó a los sectores populares para resignarse a acepar las reformas neoliberales que los intelectuales orgánicos lograron instalar como única salida a dicha crisis. La autora describe además las pugnas dentro del bloque dominante durante los ochenta, entre los grupos locales y los acreedores, y su unificación con las políticas de Menem, en particular gracias a las privatizaciones. Prosigue en describir el impacto de las políticas del CW aplicadas por el gobierno de Menem que no tuvieron ninguno de los efectos positivos, más allá de la reducción de la inflación y el crecimiento económico en los primeros tres años. En efecto, las políticas no trajeron mayor inversión a la economía, los grupos económicos luego de participar en los consorcios que se beneficiaron de las privatizaciones, realizando ganancias extraordinarias, vendieron sus participaciones a empresas extranjeras, dejando a la economía concentrada y extranjerizada. De esta forma, señala uno de los mayores inconvenientes del Estado para garantizar el libre mercado fue la relación con los sectores empresariales para que estos puedan continuar valorizando su capital a través de sus lazos con el Estado y ganancias extraordinarias. En términos sociales, las reformas provocaron cambios en los precios relativos que produjeron una mayor regresividad, los salarios reales se estancaron, la desocupación y subocupación aumentó. 
Con estos elementos, la autora concluye confirmando sus hipótesis respecto de la instauración del modelo neoliberal en argentina.
Ramírez, Hernán[2]: “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7 No.3, Primavera 2010.
Según el autor, las políticas neoliberales resumidas en el CW no fueron impuestas desde afuera, sino que recorrieron un largo camino en el cual los grupos empresariales, una nueva tecnoburocracia y los organismos internacionales entrelazaron sus intereses en diversos institutos económicos que fueron los encargados de elaborar estas políticas, divulgarlas, promocionarlas e implementarlas. Ramírez aborda el sendero de los principales núcleos de producción económica y formación de cuadros técnicos en Argentina y en Brasil. Lo interesante del análisis del autor reside en visualizar la importancia de estos centros de estudios en la generación de consensos y  políticas, sobre la base de articular intereses de las fracciones de capital hegemónicas, y lograr la complicidad y la cohesión ideológica de los diferentes gobiernos, principalmente los militares. Además, se destaca el rol adquirido por los organismos internacionales, el FMI y el BM, en el financiamiento de tales instituciones y de formación de sus cuadros en el exterior. Para el caso de Argentina se destacan la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea a través del IEERAL, mientras que para el caso brasilero se analiza el Instituto de Pesquisas Económicas y Sociales (IPES). La centralidad de la política de absorción, cooptación e integración de cuadros profesionales y académico se presenta como un proceso previo a la implementación de las políticas del CW.
El IPES fue fundado en 1961 por importantes líderes empresariales y militares brasileros, congregando grandes empresarios industriales y financieros y militares de alta graduación. Por su parte, el FIEL fue creada en 1964 por la UIA, la SRA, la CAC y la BCBA, englobando todas las facciones de la gran burguesía. Por último, la Fundación Mediterránea, fundada en 1977, con mayor presencia federal que el FIEL. La instalación de gobiernos autoritarios persiguió la aniquilación de las corrientes ideológicas opositoras y los partidos políticos entraron en crisis de identidad, perdiendo su ideología original y convirtiéndose en máquinas electorales. La apuesta a gobiernos no democráticos tenía el riesgo de que el poder cayera en manos de cuadros rivales a intereses del bloque dominante, de tintes nacionalistas o intervencionistas. Mientras que la apuesta a gobiernos democráticos de más largo plazo enfrentaba el problema histórico que la derecha tenía para afirmarse en el poder.
Según el autor, estas instituciones colonizaron el aparato estatal “privatizando” las instituciones estatales ya que muchos de sus cuadros intelectuales cumplieron funciones tanto en gobiernos democráticos como de facto. En la década del 90, la Fundación Mediterránea le fue ganando terreno en la escena política al FIEL, coronándolo con la llegada de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía.
