Breve referencia a los orígenes del pensamiento neoliberal y su recepción en la Argentina. El neoliberalismo como economía política. Exponentes “tradicionales” (Martínez de Hoz, Alsogaray, Benegas Lynch) y “técnicos” (Cavallo, López Murphy, Rodríguez). La influencia sobre la política económica y el debate político y social entre 1976 y 2001.
Bibliografía obligatoria:
47. Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4878/pr.4878.pdf
48. Castellani, Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf
49. Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7, No.3, Primavera 2010, 185-218. Disponible en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdf
Fuentes:
50. Domingo Cavallo, "Volver a crecer" - 3 capítulos: pp. 11-34, 69-81 y 130-160 (Nota: Este libro y varios otros pueden consultarse en internet en:http://librosdigitalesfree.blogspot.com/2009/03/domingo-felipe-cavallo-pack-6-libros.html).
51. Alvaro Alsogaray, "Bases liberales para un programa de gobierno", pp. 11-64.
52. FIEL (sin indicación de autor específico), "El fracaso del estatismo", Editorial Planeta, selección.
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Contribuciones para el taller de discusión
Aporte de Omar:
1.- El liberalismo conservador y
la ideología del Proceso de Reorganización Nacional – Sergio Morresi
El autor sostiene la hipótesis
que el PRN tenía como sustrato ideológico que lo legitimaba a lo que él llama
liberalismo conservador. Para definir a esta ideología cita a varios autores
que sostienen, entre otras cosas, que defiende el libre mercado y la propiedad
privada y rechaza la intervención redistributiva del Estado pero no aquella que
garantiza el orden y protege los derechos, valoriza la experiencia por sobre la
teoría, propone un cambio social gradual y moderado, es temerosa de la
democracia por sus tendencias populistas y respetuosa de las tradiciones.
Rescata dos figuras muy
importantes en el desarrollo de esta ideología que terminaría apoyando al PRN.
Una de ellas es la de Jaime Perriaux, representante editorial de Ortega y
Gasset, abogado y funcionario de los gobiernos de Guido, Levingston y Lanusse.
Él rescata la idea de Ortega y Gasset de generación beligerante que es aquella
que busca reformar las ideas del pasado por parte de una elite que tiene que
liderar un nuevo proyecto nacional que suplante a la generación de políticos
viejos, populistas y demagógicos.
Fue fundador del Grupo Azcuénaga
que sería un espacio de reunión para los que querían impulsar el golpe de 1976
y un semillero de cuadros civiles para el PRN. El proyecto de Perriaux unía a
militares anticomunistas (Galtieri), conservadores reaccionarios (Catalán),
liberales doctrinarios (G. Belsunce) y pragmáticos (M. de Hoz) y a empresarios
de ideología ambigua (Zinn).
La otra figura que rescata
Morresi es la de Ricardo Zinn, contador público, ejecutivo de empresas, funcionaro
de Onganía, Levingston, Lanusse y Martínez de Perón (asesor de Celestino
Rodrigo) estuvo en el Ministerio de Economía durante el PRN. Fue el impulsor
del CEMA y del IAE. Zinn piensa que la decadencia del país se inicia en 1916
con el “populismo radical” y llega a 1976 con el “populismo peronista”. El
origen de esta decadencia se debía a que
la generación del 80 (la última que tuvo un proyecto nacional) se equivocó al
restringir el ascenso social a extranjeros y a que el radicalismo fue incapaz
de desarrollar un nuevo plan. Para él el mayor defecto del populismo era que se
concentraba sólo en el presente y eso hacía que el individuo se alejara de
Dios.
Condena al marxismo, al
nihilismo, al existencialismo y al humanismo ateo. El lugar de la Argentina está
del lado de Occidente junto con Estados Unidos. El país debe defender su
integridad espiritual y su valor fundamental que es la libertad (que deriva de
Dios) tanto de los enemigos externos como de la subversión interna. Defiende la
propiedad privada de los medios de producción y con ella al capitalismo.
Propone que la seguridad social sea privada y voluntaria y la eliminación de
las prácticas extorsivas de los sindicatos así como también de las garantías a
los salarios, la estabilidad laboral y la impunidad ante quiebras. Promueve una
reforma a la Constitución para institucionalizar la participación de las FFAA
como garantes del proceso político para
que no se desvíe hacia el populismo.
Para el autor el
liberalismo-conservador es una amalgama entre liberalismo y nacionalismo y es
el que marcó la pauta político-ideológica del PRN. Es anticomunista y antiperonista, propugna el
libre mercado pero con un Estado fuerte para imponerlo, es republicano pero
proclive a controles para asegurar que los resultado de las elecciones sean los
correctos, reivindica las tradiciones pero tiene ambiciones modernizantes,
quiere un orden jerárquico pero de individuos y no de corporaciones, está
alejado del integrismo católico pero defiende la ética cristiana.
2.-Implementación del modelo
neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea – Ana
Gabriela Castellani(2002)
La autora se propone analizar por
qué las políticas neoliberales aplicadas sobre la economía argentina durante la
etapa del menemismo no dieron los resultados esperados. Para ello parte de dos
hipótesis: a) que hubo un diagnóstico equivocado del Consenso de Washington
para el caso argentino ya que no consideró las características de las
fracciones dominantes ni las graves implicancias de las políticas de la
dictadura ni que las políticas neoliberales agravan el problema y b) que las
relaciones entre el Estado y la cúpula empresarial impiden el desarrollo en los
90.
La autora empieza por analizar
las bases teóricas del pensamiento neoliberal recurriendo, en primer lugar, a
Friedman que dice que el Estado, al mismo tiempo que es el garante de la
libertad y de la propiedad privada, es también su principal amenaza. Parte de
los principios liberales básicos que indican que la sociedad está conformada
por individuos racionales que intercambian bienes y servicios libremente en el
mercado en condiciones de perfecta competencia e información. En este contexto
la principal función del Estado es la de proteger la libertad de los individuos
y fomentar que los mercados sean competitivos. Según él las políticas
keynesianas han incrementado la intervención estatal atentando contra la
libertad individual e impidiendo el normal funcionamiento del mercado. El
Estado debe desregular la economía y reducir su intervención.
Luego Castellani habla de la
llamada Economía Política Positiva que diferencia distintos tipos de estado. El
Estado Mínimo es el que sólo provee aquellos bienes y servicios públicos que no
puede ofrecer el mercado (defensa, justicia, seguridad, etc.). El Estado
Negativo es aquél en el que sus políticas reflejan las relaciones entre los
distintos grupos de poder que presionan sobre el aparato estatal haciéndolo
ineficiente y provocando estancamiento y en el que los políticos y burócratas
solo quieren perpetrarse en el poder y maximizar sus ganancias individuales. El
Estado Positivo es el que corrige las deficiencias del mercado generando el
máximo de beneficios para la población y el sostenimiento de los mismos en el
largo plazo. A diferencia de Friedman esta corriente rescata la intervención
estatal para mejorar el funcionamiento del mercado.
El enfoque del Consenso de
Washington indica que la razón del
estancamiento latinoamericano es la intervención estatal sobre la actividad
privada. Propone una serie de recomendaciones tales como bajar el déficit
público bajando el gasto y no aumentando los impuestos, liberar el mercado de
capitales, mantener un tipo de cambio estable, disminuir la evasión impositiva,
liberar el comercio exterior, atraer inversiones, privatizar empresas públicas
y desregular los mercados.
Ante el magro resultado que
dieron estas políticas cuando se aplicaron hubo algunas críticas a este
enfoque. Los neoestructuralistas remarcaron aspectos que no fueron tenidos en
cuenta como la estatización de la deuda externa, la existencia de una
estructura impositiva regresiva y la influencia de las políticas de la
dictadura. Las medidas que proponen es una disminución de la deuda externa,
implementar una estructura tributaria progresiva y una política industrial y
aumentar la inversión en educación y tecnología. Los neoinstitucionalistas afirman que el
despegue económico depende de las instituciones y principalmente del Estado que
tiene que tener una alta capacidad administrativa al principio y luego un gran
nivel de autonomía.
El Consenso Post Washington
propone un Estado eficaz y da nuevas recomendaciones para el papel del Estado:
fomentar la iniciativa privada logrando la formación de mercados competitivos,
garantizar la no arbitrariedad de las instituciones estatales, promover una
mayor competencia en el ámbito público y privado, mantener un sistema judicial
independiente. Este nuevo consenso supone la existencia de grupos sociales de
igual peso, de un Estado neutro que se pueda transformar a sí mismo. Desconoce
los límites del alto endeudamiento y las presiones del capital concentrado por
mantener su alta rentabilidad.
A continuación la autora explica
cómo se logró construir la hegemonía neoliberal en la Argentina desde la época
de la segunda fase de la sustitución de importaciones hasta la llegada del
menemismo al poder. Explica la situación de hegemonía compartida durante la ISI
entre los sectores dominantes que logra un orden económico social que garantiza
su dominio pero no puede lograr el dominio político en forma duradera y los
sectores subalternos que logran hacerse por etapas con el dominio político pero
no con el económico. Esta situación fue modificada por la dictadura que
desmantela el modelo anterior mediante
la reforma al sistema financiero, la apertura comercial y el ajuste de precios
domésticos. De esta manera logra una brutal transferencia de ingresos desde los
sectores asalariados a los grandes grupos económicos locales y extranjeros que
fueron los grandes ganadores del nuevo modelo. A esto se le agregó el gran
crecimiento de la deuda pública externa.
La democracia no pudo modificar
estos condicionantes y luego de un intento de ordenamiento a través del Plan
Austral se desembocó en un default y en una hiperinflación que allanó el camino
para la prédica neoliberal de ineficiencia gubernamental y de la necesidad de
incorporar capital privado a las empresas públicas. La reestructuración productiva
se produjo mediante la apertura comercial, las privatizaciones y la
desregulación económica. Las consecuencias fueron un empeoramiento de los
rasgos regresivos del modelo de la dictadura por el incremento en la brecha
entre ricos y pobres y de la desocupación. Al mismo tiempo los grandes agentes
económicos se favorecieron por las transferencias de ingresos por parte de los
trabajadores, de los pequeños empresarios y del sector público hacia estos
sectores. Las ventas y utilidades de la cúpula empresarial aumentaron durante
toda la década del 90 al mismo tiempo que el salario real se deterioraba.
Para graficar esta situación la
autora recurre al estudio del caso de Carrefour en el que este grupo
empresarial terminó adquiriendo a Supermercados Norte aumentando la
concentración en el sector supermercadista y cómo las autoridades convalidaron
esta fusión dejando en claro su falta de voluntad para fomentar la competencia
de los mercados.
2.- Genealogías del consenso:
Brasil y Argentina, 1961-1991 – Hernán Ramírez (2010)
El autor describe en este
artículo la importancia que empezaron a adquirir en estos dos países algunas
organizaciones empresarias creadas para intervenir en forma más directa en la
lucha política e ideológica por tener menor exposición pública, mayor cohesión
ideológica y mayor perseverancia que las organizaciones tradicionales. Estas
fueron la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y la
Fundación Mediterránea en Argentina y el IPES en Brasil.
Las políticas públicas de
gobiernos autoritarios y de los democráticos que los sucedieron se originaron
en grupos empresarios y técnicos con el apoyo castrense y de otros sectores de
la estructura estatal o de la sociedad civil que se aglutinaron en estos institutos de investigaciones
para formularlas y darles legitimidad.
El IPES fue fundado en 1961 por
líderes empresariales y militares brasileños y tuvo una gran participación en
el golpe de estado de 1964 y sus técnicos ocuparon cargos importantes en el
gobierno militar. En 1964 redactó un Proyecto de Reforma Agraria. También un
estudio sobre la Reforma Constitucional en el cual se pretendía eliminar el
derecho de huelga y la movilización política así como también aumentar los
poderes del gobierno federal. También proponían la flexibilización laboral y el
reemplazo de la estabilidad del empleo por un seguro de desempleo.
FIEL fue creada en 1964 por la UIA, la
Sociedad Rural, la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de
Buenos Aires y siempre sostuvo posturas ortodoxas. En principio se dedicó a la
elaboración de informes microeconómicos y econométricos. Sus miembros
generalmente habían realizado postgrados en universidades del exterior
financiados por FIEL, la Fundación Ford y el CEA y se habían integrado en redes
internacionales teniendo contacto con funcionarios de organismos
internacionales de crédito. Durante los gobiernos militares colonizaron casi
por completo el ministerio de Economía y la presidencia del Banco Central. No
tuvo participación en el gobierno de Alfonsín y debió ceder protagonismo ante
la Fundación Mediterránea en el gobierno de Menem.
La Fundación Mediterránea fue
fundada en 1977 y aglutinó primero a medianos y grandes empresarios del
interior del país. Prosperó durante gobiernos militares pero produjo rupturas
como en 1980 cuando las políticas de estos colisionaron con los intereses de
sus miembros. Mantuvieron buenos lazos con las dirigencias partidarias de los
principales partidos políticos.
Estos institutos, en líneas
generales se constituyeron en grupos de presión para incitar y conducir golpes
de estado y para la implantación de las recetas del Consenso de Washington. Los
tecnócratas pasaron a ocupar un lugar central para traducir los intereses y
deseos de los empresarios como enunciados científicamente aceptados y darles un
marco de legitimidad así como también para implementarlos. Los procedimientos
más complejos de las agencias de financiamiento hacían necesaria su
participación.
Cuando se produjo el retorno a la
democracia los partidos políticos se convirtieron en meras máquinas electorales
sin poder formular políticas para resolver los problemas heredados de las
dictaduras por lo que tuvieron que recurrir a estos institutos que colonizaron
diversos aparatos del Estado con sus cuadros técnicos recomponiendo así la
posición del grupo de poder que los apoyaba.
Fuentes:
1.- Bases liberales para un
programa de gobierno – Alvaro Alsogaray (1989)
Este escrito deja plasmado la
idea liberal que sostiene que el principal problema de la Argentina es el
dirigismo estatal que restringe las libertades individuales y termina
conduciendo a gobiernos totalitarios. Sostiene una visión de la historia en que
el país se había desarrollado gracias al liberalismo hasta ubicarse dentro de
los diez primeros países del mundo hasta que subió al poder Perón que instituyó
un “movimiento totalitario de masas”. Los que lo siguieron adoptaron políticas
económicas híbridas que convalidarían un sistema dirigista.
La propuesta es de tipo ortodoxo:
eliminación del déficit público eliminando la emisión espuria de moneda,
transferencia al sector privado de las actividades que no deberían estar a
cargo del Estado, desregulación económica, liberación de los mercados internos
incluyendo el de cambios, liberación financiera y bancaria, exención de
impuestos para las inversiones, flexibilización laboral, reducción del aparato
estatal, apertura de la economía. Si se asume este plan se produciría un “shock
de confianza” que haría retornar a loscapitales que se fueron por “falta de reglas claras”, bajaría la tasa de
interés lo que haría abandonar la especulación financiera y aumentarían las
inversiones generando un crecimiento económico que elevaría el empleo y los
salarios. Esto permitirá asumir la “pesada herencia” que deja el gobierno de
Alfonsín.
2.- Volver a crecer – Domingo
Cavallo (1984)
En los primeros capítulos del
libro, Cavallo plantea superar la falsa dicotomía (según él) de librecambio
versus proteccionismo y planificación versus mercado. Intenta plantear una
opción superadora ya que, según su visión, los países que más crecieron entre
1929-1983 no siguen todos el mismo patrón. En la muestra que tomó de los países
que crecieron más que Argentina hay algunos que priorizan la planificación y
otros que son pro mercado. Él opina que en la Argentina conviven “un socialismo
sin plan y un capitalismo sin mercado”.
Sin embargo, a medida que se
avanza en la lectura queda claro que el programa que propone es de tipo liberal
ya que plantea la eliminación de subsidios y un sistema tarifario que refleje
la diferencia de costos, que los precios internos sean similares a los
externos, que se elimine el déficit público para que desaparezca la inflación.
No obstante reconoce las asimetrías del poder internacional cuando dice que “el
mundo sigue funcionando como un complicado juego de intereses nacionales
apuntalados por poderes concretos que se hacen valer en cada una de las
negociaciones y transacciones en que se plasman la política y la economía
mundial” pero no plantea cambiar este estado de cosas sino aprovecharlo a
favor.
Adhiere a la misma idea liberal
de Alsogaray en cuanto a la posición del país hasta 1930 y que el problema del
país fue que continuó teniendo una economía cerrada cuando no era necesario
hacia el año 1950. En otro de los capítulos señalados desarrolla un modelo en
el que demuestra que con un régimen de apertura comercial y un tipo de cambio
alto (con restricción fiscal) el país habría crecido mucho más de lo que creció
con las políticas económicas que se aplicaron durante esos años, el sector
agropecuario se habría expandido más y el no agropecuario menos, el superávit
comercial habría sido mayor, el salario real habría aumentado más aunque su
capacidad para comprar alimentos habría disminuido.
3.- El fracaso del estatismo –
FIEL (1987)
El primer aspecto que me llamó la
atención fue la cantidad y los nombres de las empresas patrocinantes, la
mayoría de ellas pertenecientes a grandes grupos económicos tanto locales como
internacionales y a asociaciones empresarias que los nuclean. Desde el prólogo
ya se anuncia una orientación liberal ortodoxa cuando se habla de reducir el
gasto público, que el Estado se concentre en sus funciones inherentes y desregular
la economía.
El otro aspecto importante es
que, a pesar de lo que indica Hernán Ramírez, muchas de las propuestas que se
incluyen en este trabajo fueron finalmente adoptadas por el gobierno de Menem
lo que indicaría una mayor influencia de esta institución en este gobierno de
la que indica él en su escrito. Algunas
de ellas son la descentralización de los servicios educativos transfiriéndolos
a las provincias, la reformulación del sistema de obras sociales con la libre
elección de las mismas, la participación de las prepagas en la prestación y la
existencia de un cobertura sanitaria mínima, la reformulación del sistema
jubilatorio con el esquema de tres pilares (haber mínimo garantizado por el
Estado, capitalización obligatoria y capitalización voluntaria) y la
incorporación del sistema de capitalización en manos privadas y por último las
recomendaciones para desregular la actividad económica.
Biografías
Ana Gabriela Castellani es
licenciada en Sociología por la UBA (Universidad de Buenos Aires). Magíster en
Sociología Económica. Doctoranda en la Facultad de Ciencias Sociales de dicha
universidad. Profesora e investigadora del Instituto Gino Germani, de la
Facultad de Ciencias Sociales.
Sergio Morresi es Doctor en
Ciencia Política por la Universidade de São Paulo y actualmente se desempeña
como Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y
como investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Tecnológicas de Argentina. Es autor de libros y artículos de teoría política
moderna y contemporánea, análisis político e historia reciente. Su actividad se
concentra en el estudio del liberalismo y el neoliberalismo
Hernán Ramírez es Lic. en
Historia por la Universidad de Córdoba y Dr. en Historia por la Universidade
Federal do Rio Grande do Sul, y en la actualidad Profesor en la Universidade
Estadual de Londrina.
Alvaro Carlos Alsogaray: Nació el
22 de julio de 1913 en Esperanza, provincia de Santa Fe. Estudió en el Colegio
Militar de la Nación y en la Escuela Superior Técnica del Ejército. Abandonó la
carrera militar con el grado de capitán para estudiar Ingeniería en Córdoba.