Fuentes
Cavallo, Domingo[3]: ¨Volver a crecer¨ (1984)
Este trabajo parte de la afirmación de que “Argentina  es, desde el punto de vista económico, una sociedad estancada” para intentar sentar las bases para que el país pueda volver a crecer, poniendo el foco en la necesidad de realizar importantes cambios en el tipo de relaciones económicas en relación a las mantenidas con el mundo en el pasado, en las reglas de juego de la organización económica interna y en la intensidad y naturaleza de las políticas sociales.
Para demostrar el estancamiento al que hace referencia, elabora una lista de 32 países y sus respectivos recorridos económicos para el periodo 1929-1983. Observa que el estancamiento no es una característica inequívoca de los países del sur, ni de los latinos, ni de la periferia, ni es producto de acciones conspirativas contra nuestro país. El problema somos los argentinos actuando colectivamente. El autor, procura desmitificar o dar por tierra las explicaciones de la causa del estancamiento que se dan frecuentemente. De esta forma, descree por un lado, de la idea de los librecambistas que defienden el libre comercio y la apertura; y por otro, los proteccionistas, quienes pregonan la sustitución de importaciones y la autarquía. Cada uno relaciona el estancamiento económico a la visión contraria. Sin embargo, Cavallo, a partir de la lista de 32 países, afirma que existen países que llevaron adelante una u otra política con respecto al comercio internacional y lograron desempeños satisfactorios. Otra dicotomía es la de socialismo versus capitalismo. Aquí también existen tanto países estatistas planificadores, como países liberalistas pro mercado, que han crecido a tasas mayores que nuestro país. En este sentido, concluye que en Argentina, se aplicaron políticas tanto proteccionistas como aperturistas pero de forma errónea y contraria a las circunstancias mundiales. Además, define a la economía argentina como la convivencia de “un socialismo sin plan y un capitalismo sin mercado” y que todo fue mal aplicado por causa de una profunda tendencia a exagerar el antagonismo entre objetivos. En esta línea, el autor cree que es posible encarar objetivos diversos a la vez, sin tener que dejar otros de lado; siempre bajo la premisa de que el Estado es la causa de los problemas económicos y la solución está en reducir su intervención en la economía.
Por otro lado, resalta al “voluntarismo irracional” como otro rasgo defectuoso del accionar colectivo, esto refiere a la imposibilidad de poder conseguir resultados sobre un objetivo, por más voluntad que se tenga.  Esta tendencia hace que no se reconozcan las limitaciones que tiene nuestro país y que el Estado quiera intervenir en una medida superior a la que está capacitado, generando distorsiones (inflación por exceso de gasto público).
Luego de los acuerdos fronterizos con Chile, los memorándum con el FMI y el diagnóstico de los empresarios y la CGT, Cavallo cree, de forma optimista, que Argentina está volviendo al “realismo”, dejando de  lado la antagonía de objetivos y la tendencia al voluntarismo irracional.
En otro capítulo del trabajo, Cavallo plantea una “propuesta realista” que incluye las siguientes medidas:
*      Atar el crecimiento del gasto público al crecimiento del PBI para no generar desequilibrios fiscales.
*      Igualar el gasto público a la recaudación, eliminado déficits fiscales.
*      Centrar la recaudación impositiva en impuestos de difícil traslado: impuesto a la renta de los recursos naturales, al valor agregado, a ciertos consumos, a los ingresos personales y eliminar los aportes patronales.
*      Profundizar un sistema de coparticipación federal de impuestos.
*      Priorizar el gasto público hacia la prestación de servicios sociales y subsidios familiares.
*      Concentrar la inversión pública en infraestructura.
*      Aplicar un tipo de cambio libre que se establecerá en un nivel alto y generará superávits comerciales externos. Ya no existen riesgos de valorización financiera vía endeudamiento.
*      Aplicar una apertura comercial hacia los países latinoamericanos.
*      Eliminar las retenciones a las exportaciones y suplantarlo por un impuesto a la tierra libre de mejoras.
*      Asegurar tasas reales de interés positivas cercanas a la tasa de interés internacional.
*      Liberalizar la fijación de precios en los mercados.
*      Determinación gubernamental de los salarios.
*      Transformar el sistema de indemnizaciones en un seguro general de desempleo para flexibilizar el mercado de trabajo
*      Uniformar los regímenes de promoción industrial.
En un nuevo apartado, y a través de un modelo neoliberal típico, Cavallo propone para Argentina la implementación de una apertura comercial manteniendo el tipo de cambio elevado a través de una política fiscal restrictiva. Sobre el final del capítulo advierte que bajo este modelo se produciría una caída del salario real como consecuencia de un crecimiento mayor de los precios que de las remuneraciones y es allí donde el Estado debería intervenir mediante impuestos y subsidios que neutralicen tal efecto.
Alsogaray, Álvaro[4]: ¨Bases liberales para un programa de gobierno 1989-1995¨ (1989)
En este libro, Alsogaray propone un programa de política económica para el periodo 1989-1995, a ser aplicado en caso de ganar las elecciones representando a la UCEDE. Los ejes del documento se basan en un diagnóstico de la economía argentina y una propuesta programática basado en el concepto de Economía Social de Mercado, influenciado por las ideas de Hayek, Roueff y Erhard.
Su diagnóstico es que el modelo socio-económico instalado durante el peronismo (1946 a 1955) fue un quiebre con el modelo precedente y que este modelo perduró hasta 1989, con sólo leve modificaciones. Lo cataloga como un modelo “dirigista”, compuesto de 4 elementos: estatismo, intervencionismo, desarrollismo e inflación y sería el causante de las dificultades y la crisis  de fines de los ochenta.  Alsogaray indica que si bien los planes “Austral” y “Primavera” iban en la dirección correcta, operaban sólo sobre las expectativas y el corto plazo, y fracasaron porque no contemplaron reformas estructurales de largo plazo.  
Dado que, las economías dirigistas conducen a la concentración totalitaria del poder y por lo tanto a la pérdida de las libertades individuales y son ellas las que han provocado la falta de inversiones y fuga de capitales, su propuesta es un cambio de modelo económico hacia una verdadera economía de mercado. La estrategia para llegar a este fin es doble, propone un plan de corto plazo que denomina un “shock de confianza” en el cual logaría repatriar capitales fugados y atraer inversión, el flujo de fondos traería una reducción de la tasa de interés y la economía crecería. Dicho plan se acompañaría de reformas estructurales que sirva de apoyo del plan de corto plazo y siente las bases para una economía de mercado. El mecanismo sería el siguiente: el shock de confianza provocaría inversión y repatriación de capitales, la nueva política incitaría a los empresarios a emprender libremente, ello desarrollaría la economía y así se absorbería el desempleo y la informalidad y “de ahí en adelante dependería de la capacidad, del espíritu de empresa, y la voluntad de trabajo  de los argentinos”.
Los dos elementos centrales del Plan, que deberían implementarse de forma conjunta para garantizar la confianza serían:
*      El saneamiento monetario y financiero
*      Un programa de reformas estructurales
El autor enumera las medidas concretas a llevar a cabo:
*      Supresión del déficit y de la emisión.
*      Privatización de las empresas estatales.
*      Liberalización de los mercados.
*      Desregulación de las actividades mediadas por la intervención del Estado.
*      Reforma del sistema bancario.
*      Modificación de la estructura impositiva, favoreciendo a las inversiones externas.
*      Transformación de la legislación sindical, quitándole poder al movimiento obrero organizado para garantizar un funcionamiento libre del mercado de trabajo.
*      Modificación del sistema previsional, privatizando la mayor parte del mismo.
*      Achicamiento del Estado, tanto en sus esferas de intervención como en el tamaño de su administración pública.
*      Fortalecimiento del poder coercitivo del Estado frente a la inseguridad personal.
*      Apertura comercial.
Resulta llamativo como muchas de estas medidas propuestas por Alsogaray serían similares a las implementadas luego por Menem, a pesar de no pertenecer al mismo partido de gobierno.
FIEL: ¨El fracaso del estatismo¨ (1987)
Tal como lo describe el subtítulo, este trabajo es una propuesta para la reforma del sector público argentino. Dicha reforma se plantea como una solución a los problemas sufridos a lo largo de los años ochenta y se basa principalmente en la reducción del tamaño del Estado en sintonía con el CW.