Fundó una empresa de aviación comercial, de la que fue director general entre
1948 y 1949, y poco después, bajo el primer gobierno peronista, fue designado
presidente de la Flota Aérea Mercante Argentina, precursora de Aerolíneas
Argentinas. Tras la caída de Juan Domingo Perón, en 1955, fue designado
subsecretario de Comercio y, posteriormente, ministro de Industria. Fundó en
1956 su primer partido político, el Cívico Independiente. De 1959 a 1961 fue
ministro de Economía de Arturo Frondizi. Volvería al Ministerio de Economía,
durante siete meses, luego de la caída de Frondizi y la llegada de Guido al
poder, en 1962. En 1966 alentó el golpe militar contra Arturo Illia y el
presidente Juan Carlos Onganía lo nombró embajador itinerante y luego en los
Estados Unidos. En 1973 fundó su segundo partido, Nueva Fuerza, agrupación que
llevó como candidato presidencial a Julio Chamizo. Su siguiente intervención en
la política fue con la Ucedé, partido que le permitió llegar por primera vez a
la Cámara de Diputados de la Nación y del que fue candidato presidencial en
1983 y en 1989. Se convirtió en asesor de Menem
con quien colaboró estrechamente en los planes de privatizaciones y de
reforma del Estado. Murió en 2005.
Domingo Felipe Cavallo,
economista y político argentino. En su actividad política, se desempeñó como
subsecretario de Desarrollo de Córdoba (1969-1970), director y posteriormente
vicepresidente del Banco Provincia de Córdoba (1971-1972), subsecretario del Ministerio
del Interior (1981), presidente del Banco Central de la República Argentina
durante julio y agosto de 1982, diputado nacional (1987-1988) y ministro de
Relaciones Exteriores (1988-1991).Fue Ministro de Economía de la Nación en el
gobierno de Carlos Menem durante el periodo 1991-1996 impulsando el Plan de
Convertibilidad que consistía en que el Banco Central debía mantener reservas
en dólares por un valor mayor o igual a la base monetaria y mantener la
equivalencia del peso de Argentina con el dólar estadounidense. Se permitió la
celebración de contratos en otras monedas y se prohibió la emisión monetaria
para financiar el gasto público. En 1995
renunció como Ministro. También fue diputado nacional por la Capital Federal
(1997-1999). Fue candidato a presidente en 1999 obteniendo el tercer puesto con
10% de los votos, y candidato a Jefe de Gobierno en el 2000, obteniendo el
segundo lugar con 33% y pasando al ballotage. En 2001, bajo la presidencia de
Fernando de la Rúa, ante una corrida bancaria instauró una medida co Nació el
22 de julio de 1913 en Esperanza, provincia de Santa Fe. Tanto su bisabuelo,
que luchó junto al almirante Guillermo Brown y comandó una batería costera en
la célebre Vuelta de Obligado, como su abuelo y su padre, de conocida actuación
en el golpe contra Hipólito Yrigoyen, fueron militares. Ni él ni su hermano
Julio -llegó a ser comandante en jefe del Ejército- pudieron escapar a esa
tradición familiar.
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Aporte de Andrea:
Esta clase tiene por objeto presentar algunas
claves sobre el pensamiento neoliberal y su influencia en la política económica
argentina a partir de mediados de la década de 1970. La bibliografía tiene en
común la búsqueda de las raíces explicativas de la primacía del neoliberalismo.
Las fuentes, por su parte, constituyen propuestas concretas de personalidades y
sectores de la ortodoxia argentina que tendrían amplio eco en el diseño y
desarrollo de políticas públicas, especialmente durante los años 90.
Un primer aporte es el de Sergio Morresi[i],
que indaga acerca de la ideología política de la última dictadura argentina. El
autor concluye que no fue ésta la que instauró el neoliberalismo en el país,
pero sí la que impuso el orden que permitiría su triunfo posterior. Discutiendo
la idea de que la dictadura no presentaba ideas orientadoras coherentes por los
conflictos entre corrientes internas, Morresi afirma que en efecto existió una
ideología política determinante del autodenominado “Proceso de Reorganización
Nacional” y que se trató del liberalismo-conservador, caracterizado por la
defensa del libre mercado y la propiedad privada en paralelo al rechazo de la
intervención redistributiva del Estado. El autor ve las raíces de dicho marco
ideológico en las élites gobernantes post-Caseros y lo constata con la
aseveración de que la dictadura implicaba una instancia de poder sólido capaz
de inaugurar una etapa de gradual restauración de los derechos y deberes
republicanos, un nuevo orden que sería al ámbito propicio para el desarrollo
del proyecto neoliberal.
Morresi analiza las obras de Jaime Perriaux y
Ricardo Zinn, cuadros intelectuales del gobierno dictatorial, para afirmar que
a pesar de las divergencias de forma el liberalismo-conservador constituyó el
sustrato ideológico común que posibilitaba la compatibilización de políticas,
más allá del acuerdo básico sobre la “lucha antisubversiva”. Perriaux era
filósofo y abogado. Participó de distintos grupos políticos y gremiales y fue
funcionario de los gobiernos de Guido, Levingston y Lanusse, en cuya gestión
fue el creador de la Cámara Federal en lo Penal. Fue uno de los fundadores del
Grupo Azcuénaga, de gran influencia en la gestación y desarrollo de la
dictadura. Morresi analiza la influencia en Perriaux de la filosofía de Ortega
y Gasset. De allí derivaba aquél la lectura de la época como un momento de
beligerancia, en el cual debía consolidarse lo que la “Revolución Argentina” no
había logrado: reorganizar el país en sus estructuras básicas, tanto políticas
como económicas y culturales. Para ello, era necesaria una alianza alrededor de
una “nueva generación del 80” –utilizando el concepto orteguiano de generación-
así como un nuevo proyecto nacional para suplantar a los políticos ”viejos”,
populistas y demagógicos. La propuesta era, entonces, un Estado autoritario que
pudiera reorganizar jerárquicamente a la sociedad argentina. Zinn pertenecía al
círculo de Perriaux. Era contador público, ejecutivo de empresas, banquero y
consultor económico. Fue funcionario de los gobiernos de Onganía, Levingston,
Lanusse y Martínez de Perón. Durante este último fue uno de los diseñadores del
plan de ajuste llevado adelante por el ministro Rodrigo. Ya en la dictadura fue
funcionario de la cartera de Economía. En democracia se unió a la UCeDé y se
acercó a FIEL, CARI y ADEBA. Creó su fundación, Carlos Pellegrini, en 1978, y
más tarde fue asesor del gobierno de Menem.
Morresi destaca la influencia de Zinn más allá de que
no fuese un intelectual en sentido estricto. Dentro de su producción, resalta
la publicación en 1976 del libro La
Segunda Fundación de la República, best-seller entre los sectores cercanos
al régimen; porque entiende que la obra sintetiza la ideología liberal-conservadora.
Zinn postulaba la necesidad de refundar la república, tras cincuenta años de
degradación populista que achacaba tanto a gobiernos peronistas como a aquellos
radicales, desarrollistas e incluso militares. Hablaba en términos teológicos:
sostenía que el populismo alejaba al individuo de sí mismo y por ende de dios.
Además, que la Argentina ocupaba un lugar central en la tercera guerra mundial,
del lado de Occidente. En esa contienda, debían protegerse valores
tradicionales, en el centro de los cuales estaba, sacralizada, la propiedad
privada de los medios de producción.
Morresi concluye que el liberalismo-conservador
tuvo el éxito al que aspiraron sus impulsores civiles: la dictadura inauguró un
nuevo orden ético-político sobre el cual pudo montarse, con posterioridad, la
ideología neoliberal. El autor denomina a este nuevo orden “democracia de los
muertos”, al igual que Perriaux pero con otro sentido. Mientras que éste se
refería a la fuerza de la tradición, Morresi habla de una democracia montada
sobre los muertos de la dictadura. En este sentido, además, sostiene que la
dictadura no fue tanto el terreno de las luchas ideológicas de las derechas
“tradicionales” (nacionalista y liberal) sino el espacio que posibilitó el
surgimiento de la nueva derecha argentina. Para cerrar, establece -a nuestro
entender sin desarrollarlo lo suficiente- las diferencias entre el
liberalismo-conservador y el neoliberalismo, más allá del uso de un lenguaje y
redes sociales y profesionales comunes. En primer lugar, destaca que si bien el
liberalismo conservador apunta al impulso del libremercado, su propuesta
económica es ecléctica y pragmática; mientras que el neoliberalismo es
consistente y se opone a ese tipo de conductas. Asimismo, este no aspira a
fundar su legitimidad sobre la eficiencia sino sobre cuestiones “deontológicas
y teoréticas”, admitiendo que en el mediano plazo los resultados pueden ser
contrarios a los esperados. Finalmente, aunque ambos otorgan relevancia a la
cuestión del orden político lo definen de modo diferente: mientras que para el
liberalismo- conservador el orden se contrapone a la anarquía, por lo que se
busca fortalecer a un soberano que pueda establecer una jerarquía firme, muchas
veces usando categorías extra-políticas como las alusiones a la religión; para
el neoliberalismo no importa el orden en abstracto sino el tipo de orden que
sirva a los valores fundamentales: una economía de libre concurrencia ideal.
El trabajo de Hernán Ramírez[ii]
también ahonda en las raíces de la hegemonía neoliberal pero desde una óptica
latinoamericana y sin centrarse en el problema de la ideología. A través del
estudio de los casos argentino y brasilero, discute la idea de que la ola
neoliberal en América Latina en los 80 y 90 fue fruto de la imposición foránea
del Consenso de Washington (CW). Afirma, por el contrario, que obedeció a un
proceso de largo alcance y a una multiplicidad de factores, entre los cuales
destaca las crisis locales de los modelos sustitutivos de fines de los 50 y
comienzos de los 60 y la crisis del capitalismo fordista en los 70; el accionar
de los organismos internacionales de financiamiento; la instauración, en el
marco de la Guerra Fría, de dictaduras y gobiernos autoritarios con
funcionarios técnicos ortodoxos que impulsaron procesos de privatización de
empresas públicas, disminuyéndose el peso del Estado; y la crisis de los
partidos políticos tradicionales.
Los casos de Brasil y Argentina, si
bien presentan rasgos comunes, evidencian diferencias en el ámbito estatal,
económico y corporativo. El autor subraya los distintos modos de articulación
entre la burguesía y las Fuerzas Armadas -mientras que en Argentina primó la
alianza entre empresarios ortodoxos, sectores de la derecha tradicional y
militares con comando de tropa; en Brasil el empresariado más concentrado se
había vinculado con militares de tendencias más burocráticas, que realizaban
carrera en las estructuras y empresas estatales- que llevaron a diversos
resultados.
Ramírez sostiene que las políticas
públicas y prácticas implementadas por los gobiernos autoritarios y
democráticos que les sucedieron nacieron, en su mayoría, con anterioridad, a
partir de grupos empresariales y técnicos, que contaban eventualmente con la
colaboración castrense y de otros sectores de la estructura estatal o de la
sociedad civil. Ante una profunda preocupación por la coyuntura de sus países y
ante la necesidad de elaborar políticas públicas en ese nuevo contexto, estos
actores se aglutinaron en institutos privados de investigaciones para
formularlas o darles legitimidad. Sus vínculos con los militares fueron
fundamentales para imponer sus propuestas, ya que les abrieron el camino para
colonizar los aparatos del Estado, mientras sus competidores eran silenciados o
eliminados. Ramírez presenta el ejemplo de tres centros de estudio e
investigación en economía: el Instituto de Pesquisas Econômicas e
Sociais (IPÊS) de Brasil[iii],
y los casos argentinos de la Fundación de Investigaciones Económicas
Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea (FM). Estas instituciones,
financiadas con aportes empresariales, ocuparon un papel central en el diseño
de la política económica de ambos países desde la década del 60. Como rasgo
común y central, el autor sostiene que surgieron como respuesta al aumento de los conflictos
sociales en sus respectivos países. Además, venían a llenar algunos vacíos
dejados por las entidades corporativas tradicionales, que no podían cumplir ese
rol por su exposición pública y su falta de cohesión ideológica. La mayoría de
estas corporaciones, en consecuencia, delegaría la tarea de diseñar políticas
púbicas en este tipo de institutos, incluso transfiriendo cuadros y recursos
materiales.
En el caso de Argentina, cabe destacar
que FIEL fue creada en 1964 por la Unión Industrial, la Sociedad Rural
Argentina, la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos
Aires, corporaciones de la cúpula de la burguesía local, a las que se sumaron
luego otras empresas y entidades corporativas. Este centro, con fuertes lazos
con la élite empresarial y militar, profesaba posturas ortodoxas, que se reflejaban en
sus producciones de divulgación, basadas en estudios microeconómicos y
econométricos. Algunas de sus obras más importantes fueron El gasto público en Argentina. 1960-1988 y El fracaso del estatismo... Este
último libro será analizado más adelante.
Ramírez señala que muchos de los miembros de FIEL articularon las medidas
que llevaron a la concentración, desindustrialización y primacía del sector
financiero desde 1976, así como las reformas estructurales en los 80 y los 90.
Sus cuadros técnicos provenían de diversas extracciones sociales, por lo que
quienes ocuparon los principales cargos en el Estado provenían de sus cuadros
directivos.
La FM surgió en 1977 junto con el Instituto de Estudios
de la Economía Latinoamericana (IEERAL). Aglutinó primero a medianos y grandes
empresarios de Córdoba y luego del interior, agrupados en la fracción de la UIA
que se oponía a aquella que predominaba en FIEL, centrada en la Capital Federal.
La FM logró expandirse a las zonas medulares de la Argentina. Al igual que su
competidora, sus vínculos con el medio castrense y la estructura estatal le
valieron importantes cargos en el gobierno. Pero su mayor habilidad para
adaptarse a los contextos cambiantes permitió que se viera más beneficiada en
los gobiernos democráticos (esto lo ilustra el hecho de que uno de sus miembros
más célebres, Domingo Cavallo, formara parte de las gestiones de la última
dictadura así como del gobierno de Menem y De la Rúa). Ramírez sintetiza su
pensamiento en dos pilares: la existencia de “reglas claras, simples y de
aplicación lo más automática posible” y la centralidad de la convertibilidad.
En ambas fundaciones, Ramírez resalta el esfuerzo por impulsar a jóvenes graduados, financiándoles
estudios en el exterior, en especial en Estados Unidos, para su formación e
inserción en ciertas redes profesionales y empresariales. Esto a su vez,
generaba lazos de compromiso y lealtad.
A partir de aquella época, entonces, los
tecnócratas pasaron a ocupar un lugar central en la elaboración de discursos y
en ciertas prácticas políticas cotidianas, no sólo en el ámbito económico. En
conclusión, y a partir de estos ejemplos, Ramírez afirma que la implantación
del CW fue factible gracias a la existencia de estos institutos de estudios
económicos, que vinculaban intereses empresariales con tecnocráticos y que
prepararon el terreno para la aplicación del recetario neoliberal.
Ana
Castellani[iv] escribió su ensayo
unos meses antes de que explotara la crisis de diciembre de 2001. Allí analiza
la implementación del modelo neoliberal en la Argentina y las restricciones que
impuso a su desarrollo.
Sostiene que, ante la crisis sufrida por América
Latina durante los 80, los organismos internacionales de crédito habrían
elaborado el CW sobre el diagnóstico de que las causas del escaso desarrollo
descansaban sobre el rol excesivamente intervencionista adoptado por el estado
en las últimas décadas. De este modo, la única solución posible consistiría en
la drástica reducción del aparato estatal.
Para el caso argentino en particular, Castellani afirma
que el margen de alternativas de acción se vio condicionado por este
diagnóstico que logró imponerse y que
condujo a la aplicación del recetario neoliberal, adaptado a los intereses de
los sectores dominantes locales. La autora analiza de modo pormenorizado las
bases teóricas del pensamiento neoliberal, en particular respecto del rol del
Estado, retomando a economistas neoliberales como Friedman y la Economía Política
Positiva, el propio enfoque del CW -cuya propuesta resume en dos programas:
estabilización macroeconómica y reforma estructural del modelo económico y
social- así como a sus principales corrientes críticas. Luego, aborda el proceso
histórico argentino que posibilitó implementar políticas neoliberales, desde
los intentos del equipo de Martínez de Hoz durante la última dictadura, pasando
por la crisis hiperinflacionaria de fines de los 80 y las reformas
estructurales de los 90. Finalmente, reflexiona sobre la relación entre Estado
y cúpula empresarial, ofreciendo un estudio de caso sobre el proceso de
concentración en el mercado de comercio minorista argentino.
A partir de su análisis, Castellani presenta dos
hipótesis centrales. En primer lugar, que el diagnóstico del CW sobre las
causas de la crisis en América Latina y Argentina en particular fue errado, pues
no tuvo en cuenta ni las características distintivas de las fracciones líderes
de la clase empresaria ni, particularmente, su modo de vincularse con el
Estado. A su parecer, la crisis de 1989 fue el resultado del desenvolvimiento
del patrón de acumulación instaurado desde la última dictadura. En segundo
lugar, sostiene que el modelo neoliberal afianzó una forma de relación entre el
Estado y la cúpula empresaria de tipo particular, que se erigió como una traba
a las posibilidades de encarar un
proceso de desarrollo endógeno, ya que dicho vínculo tiene como característica
central la permanente búsqueda de ganancias extraordinarias por parte de las
empresas, a través de mecanismos de vinculación preferencial con sectores del
Estado. A partir de estos asertos, la autora concluye que si bien las medidas
neoliberales fracasaron en sus propósitos explícitos de abrir un período de
crecimiento y desarrollo de la economía, fueron absolutamente exitosas en sus
fines implícitos: potenciar el enriquecimiento de los sectores capitalistas
locales más concentrados.
Más allá de las distintas interpretaciones, las
fuentes confirman la presencia de los postulados neoliberales propios del
decálogo de Washington en los discursos de grupos y personalidades que tuvieron
gran influencia en el diseño de la política económica durante la década del 90.
Las tres coinciden en la caracterización de la etapa desarrollada desde el
peronismo hasta la década del 80 y en el centro de sus propuestas se encuentra
la necesidad de reducir al mínimo el papel regulador del Estado en la economía.
En primer lugar, en 1984, Domingo Cavallo[v] publicó el libro Volver a crecer, que postula como una
síntesis de sus ideas económicas, desarrolladas en el marco de la FM y el
IEERAL. Parte de la necesidad de analizar la economía argentina desde la
relevancia práctica, en contraposición a posiciones utópicas. Realiza un diagnóstico
de la situación imperante, que caracteriza como de estancamiento económico, y señala
sus consecuencias sociales en comparación con la evolución de una treintena de otros
países en el período 1929-1983. Luego, señala la esterilidad de las dos grandes
discusiones existentes en torno al modelo económico en Argentina:
agroexportación contra industrialización sustitutiva, por un lado; y
planificación contra mercado, por el otro. Según él estas controversias
llevaron a implementar estrategias a contrapelo de lo que demandaban las
circunstancias mundiales, con instrumentos equivocados y mal administrados. El
resultado habría sido una economía en la cual conviven un “socialismo sin plan”
y un “capitalismo sin mercado”. Critica, por un lado, la exageración del
antagonismo entre redistribución del ingreso y crecimiento económico, al tiempo
que lo hace con un voluntarismo político irracional que habría llevado al
aumento de la inflación a raíz de un gasto público que superaba la recaudación.
Ante estas fallas, llama a “retornar al realismo” mediante una urgente
modificación de las reglas del juego en términos de políticas económicas y
sociales, con el objetivo de arribar a una economía “más eficiente”. En tal
dirección, sugiere un reajuste del sistema productivo, fundado en una
fortalecida participación de la iniciativa privada, sumada a una política
social que distribuya equitativamente esfuerzos del ajuste. Dentro de esta
propuesta, formula una serie de medidas concretas, tales como el control del
gasto público, que debía financiarse con impuestos y no con deuda pública[vi],
la reforma impositiva que facilitara la recaudación, la apertura comercial y la
supresión de trabas al comercio internacional, la eliminación gradual de las
retenciones al agro, la desregulación de la estructura ocupacional y la
existencia de un mercado cambiario libre. En este último punto, sostiene que la
paridad cambiaria se establecerá de modo automático en niveles suficientemente
elevados. Esto último resulta central, pues luego de un análisis contrafáctico
para establecer qué habría pasado en los últimos 50 años si hubiese habido
apertura comercial, Cavallo concluye que resulta central la cuestión del tipo
de cambio. Señala que combinar apertura comercial con tipo de cambio elevado
llevaría al crecimiento económico: los sectores agropecuario y productor de
bienes se desarrollarían más que el de
servicios y habría superávit comercial; mientras que la disminución de la
capacidad de salarios para adquirir alimentos podría neutralizarse mediante una
política de impuestos y subsidios.
En el texto de FIEL[vii], de 1987, ante
el diagnóstico del retraso en el crecimiento de la economía se postula la
necesidad de llevar adelante una profunda reforma del sistema económico
vigente. En la fuente, se hace alusión, en vistas al fracaso del modelo
estatista, a la propuesta de reforma integral del sector público. En este
sentido, se apunta a la reducción del gasto público, la limitación de las
funciones estatales; y la reactivación del crecimiento económico a través de un
proceso de fuerte desregulación mediante la privatización, la descentralización
regionalización y provincialización de la actividad económica. Estas propuestas
contribuirían al crecimiento económico y la redistribución progresiva del
ingreso.
Entre las causas centrales del “fracaso del
estatismo” se ubican los objetivos “desproporcionados” respecto de los recursos
disponibles, como el hecho de brindar educación y salud gratuitas a toda la
población así como el sistema jubilatorio; la falta de recursos suficientes y
su mala asignación, que deterioraron la cantidad y calidad de los servicios. Este
tipo de políticas habrían llevado a un déficit crónico en el presupuesto
público que produjo inflación, expulsión del sector privado del mercado de
crédito y alto endeudamiento externo. Esto se habría traducido en un círculo
vicioso de menor productividad y crecimiento.
Con ese espíritu se proponen reformas en los
sistemas de salud y educación, transfiriendo importantes funciones al sector
privado. El objetivo explícito es volver más eficientes a dichos sistemas,
debiendo el Estado solamente garantizar niveles de cobertura mínimos. Respecto
del sistema previsional, se propone una reformulación profunda de los
objetivos, los mecanismos operativos y financieros y, naturalmente, el papel
del Estado. Se introduce la capitalización colectiva de los ahorros
individuales como complemento del sistema oficial de reparto. El Estado sería
simplemente controlador, orientador de inversiones y garante del nivel mínimo
de subsistencia de los jubilados. Respecto de las regulaciones, se propone
liberalizar tanto los mercados de factores como de productos, abriéndolos a la
competencia interna y externa. La acción estatal debería centrarse en prevenir
prácticas monopólicas y asegurar el acceso transparente a la información. Por
otra parte, la federalización de la economía se daría por la transferencia a
las provincias de servicios públicos e hidrocarburos.
De este modo, mientras el sector público se
limitaría a concentrar el cumplimiento de las metas de equidad y distribución
del ingreso, así como en la prestación de “servicios indelegables”, como la
defensa y las relaciones exteriores, y esenciales que no puedan ser totalmente
privatizados (educación, salud, gas, etc.), así como la regulación para
asegurar y estimular la competencia; el sector privado se ocuparía de la
producción y comercialización de bienes y servicios. Esto se alcanzaría
privatizando todas las empresas del Estado factibles de ser vendidas, y reestructurando
las empresas estatales, descentralizándolas al máximo y transfiriéndolas a las
provincias. Esto garantizaría una mejor asignación de recursos y contribuirán a
la equidad del sistema económico argentino.
Álvaro
Alsogaray[viii] publicó sus Bases liberales para un programa de gobierno
en 1989, en el marco de la campaña electoral para las elecciones en las cuales
era candidato a presidente por la UCeDé dentro del Acuerdo Centro-Liberal. El
autor presenta una serie de propuestas que serían la base de su programa de
gobierno en caso de triunfar en las urnas. En estas propuestas la economía
ocupa un lugar primordial, porque el problema económico se encontraría como
trasfondo de la mayoría de los problemas nacionales. Desde esta premisa,
Alsogaray señala como pilares de su programa un “Régimen Institucional ajustado
a la Constitución, Democracia Liberal y Economía Social de Mercado”, con el
objetivo de lograr “abundancia y bienestar”.
Sostiene que el retroceso argentino de los últimos
40 años, así como la crisis presente, radicaba en el denominado “sistema
dirigista inflacionario”, implantado por Perón en 1945 y todavía vigente[ix].
Dicho sistema se caracterizaba por el estatismo, el intervencionismo, el
dirigismo y la inflación. Era un sistema cerrado y autárquico, que constituía
–y aquí aparece un razonamiento similar al de Cavallo- un híbrido entre las “economías
centralmente planificadas” del socialismo comunismo y las “economías de
mercado”, propias del liberalismo. El modelo dirigista estaría agotado y habría
consenso respecto de la necesidad de aplicar ideas liberales[x] para
superar la crisis. La propuesta de Alsogaray en esta dirección consistía en
reemplazar el fracasado sistema por otro diametralmente opuesto: la economía
social de mercado. Para lograrlo, no cabían las modificaciones graduales: era
imperiosa una transformación integral. Para esto, a pesar de la penosa
situación imperante, consideraba que el país tenía las condiciones necesarias
para la implantación de un orden económico y social que permitiera el pleno
desarrollo de las energías individuales. Sin embargo, hacían falta capitales. Para
atraerlos, debía generarse un “shock de confianza”, que garantizaría en el
corto plazo el retorno de buena parte de los capitales argentinos en el
exterior y la afluencia de capitales extranjeros, causando una drástica
reducción de las tasas de interés. En consecuencia, los empresarios
abandonarían la especulación para invertir en la economía normal; y se daría
una ola de progreso y prosperidad.
En este sentido, el autor sostiene la necesidad de
aplicar dos programas separados pero interdependientes, que son coincidentes
con las premisas del CW: un programa de saneamiento monetario y financiero que
asegure una estabilidad monetaria y la erradicación definitiva de la inflación y
otro programa de reformas estructurales, que siente las bases para el
crecimiento de la economía nacional. Resulta fundamental la aplicación
simultánea de ambos, para evitar fracasos como el Plan Austral o la experiencia
con Martínez de Hoz, pues en “circunstancias políticas excepcionales”, al no
encararse reformas estructurales las expectativas se habrían ido agotando. Alsogaray
propone una serie de políticas que serían necesarias para la aplicación de los
programas, entre las cuales se destacan la supresión de los déficit y de la
emisión espuria de moneda:, la privatización de todas las actividades y
empresas comerciales, industriales y de servicios indebidamente en manos del
Estado; la desregulación de las actividades económicas;, la liberación de todos
los mercados internos, incluso el de cambios; la liberalización del sistema
bancario y financiero, la reforma impositiva para ampliar y asegurar
recaudación, la supresión del impuesto a las ganancias y a las inversiones; la desgravación
de las inversiones extranjeras; la reforma de las leyes sindicales, que implicarían
sobrecostos y privilegios; la reforma del régimen de previsión social; la reforma
del Estado, para corregir el sobredimensionamiento de la administración pública
y la intervención indebida en la economía; y la apertura de la economía.
[i] Morresi,
Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de
Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Morresi es
doctor en Ciencia Política por la Universidade de São Paulo;
investigador-docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento e
investigador asistente del CONICET. Es autor de libros y artículos de teoría
política moderna y contemporánea, análisis político e historia reciente. Su
actividad se concentra en el estudio del liberalismo y el neoliberalismo.
[ii] Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso:
Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente, Vol. 7, No.3,
Primavera 2010, 185-218. Ramírez es Lic. en
Historia por la Universidad de Córdoba y Dr. en Historia por la Universidade
Federal do Rio Grande do Sul, y en la actualidad Profesor en la Universidade
Estadual de Londrina. Estudia la relación entre empresarios, técnicos y Estado,
-haciendo foco en los vínculos entre las esferas económica, social y
político-ideológica. Entre sus obras se destacan La Fundación Mediterránea
y de cómo construir poder, La génesis de un proyecto hegemónico y
La Universidad de Córdoba, Socialización y reproducción de la élite en el
período colonial y principios del independiente.
[iii]
El IPÊS fue fundado en 1961 por líderes empresariales y militares brasileños.
Tuvo gran participación en la desestabilización del gobierno de Goulart, en el
golpe de 1964 y el gobierno autoritario instalado en consecuencia. Al
contrario del caso argentino, la mayor parte de sus cuadros técnicos ya habían
completado su etapa formativa y tenían gran prestigio académico antes de
incorporarse a la institución.
[iv] Castellani,
Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la
Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002. Castellani es doctora en
Ciencias Sociales de la UBA, magíster en Sociología Económica del IDAES-UNSAM,
licenciada y profesora en Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la
UBA. Actualmente se desempeña como investigadora adjunta del Conicet, con sede
en el CESE-IDAES de la UNSAM, y como profesora regular de la FCS-UBA y del
IDAES-UNSAM. Es profesora en diversos posgrados del país (UBA, UNR, USAL, entre
otros). Fue ganadora del primer premio en el II Concurso de Tesis de Posgrado
de la Asociación Argentina de Historia Económica. Autora de Estado, empresas y empresarios,
ha publicado numerosos trabajos en el país y en el extranjero sobre temáticas
propias de la sociología y la historia económica aplicadas al caso argentino en
la segunda mitad del siglo XX.
[v] Domingo
Cavallo, Volver a crecer,- 3
capítulos: pp. 11-34, 69-81 y 130-160. Cavallo es un economista y político cordobés,
con estudios de posgrado en los Estados Unidos. Miembro de la Fundación
Mediterránea, ocupó importantes cargos en la administración pública nacional.
Entre ellos, se destacan los de Presidente del Banco Central (1982) y Ministro
de Economía (1991-1996 y en 2001). Fue responsable de medidas como la
estatización de la deuda privada durante su gestión en el BCRA, la Ley de
Convertibilidad y la implantación del “corralito”, que desembocó en la profunda
crisis de diciembre de 2001.
[vi]
Llama la atención la contradicción entre los postulados de Cavallo en este
libro y su desempeño como funcionario. En primer lugar, respecto de la deuda,
ya que fue durante su gestión que el Estado absorbió la deuda privada mediante
los seguros de cambio. Por otra parte, su preocupación por la situación social
choca con los efectos de las políticas que aplicó efectivamente.
[vii]
FIEL (sin indicación de autor específico), El
fracaso del estatismo, Editorial Planeta, selección.
[viii] Álvaro
Alsogaray, Bases liberales para un
programa de gobierno, pp. 11-64. Álvaro
Carlos Alsogaray (1913-2005) fue un político, militar, empresario y economista liberal argentino. Entre
otros cargos públicos, fue Ministro de Economía durante las presidencias de
Arturo Frondizi y José María Guido. Fundó el
Partido Cívico Independiente (1956), el partido Nueva Fuerza (1972) y el
partido Unión del Centro
Democrático (UCeDé) en 1982, por el cual
fue candidato a Presidente de la Nación en 1983 y 1989. Publicó numerosos
artículos y libros sobre la realidad económica argentina.
[ix]
Alsogaray responsabiliza a todos los gobiernos desde el primer peronismo por la
aplicación de ese modelo, destacando como momentos excepcionales sus gestiones
al frente del Ministerio de Economía durante las presidencias de Frondizi y
Guido. Por eso, centra su discusión contra los candidatos del peronismo y el
radicalismo.
[x] Las fuentes
ideológicas inspiradoras de su programa las ubica en el pensamiento de Hayek y
la Economía Social de Mercado Alemana.
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Aporte de David:
El liberalismo conservador y
la ideología del PRN. Sergio Morresi.
El autor se propone mostrar que la última dictadura no estuvo
enmarcada dentro de la ideología neoliberal, sino bajo el
“liberalismo-conservador”. De esta forma sostiene la tesis de que la dictadura
no instauró las políticas neoliberales (ya que no tuvo éxito), sino que
estableció el orden que allanaría el camino para el triunfo de las políticas
neoliberales de los gobiernos siguientes. Esto lo sostiene a lo largo del
trabajo y dice “a pesar de la incapacidad del Proceso para convertir en
sistemática política su ideología, pensamos que es posible que el
liberalismo-conservador [haya tenido] éxito (…) dio lugar a un nuevo orden
ético-político sobre el que más adelante pudo montarse la ideología
neoliberal”. El autor hace una distinción de lo que es el neoliberalismo (o
liberalismo económico) del liberalismo-conservador: las principales diferencias
se encuentran en que si bien ambos son propulsores del libre mercado, el
segundo aboga por un Estado fuerte que permita establecer ese funcionamiento,
además del rol democrático del gobierno para establecer el orden.
Hacer la distinción que hace el autor para diferenciar neoliberalismo
en el sentido económico puro del neoliberalismo aplicado a sangre y fuego por
la dictadura creo que es desacertado. La Reforma Financiera, la apertura
económica, el endeudamiento externo, la valorización financiera, son todas
políticas que se inician con la dictadura, es cierto que a partir de esta etapa
se allana el camino para sucesivas profundizaciones neoliberales, pero estas
medidas a través de las fuerzas militares tuvieron la ideología antinacional de
las usinas neoliberales de los países centrales.
Implementación del modelo
neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea. Ana
Castellani.
El artículo es de mediados de 2001 y analiza las políticas
neoliberales que se fueron aplicando desde la dictadura hasta esa fecha, y se
pregunta por qué no tuvieron éxito dichas políticas gestadas en el marco del
Consenso de Washington. El trabajo tiene una visión “FLACSO” en cuanto a la
terminología que utiliza y su análisis por momentos remite a Estudios de
Historia Económica Argentina. En este sentido se menciona el desprestigio que
tuvo el Estado y las políticas propias de la ISI durante la hiperinflación del
´89, que dio margen al gobierno para aplicar las transformaciones neoliberales
junto con el plan de estabilización de precios. Esta situación que fue
adjudicada al excesivo intervencionismo propio de la ISI, no solo implicó el desprestigio
ideológico de ese modelo económico sino en el error de diagnóstico sobre las
causas que originan tal situación macroeconómica, ya que en un contexto donde
la valorización financiera y las reformas neoliberales ya estaban presentes, el
conflicto dentro de los grupos hegemónicos por apropiarse del excedente
hicieron imposible continuar con el pago de los servicios de deuda al tiempo
que se mantenían las transferencias al capital concentrado. De esta forma se
logró legitimar el diagnóstico que impulsaban los organismos de crédito
internacional a través del CW, de iliquidez e insolvencia, y aplicar el
recetario neoliberal de reestructuración de la economía y reducción del gasto
público y del Estado: Dichas políticas se pueden agrupar en apertura comercial,
desregulación de mercados laboral y sectoriales (salvo automotriz),
privatizaciones, reducción salario real (visto ahora como un costo) y
endeudamiento para valorizar. Hasta aquí se desarrollaron dos de los tres grandes
motivos por los que fracasaron las políticas neoliberales, primero el error de
diagnóstico, segundo el cambio en el comportamiento de las empresas productivas
en la búsqueda de valorizar financieramente su capital, y el tercero recae en
la irrealidad en la que descansan los supuestos universales neoclásicos que
presuponen que la desregulación de los mercados y la privatizaciones de las
empresas generará una eficiencia en el sentido económico, sin tener en cuenta
la asimetría de información, de poder económico y político de los agentes que
sin regulación inciden negativamente sobre los mercados.
Genealogías del consenso:
Brasil y Argentina, 1961-1991. Hernán Ramírez.
El autor analiza como la gestación del neoliberalismo en Latinoamérica
se da a través de relaciones internas de cada país, y no meramente una
imposición externa, y que dicha gestación se produce en las décadas previas al
momento en que se las suele habitualmente situar, es decir en la década del 60.
Sin dejar de tener el cuenta el rol que tuvieron las dictaduras en la región,
como tampoco la crisis del petróleo a nivel mundial, centra su análisis en el
proceso, a través del cual fueron surgiendo actores sociales e instituciones
privadas que fueron legitimando el pensamiento universal difundido por el poder
hegemónico mundial. Una de estas instituciones (que es parte de las fuentes
analizadas) es FIEL. Esta institución fue creada en 1964, por la UIA, la SRA,
la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, más
tarde se incorporó ADEBA. De esta forma se muestra como toda la gran burguesía
se engloba en esta institución, que a través de profesar doctrinas ortodoxas
permite la construcción y legitimación del pensamiento universal neoliberal y
aplicación de las políticas del Consenso de Washington y el desprestigio de un
paradigma de Estado vinculado a políticas keynesianas. Otra institución que se
menciona, con las mismas bases que FIEL, es la Fundación Mediterránea. La
doctrina de ambas instituciones, no solo quedaba en el plano teórico, sino que
fueron formadoras de cuadros técnicos y políticos, el caso más emblemático es
el de Cavallo que se formó a través de la Fundación Mediterránea, y gracias al
poder que empezaba a cosechar el pensamiento neoliberal logró ser presidente de
Central y luego Ministro.
Bases liberales para un
programa de gobierno (1989-1995). Álvaro Alsogaray. Volver a Crecer. Domingo
Cavallo.
Lo irónico de leer estos dos trabajos es que dentro de lo que es el
marco neoliberal en el que se centran ambos trabajos, el programa económico de
Alsogaray pareciera ser la base diría textual que toma el gabinete económico de
los noventa. En cambio el programa económico de Cavallo no se condice con lo
que luego él llevó a la práctica. Cabe mencionar que Alsogaray publica su libro
en 1989 como un programa de gobierno de la UCEDE con el que finalmente se
postulará a presidente ese año, siendo opositor al menemismo.
En rigor, Alsogaray no se define como neoliberal, sino como un
admirador de Hayek exponente de la Escuela Austríaca. El punto en común entre
estas escuelas, es el pensamiento liberal. Sin embargo cuando se analiza el
programa económico de Alsogaray difícilmente pueda sostenerse que no es
neoliberal cuando ha sido el implementado durante los noventa, pero tal vez por
ello se encuentren referencias poco comunes para los escritos neoliberales
puros como FIEL, como por ejemplo hablar de ideologías en el campo económico,
la interrelación de la economía y la política, cita a keynes y habla de
desarrollo económico.
Dentro de su concepción liberal, Alsogaray, echa la culpa de la
inflación, el atraso y todos los males de la Argentina al peronismo y al modelo
estatista, intervencionista y desarrollista que con él se instaura. Para
superar esos males, elabora el programa que se puede sintetizar en: reducción
del gasto público y emisión monetaria, el Central solo podrá emitir contra
ingreso de divisas (tipo de cambio fijo), privatizaciones, desregulación de las
actividades económicas, apertura comercial, liberalización financiera y
bancaria que permita libre formación de tasas, reforma mercado laboral para
reducir costos, reforma impositiva generando igual trato de capitales locales y
extranjeros, eximir el pago de ganancias, privatización del sistema jubilatorio,
reducción del papel del Estado a su nivel mínimo en su rol de asistencia social
y garantizando la propiedad privada.