El fracaso del estatismo es presentado a partir de dos elementos: las pretensiones respecto al alcance estatal excedían las posibilidades reales (similar al voluntarismo irracional de Cavallo) y la ineficiencia en los instrumentos utilizados tanto en las asignación de recursos como en las regulaciones. Se manifiesta además, una profunda crítica al manejo de empresas estatales, a partir de la cual proponen la privatización de las mismas.
Con este diagnóstico, el documento de FIEL hace propuestas de políticas públicas detalladas en materia de educación, salud, jubilaciones y protección social, privatizaciones y desregulación. El programa es radical y detallado bastante cercano al efectivamente aplicado por el gobierno de Menem. Se destaca que para los servicios de educación y salud es desproporcionado pensar que se deben proveer por igual a toda la población. La educación, en lo posible, debe ser paga para quienes puedan pagar, y deben reducirse o redimensionarse los servicios ya que la proporción de egresados es baja y por lo tanto la actual provisión de educación es ineficiente. En la salud, se propone la gestión privada y autónoma de hospitales y la cobertura de prepagas y obras sociales. Tanto la educación como la salud deben descentralizarse a los gobiernos locales. El sistema jubilatorio de reparto era calificado como insostenible (argumento demográfico), además, sería “injusto” que los jubilados que contribuyeron más no perciban un monto de jubilaciones similar a su contribución. La propuesta presentada es similar a la implementada por Menem. Por último, el programa propone la privatización de las empresas de servicios públicos domiciliarios, transporte, siderurgia, petroquímica, y de hidrocarburos. Menciona la necesidad de privatizar y desregular a la vez para algunas empresas, y para otras la necesidad de reestructurar previo a la privatiza9ción. En cuanto a hidrocarburos y minería, propone la propiedad provincial de los yacimientos y del subsuelo.
Esta propuesta parece ser la que finalmente siguió el gobierno de Menem durante los años noventa.




[1] Dr. en Ciencia Política por la Universidade de São Paulo y actualmente se desempeña como Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y como investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina. Es autor de libros y artículos de teoría política moderna y contemporánea, análisis político e historia reciente. Su actividad se concentra en el estudio del liberalismo y el neoliberalismo.
[2] Licenciado en Historia, Universidad de Córdoba y Dr. En Historia, Universidad Federal de Río Grande do Sul. Profesor en la Universidad estadual de Londrina.
[3] Economista y político argentino, Fundación Mediterránea. Se desempeñó como presidente del BCRA durante la última dictadura cívico-militar, fue Ministro de Carlos Menem y Ministro de economía de Fernando de la Rúa.
[4] Político, militar y economista argentino. Ministro de Economía durante la gestión previsional de Guido y de Frondizi. Funcionario de los gobiernos dictatoriales de Aramburu y Onganía. Fundador de la UCEDÉ. Diputado Nacional. Asesor de Carlos Menem en los noventa.

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Aporte de Ismael:

Sumario:
A modo de preludio podemos decir que los tres textos tienen por objeto conceptualizar un marco ideológico dentro del cual se encaminó el país en el último tercio de siglo.

Por un lado, RAMÍREZ[1] se dedicó, - a través de un abordaje bipolar: Argentina – Brasil -, a analizar  (esencialmente) tres organizaciones que fueron relevantes en el periodo en cuestión, a saber: en Brasil, el IPÊS y, en Argentina, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea.
El autor sostiene agudamente que la ideología neoliberal de los noventa no fue algo que se gestó abruptamente, sino que responde a un lento proceso de ideas que prosperaron hasta conquistar legitimidad y convertirse en hegemónicas. 
Si bien le da un rol significativo (pero no tan evidenciado) a estas instituciones, también le reconoce un lugar importante a los organismos internacionales de financiamiento, en especial el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, los cuales consolidaron un círculo que se retroalimentaba.
Frente a ello, encontramos que para el autor los actores que podrían actuar como contrapeso se encontraban descompensados: los partidos políticos se encontraban en una fuerte crisis identitaria, muchos de los actores sociales e instituciones a dicha época se retrajeron, y en compensación, nuevos agentes ganaron peso, entre los que se destacan muchos grupos económicos.
De tal modo, Ramírez afirma que se dio lo que él llama la emergencia de una tecnoburocracia al margen de las estructuras estatales o partidarias, ocupando un lugar central en la elaboración de discursos y en ciertas prácticas políticas cotidianas, no apenas en el ámbito económico, sino que también se extendieron a muchos otros sectores, que adoptaron una mecánica parecida.
Focalizándose en el análisis de estas instituciones (IPÊS, FIEL y la Fundación Mediterránea) el autor  sostiene que  todas ellas ya mantenían vínculos con el sector militar, inclusive antes de producirse los golpes de Estado.
Afirma que “venían a llenar un algunos vacíos dejados por entidades de matriz  tradicional…enfrentamiento con otros actores sociales, además de construir un discurso propio, utilizaron como estrategia de lucha el vaciamiento o la eliminación de instituciones, tanto estatales como privadas, que pudiesen contrariar sus intereses, fuesen tanto aquellas que servían para la acción política concreta como para construir discursos opositores, llevando a un camino bastante libre de alternativas con poder real de enfrentarlas, siendo su intervención vital para garantizar la supremacía de las opciones teóricas sustentadas por esos institutos, colonizando los diversos aparatos del Estado, fundamentalmente el área Económica.”
A criterio de quien suscribe, si bien es imperioso remarcar el trasfondo ideológico que traccionó conceptualmente el neoliberalismo en Latinoamérica en el periodo en cuestión, no es menos trascendente la sistemática erradicación de todo el entramado intelectual opositor a través del aparato estatal, ya que el mismo no recayó únicamente en una represión intelectual de la oposición, sino que consistió en una sistemática persecución[2] y eliminación de toda mínima postura adversa al régimen vigente.
Volviendo al tema de análisis, Ramírez afirma que estos permitieron la construcción de un corpus común de ideas y practicas referentes a la elaboración e implementación de ciertas políticas económicas. 
Analiza el proceso de creación de FIEL (1964), el cual surge de la intervención de por cuatro entidades corporativas de cúpula de la burguesía argentina: UIA, Sociedad Rural Argentina (SRA), Cámara Argentina de Comercio (CAC) y Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BOLSA). Sus miembros habían prosperado durante períodos autoritarios, interviniendo en la estructura estatal y sus principales figuras tenían tránsito fluido en el medio castrense y la estructura estatal local.
Estos habían realizado estudios de postgrado en el exterior, particularmente en los Estados Unidos, financiados por la propia FIEL, que, a su vez, recibía recursos de otras instituciones de la ortodoxia empresarial argentina, vinculada a los sectores más concentrados y a intereses extranjeros (Fundación Ford, CEA, entre otros).
Por el otro lado, el autor analiza también a la Fundación Mediterránea, contemporánea a FIEL en la conceptualización de las ideas neoliberales en Argentina.
Remarca un distanciamiento entre estas dos instituciones siendo que estos últimos ocuparon importantes cargos en la estructura estatal perteneciendo a sus órganos directivos y no a sus cuadros técnicos.
Ramírez sigue el rastro del plan de convertibilidad, como de otras políticas, y afirma que no fue de creación espontanea sino fruto de un proceso de elaboración de ideas más complejo, donde se ve intervención de la Fundación Mediterránea (con Cavallo a la cabeza), la cual tenía tras suyo poderosos grupos empresariales locales y mundiales que la avalaban.
Explica que el ascenso de los miembros de la Fundación Mediterránea en la estructura estatal,  fue un proceso en el cual lograron sortear los períodos autoritarios y democráticos, llegando a la cúpula más alta de estado.

Por el otro lado, MORRESI[3] focalizarse en quiénes fueron los protagonistas que formaron la ideología política en lo que se denominó Proceso de Reorganización Nacional (PRN), rechazando la idea de ausencia de una ideología coherente que sirviera como orientadora general.
Aquí el autor ubica a algunos entidades que tuvieron como meta brindar apoyo teórico e intelectual
al PRN: el llamado grupo Azcuénaga (o grupo Perriaux), los participantes del Congreso de Intelectuales de 1978, Fundación Piñero Pacheco, dirigida por Mariano Grondona, entre otros.