En cambio el libro de Cavallo publicado en 1984, es de más corte
neoliberal, por ello allí solo se encontrará la búsqueda de crecimiento
económico y asignación eficiente de recursos como los objetivos que deben ser
perseguidos por un país. Para “volver a crecer” Cavallo propone las siguientes
ideas extraídas de la Fundación Mediterránea acá se van a poner las más
llamativas por su falta de correspondencia con su gestión: El endeudamiento
solo puede ser para afrontar servicios de amortización de capital, por lo tanto
la deuda pública no debe aumentar en términos reales. Se debe gravar la renta
de recursos naturales, el IVA debe ser del 10%, el tipo de cambio debe fijarse
libremente por la oferta y la demanda. Se eliminarán las retenciones pero se
gravarán las tierras “libre de mejoras”, es decir las tierras libres y las que
no aumenten su productividad. Por otra parte adopta supuestos como la creencia
en el cumplimiento de la ley PPP, y en el mecanismo de precios para ajustar
cualquier desequilibrio, que se cumplirá a través de la liberalización de los
mercados y a través de la reducción del empleo público a favor del incremento
privado. Está a favor de la apertura comercial, y demuestra que la autarquía de
la ISI fue perjudicial para el crecimiento del país a través de un irreal
modelo de dotaciones de factores que ajusta por el mecanismo de precios y libre
movilidad de recursos, es decir un modelo H-C adaptado a la Argentina.
El Fracaso del Estatismo.
FIEL
Este trabajo es un conjunto doctrinario de propuestas neoliberales y
un resumen del trabajo original presentado a fines de 1986. Con su base
neoliberal se enfocará en la reasignación de recursos que generen una mayor
productividad y por ende crecimiento económico.
Como su título presupone el trabajo se centra en una crítica a lo que
considera un exceso de intervencionismo en la economía, es decir el estatismo,
durante la ISI. El escaso crecimiento, el nivel educativo, salud, seguridad
social y el acceso a la telefonía son indicadores que toma el trabajo para
concluir que el estatismo ha fracasado. Ello ocurre porque la intervención del
Estado en la economía distorsiona el mecanismo de precios y por ende la
eficiente asignación de recursos, de esta forma se fomenta sectores
ineficientes y se derrochan recursos que mediante la eficiente asignación del
mercado generarían una mayor generación de producto y por ende de crecimiento.
En su crítica al Estado de Bienestar se centra en el derroche siempre en
función de la eficiencia neoliberal que implican la educación y la salud
gratuitas y el amplio espectro que cubre la jubilación de reparto. Para
solucionar estas calamidades que produce el estatismo es necesario abrir el
juego a la iniciativa privada, para ello el estado debe reducir su
intervencionismo, a través de la descentralización de las decisiones y de la
desregulación de los mercados, asimismo es imperioso transferir funciones
públicas del empresariado al sector privado, es decir privatizaciones.
Sus propuestas son medidas que luego fueron adoptadas durante los
noventa: En educación se propone la descentralización educativa transfiriendo
las competencias a las provincias, y se propone el estimulo a la educación
privada y desincentivar la pública. En salud se garantizaría una prestación
pública y gratuita mínima, luego a través de la competencia entre prestadores
privados se lograría la eficiencia. El sistema jubilatorio, ante la imposibilidad
de seguir sosteniendo financieramente el sistema de reparto se debe garantizar
un haber universal mínimo y uniforme que permita satisfacer las necesidades
básicas; para suplantarlo se introduce el sistema de capitalización.
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Aporte de Jorge:
El texto de Sergio Morresi[1]
titulado “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización
Nacional” (2010), intenta
desentrañar, por un lado, la participación de personalidades especificas en el
desarrollo y divulgación del ideario neoliberal. A este respecto cita, por
ejemplo, a Jaime Perriaux, quien considera que el liberalismo conservador era
la mejor solución a un “orden actual imposible”. El orden militar, representado
por el Proceso de Reorganización Nacional (PRN) que usurpó el poder en 1976,
era la única salida al desgobierno peronista instaurado en 1946. Para dicho
autor era necesario reorganizar el país en sus estructuras básicas en materia
política, económica y cultural. Sus ideas fueron uno de los basamentos del PRN.
Perriaux fue uno de los fundadores de la SEA (Sociedad de Estudios y Acción
Ciudadana), de gran influencia en la política del gobierno dictatorial. Por
otro lado, encontramos la doctrina del Ricardo Zinn, que propugnaba por una
“Refundación de la República”. Fue uno de los gestores e impulsores del Centro
de Estudios Macroeconómicos de Argentina y de la Escuela de Dirección y
Negocios. Su libro “La Segunda Refundación de la República”, constituyo una
fuerte base doctrinal para el PRN. La creencia de que la Argentina estaba
librando batallas de la Tercera Guerra Mundial contra el régimen comunista
soviética, era una de las premisas de esta doctrina, de la cual Zinn era
artífice principal. La reforma constitucional era para Zinn una de las
herramientas para arribar al cambio de paradigma económico y social sostenido
por la impronta neoliberal. Por otro lado, Morresi considera que la dictadura
militar representaba un “sector moderado” ideológico-político que propulsaba,
entre otras cuestiones: 1- El libre mercado, 2- El anti-comunismo, 3-
Regulación y control de las formas republicanas y representativas de gobierno,
4- El pluralismo político, pero no el respeto al régimen democrático, 5- El tradicionalismo,
6- El orden jerárquico, 7- La instalación de una “ética cristiana”. Por último,
destacamos que Morresi alude al concepto de “Democracia de los Muertos”, acuñado
por el escritor irlandés Gilbert K. Chesterton, basado en el respeto por las
tradiciones populares. En este sentido, el autor expresa que los militares
procuraron una república tutelada por las elites y basada “EN los muertos” de
la dictadura.
En el artìculo “Implementación del
modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”
(2002), Ana Castellani[2]
analiza los principales fundamentos teóricos de la doctrina neoliberal,
centrándose en la influencia de Milton Friedman, quien propugnaba por el
mantenimiento de la libertad individual por sobre la injerencia del Estado. El
economista ganador del Premio Nobel en 1976, consideraba que sólo el mercado
puede frenar la influencia del Estado en la libertad e iniciativa individual y
privada. Friedman, contrariamente a lo que usualmente podría figurarse, propendía
a una continua intervención del Estado, pero sólo para lograr el perfecto
funcionamiento de las leyes del mercado y de la competencia, hasta volverse
“mínimo”.
Luego, la autora enumera las principales
líneas políticas y económicas del Consenso de Washington, cuyo objetivo general
era la ampliación de la esfera del mercado y la consecuente disminución de la
esfera de intervención estatal. Luego,
cita las diversas críticas formuladas a dicho Consenso, como el endeudamiento
externo como parte ineludible de la crisis fiscal de la mayoría de los países
latinoamericanos, la no-referencia al crecimiento del producto en Latinoamérica,
además del desconocimiento de las transformaciones sociales y económicas en el
marco de gobiernos militares, que asediaron las democracias de la mayoría de
los países del Cono Sur a partir de la década del sesenta. Otras críticas,
provenientes de la CEPAL, sustentan la misma en el “Enfoque de la Crisis
Fiscal”. Los Neoinstitucionalistas, por su parte, proponen recetas diferentes
frente a situaciones estatales distintas, algo que en Consenso de Washington no
tenía en cuenta, puesto que sus puntos son idénticos para todas las naciones.
Posteriormente alude al Consenso Post-Washington, el que, aún fuertemente liberal
se pronuncia a favor de la construcción de un Estado eficaz, como “socio” del
mercado y promotor de la actividad privada. A su vez, la autora analiza los
modelos económicos de la dictadura militar (de valorización financiera), del
gobierno de Alfonsín (como el Plan Austral) y el de Carlos Menem (Ley de
Emergencia Económica y de Ley de Reforma del Estado, además del Plan de
Convertibilidad de 1991). Alude a una nueva estructura empresaria, conformada
por asociaciones (joint ventures) locales y extranjeras. Las primeras aportaban
el lobby y el conocimiento interno del mercado, y las segundas el desarrollo
tecnológico para cumplir con los objetivos productivos. Por último, mediante un
estudio de caso (el súper e hipermercadismo), analiza los casos de acumulación
empresaria y sus consecuencias.
El trabajo de Hernán Ramírez[3], titulado
“Genealogías
del consenso: Brasil y Argentina, 1961-1991” (2010), se centra en los
casos del IPES (Instituto de Pesquisas Económicas y Sociales, fundado en Brasil
en el año 1961 por líderes empresariales y militares brasileños) y FIEL
(Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas, fundada en Argentina
en el año 1964 por la UIA, la Cámara Argentina de Comercio, la Sociedad Rural y
la Bolsa de Comercio de Buenos Aires). Mediante los casos citados, el autor
considera que el Consenso de Washington no fue el inicio, ni siquiera una de
las primeras manifestaciones del ese neoliberalismo “institucionalizado”. Muy
por el contrario, expresa que tanto IPES en Brasil como FIEL en Argentina
(además de la Fundación Ford y la Fundación Mediterránea entre muchos otros),
crearon un corpus doctrinario y programas de acción con el fin de implantar el
nuevo liberalismo en América Latina. El autor concluye que el proceso de
elaboración de políticas públicas englobadas como productos del Consenso de
Washington no fue solamente impuesto desde el exterior. Los grupos empresariales,
una nueva “tecnoburocracia” y organizaciones internacionales (como el FMI o el
Banco Mundial), combinaron sus intereses en torno de numerosas instituciones,
organizaciones y fundaciones que, lejos de constituir actores meramente
académicos, tuvieron una influencia trascendental en la instalación del modelo
neoliberal internacional.
Domingo Cavallo[4], en
los capítulos de su obra “Volver a Crecer”
(1984), considera que “los argentinos somos
responsables de lo que nos pasa”. Expresa que “las grandes discusiones
ideológicas”, “el voluntarismo irracional” y el “antagonismo entre los
objetivos” retrasan el camino de la Argentina hacia el “progreso”.
En esta obra, Cavallo plantea una propuesta
económica, cuyos puntos principales son los siguientes: 1- Gasto público
íntegramente proveniente de impuestos, 2- Recaudación mediante impuestos de
difícil evasión, 3- Asignación y coparticipación provincial de impuestos, 4-
Inversión en infraestructura social, 5- Eliminación de trabas selectivas a
importaciones y exportaciones, 6- Apertura comercial externa, 7- Eliminación de
retenciones a exportaciones de alimentos, 8- Regulación de la intermediación
financiera, 9- Abstención por parte del gobierno de fijación de precios de
mercado.
Como puede apreciarse, mediante esta fuente
directa Cavallo establece un plan de apertura y desregulación económica que
posteriormente será llevado a cabo durante su mandato como Ministro de Economía
de la Nación. A mayor abundamiento, en el último capítulo desarrolla una
“simulación” de apertura por parte del gobierno argentino, analizando y
previendo las bondades y los defectos (estos últimos, muy pocos) de dichas
políticas neoliberales.
Álvaro Alsogaray[5],
en sus “Bases
Liberales para un programa de Gobierno (1989-1995)”
(1989), escrito antes de la asunción de Carlos Menem
como Presidente de la Nación y fuertemente crítico del gobierno de Raúl
Alfonsín, propone la implantación de una “Economía Social de Mercado”.
Considera de importancia lo que él denomina un “Shock de Confianza”, que
aliente la inversión internacional y financiera. En dicha obra, sugiere
diversos “Planes”, tales como: 1- Plan de saneamiento monetario y financiero
(estabilidad monetaria y eliminación definitiva de la inflación), 2- Plan de
reformas estructurales. Para lograr el cumplimiento cabal de dichos cometidos,
también sería necesaria: a- La supresión del déficit y de la emisión desmedida
de moneda, b- Transferencia al sector privado de actividades y empresas en
manos del Estado, c- Desregulación económica, d- Liberación de los mercados, e-
Reforma del sistema bancario, financiero, impositivo, sindical, previsional y
del Estado en general, e- Inserción del país en la economía mundial.
Por último, en la selección de FIEL:
“El Fracaso del Estatismo” (1987) la fundación, al igual que los dos
anteriores autores, propone una Plan (esta vez mucho más detallado) de reforma
del sector público argentino, debido al hundimiento del Estado regulador e
interventor de la economía. Enuncia propuestas de cambio y privatizaciones de
numerosas áreas otrora reservadas al gobierno: Educación, Salud y Seguridad
Social (Jubilaciones y Pensiones). Sugiere la privatización y reestructuración
económica de empresas dedicadas a los servicios de energía (hidrocarburos,
petróleo, gas, minería, electricidad), transporte, comunicaciones, siderurgia,
petroquímica y armamentos. Al ámbito público corresponde garantir la equidad y
la distribución del ingreso, los servicios indelegables como la defensa, las
relaciones exteriores y la justicia, además de los esenciales que “no deben ser
completamente privatizados” como la educación, la salud, la electricidad y el
gas. Por último, y naturalmente,
corresponde al gobierno la regulación y estímulo de la competencia económica.
[1] Politólogo y Doctor en Ciencia Política por la Universidad de San
Pablo. Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento e
Investigador Adjunto del CONICET. Es autor de artículos de teoría política,
análisis político e historia reciente y publicó los libros “La Nueva derecha
argentina y la democracia sin política” y “Saber lo que se hace. Expertos y
política en la Argentina Contemporánea”. Su actividad se concentra en el
estudio del liberalismo, el neoliberalismo y las derechas políticas.
[2] Doctora en Ciencias Sociales de la UBA, magíster en Sociología
Económica del IDAES-UNSAM, licenciada y profesora en Sociología de la Facultad
de Ciencias Sociales de la UBA. Investigadora Adjunta del CONICET, con sede en
el CESE-IDAES de la UNSAM, y profesora regular de la FCS-UBA y del IDAES-UNSAM.
Profesora en diversos posgrados del país (UBA, UNR, USAL, entre otros).
[3] Profesor en la Universidade Estadual de Londrina. Fue docente de la
Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad Empresarial Siglo 21. Entre
sus obras se destacan “La Fundación
Mediterránea y de cómo construir poder”, “La génesis de un proyecto hegemónico”
y “La Universidad de Córdoba, Socialización y reproducción de la élite en el
período colonial y principios del independiente”.
[4] Contador, economista y político argentino. Doctor en Economía por la
Universidad de Córdoba y por la Universidad de Harvard. Fue Presidente del
Banco Central de la República Argentina durante la dictadura militar en 1982. Ministro
de Economía durante los gobiernos de Carlos Menem (1991-1996) y Fernando De La Rúa
(2000-2001), había sido anteriormente Ministro de Relaciones Exteriores,
Comercio Internacional y Culto de la Nación (1989-1991).
[5] Militar, economista, empresario y político argentino.
Fue Ministro de Economía durante la presidencia de Arturo Frondizi (1959-1961)
y José María Guido (1962). Ministro de Industria durante el régimen dictatorial
de Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958). Embajador de Argentina en los Estados Unidos
durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía (1966-1970). Fue Diputado
Nacional por la Capital Federal desde el año 1983 hasta el año 1999.
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Hernán Ramírez (2010) analiza la forma en que
los principales institutos y fundaciones de Brasil y Argentina cooptaron sus
miembros, se estructuraron y actuaron como grupos de presión fundamentales para
deslegitimar gobiernos legalmente constituidos, incitar y conducir golpes de
Estados y legitimar los gobiernos autoritarios que se instalaron
posteriormente. Para ello, estudia el devenir de ciertas ideas que prosperaron
bajo su amparo que luego fueron adoptadas como políticas económicas tanto por
los gobiernos autoritarios como por gobiernos democráticos, pasando a integrar
la lista de recomendaciones del Consenso de Washington. Entre estas ideas cabe
identificar algunas de las principales: disciplina fiscal, orden de prelación
de los objetivos del gasto público, reforma tributaria, liberalización
financiera, tipos de cambio, liberalización del régimen de comercio exterior,
inversión extranjera directa, privatización, desregulación y derechos de
propiedad.
Entre estas
instituciones patrocinadoras de acciones favorables a los Estados Unidos y
aliados locales, formadas en torno a alianzas entre empresarios ortodoxos y
militares en el caso de Argentina, y entre el empresariado concentrado y los
militares de tendencias más burocráticas en el caso de Brasil, el texto se
centra en tres: el IPES de Brasil, y La Fundación de Investigaciones Económicas
Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea de Argentina.
El caso del
IPES, fundado en 1961, congregó a grandes empresarios y representantes del
capital nacional e internacional, con predominio de las fracciones industrial y
financiera, tecnócratas de renombre y militares de alta graduación. Los
estudios realizados abarcaron tanto la reforma constitucional, bancaria,
judicial, un proyecto de reforma agraria y también de reforma laboral, y fueron
realizados por cuadros técnicos, políticos y líderes empresariales que luego
ocuparon cargos importantes durante el gobierno autoritario.
Por su parte
FIEL, creada en 1964 por cuatro
entidades corporativas de la cúpula de la burguesía argentina: la UIA, la SRA,
la Cámara Argentina de Comercio y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Mientras
que en un principio se abocó a realizar estudios microeconómicos y
econométricos, posteriormente produjo obras que servirían para articular las
medidas que habrían de llevar a la concentración, desindustrialización y
primacía del sistema financiero en la economía argentina a partir de 1976,
entre ellas “El fracaso del estatismo:
una propuesta para la reforma del sector público argentino”. Este libro
plantea la necesidad de realizar reformas en sectores como la salud, la
educación, el sistema jubilatorio, el sistema regulatorio y las
privatizaciones, entre otras áreas, para enfrentar lo que consideran un
sobredimensionamiento del sector público y su ineficiencia. Propone en cambio
como pilares centrales de la reforma a emprender, los principios de
competencia, descentralización y reducción del tamaño del Estado.
A diferencia
de los integrantes de IPES, los miembros de FIEL que realizaron estos trabajos
fueron financiados por la propia institución para realizar sus estudios de
posgrado en el exterior (especialmente en EE.UU.), lo cual a su vez los
incorporaba a las redes internacionales que resultarían fundamentales para su
futuro como cuadros técnicos tanto en el ámbito privado como público. A su vez,
esto enfrentó a los grupos dominantes a la dificultad de controlar a cuadros
técnicos incorporados a la institución pero cuyos orígenes sociales eran
diferentes e incluso distantes de los órganos directivos de la fundación. En
este sentido, posteriormente serán los miembros de FIEL que pertenecían a los
órganos directivos los que ocuparán los principales cargos en la estructura
estatal, y no sus cuadros técnicos como habría sucedido con la más horizontal
Fundación Mediterránea.
Finalmente,
la Fundación Mediterránea nació en 1977 aglutinando a los medianos y grandes
empresarios de Córdoba primero, y luego del Interior argentino en general. Luego
de los gobiernos autoritarios, esta fundación se reconvirtió exitosamente integrándose
a los principales partidos políticos y obteniendo espacios clave para definir
su discurso y estructura y finalmente alcanzar el centro de poder. Un ejemplo
claro de esto es el desempeño de Cavallo
como Presidente del BCRA bajo un gobierno militar y luego ministro de un
gobierno peronista y de otro radical. Cabe destacar los dos pilares del
pensamiento y acción política de la Fundación Mediterránea que aparecen como
presupuestos clave del libro de Cavallo “Volver a crecer”: la que se refiere a
“reglas claras, simples y de aplicación lo más automática posible” y su
contribución acerca de la convertibilidad, idea sustentada además en poderosos
grupos empresariales locales y mundiales que la avalaban.