Su hipótesis se centra en que pese a las diferencias que había entre aquellos que se encontraban conceptualmente detrás del golpe, los mismos tenían en lo que él denomina el liberalismo conservador, un sustrato ideológico común, que le proveyeron de cierta legitimidad a la dictadura, a fin de poder implementar sus transformaciones sociales, y la fundación de un nuevo orden.
De este modo, el autor propone la categoría “liberalismo-conservador” caracterizado por el énfasis en la defensa del libre mercado, la importancia de un orden social de tipo jerárquico, la propiedad privada y su rechazo a la intervención redistributiva del Estado.
Morresi plantea la existencia de una marcada distinción el liberalismo-conservador, el neoliberalismo, y el liberalismo clásico, contrariamente con el pensamiento de algunos autores. De tal modo en el transcurso de su obra se dedica a contrariar conceptualmente estas corrientes.
El autor se focaliza en analizar a dos intelectuales de la época que le dieron un sustento ideológico al PRN, Perriaux y Zinn, otorgándole al primero una relevante trascendencia en la gestación del golpe de estado, mediante una lenta tarea de aunar voluntades y apoyos para un gobierno militar que veían como única salida posible al desgobierno peronista. A su vez, actuó como homogeinizador de las posturas de Martínez de Hoz y Catalán, permitiendo compatibilizarse en un proyecto común encabezado por las Fuerzas Armadas.
Termina sosteniendo que “el proyecto de Perriaux es, en más de un sentido, el proyecto del
PRN, el proyecto de la “nueva generación del ‘80”.”

Por su parte, Zinn fue (con Martínez de Hoz) el que diseñó las pautas para el plan económico de Celestino Rodrigo. Se unió a la Ucedé de Alsogaray en el retorno a la democracia, y tuvo participación en FIEL, en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, en la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), y en CEMA el cual contó con donaciones de su propio estudio y del Banco de Italia, donde era miembro del directorio junto a los hermanos Rohm y a Franco Macri.
El autor sostiene que ante las disyuntivas entre los sectores duros y blandos de las FFAA, existió un tercer sector, moderado, que se mantenía en un punto equidistante de los otros dos, funcionó como árbitro y factor de equilibrio, recibiendo alternativamente tanto el apoyo de los duros como de los blandos y terminó marcando la pauta político-ideológica general del PRN.
Dentro de este grupo ubicamos a militares como Videla, Harguindeguy y Saint-Jean, y a civiles como Martínez de Hoz, Grondona y Perriaux.  
Sin embargo, y con acierto, el autor tampoco asevera que existió una homogeneidad durante todo el proceso, ya que los actores principales del PRN tuvieron dificultades para llevar adelante una agenda política consistente.
El autor llega a la conclusión que si bien hubo contradicciones (que respondían más a una lucha interna de intereses y poderes que de proyectos ideológicos dispares) “el liberalismo-conservador tuvo éxito en el sentido que sus impulsores civiles lo procuraron: el PRN dio lugar
a un nuevo orden ético-político sobre el que, más adelante, pudo montarse la ideología neoliberal”.
El análisis del autor abusa un poco de su tinte teórico, al considerar exitoso una ideología impuesta a costas de erradicar cualquier corriente opositora, en una sociedad coaptada por el miedo y la violencia. Si bien es interesante el posicionamiento ofrecido por el autor, no debe ser extraído del contexto en el cual se dio este proceso.

Ahora bien, el planteo de CASTELLANI[4], propone rever las causas impuestas por el “pensamiento único” que se había afianzado en el país con el neoliberalismo, basado en la idea de un rol excesivamente intervencionista que había desempeñado el Estado durante las décadas anteriores.
Frente a ello, la autora propone discutir causas que originaron la crisis para poder arribar a un correcto diagnóstico.
Propone para su análisis al pensamiento de Friedman, conjuntamente con la perspectiva analítica neoliberal, de un Estado mínimo, aunque paradójicamente, pero que necesariamente deba intervenir para garantizar determinados principios liberales. Frente a ello, en las antípodas de este modelo estatal se ubica el Estado negativo, con valoración negativa de la política.