De esta
manera concluye que el proceso de elaboración de políticas públicas englobadas
como productos del Consenso de Washington no fue meramente impuesto desde el
exterior, sino que contó con la contribución activa de grupos empresariales,
una nueva tecnoburocracia y fuerzas internacionales, en un contexto en el cual
la racionalidad técnica y el lenguaje de los economistas pasó a ser fuente de
legitimidad de los discursos políticos.
Por su parte
Morresi (2010) plantea que, a pesar
de las notables diferencias existentes entre los grupos del seno y la periferia
del gobierno dictatorial -auto denominado Proceso de Reorganización Nacional
(PRN)- éstos encontraron en el liberalismo-conservador una base ideológica
común, que constituyó una de las fuentes de legitimidad que buscó el gobierno
militar. Para su análisis identifica algunas
de las características específicas del liberalismo conservador, entre ellas el
pragmatismo, la promoción del libre mercado, el apoyo a la acción estatal como
garantía del orden, el rechazo a la democracia (por sus tendencias populistas)
y el respeto por las tradiciones e instituciones heredadas. El
liberalismo-conservador veía entonces, en el PRN una instancia de poder
político sólido y unívoco capaz de inaugurar una etapa de reinstalación de los
derechos, deberes y garantías republicanas, a los que (luego de un tiempo
prudencial) se sumaría la participación plena de la ciudadanía (ya “educada”)
en una especie de democracia limitada por ese orden fundamental.
Morresi
identifica dos exponentes clave de la ideología política liberal-conservadora
del proceso: Pierriaux y Zinn. En el caso del primero, destacó la necesidad de
una generación (una “nueva generación del ’80”) que lograra destruir el mundo
de la sociedad y el Estado demagógicos y reemplazarlo por un nuevo orden
liberal-conservador, y aglutinó en su grupo a muchos de los impulsores del
golpe de 1976. El proyecto de Pierriaux funcionó en más de un sentido como
aglutinador de las visiones liberal y conservadora de sus miembros (él mismo se
ubicaría dentro del sector moderado que funcionó como árbitro entre “duros” y
“blandos”), que encontraron un proyecto común bajo el objetivo central de
disciplinamiento y venganza clasista, a ser encabezada por las Fuerzas Armadas.
En el caso de Zinn, cabe destacar en particular su libro “La Segunda fundación
de la República”, una síntesis de la ideología liberal conservadora que imperó
durante el PRN, aunque no deja de plantear puntos que generan disidencia hacia
adentro incluso de su grupo. A lo largo de su libro Zinn desarrolla varios de
las ideas pilares del gobierno militar, sobre todo la defensa de la propiedad
privada de los medios de producción y el papel del Estado en su garantía. Además,
propone que para refundar la república es necesaria una reforma de la
Constitución que garantice la presencia permanente de las fuerzas armadas en el
seno del gobierno.
En síntesis,
la ideología del PRN cumplió la función política de imponer un orden social
sobre el que luego se erigirían las políticas neoliberales. Es decir que según
Morresi el PRN no instauró al neoliberalismo en la Argentina, sino que impuso
el orden que serviría de escenario para el triunfo neoliberal posterior.
En su texto Castellani analiza la aplicación de las
recomendaciones neoliberales del Consenso de Washington, su origen en un
diagnóstico (erróneo) respecto a las causas que llevaron a la crisis económica
de Latinoamérica en general y de Argentina en particular, las consecuencias de
su aplicación, las críticas que suscitó y su reformulación en el llamado Post
Consenso de Washington. Al respecto señala que el diagnóstico realizado no tuvo
en cuenta las características distintivas de las fracciones hegemónicas del
empresariado argentino ni las graves implicancias de las políticas aplicadas
durante la dictadura militar de los ‘70. Su análisis de las recomendaciones
neoliberales hace énfasis en particular, en la concepción del Estado que dicho
pensamiento tiene y las diversas posturas existentes dentro de esta corriente
respecto al papel que debe desempeñar. En este sentido, el Consenso de
Washington explica el estancamiento de las economías latinoamericanas por la
persistente intervención estatal sobre la actividad privada que se puede
resumir en la recomendación “más mercado y menos Estado”.
Luego de
analizar la evolución de la economía argentina desde la segunda ISI hasta la
década del ’90, la autora plantea que durante la década del ’90, como
consecuencia de la consolidación del modelo neoliberal y de la particular
coyuntura de la sociedad argentina, se afianzó una particular forma de relación
entre el Estado y la cúpula empresaria que impidió la conformación de un
proceso de desarrollo endógeno, ya que dicha relación se caracterizó por la
permanente búsqueda de obtención de ganancias extraordinarias por parte de las
empresas locales. Identifica así dos características centrales de la cúpula
empresaria que se mantuvieron constantes a pesar de las transformaciones
acaecidas en los diversos períodos económicos: la búsqueda permanente de
estrategias que permiten la obtención de ganancias extraordinarias mediante
vinculaciones preferenciales con el Estado y, como consecuencia, la permanente
opción por adaptarse a los cambios externos sin realizar inversiones de riesgo
y por ende resultar incapaz de generar un desarrollo sostenido de la economía
nacional.
A
continuación analiza las transformaciones en la cúpula empresaria durante eseta
década, en particular la conformación de una nueva comunidad de negocios basada
en las asociaciones entre empresas locales y extranjeras, la creciente
extranjerización de la cúpula, el aumento de la fuga de capitales y la
conformación de mercados cada vez más concentrados y la consolidación de
posiciones mono u oligopólicas. Como ejemplo claro de esta conformación de
mercados no competitivos generados por la “retirada del Estado” recomendada por
el Consenso de Washington, realiza un estudio de caso de la fusión de los
supermercados Norte/Tía y Carrefour en 1998.
Entre otras
conclusiones, destaca que la experiencia argentina sirve para demostrar algunas
de las falacias neoliberales más importantes, tales como la mayor desregulación
económica genera mayor competencia, la formación de mercados competitivos permite
un mayor crecimiento económico, y mayor crecimiento económico se traduce en
mayor bienestar general. De esta manera, la autora resalta que si bien las
reformas neoliberales aplicadas en la década del ’90 fracasaron en sus
propósitos explícitos (es decir la formación de mercados competitivos,
crecimiento económico, bienestar general, etc.) sí fueron exitosas para
promover y potenciar el enriquecimiento de los sectores capitalistas más
concentrados del ámbito local.
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Aporte de Guillermo:
El
primer texto a analizar de Sergio Morresi[1],
“El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización
Nacional” tiene dos grandes ejes entre los que se destacan, la base ideológica
liberal conservadora y por otro lado el sustento de la dictadura a través de la
legitimidad de origen, de ejercicio y de fines propuesto por Hugo Quiroga,
analizando las obras de Jaime Perriaux y de Ricardo Zinn.
Al
analizar al Liberalismo conservador respecto al simple liberalismo, el autor
argumenta que el primero es resistente al cambio social, busca procesos de
cambio más lentos, se opone a la redistribución del ingreso de manera
progresiva y teme de las democracias, por el peligro de tornarse populistas.
Son estas las ideas que formarían parte del pensamiento del Proceso de
Reorganización Nacional (PRN), que hacía equilibrio entre las diferentes
ideologías dentro de la dictadura, nacionalistas y liberales. Aún siendo
liberal, considera que es necesario, al menos inicialmente un estado fuerte,
que modifique las estructuras sociales, erradique el populismo, comunismo,
marxismo y una vez logrado esto mediante un alto grado de intervención, liberar
las fuerzas individuales, siendo este un precedente de lo que sería la década
de los 90.
Si
bien algunos dicen que la dictadura careció de una ideología clara, tuvo un
comportamiento errático y poco organizado, especialmente luego de que la
represión comenzó a perder efectividad, el autor sostiene que hubo una gran
actividad ideológica y discusión
política que motivaba las políticas dictatoriales.
Uno
de estos casos es el de Jaime Perriaux, quien tenía lazos con Martínez de Hoz.
Ante un estado social que se desea cambiar, una estructura que se desea modificar,
se necesita de una “escasa minoría” que destruya el estado demagógico como los
de Perón y Balbín y lo convierta en uno liberal conservador.
En un
trabajo intelectual comenzado mucho antes del 76, se sostenía que se debía
disciplinar a la clase trabajadora y al pequeño empresariado, quien vivía del
estado populista, que jerarquizara la sociedad argentina.
Ricardo
Zinn, formó parte de los gobiernos de Lanusse y de Martinez de Perón entre
otros, y sería uno de los autores del plan económico que llevó al Rodrigazo.
En su
libro, Zinn plantea que desde la década del 1880, la argentina se vio afectada
por gobiernos populistas, sobre todo desde el año 1943, sin importar si son
peronistas, radicales e incluso militares, por darle lugar al regreso del
peronismo. Zinn argumentaba que se debía tender a un estado capitalista, que
garantice las libertades, la propiedad privada, lejos de la extorsión de los
sindicatos, la garantía de los salarios y la estabilidad laboral.
Respecto
a uno de los grandes ejes en debate, el rol del estado, Zinn planteaba que este
debía barrer con el populismo, liberar a la sociedad de la enfermedad en la que
se vivía, encausar a la sociedad y luego, a largo plazo, monitorear que los
diferentes gobiernos presidenciales no se desvíen ideológicamente hacia el
populismo o marxismo. Por lo tanto, se necesita de un estado inicialmente
fuerte que libere paulatinamente a la sociedad. Luego se debe discutir cómo se
logrará esto a futuro, si con gobiernos militares, reforma de la constitución,
etc.
Ana
Castellani[2]
realiza un recorrido por la historia del pensamiento liberal comenzando con
Friedman y teniendo nuevamente como eje el rol del estado en la economía, en
donde se necesita “más mercado y menos estado”, bajo las ideas del Consenso de Washington
(CW), las cuelas eran genéricas y no necesariamente aplicables en las economías
latinoamericanas.
Friedman,
pareciendo contradictorio, plantea su política liberal y el rol del estado
quien no debe entrometerse en la vida de los individuos, pero al mismo tiempo
es el encargado de asegurar esas libertades, un estado interventor que
desregule la economía.
Castellani
contextualiza estas ideas en los procesos regionales ya que los países latinoamericanos en general y la
Argentina en particular ingresaron en un largo período de estancamiento
relativo que se conoce con el nombre de “década perdida”. Los niveles de
endeudamiento público, la caída de la inversión y de los salarios, la
retracción del PBI industrial, y la tasa de inflación, entre otras variables de
ostensible significación económica, alcanzaron tal magnitud durante este lapso
que provocaron una profunda redistribución regresiva de los ingresos, un
marcado deterioro de las condiciones de vida de la población de menores
recursos, la agudización del proceso de concentración y centralización del
capital, y una crisis fiscal y externa sin precedentes, lo que daría pie a
las políticas liberales, al FMI, BM y al CW, abriendo lugar a la década de los
90, destacando que muchos análisis desconocen el crecimiento generado por la
sustitución de importaciones y las implicancias de los gobiernos militares en
la región.
Como
antecedente para el despertar de las ideas liberales, Castellani desarrolla 4
ideas que marcaron la segunda fase de la ISI: Crecimiento inestable debido a
una estructura desequilibrada, idea proveniente de Diamand; conflictividad
social debido a pujas redistributivas; crisis políticas en relación a sectores
dominantes e; incapacidad de gestión estatal, sumado al fin en el año 76 del
modelo de hegemonía compartida, en donde los grupos de poder concentrados se
ven contrarrestados por sectores heterogéneos plebiscitados en las urnas.
Llegada la Dictadura, esta relación se elimina y los actores con poder pueden
dominar e intentar imponer su ideología.
Pero
el gobierno de Alfonsín tampoco logró romper con la valorización financiera en
reemplazo de la ISI, continuó atascado en altos niveles de déficit fiscal,
balanza de pagos y procesos hiperinflacionarios, en donde las devaluaciones ya
no generaban ciclos de stop & go. Las ideas respecto a la ineficiencia del
estado, la falta de productividad y la desinversión y por lo tanto necesidad de
capital privado cobraban mayor importancia ante el fracaso económico del
gobierno radical, con lo cual era irrefutable e inevitable la llegada del
liberalismo, dando lugar al CW. Para Castellani, las políticas neoliberales han sido más que “exitosas” en cuanto a
lograr la transformación radical de la estructura económica y social argentina
en beneficio de un nuevo bloque de poder.
Ramírez[3]
hace un análisis comparativo entre Argentina y Brasil, en donde las ideas
impuestas por el FMI y el BM se vieron complementadas por otra serie de
instituciones público – privadas que actuaban en igual sentido ideológico, como
por ejemplo FIEL y Fundación Mediterránea, quienes no sufrían las presiones
estatales como por ejemplo sí ocurría con la UIA o la CGE, que igualmente en
algunos casos formaron parte de las primeras. Estas organizaciones libres de
presiones se formarían con técnicos y grupos empresariales, formando parte del
inicio de la ideas liberales y construyendo lo que después se convertiría en la
década de los 90, con lo cual, queda demostrado que el mencionado periodo había
comenzado a ser creado y discutido varios años antes. A pesar de los golpes de
estado y el uso de la fuerza, era necesario plasmar las ideas y que éstas
perdurasen en el tiempo, con lo cual, existía una gran relación entre los
grupos de poder y estas fundaciones, encargadas de definir técnicamente y crear
las ideas liberales a largo plazo, una vez utilizada la fuerza.
Las
ideas de estas instituciones fueron posteriormente adoptadas por los gobiernos
dictatoriales y democráticos liberales, en conjunto con el CW. Además, los
técnicos de estas instituciones pasaron a formar parte de los gobiernos y compartieron
vínculos sociales y educativos a nivel internacional. Casos como los de Cavallo
y López Murphy ven su inicio en la gestión pública a través de ambas
instituciones, contando ya en ese momento con ideas referidas, por ejemplo, a
la convertibilidad.
En
cuanto a las fuentes, Cavallo[4]
ya en el prólogo habla de “sacrificios”, “épocas duras”, presagiando lo que
estaba por venir pero al mismo tiempo, planteaba “esperanza”.
Cavallo
comienza haciendo un análisis de la situación local e internacional, revisionista,
culpando a los argentinos mismos y endilgando los problemas a los errores
propios. En este análisis, a través de agro vs ISI, socialismo vs capitalismo, comercio,
industria, estatismo, federal vs. Interior, energía, costos de educación,
plantea el antagonismo que marca la historia argentina, una suerte de péndulo
que lleva a herramientas equivocadas, que deben dejar de ser tenidas en cuenta
para el futuro, con un marcado tinte liberal apelando siempre al sufrimiento y
a la esperanza.
Citando
a la Fundación Mediterránea, Cavallo detalla la política a implementar en cuanto
a gasto público, impuestos y coparticipación, privatizaciones, comercio
exterior, retenciones y tipo de cambio.
Haciendo
escasas menciones al nivel de empleo, salarios, redistribución del ingreso y
pobreza, se limita a plantear un subsidio para aquellas personas que hayan
perdido su trabajo por la reconversión productiva que se debe llevar a cabo.
Con críticas
a la ISI, al cierre de la economía, pero desatacando más aún la falta de
crecimiento desde los años 73-74, Cavallo presenta un modelo contrafáctico en
donde analiza por sectores la posible y maravillosa evolución de las
principales variables de acuerdo a cómo se vayan aplicando las medidas
liberales de apertura comercial propuestas. Es aquí donde recién menciona la
caída del salario real y sus posibles efectos.
Por
su parte, Alsogaray[5],
con directas críticas al Peronismo y su impronta en la política y economía argentina,
condicionando a los restantes gobiernos, democráticos y militares, plantea el
avance propuesto por la UCEDÉ a todo o nada de liberalismo, en donde quedarse a
mitad de camino (socialista - comunista y dirigismo económico) nunca logrará el
bienestar económico general.
Con
hermosas frases como por ejemplo “hace millones de años se extinguieron los
dinosaurios sin que nadie se lamentara mucho por ello; de la misma manera se
extinguieron recientemente los intelectuales de “izquierda”, sin que tampoco nadie
se afligiera, dando paso a la “rehabilitación del hombre”, Alsogaray defiende
el trabajo científico que vienen realizando y se presenta como la única
solución a los problemas estatistas, intervencionistas e inflacionarios de la
argentina.
Fundamentando
que la economía obedece a leyes naturales, inquebrantables, Alsogaray recorre
la historia de la argentina desde el modelo agroexportador hasta finales de los
80 y fundamenta cómo a lo largo de numerosos periodos, el país pudo haber
salido del dirigismo económico pero no lo hizo, como por ejemplo cuando él
mismo se encontraban formando parte del gobierno de Aramburu y presenta su
renuncia por la falta de cambio en el plan de gobierno. Pero en los últimos
años, previos a las elecciones del año 89, las ideas liberales, haciendo uso de
la “pesada herencia” y la necesidad de un “shock de confianza” sí habían calado
en el pensamiento generalizado, principalmente luego del fracaso del Plan
Austral y Plan Primavera. No existían quizá muchos argumentos en contra del
liberalismo.
Al
igual que Cavallo, Alsogaray presenta su modelo económico: Etapa inicial de
política monetaria antiinflacionaria y una segunda etapa de reformas
estructurales relacionadas con el punto anterior. La eficacia de la primera
etapa es crucial, ya que de no lograr un shock de confianza, se perdería
eficacia en la segunda etapa.
Entre
las medidas propuestas, por supuesto, se encuentra eliminar el déficit fiscal y
control de la emisión, eliminación de subsidios, desregulación, liberalización
de mercados, reforma bancaria y tributaria, reformas sindicales, etc. Una vez
más, nivel de empleo, distribución del ingreso y salarios brillan por su
ausencia.
A
pesar de ello, citando al milagro alemán, Alsogaray afirma que la economía debe
salirse levemente de sus carriles naturales contemplando el bienestar social,
actuando solo sobre los estratos más débiles o garantizando un acceso a la
salud y la educación mínimo. Una vez más, se llega al bienestar sin mencionarlo
explícitamente, como resultado de políticas liberales que deberían resultar en
ello.
Por
su parte, FIEL[6]
realiza un detallado plan de gobierno de 6 tomos, en donde con gran
minuciosidad justifica cada una de las políticas a implementar. Al igual que en
ambos casos anteriores, a partir del revisionismo desde el modelo
agroexportador se propone una reforma del estado, llevándolo al estado mínimo,
argumentando que existe consenso respecto al sobredimensionamiento del sector
público y la ineficiencia de su gestión. No debemos olvidar, nuevamente, el
contexto en el cual se plasmaban estas ideas, luego de años de falta de
respuesta por parte del estado.
En un
detallado plan, que en este caso sí es más técnico que político, se presenta un
modelo de educación, salud, jubilación, regulación estatal, energía,
jubilaciones, etc.
[1] Morresi, Sergio, “El
liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional”
en Revista Sociohistórica No 27, 2010
[2] Castellani, Ana,
“Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la
Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002
[3] Ramírez, Hernán, Genealogías
del consenso Brasil y Argentina 1961-1991 -185-218
[4] Cavallo, Domingo. Volver a crecer, Sudamericana, 1984
[5] Alsogaray, Álvaro. Bases
liberales para un programa de gobierno (1989-1995), Grupo Editorial Planeta,
1989.
[6] FIEL, El fracaso del
estatismo, una propuesta para la reforma del sector público argentino.
Sudamericana, 1987
--------------------------------------------------------------
Aporte de Victoria:
Sergio Morresi afirma que el Proceso de Reorganización Nacional impuso
el orden que serviría de escenario para el triunfo neoliberal posterior. Dicho
Proceso contó con una ideología política que le sirvió de sustento y horizonte:
el ideario liberal-conservador. El éxito del mismo residió en la instauración
de un nuevo orden ético-político sobre el que, más adelante, pudo montarse la
ideología neoliberal.
Para arribar a dicha conclusión,
el autor parte de la hipótesis de que, pese a las importantes diferencias que existían
entre los grupos que integraban el gobierno dictatorial, los mismos tenían en
el liberalismo conservador un sustrato ideológico común que posibilitaba la
interacción y compatibilización de políticas, más allá de su acuerdo básico
sobre la lucha contra la subversión. Define al liberalismo conservador como una
variante del liberalismo en general, que si bien se opone a la distribución
progresiva de bienes y recursos, no lo hace respecto a la acción estatal, la
cual debe orientar la economía y garantizar un orden. Dicha tradición se
muestra temerosa de la democracia, por su tendencia al populismo y por la
posibilidad que entraña de desembocar en una tiranía de la mayoría. A su vez,
el liberalismo-conservador se diferencia del liberalismo clásico en su
concepción del orden social. Si bien comparten la idea liberal de libertad,
creen que el orden social debe ser tipo jerárquico. En cuanto al
conservadurismo a secas, el liberalismo-conservador, si bien es moderado y gradualista,
no se opone de modo frontal al cambio social, como así tampoco al fuerte rol
del mercado en la economía.
Partiendo del trabajo de Hugo Quiroga (2004) sobre los esfuerzos de la
dictadura por legitimarse y cumplir con sus metas de transformación social e
instauración de un nuevo orden, Morresi retoma la distinción del autor sobre
las diferentes fuentes de legitimidad de las que el gobierno intentó nutrirse,
para poder dar cuenta del sustrato ideológico-político del proceso.
Por un lado se identifica la
legitimidad de origen, que estaría dada por la “situación caótica en la que se
encontraba el país a causa del peronismo”, la legitimidad de ejercicio,
vinculada a la capacidad de las FFAA para poner en vigencia un nuevo orden y,
por último, la legitimidad de fines, que se derivaría de los objetivos de
reinstauración republicana. En la intersección de estos tres reclamos de legitimidad,
intentará Morresi hallar la ideología del último régimen militar.
Para mostrar cómo fueron
procuradas ideológicamente estas distintas legitimidades, el autor estudia las
obras de Jaime Perriaux y Ricardo Zinn.
Analizando la trayectoria del
abogado Jaime Perriaux (1920-1981), destaca su influencia en la gestación y
desarrollo del Proceso de Reorganización Nacional. Siguiendo al filósofo
español Ortega y Gasset, quien distinguía las generaciones de filosofía
pacífica, que se sienten a sí mismas como fruto de ideas anteriores, y las
generaciones de filosofía “beligerante”, como aquellas que perciben al pasado
como urgente de reformar de raíz, adscribe a su caracterización sobre aquella
época. Para Perriaux también era una época de beligerancia. Era necesario
destruir el mundo de la sociedad y el Estado demagógico para reemplazarlo por
un nuevo orden liberal-conservador. Y, esta operación “destructiva/formativa”,
no puede estar a cargo de la masa, sino que es una tarea de una “escasa
minoría”.
En este punto creo que es
interesante observar la fuente de Alvaro Alsogaray. Si bien el texto intenta
sentar las bases liberales para un eventual plan de gobierno en el ’89, sigue
esta misma lógica “beligerante”. Insiste en unanimidad en la opinión pública en
reclamar un cambio de modelo político económico. Es taxativo en cuanto a la
caracterización sobre el “modelo socialdemócrata” (tanto del peronismo como del
radicalismo), y su agotamiento.
Siendo parte Perriaux del grupo
editorial de la publicación Demos, de considerable influencia entre los jóvenes
antiperonistas, comenzaron a preparar los planes de gobierno para cuando se
lograra derrocar al peronismo. Luego del golpe del ’55, Perriaux comenzó a
realizar reuniones periódicas en su casa para discutir política, derecho,
economía. Ese ámbito fue el semillero del llamado “Grupo Azcuénaga”, que años
más tarde sería espacio de reunión de los impulsores del golpe del ’76 y
cuadros del Proceso. Inmediatamente después de que Cámpora asumiera el
gobierno, el abogado y su grupo comenzaron la lenta tarea de reunir voluntades
y apoyos para un gobierno militar que veían como única salida: el cual debía
reorganizar el país política, económica y culturalmente. Militares, banqueros,
intelectuales, empresarios del agro y la industria, comenzaron a frecuentar a
Perriaux. Si bien parecería encontrarse entre estos personajes polos
ideológicos opuestos, como liberales pragmáticos o conservadores
tradicionalistas, gracias al anfitrión, ambas visiones podían compatibilizarse
en un proyecto común encabezado por las FFAA, cuyo objetivo principal era el
disciplinamiento. Por primera vez militares anticomunistas, conservadores
reaccionarios, liberales pragmáticos y doctrinarios, y empresarios de
convicciones ambiguas, coincidían tanto en el diagnóstico como en la receta.
Dentro del grupo
de los “empresarios de convicciones ambiguas”, Morresi analiza el caso de
Ricardo Zinn (1926-1995). Contador público, ejecutivo de empresas, y banquero,
fue funcionario de las presidencias de Onganía, Levington, Lanusse y Martínez
de Perón. Fue asesor económico durante la dictadura del ’76, pero de manera
informal. Con la vuelta a la democracia, Zinn se acercó tanto a la Asociación
de Bancos Argentinos (ADEBA), como a la Ucedé de Alsogaray y a la Fundación de
Invesltigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). En la fuente del FIEL
puede observarse tanto la propuesta de reforma del sector público, como la
intrínseca relación entre la Fundación, los sectores empresarios y la ideología
liberal. El rol específico del FIEL será analizado por Hernan Ramirez (2010) en
su texto.
A pesar de la
escasa producción intelectual del empresario, obtuvo amplio reconocimiento en
sectores de poder, tanto por sus conexiones (empresariales y políticas), como
por las ideas plasmadas en el libro “La Segunda fundación de la Republica”
(1976). Dicho libro sintetiza, dirá Morresi, la ideología liberal conservadora
que imperó durante el Proceso de Reorganización Nacional. El libro termina con
una sección propositiva, referida a un plan de gobierno a futuro para el PRN.
Básicamente plantea que es necesario reformar o reemplazar la Constitución por
un cuerpo legal que garantice la presencia permanente de las FFAA en el
gobierno. En este punto, si bien parece tomar Zinn distancia de los planteos de
otros conservadores liberales, Morresi plantea que las diferencias son de forma
y no de fondo: todos están de acuerdo en que el PRN debe gobernar en solitario
durante un tiempo, pero discrepan en cuanto a la forma de institucionalizar el
rol de las FFAA una vez superado “el periodo crítico”.
Morresi reconoce
en los gobiernos dictatoriales argentinos dos fuentes de apoyo civil
enfrentadas entre sí: los “nacionalistas” y los “liberales”. Esta división se
fue desdibujando en los setenta. Al interior de las fuerzas armadas, podían
observarse esta misma divergencia, a pesar de que ambos sectores apoyaban la
lucha antisubversiva. Sin embargo, dirá el autor, fue un tercer sector, llamado
“moderado”, que se mantenía en un punto equidistante de los otros dos, el que
marcó la pauta político-ideológica del PRN. Nuevamente Morresi insiste en este
liberal conservadurismo fue el amalgamiento entre nacionalistas y liberales.
Este ideario se resume como “libertad, pero dentro de un orden jerárquico
establecido”. Si bien sostiene que el Proceso contó con esta ideología política
como sustento y horizonte, no afirma que la dictadura fuese sistemáticamente
coherente con el ideario liberal-conservador. Las contradicciones prácticas del
último gobierno de facto parecen ser, según el autor, producto de una lucha
interna de poderes e intereses que de proyectos ideológicos dispares.
Por último, Morresi
critica la interpretación realizada por Perriaux sobre el novelista inglés
Gilbert Chesterton en su plan de gobierno que presentó desde la Sociedad de
Estudios y Acción Ciudadana (SEA) a Videla. En vez de respetar las tradiciones
populares, como proponía Chesterton, el liberal conservadurismo buscó
justificar su “democracia de los muertos” procurando una república tutelada por
las elites y basada “en los muertos” de la dictadura. Esta “democracia de los
muertos” fue la que, según Morresi, sirvió como terreno de para que gran parte
del proyecto liberal-conservador, transformado por el prisma de la ideología
neoliberal, finalmente pueda imponerse después del ’83. El proceso fue el
espacio, entonces, que posibilitó el surgimiento de la nueva derecha argentina.
Hernán Ramírez realiza un análisis sobre las genealogías del consenso en
Brasil y Argentina entre 1961-1991. Parte de la idea de que, la ola neoliberal
que asoló el continente latinoamericano, fue consecuencia de un lento proceso
que permitió que tales ideas prosperasen y conquisten legitimidad hasta
convertirse en hegemónicas. Es decir, la elaboración de políticas públicas englobadas
como producto del Consenso de Washington no fue, únicamente, una imposición
desde el exterior, sino que recorrió un extenso camino, en el cual grupos
empresariales y una nueva tecnoburocracia, en consonancia con fuerzas
internacionales, entrelazaron sus intereses en torno a diversos institutos
económicos, los cuales tuvieron la labor de diseñarlas y emprenderlas. Esos
actores y sus organizaciones colocaron la lucha ideológica en un lugar central
de la confrontación política y social.
Dejando de lado la minuciosa comparación
entre los procesos de transformación de Argentina y Brasil, donde el autor
reconoce características generales comunes, pero también diferencias notables,
cabe señalar la incapacidad que en ambos casos presentaban los empresarios y
los intereses norteamericanos para utilizar estructuras partidarias de derecha,
que nunca consiguieron afirmarse como opción de poder. Por este motivo, algunos
sectores de la clase dominante tuvieron que participar de forma directa en la
lucha ideológica y política, interviniendo tanto en el plano de la
administración estatal, como reforzando viejas organizaciones corporativas y
creando otras nuevas, con estructuras más apropiadas para el embate ideológico.
Estas nuevas entidades se caracterizaron por una fuerte construcción discursiva
y un nuevo repertorio de acciones, que su carácter privado les habilitaba.
En este marco fueron creadas en
la Argentina la Fundación Mediterránea y la Fundación de Investigaciones
Económicas Latinoamericanas. El autor señala que dichas instituciones no fueron
únicamente respuesta al aumento de los conflictos sociales en el ámbito de la
sociedad civil y en relación al Estado, sino también venían a llenar algunos
vacios dejados por las entidades corporativas tradicionales, como la Unión
Industrial Argentina (UIA) y la Confederación General Económica (CGE). Estas
últimas, si bien tenían mayor exposición pública, contaban con una menor
cohesión ideológica que las nuevas entidades, ya que intentaban congregar a la
totalidad del sector, contenían divisiones internas y “sufrían” la alta
intromisión del Estado. La tarea de diseñar políticas públicas fue delegada,
entonces, a estos nuevos institutos, los cuales recibirían cuadros y recursos
materiales de las viejas estructuras.
Estos agentes, paralelamente, en
su enfrentamiento con otros actores sociales, utilizaron la estrategia de
vaciamiento o eliminación de otros institutos, tanto privados como estatales,
que pudiesen contrariar sus intereses, ya sea en el plano de la acción política
concreta como en la construcción discursiva. En el caso argentino, se observa
en el Instituto de Estudios Económicos y Financieros de la CGE, como en el
Instituto Di Tella, en cierta forma.
Para dar cuenta del proceso de
construcción de un cuerpo común de ideas y prácticas referentes a la
elaboración e implementación de ciertas políticas económicas, así como también
del entramado de intereses que lo sustentaba para la toma de decisiones
estatales, el autor analiza la trayectoria de la Fundación Mediterránea, nacida
en 1977, y FIEL creada en 1964 por las entidades corporativas de la cúpula de
la burguesía argentina.
En sus inicios, el FIEL se
dedicó, en general, a realizar estudios microeconómicos y econométricos. Dentro
de los estudios de la Fundación se destacan: “Argentina: hacia una economía de
mercado”; “Argentina: la Reforma Económica 1989-1991, balances y perspectivas”;
y “Hacia una nueva organización del federalismo en Argentina”. Dichas obras
tenían como objetivo dar a conocer una extensa línea de políticas del
liberalismo económico ortodoxo a ser aplicadas en el país, con las cuales los
miembros de la entidad participarían del debate y agenda de reformas durante
los años ochenta y noventa.
Cabe destacar que la Fundación
Ford, entre otras instituciones, financiaba estudios de posgrado de los
miembros de FIEL en el exterior, quienes supervisarían o llevarían adelante
dichos estudios.
Ramírez señala como una
particularidad de FIEL el dilema que enfrentaban los grupos dominantes para
controlar los cuadros técnicos, cuyos orígenes sociales eran diferentes y,
hasta cierto punto, distantes de sus órganos de dirección. Los miembros de FIEL
que ocuparon cargos en la estructura estatal pertenecían, efectivamente, a sus
órganos directivos y no a sus cuadros técnicos.
Otra tensión y desencuentro tuvo
que ver con los intereses encontrados de los asociados a de los de la
institución. Concretamente, el autor analiza
el conflicto que suscitó la obra “Protección de los derechos de propiedad
intelectual. El caso de la industria farmacéutica en la Argentina”. En dicho
embate, se encontraba, por un lado, las empresas multinacionales, líderes en
investigación y con poder de lobby, que presionaban para que fuese adoptado un régimen
de patentes medicinales; y por otro lado, laboratorios nacionales mucho más
débiles, para los cuales sería difícil competir en el caso de tener que
respetarse dichos “derechos”. De tal forma, el problema no era apenas técnico,
sino sectorial.
“El Fracaso del estatismo: Una
propuesta para la reforma del sector público argentino”, fue la obra clave del
pensamiento de FIEL. Puede observarse en la fuente la propuesta sector por
sector en detalle. Resulta interesante el apartado referido a la educación,
donde se la aborda, claro está, desde la óptica liberal de oferta y demanda, en
búsqueda de ahorro de gastos.
FIEL pudo poner en práctica
muchas de sus medidas propuestas, ya que tuvo una participación significativa
en la estructura estatal, y como formadora de opinión durante muchas décadas.
Con el retorno a la democracia, la Fundación encontró dificultad para adecuarse
a los nuevos tiempos, cediendo lugar a su rival, la Fundación Mediterránea, que
había conseguido una mejor reconversión.
El caso de Cavallo da cuenta de
la capacidad de adaptación de la Fundación. Habiendo sido presidente del Banco
Central durante la dictadura, ministro de un gobierno peronista y de otro
radical se observa la habilidad de la Fundación Mediterranea, como así también
la fuerza que fue ganando el recetario neoliberal. En la fuente de Cavallo,
donde son retomados los estudios de la Fundación, podemos observar su
propuesta, alineada al recetario neoliberal: achicamiento del gasto público,
apertura comercial, paridad cambiaria, eliminación de retenciones, etcétera.
La contribución de la Fundación
acerca de la convertibilidad, si bien no fue tal idea una novedad en el ámbito
económico, es uno de los pilares de su pensamiento. De esta manera, el éxito de
Cavallo, el suceso de la convertibilidad y su vigencia por una década, fue
producto de los recursos invertidos por la Fundación en su formación y del
sustento que dicha idea poseía por parte de poderosos grupos empresariales
locales y mundiales.
Por último, el autor señala que
fue fundamental el pasaje de estos cuadros técnicos por universidades
extranjeras, principalmente norteamericanas, a partir de los años setenta.
Allí, además de incorporar ideas, entrelazaban redes que serían fundamentales para
su inserción y sucesos futuros. Claro está que dichas redes demandaban algunas
contrapartidas, siendo la lealtad la más importante.
Ana Gabriela Castellani, por su parte, analiza económicamente las
reformas neoliberales propuestas por el Consenso de Washington, partiendo de la
base de que dicha visión era la hegemónica por entonces. Su preocupación
reside, por un lado, en analizar por qué las reformas no tuvieron los
resultados prometidos y, fundamentalmente, cuales son las trabas que las mismas
introducen a la hora de revertir el actual nivel de subdesarrollo económico y
social.
Dos hipótesis estructuran su
estudio: la primera de ella sostiene que el diagnóstico realizado por el
Consenso de Washington respecto a las causas que llevaron a América Latina en
general, y a la Argentina en particular, fue “equivocado”. La segunda afirma
que durante la década del noventa, y como consecuencia de la consolidación del
modelo neoliberal, se afianza una particular forma de relación entre la cúpula
empresarial y el Estado, que impide la conformación de un proceso de desarrollo
endógeno.
En primer lugar la autora
presenta las bases teóricas del “pensamiento único”, es decir, de la
perspectiva neoliberal. Realiza una comparación entre Milton Friedman,
exponente del pensamiento neoliberal del siglo XX, con el reciente enfoque
denominado “Escuela de la Economía Política Positiva”, también encuadrado en la
perspectiva analítica neoliberal. La divergencia fundamental entre ambas es la
propuesta en cuanto a las formas de intervención estatal. Para Friedman, es
necesario que el Estado intervenga para desregular la economía. Arribar a un
Estado Mínimo implica el otorgamiento de un rol fundamental a la acción
estatal, paradójicamente. La perspectiva de la Economía Política Positiva, en
claro contraste con Friedman, señala la existencia de distintos tipos de Estado
y, por ende, de diferentes formas de intervención estatal. No plantean la
intervención estatal para desregular en pos de armar un Estado mínimo y luego
retirarse dejando que el mercado actúe por sí sólo, sino que rescatan la
intervención estatal en forma constante como condición indispensable para
mejorar el funcionamiento del mercado. Básicamente, la propuesta central de
este último enfoque es la de construir un modelo efectivo de política económica
que preste atención a la interacción entre economía y política, sin subestimar
ninguna de las dos instancias, aunque tendiendo siempre a liberalizar al máximo
el funcionamiento de los distintos mercados, dirá la autora.
Para respaldar su primera
hipótesis, Castellani analiza el diagnóstico elaborado por el Consenso de
Washington respecto al estancamiento económico de la década del ochenta. El
diagnostico era muy crítico del “modelo populista de industrialización
sustitutiva”. La idea central era simple: la razón del estancamiento de las
economías latinoamericanas es la persistente intervención estatal sobre la
actividad privada. Nuevamente puede observarse de manera clara esta visión en
la fuente de Alvaro Alsogaray.
Dicho diagnostico logró imponerse
y delimitó los márgenes de acción posibles. Los organismos internacionales de
crédito construyen, entonces, una propuesta de superación de la crisis,
explicitada en los diez puntos del Consenso de Washington. Sintéticamente:
mantener la disciplina fiscal; recortar el gasto público; realizar una reforma
impositiva; liberar el mercado de capitales; fijar un tipo de cambio; liberar
el comercio exterior; atraes inversiones externas; ejecutar un plan de
privatizaciones; desregular los diferentes mercados; establecer derechos de
propiedad. Todas las recomendaciones apuntan a ampliar la esfera del mercado y
a disminuir al mínimo la intervención estatal.
La propuesta del Consenso de
Washington recibió críticas desde el estructuralismo, y de pensadores
neoinstitucionalistas. El tema del papel del Estado en los procesos de cambio comenzó
a ser una de las máximas preocupaciones de los círculos académicos. El Banco
Mundial dedicó en 1997 su informe anual a este tema. Allí aparecen delineados
los aspectos centrales del llamado Consenso Post-Washington. Este nuevo
Consenso propone la construcción de un Estado eficaz como condición necesaria
para el desarrollo, tanto económico como social, cuyo rol es ser el complemento
de los mercados “como socio y promotor de la actividad privada”.