Por otro lado ubica al Consenso de Washington, retomando los principios del pensamiento económico neoliberal, con una propuesta de estabilización macroeconómica ortodoxa, y de reformas estructurales para redefinir el rol del Estado, centrado en eliminar la intervención constante del Estado sobre los agentes privados, hecho que es la principal traba para el crecimiento económico.
Frente a ello la autora analiza algunas corrientes que no se alinearon a la ortodoxia, mainstream de los 90’s. 
La CEPAL, se rediseñó, forjando un nuevo enfoque, conocido como enfoque de la crisis fiscal. Según este organismo las dos razones que permiten explicar la crisis: populismo económico y  la deuda externa. Según esta perspectiva, la inflación es una de las manifestaciones de la crisis fiscal y no sólo un fenómeno de orden monetario y plantea como solución un Estado que, si bien no intervenga tan activamente como en el modelo keynesiano, cuente con la fuerza necesaria para encarar negociaciones y medidas de reforma estructural que apunten al crecimiento económico y al desarrollo social.
Una segunda corriente crítica a la propuesta del Consenso de Washington son aquellos que se encuadran entre los neoinstitucionalistas.
Esta afirma que no se pueden establecer diagnósticos generalizados para todos los países porque si bien existen condiciones institucionales comunes y necesarias para poder crecer, cada caso en concreto tiene rasgos específicos.
Castellani luego se focaliza en lo que denomina La Construcción De La Hegemonía Neoliberal En Argentina. Parte de la base de estructura productiva desequilibrada (EPD) de Diamand. La autora hace un prolijo análisis de la sociedad argentina la cual va a ser sustancialmente modificada a partir de 1976 con la implementación de políticas económicas neoliberales que desmantelan la estrategia sustitutiva de importaciones con un sesgo anti industrialista de la reestructuración económica impulsada por la dictadura conformó una estructura social excluyente, fragmentada, desigual, concentrada.
A diferencia de Morresi, la autora hace hincapié en la ausencia de contrapesos sociales en el escenario de confrontación política al momento de debatir las consecuencias de la política económica neoliberal (algo totalmente esperable dada la ferocidad con la que se reprimió a los
sectores populares durante la dictadura) facilitó el proceso de concentración de
capital y de poder social.
Este conjunto de medidas permitió ya en los 90’s un proceso de concentración y centralización del capital a nivel nacional. La insuficiencia de los marcos regulatorios y la debilidad de la legislación vigente agudizaron aún más este proceso.
Propone como cuestionamiento repensar los postulados neoliberales sobre la retirada del Estado como elemento indispensable para lograr un mayor nivel de bienestar general o para construir mercados competitivos.
Afirma que resulta paradójico que todas las corrientes neoliberales asignen un rol crucial al Estado a la hora de desregular la economía y fomentar la existencia de mercados competitivos. Tal como señalan los neoinstitucionalistas, un Estado que pueda intervenir positivamente (en el sentido señalado por los neoliberales) tiene que tener la suficiente autonomía y capacidad para llevar adelante un proceso de transformación significativo del funcionamiento económico de una sociedad.
Sin embargo, la autora sostiene que esta teoría cae frente a los estados latinoamericanos, ya que los mismos padecen de déficit crónico en sus cuentas como resultado de un proceso de endeudamiento, y de los usos que de él se hizo durante los años setenta y porque los procesos de concentración y centralización del capital operados durante los regímenes militares modificaron las relaciones de fuerza entre los diferentes actores sociales.




[1] Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7,
No.3, Primavera 20
10, 185-218. Disponible en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdf

[2] Con esa intención fueron desmontados o combatidos importantes centros, como el Instituto Superior de Estudos Brasileiros (ISEB) en Brasil y el Instituto de Estudios Económicos y Financieros (IEEF) de la CGE y, de cierta forma, el Instituto Di Tella, delante la negativa de rescate financiero del grupo que lo sustentaba, en Argentina (Rougier y Schvarzer 2006), e igualmente en la mayoría de las universidades fueron desarticulados varios núcleos de formación.
[3] Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4878/pr.4878.pdf


[4] Castellani, Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina
contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf



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