Durante la dictadura iniciada en
1976 se realizó uno de los ajustes más radicales sobre la economía argentina, a
punto tal que se logró desmantelar la estrategia de industrialización por
sustitución de importaciones y se reemplazó por un modelo de valorización
financiera.
En este sentido, analiza la
autora las consecuencias producidas en la estructura social de estas
transformaciones, y en la dinámica de la relación entre los diversos actores,
para respaldar su segunda hipótesis. La reestructuración impulsada por la
dictadura conformó una estructura social excluyente, desigual, concentrada y
sin atisbos de modernización, dirá. Pero, para los grandes agentes económicos,
las consecuencias fueron diferentes. Al analizar la evolución de la cúpula
empresaria durante todo el periodo, se observa que varias empresas obtuvieron
amplios niveles de ganancia extraordinaria, al verse beneficiadas por la
política económica. Este proceso de enriquecimiento de un sector social generó
la conformación de un nuevo “bloque de poder” en la Argentina, compuesto por
grupos económicos y empresas internacionales, que ejercieron a través de
canales de representación más o menos formales una presión permanente sobre el
Estado para mantener su posición de privilegio.
La crisis hiperinflacionaria del
’89 tuvo un efecto disciplinador sobre los sectores populares y sobre los
representantes de sus intereses. Se generaron las condiciones para aceptar la
inevitabilidad de las reformas estructurales propuestas por los organismos de
crédito internacional y los economistas neoliberales locales. Las reformas
estructurales, sintetizadas en la apertura comercial, privatizaciones y
desregulación, profundizaron los rasgos represivos del modelo de valorización
financiera iniciado en 1976. A su vez,
el desmantelamiento del modelo nacional popular y la conformación de un nuevo modelo
neoliberal supuso, una fuerte transformación del escenario, de la estructura de
oportunidades y el marco en el que desarrolla el conflicto social, que modificó
también las formas de protesta social.
La década del noventa es
caracterizada por la autora como aquella en la que se logró articular un bloque
hegemónico, compuesto por diversas fracciones de la burguesía nacional y por
los acreedores externos, que logró imponer su mirada sobre la crisis, y luego
promovió un conjunto de políticas inspiradas en el Consenso de Washington, que
le permitieron acumular ganancias y transferir capitales al exterior, apelando
a la intervención estatal para garantizar la continuidad de los mecanismos de
transferencia de ingresos. El punto clave del análisis de Castellani es el
énfasis que pone al vínculo entre la política desarrollada durante la dictadura
militar y la reforma estructural de los ’90.
Bibliografía
obligatoria:
.
Morresi, Sergio, “El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de
Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010. Disponible en:
www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4878/pr.4878.pdf
.
Castellani, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo
en la Argentina contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf
.
Ramírez, Hernán, “Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en
Revista A contra-corriente, Vol. 7, No.3, Primavera 2010, 185-218. Disponible
en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdfFLACSO
Fuentes:
.
Domingo Cavallo, "Volver a crecer" - 3 capítulos: pp. 11-34, 69-81 y
130-160 (Nota: Este libro y varios otros pueden consultarse en internet
en:http://librosdigitalesfree.blogspot.com/2009/03/domingo-felipe-cavallo-pack-6-libros.html).
.
Alvaro Alsogaray, "Bases liberales para un programa de gobierno", pp.
11-64.
.
FIEL (sin indicación de autor específico), "El fracaso del
estatismo", Editorial Planeta, selección.
-------------------------------------------------------------
Aporte de Ariel:
Sergio Morresi: “El
liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional
El autor indaga acerca de las características y principales actores en
torno al sustento ideológico que posibilita y acompaña el último gobierno
militar, en el llamado Proceso de Reorganización Nacional. En esta línea
trabaja la hipótesis de que a
pesar de haber diferencias entre los grupos que lo conformaban, el liberalismo
conservador como doctrina general aglutinadora posibilita la concurrencia e
interacción de estos grupos. Morresi realiza distinciones entre el liberalismo
conservador, liberalismo y conservadurismo a secas. No obstante, los rasgos
estructurales son los mismos: Protección de la propiedad privada (incluidos los
miedos de producción), protección del mercado de trabajo, concepción de un
Estado con funciones limitadas, entendiendo la economía autorregulada por el
imperio del mercado y un Estado que gobierne lo menos posible. Pero a
diferencia del liberalismo clásico, el liberalismo conservador valora el orden
social de tipo jerárquico, y si bien asume la idea liberal de libertad,
considera que ésta debe estar fijada entre límites más estrechos de los que los
liberales clásicos exponían.
En este sentido, y de forma retrospectiva, la ideología de la elite
gobernante independentista Argentina y de los pensadores como Sarmiento y
Alberdi sostenían un liberalismo conservador en el cual lo esencial era crear
un poder unificado que impida la guerra civil, es decir que garantice el orden,
y la necesidad de una “cultura política” que hiciera posible la incorporación
de los criollos a la vida política. En este sentido, los ideólogos de la
dictadura militar, conformada en sus distintos exponentes, expresan una
recuperación de estas ideas del liberalismo conservador de la generación del
80`, a través de las cuales veían la posibilidad de creación de un fuerte
poder, capaz de inaugurar una etapa de reinstalación de derechos y deberes
republicanos, a los que paulatinamente, y luego de un período de “educación” del
ciudadano, se lo incorpore a la vida política en una democracia limitada y
estrictamente controlada por ese poder.
Entre los numerosos exponentes, Morresi se detiene en la biografía y
principales concepciones de dos de ellos, Jaime Perriaux y Ricardo Zinn. El
primero, influido filosóficamente por Ortega y Gasset, sostenía la necesidad
refundar la sociedad, destruyendo la sociedad heredada y el Estado demagógico
para reemplazarlo por un nuevo orden conservador. El proyecto de la nueva generación
del 80`, implicaba la confluencia de
militares anticomunistas, conservadores reaccionarios, liberales pragmáticos,
liberales doctrinarios y empresarios, compartiendo un solo diagnóstico, el de
eliminar la guerrilla y ordenar la economía, encarnados en un proyecto de
erigir un estado autoritario capaz de reorganizar jerárquicamente la sociedad.
Ricardo Zinn, ideólogo del plan económico de Celestino Rodrigo, impulsor de la creación
del CEMA, ya en democracia se une a la Ucedé de Alsogaray y se acerca a FIEL.
Con Menem en el gobierno participa en el grupo de asesores para las
privatizaciones de ENTEL y SOMISA y más tarde de YPF. No hay muchas
discrepancias en el seno de la concepción liberal conservadora respecto a la
larga duración que asumen debe prolongarse el Proceso de Reorganización
Nacional, las diferencias surgen en cual sería el marco jurídico que formalice
el rol de las fuerzas armadas una vez cumplido el primer “período crítico”. En
este sentido, a pesar de que el gobierno dictatorial no logró consolidarse como
sistema político, sin embargo alcanzó el propósito que su círculo intelectual
se proponía: dar lugar a un nuevo orden
ético-político sobre el que más adelante pudo montarse la ideología neoliberal.
Ana Gabriela Castellani:
“Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la
Argentina contemporánea”
La autora analiza en torno a 2 hipótesis el programa de restructuración
neoliberal puesto en marcha a través del Consenso de Washington, con motivo de
las crisis en Latinoamérica durante los años 80`, el cual concluía que la
excesiva intervención del Estado derivó en los desequilibrios económicos de las
últimas décadas. La primer hipótesis sostiene que el Consenso de Washington
realiza un diagnóstico equivocado de las causas que llevaron a la crisis latinoamericana.
Particularmente en Argentina, no son tenidas en cuenta las medidas
estructurales adoptadas durante la última dictadura militar, poniendo fin a un
régimen económico, político y social amparado en el modelo industrial
sustitutivo, concluyendo de esa manera que la regulación del Estado en la
economía es el principal factor de crisis.
La misma argumentación sostiene FIEL en el texto leído para esta clase, sin
tener en cuenta la interrupción del proceso industrial, el cual deviene en un marcado
proceso de desintegración del aparato productivo, junto a una creciente
concentración del sector empresario, que redunda además en la desintegración en
términos sociales y políticos.
El Consenso de Washington adopta la perspectiva teórica liberal de
Friedman, el cual sostiene que el Estado solo debe intervenir para asegurar la
completa libertad de mercado, logrando su total
desregulación, de manera tal de asegurar la libre competencia de quienes
allí actúan. En tal sentido, el diagnóstico que se realiza sobre el ciclo
populista, deviene un círculo de inicio, auge, caída y reinicio del ciclo
provocado por la intervención del Estado regulando la economía.
Durante la dictadura, la desarticulación del régimen sustitutivo genera un
brusco cambio en la composición de los bloques antagónicos que se disputaban el
régimen político de industrialización (eje capital-trabajo), desplazándose el
núcleo de disputa hacia el interior de las fracciones dominantes, como
corolario de sus transformaciones, y producto del nuevo modelo de acumulación
basado en la valoración financiera. Las consecuencias de estas políticas
marcadas por el endeudamiento externo y el creciente déficit fiscal marcan los
límites del gobierno radical al tiempo que facilitaron la entrada y asimilación
rápida de los diagnósticos neoliberales señalando al Estado populista y su intervención como el origen de la crisis.
La crisis hiperinflacionaria, expresión de la lucha entre fracciones del
capital y al tiempo disciplinador de vastos sectores sociales, allanan el
camino para la profundización de la asimilación de las políticas neoliberales
llevadas a cabo en los 90`, basadas en la insistencia de la liquidación del
Estado.
El profundo proceso de concentración de capital que tiene lugar en los 90´
producto de la desregulación de la economía y demás restructuraciones
económicas propiciadas por el ya instalado discurso neoliberal, tiene directa
relación con el vínculo que se establece entre el accionar del Estado y los
procesos de crecimiento empresarios. Esta es la segunda hipótesis de la autora,
donde el Estado es subsidiario y garante a través de mecanismos regulatorios de
la obtención de ganancias por partes del capital. En consecuencia, se derivará
no solo en resultados contrarios a los auspiciados por el Consenso de
Washington, donde se aseguraba que las medidas de liberalización y
desregulación llevarían a un proceso virtuoso de crecimiento económico, sino
que por el contrario se convirtieron en su principal traba, generando profundos
desequilibrios distributivos, procesos recesivos y crecimiento sistemático del
desempleo.
Hernán Ramirez: “Genealogías
del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991”
En el texto se propone la idea de repensar la noción de imposición foránea
de las políticas neoliberales en Latinoamérica, desde el Consenso de Washington,
dando cuenta además de una multiplicidad de factores locales e internacionales
que determinaron la asimilación de medidas ortodoxas en la región. En términos
institucionales, y a nivel internacional, el surgimiento de los organismos
internacionales de financiamiento (FMI, BM) pasan a cumplir una función de
tutela de las políticas económicas adoptadas por los Estados, tomando a la
economía en su concepción científica y académica como su principal factor de
legitimidad. En torno a ello, y en los contextos nacionales, transformaciones
institucionales similares tuvieron lugar, entrelazándose con las medidas ortodoxas
impulsadas por los organismos internacionales y el consenso de Washington, reconfigurando,
al tiempo que desplazando, los anteriores andamiajes institucionales tecnocráticos.
Surge un nuevo desarrollo tecnoburocrático al margen de las estructuras
partidarias que se diferencia de las formas tecnocráticas tradicionales. Estas
se constituyen en torno a una identidad legitimada en el dominio del discurso
económico con fuerte base econométrica, amparada en cursos de Universidades
Norteamericanas y a la pertenencia a redes internacionales de instituciones
académicas y financieras. Las dificultades para consolidarse en el poder en
torno a estructuras partidarias de derecha, planteó la necesidad de crear
nuevas estructuras con las cuales intervenir en la luchas políticas e
ideológica que les permita llegar al control estatal. De allí, el análisis de
los casos de Brasil con la creación del IPES, y de Argentina, con la formación
de FIEL (1964) y la Fundación Mediterránea (1977).
Asumiendo el rol que estas instituciones propiciaron en tanto grupos de
presión en la deslegitimación de gobiernos democráticos, en la incitación y
dirección de golpes de Estado, y legitimación de gobiernos de facto, el texto
hace foco en la manera en que un conjunto de ideas y concepciones teóricas
impulsadas por estas instituciones dieron sustento a las políticas económicas
de los gobiernos militares y luego a los democráticos, convergiendo mas tarde
con la estructura principal de las concepciones impulsadas en el consenso de
Washington. De esta manera se comprende cómo ciertas concepciones, como la
convertibilidad, fueron sostenidas por una década gracias al gran espectro de
consenso técnico e ideológico amparado en un economista (Cavallo) formado en
estas instituciones y con las credenciales de la más prestigiosa Universidad norteamericana
de negocios. En tal sentido, expresa la necesidad de obtener legitimidad en el
centro del capitalismo, colocándose en el medio de la confrontación social y
política al auto calificarse como propietario de la salud económica de la
región. De allí que desplazan el discurso político de nociones nacionalistas a
la mera racionalidad técnica, de modo de prescindir de aquellos y solo precisar
del lenguaje técnico económico para legitimarse.
De este modo, concluye Ramirez, la asimilación de las políticas económicas
propiciadas por el Consenso de Washington fue posible gracias a la existencia
de estas instituciones, que fueron preparando el terreno, censurando adversarios
teórico/políticos, para lo cual se asociaron a los regímenes dictatoriales para
perpetuarse luego en los gobiernos democráticos venideros.
FIEL: “El fracaso del
estatismo”, Una propuesta para la reforma del sector público argentino (1987)
El texto comienza haciendo referencia al fracaso de la solución del Estado
como regulador de la economía en respuesta a las soluciones que el mercado no
podía brindar en materia de distribución regional del ingreso, en brindar
educación y salud, a través de la regulación de la actividad privada.
En un diagnóstico que denota la absoluta carencia de análisis histórico, cae
en plena contradicción al argumentar el “fracaso” del Estado como regulador de
la política económica en indicadores tomados al momento de la publicación del
texto (1986/7) en comparación con décadas anteriores. Asi sostiene, por
ejemplo, que el PBI por habitante de 5,5% es inferior al de 30 años atrás, es
decir, comparado al registrado al término del segundo gobierno peronista, donde
precisamente la política económica se zanjó en un desarrollo estructurado por
una fuerte intervención estatal en el marco de un modelo económico
industrialista. Señala también el mayor índice de desempleo registrado desde
los “últimos once años”, es decir, desde que se implementaron las políticas
ortodoxas de desregulación financiera y comercial y se produce el mayor
deterioro del tejido industrial y de la gestión pública. Del mismo modo, señala
las carencias del sistema público educativo y de salud, desconociendo nuevamente el sistemático
proceso de deterioro de la capacidad del Estado con el inicio de la
valorización financiera.
Partiendo de la base de este tipo de diagnóstico, absolutamente disociado
del análisis histórico, político y social, es que plantea los principales
lineamientos del “fracaso” del modelo intensivo en Estado, describiendo en
realidad el proceso de crisis y liquidación del modelo de acumulación
sustitutivo. De este modo concluye que los motivos se deben tanto a sus
objetivos desproporcionados o contradictorios (como el brindar educación o
salud gratuitos para todos los habitantes, un contrasentido con la lógica de
eficiencia y productividad, pautas básicas para una economía eficiente, según
la ortodoxia), como con los instrumentos utilizados para ello (financiación con
impuestos que crea déficit crónico, brecha fiscal, inflación, endeudamiento,
etc, en lugar de fijar precios o aranceles). Esta ineficiencia se explica por la
ausencia de mecanismos competitivos, exceso en el centralismo en la toma de
decisiones, ignorancia del análisis de costo-beneficio al decidir la
conveniencia de implementar un servicio público, la prestación directa de
bienes y servicios que genera la empresa pública (a través de la cual solo se
fomenta la carrera electoral del
partido gobernante incrementando la burocracia interna y los focos de
corrupción). Junto a esto, la regulación excesiva provocó imposibilidad de la
competencia generando el abuso en la conformación de monopolios naturales.
Respecto a la educación, sostiene que la obligación constitucional de
garantizar la educación no significa la producción directa por parte del
Estado, sino la igualdad de oportunidades para acceder a ella, y esto es solo
necesario garantizar en los primeros niveles educativos, luego la educación se
convierte en un “producto privado”, en el cual se propone: descentralización
transfiriendo a las provincias, transferencias del 50% de la educación media a
establecimientos privados (asumiendo que la mitad de la población puede
afrontar el costo), implementar exámenes de ingreso de manera de disminuir las
posibilidades de “fracaso” y costos, la
necesidad de volver a criterios de “méritos” para “mostrar signos de superación”.
En materia previsional, se debe solo garantizar un haber mínimo, y complementar
los haberes jubilatorios futuros capitalizando los ahorros individuales,
interrelacionando los sistemas público (llevado a su mínima expresión) y
privado.
La profunda reforma del Estado se precisa realizar para que el mismo
recupere la respetabilidad que ha perdido al fracasar en los objetivos propuestos
antes descriptos. En este sentido, sostiene que es inútil discutir tales
reformas dado el estancamiento de la economía de los últimos años, para lo cual
es necesario orientar los recursos privados a las actividades económicas, descentralizar
lo más posible las funciones que queden en el Estado, de manera de permitir el
mayor control del ciudadano y el usuario, una desregulación integral que permita
accionar al máximo los mecanismos del mercado, preservando la competencia, que
a la vez permite controlar los mercados monopólicos y proteger al consumidor.
Domingo Cavallo: “Volver a
Crecer” (1984)
El estado económico estancado característicos de los últimos 30 años (desde
1984) se debe a haber estado 50 años enredados en discusiones ideológicas entre
posturas polarizadas (socialismo vs capitalismo, agroexportación vs sustitución
de importaciones, etc) y estar en un desarrollo que no se define (“socialismo
sin plan y capitalismo sin mercado”). En este sentido, el excesivo estatismo ha
degradado el uso del presupuesto al tiempo que se limitaron las prácticas de la
libre competencia, a causa del intervencionismo del Estado. En consecuencia, se
obtiene un socialismo caótico y un capitalismo sin competencia.
Sostiene que no necesariamente el gasto social se asocia con la ineficiencia
económica (a diferencia de FIEL). Pero a raíz del voluntarismo político
irracional es imposible conseguir los resultados deseados por más voluntad que
se ponga, ya que la esencia del problema económico sobrepasa la solución
posible en la realidad. Es así como la inflación se convierte en un impuesto no
legislado, producto de que el gobierno quiere gastar más de lo que tiene. O en
la intromisión del estado en el control de los precios como política
antiinfacionaria. O la tendencia a la forma en la que se debilitan las
relaciones con los países desarrollados en el afán de criticar la posición de
poder de aquellos. Mas “efectivo” es aceptar la realidad, “aprovechando las
circunstancias internacionales así como se dan” para “acrecentar el poder
nacional” con progreso económico. Estos efectos del “realismo” son los que se
precisan según el autor para logar un sostenido crecimiento.
Ignorando todo tipo de conflictividad de intereses sociales, y hechos
histórico-políticos, sostiene que solo el rápido crecimiento de la economía es
capaz de asegurar el incremento del salario real y una mayor participación de
los trabajadores en el ingreso.
Respecto al sistema cambiario y política comercial externa, sostiene que
debe dejarse que el mercado cambiario fije el precio de las divisas,
estableciéndose automáticamente una paridad cambiaria lo suficientemente alta
como para mantener un superávit comercial. En contraposición a las políticas de
paridad cambiara (convertibilidad) adoptadas años más tarde en el marco de la hiperinflación,
sostiene que no hay riesgos de que la paridad elevada convenientemente baje
artificialmente, ya que la apreciación del peso expresado en el fenómeno de la
“plata dulce” del 79-81 produjo una pérdida de aceptabilidad social a tal
paridad entre el dólar y el peso. Al tiempo
que la elevada deuda y la escasez de financiamiento internacional alejan
la posibilidad de financiar un dólar barato.
Alvaro Alsogaray: “Bases
liberales para un programa de gobierno” (1988)
Escrito en 1988 el autor describe una larga etapa de agotamiento del
sistema que denomina dirigismo económico e inflacionario, haciendo caso omiso
también de los diferentes procesos de los ciclos de acumulación. Desde 1946
hasta la fecha en que escribe (1988) el común denominador es éste sistema instaurado
por Perón, el cual ha variado solo en grado pero no en esencia, cuya principal característica
es el avance del Estado sobre los derechos y libertades individuales.
Proclama el agotamiento de este modelo afirmando que solo las economías de
mercado pueden satisfacer las necesidades de la población. Existen 3 opciones
principales, la primera es el régimen socialista, en decadencia en el mundo y
sin seguidores en país, la segunda es un híbrido entre intervencionismo socialista
y políticas de mercado (similar al análisis de Cavallo), imperante desde el
peronismo basado en el dirigismo económico y financiada a través de la
inflación, a la que adscriben tanto el peronismo como el radicalismo. La
tercera, es la propuesta liberal en el marco del partido que dirige el autor
(UCEDE), definida por la economía de mercado. El sistema “dirigista” pone la política
por sobre la economía, lo cual implica no respetar las leyes naturales que sí
rigen la economía y no pueden torcerse sin esperar serias consecuencias. De
esta manera se sostiene una sólida disciplina social y el respeto por las
libertades individuales en el seno del liberalismo.
El sistema económico vigente desde el peronismo, tiene 4 componentes: El
estatismo, donde el Estado absorbe las mayores empresas del país y las grandes
actividades; el intervencionismo, cuando el Estado sin tomar posesión sobre la
propidad, regula el marco en el que se mueven las empresas (a través de control
de cambios, precios, salarios, permisos de exportación, etc); el desarrollismo,
que pretende forzar el desarrollo concediendo privilegios a un conjunto de
empresas, dando lugar a profundas distorsiones en la economía; la consecuencia
de las 3 anteriores, es la inflación, producto de una administración publica
sobredimensionada, provocando grandes déficit, que no se cubren con impuestos,
debiendo recurrir a emisión monetaria y toma de deuda, origen de la inflación.
“El gran responsable, la causa fundamental del retroceso argentino de los
último 40 años y de la crisis presente, es el sistema dirigista inflacionario
imperante durante ese lapso”. El fracaso de este modelo hace indispensable
removerlo de raíz y reemplazarlo por el de economía de mercado.
Es necesario restablecer las libertades individuales, y restituir
capitales. Para lo cual propone un “Shock de confianza” mediante el cual generar
la afluencia de capitales, provocando una drástica caída de la tasa de interés,
de modo tal de lograr abandonar la especulación financiera y accediendo al
conjunto de actividades productivas. Para Alsogaray, la especulación financiera
es una opción obligada del capital ante la crisis a la que el modelo dirigista
ha llevado al país, como única forma de resguardar su capital. No existe la
valorización financiera en términos de rentabilidad y mucho menos fuga de
capital con los mismos fines.
Su plan de gobierno, consta por un lado de un programa de saneamiento
monetario y financiero de estabilidad monetaria; y un paralelo programa de
reformas estructurales, entre las cuales desarrolla: Supresión del déficit y
emisión monetaria; Privatizaciones de todas las actividades comerciales,
industriales y de servicios; Liberalización de todos los mercados; Reforma del
sistema bancario y financiero; Reforma de leyes sindicales (se debe bajar el
costo para agrandar la producción y la rentabilidad y luego repartir, “para
distribuir riqueza primero hay que crearla”, los privilegios a los que accedían
las organizaciones sindicales no debe ser una prerrogativa de los
trabajadores); Reforma del régimen de previsión social (al igual que FIEL, se
propone un mínimo haber por parte del Estado al sector social más vulnerable y
el resto privatizar, lo mismo con la salud); Reforma del Estado; Promoción de
exportaciones (tanto agropecuarias, sector al cual hay que dejar libre de
retenciones o trabas regulatorias, tanto como industriales, donde se debe
incentivar la importación de tecnología;
no indica cómo se financiaría la importación para no caer la restricción
externa).
Por último, establece una distinción entre el liberalismo clásico y el
liberalismo moderno. El primero disociaba las cuestiones económicas de las sociales,
las cuales no eran consideradas. En cambio el liberalismo moderno, fija en el
rol del Estado las tareas destinadas para tal fin, a través de la cobertura de
los servicios esenciales (vivienda, salud, seguro de desempleo, etc) para los
sectores sociales más desplazados. Pero el Estado debe impulsar además el
estímulo para que la acción privada actúe también en esos campos, y solo
intervenir de manera directa cuando la acción privada resulte insuficiente.
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Aporte de Agustín:
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Aporte de Celina:
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Aporte de Agustín:
Sergio Morresi:
El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización
Nacional.
Sergio Morresi es Doctor en Ciencia
Política por la Universidad de San Pablo, Investigador-Docente de la
Universidad Nacional de General Sarmiento e investigador adjunto del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Argentina (CONICET). Es
autor de artículos de teoría política, análisis político e historia reciente y
publicó los libros “La Nueva derecha argentina y la democracia sin política”
(Biblioteca Nacional, 2008) y “Saber lo que se hace. Expertos y política en la
Argentina Contemporánea” (Prometeo, 2011). Su actividad se concentra en el
estudio del liberalismo, el neoliberalismo y las derechas políticas.
En primer lugar debo decir que el
artículo, escrito en el año 2010, me pareció innovador en el sentido que
intenta diferenciar la ideología política de la última dictadura cívico-militar
respecto al neoliberalismo que se impondrá en Argentina a partir de 1983. El
mérito radica en subdividir una etapa (1976 – 2001) que muchas veces se
presenta como un mismo modelo de pensamiento.
Para ello comienza por definir lo que
entiende por liberalismo conservador, que se distingue de otros liberalismos
por su énfasis en la defensa del libre mercado y la propiedad privada y su
rechazo a la intervención redistributiva del Estado. En este sentido también se
diferencia del conservadurismo a secas.
Morresi discutirá con otros autores que
adjudican el fracaso del Proceso de Reorganización Nacional (PRN) a su
incapacidad de establecer una ideología común, lo cual derivaría en una serie
de políticas contradictorias. En su concepción, tales contradicciones vienen
más por el lado de disputas de poder internas que por proyectos ideológicos
dispares. Más allá de las divergencias que pudieran existir dentro de las
Fuerzas Armadas, donde coexistían los sectores “duros” con los denominados
“blandos”, también estaban los “moderados” que no sólo eran los mayoritarios en
número sino que tuvieron la claridad conceptual de amalgamar dentro de un único
modelo multifacético tanto a nacionalistas como a liberales. Se podría decir
que ellos fueron la expresión institucional que guiará el rumbo del PRN.
Para demostrar este punto, el autor
relata las experiencias de vida de dos personalidades muy activas del proceso:
Perriaux por un lado y Zinn por el otro. A través de sus claros matices se
intenta demostrar en qué consistió la ideología liberal conservadora, cuyas
características principales son: es anti-comunista pero también anti-peronista,
es propulsor del libre mercado pero con un Estado fuerte que lo guie, es
contrario a la democracia pero abierto al pluralismo político (restringiendo al
comunismo y al populismo), entre otras. En síntesis promover la libertad pero
dentro de un orden jerárquico establecido.
La conclusión fundamental a la que
arriba Morresi es que el PRN fue el espacio que posibilitó el surgimiento de la
nueva derecha argentina. En este sentido la función de la dictadura fue imponer
un orden social a partir del cual se puedan erigir las posteriores políticas
neoliberales que gobernaron al país durante 18 años (1983 – 2001). En este
sentido el autor nos brinda una mirada alternativa respecto al período bajo
estudio, diferenciándose de aquellas corrientes de pensamiento que engloban a
todo el proceso bajo el rótulo de neoliberalismo. Aquí se vislumbra que el PRN no instaura el
neoliberalismo, sino que sirve el escenario para su posterior triunfo. En este
punto se distingue de Ana Castellani, quien caracteriza a todo el período como
valorización financiera, enfatizando las líneas comunes no sólo de pensamiento
sino también de política económica entre la dictadura, el alfonsinismo y el
menemismo, más que sus diferencias.
Ana
Castellani: Implementación del modelo
neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea.
Ana Castellani es licenciada en sociología
y co-directora de la Maestría en Sociología Económica de la Universidad
Nacional de San Martín. Tiene también un doctorado en Ciencias Sociales, es
docente de la UBA y de la UNSAM e investigadora del CONICET. Se especializa en
el estudio de las elites económicas, la relación Estado/empresarios y en
historia económica. Escribe este artículo en mayo del 2001, aunque en la última
sección (redactada un año después) relata tanto los sucesos de la crisis
ocurrida en diciembre como su posterior salida mediante la devaluación y no la
dolarización, beneficiando a los grupos económicos locales en detrimento del
capital extranjero que había adquirido las empresas privatizadas. Es dable decir
que la devaluación, lejos de ser progresiva, significó un profundo traslado de
ingresos desde los sectores asalariados y pequeños y medianos ahorristas hacia
los exportadores y grandes grupos concentrados.
En primer lugar se puede observar una
postura muy crítica de la autora respecto del período 1976 – 2001, al que ella
engloba dentro del rótulo de valorización financiera. Durante todo el artículo
alerta sobre las múltiples consecuencias negativas que acarrea aplicar las
propuestas neoliberales del Consenso de Washington (CW) en América Latina en
general y Argentina en particular. Es que en su concepción, el CW realiza un diagnóstico
falaz de las causas que originaron la crisis económica en nuestro país al no
tener en cuenta ni las características distintivas de las fracciones líderes de
la clase empresaria ni las graves implicancias de las políticas aplicadas
durante la última dictadura militar, que modifica sustancialmente el patrón de
acumulación.
Por otro lugar Castellani explica por
qué la particular relación que forjan Estado y cúpula empresaria impide generar
las condiciones para un desarrollo interno. Al respecto dirá que tanto la
constante búsqueda de beneficios extraordinarios de las empresas más
importantes del país garantizados por la intervención estatal, junto con la no
realización de inversiones de riesgo impone trabas al crecimiento y exacerba la
concentración económica y la centralización del capital. En este sentido la
autora demuestra cómo el comportamiento de esta cúpula empresaria se
independiza del ciclo económico en general, obteniendo amplios márgenes de
ganancia durante toda la década de 1990.
La autora adhiere a la teoría de la
estructura productiva desequilibrada (EPD) para describir la situación de
Argentina durante la segunda etapa de la industrialización por sustitución de
importaciones. En efecto, dice, hay un claro contraste entre el sector agrario
(generador de divisas y competitivo a nivel internacional) y el industrial
(demandante de divisas y opera a costos muchos más elevados que los
internacionales). En este contexto critica la postura de los organismos
internacionales y economistas liberales en general de aplicar una devaluación a
efectos de equilibrar el balance de pagos estimulando las exportaciones y
encareciendo las importaciones. Esto genera efectos negativos en países con EPD
ya que el precio de nuestros productos industriales es mayor al internacional
y, aunque haya una devaluación, tan situación no se modificará hasta el punto
de hacerlos exportables. Además genera un efecto regresivo sobre la clase
asalariada en cuanto a la pérdida de su poder adquisitivo. Por otro lado, al
depender de ciertas importaciones imprescindibles en aras del desarrollo
industrial, una devaluación lo que hace es encarecer el costo de tales
importaciones, lo cual se traslada al precio de los bienes industriales que se
consumen internamente, produciendo lo que se denomina como inflación cambiaria.
Algo interesante que menciona es cómo a
través de las políticas instauradas durante el menemismo (privatizaciones,
apertura económica y desregulación de mercados con la re-regulación de otros),
es posible confluir los intereses de las distintas fracciones dominantes: el
capital concentrado local y los acreedores externos. Se impone la visión del
bloque hegemónico en cuanto a que la única solución para salir de la crisis
hiperinflacionaria de fines de los 80 era a través de la aplicación de un
paquete de reformas estructurales bajo el nombre de Plan de Convertibilidad.
Durante esta etapa surge un nuevo tipo de empresa: las asociaciones, quienes
estaban compuestas por capitales nacionales y extranjeros.
En definitiva podemos observar una
visión muy similar a la esbozada por nuestra casa de estudios (FLACSO) en
cuanto a la caracterización que se hace de todo el proceso de valorización
financiera en general y el comportamiento de la cúpula empresaria en particular,
con un Estado funcional a los intereses de los bloques dominantes. Se dilucida
un claro avance del capital en detrimento del trabajo.
Creo que este trabajo sirve para
entender las razones por las cuales fracasan rotundamente las propuestas
neoliberales del CW, desencadenando la estrepitosa crisis económica, social y
política del año 2001. La autora hace, a mi criterio, una acertada lectura de
la situación argentina durante la etapa de valorización financiera desde una
postura crítica y heterodoxa.
Hernán Ramírez: Genealogías del consenso: Brasil y Argentina, 1961-1991.
Se trata de otro enfoque realmente
interesante e innovador, donde el autor se propone plantear otra visión
respecto del origen de la oleada neoliberal que se instaura en América Latina
durante las décadas de 1980 y 1990. Al respecto afirma que dicho proceso no fue
resultado de la imposición extranjera de las ideas del Consenso de Washington
(CW), sino que fue consecuencia de un lento proceso iniciado en la década del
60, en el cual participaron diversos actores sociales e instituciones que
prepararon el terreno para que el paradigma neoliberal se pueda asentar
definitivamente.
Es muy válido el aporte de Ramírez ya
que generalmente, cuando se estudia este fenómeno, se da por sentado que el
neoliberalismo fue impuesto en Argentina debido a la presión de organismos
internacionales de créditos tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o
el Banco Mundial (BM). Es innegable la influencia de estas instituciones, pero también
lo es, para el autor, el rol que cumplen diversos centros de investigación y
profesionales locales en cuanto a empezar a discutir estas teorías mucho tiempo
antes de su real aplicación. Se fue preparando el terreno lisa y llanamente
para el posterior triunfo neoliberal.
En este sentido resulta pertinente
aclarar que la aplicación de políticas ortodoxas en Latinoamérica no tiene un
origen causal único, sino que es resultado de una multiplicidad de factores,
tanto de orden local como internacional, imbricados entre sí.
Ramírez se enfoca en los casos de
Argentina y Brasil para dar cuenta del fenómeno, particularmente en el rol que
cumplen algunas instituciones creadas durante la década del 60: IPES en Brasil
y la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) junto con
la Fundación Mediterránea en Argentina. Dichos centros de estudio se
caracterizaban por aglutinar a profesionales académicamente muy formados, cuya
ideología respondía a los sectores más concentrados de la sociedad. Así es como
se comienza a gestar, en estos países, la semilla del neoliberalismo.
IPES se crea en 1961 y fue fundado por
importantes líderes empresariales y militares brasileños. FIEL existe desde
1964 y engloba a todas las fracciones de la gran burguesía argentina. Ambos
institutos profesaban posturas marcadamente ortodoxas. No sólo trabajaban en la
constitución y aplicación de políticas económicas de tinte conservador, sino
que tuvieron activa participación en los golpes de Estado de Brasil (1964) y
Argentina (1966 y 1976), donde aquellos intelectuales ocuparían importantes
cargos de gobierno.
Para integrar tales instituciones se
precisaba un alto grado de formación académica, por lo que muchas veces sus
miembros eran enviados a las más prestigiosas universidades norteamericanas
para estar a la altura de los nuevos parámetros científicos e internacionales,
todo lo cual era financiado por centros internacionales.
El lenguaje de los economistas logra
sustento propio. La racionalidad técnica se va adueñando del discurso político.
Se hacía cada vez más frecuente el hecho de explicar teorías económicas a
través de complejos modelos matemáticos y econométricos altamente técnicos,
inentendibles para el grueso de la población.
En definitiva, tanto la instauración de
las dictaduras en Argentina y Brasil, así como los posteriores gobiernos democráticos
de orientación neoliberal que los sucedieron, sólo se explican teniendo en
cuenta la fuerte influencia de estos institutos y actores sociales que, no sólo
se dedicaban a diseñar un complejo entramado de ideas, sino también a eliminar
cualquier tipo de corriente opositora a ellos. De esta forma, para el autor, la
postura del CW no fue una mera imposición desde el exterior, sino que recorrió
un extenso camino donde importantes grupos empresariales, una nueva
tecnoburocracia y fuerzas internacionales entrelazaron sus intereses en torno a
diversos institutos económicos cuyos cuadros técnicos les otorgaba fuerte
prestigio, sin los cuales no habrían sido factibles.
Se trata de una interesante concepción
del surgimiento del neoliberalismo en Latinoamérica, pateando el tablero
respecto a lo que comúnmente se piensa, y otorgando herramientas alternativas
para entender dicho fenómeno. Si bien es insoslayable la presión ejercida por
organismos como el FMI y el BM, el nuevo paradigma ortodoxo comienza a gestarse
desde antes, y desde el propio seno de nuestra sociedad.
Domingo F.
Cavallo: Volver a crecer.
Domingo Cavallo es un economista con un
amplio recorrido en el ámbito político. Basta mencionar que se desempeñó como
Subsecretario de Desarrollo de Córdoba, su provincia natal entre 1969-1970, fue
director y posteriormente vicepresidente del Banco Provincia de Córdoba (1971-1972), subsecretario
del Ministerio del Interior (1981), presidente del Banco Central de la
República Argentina durante
julio y agosto de 1982, diputado nacional (1987-1988) y ministro
de Relaciones Exteriores (1988-1991).
De todos modos, ha quedado en el
imaginario colectivo de todos los argentinos por ser el propulsor del famoso
Plan de Convertibilidad siendo ministro de Economía durante la primera
presidencia de Menem. Durante esa etapa gozaba de gran credibilidad, lo que lo
llevó a ocupar el cargo de diputado nacional por la Capital Federal (1997-1999),
además de ser candidato a presidente en 1999 obteniendo el tercer puesto con
10% de los votos, y candidato a Jefe
de Gobierno en
el 2000, obteniendo el segundo lugar con 33%.
Sin embargo, dos medidas altamente
impopulares condenarán para siempre su carrera política, ganándose el repudio
de la mayoría de la sociedad. Estamos hablando nada más y nada menos que del
Megacanje y el Corralito. No hace falta ahondar en las consecuencias nefastas
que tuvieron para el país.
Yendo a lo que nos compete, que es el análisis de su libro escrito a
finales de 1984, el mismo pretende explicar no sólo
las causas del supuesto histórico estancamiento nacional, sino las recetas que
se deben aplicar para lograr un crecimiento sostenido. Para demostrar el primer
punto (el estancamiento histórico de Argentina) diagrama un polémico cuadro
donde figuran 32 países con su respectiva evolución en términos de producto
bruto y producto per cápita desde el año 1929 hasta 1983, llegando a la conclusión
de que nuestro país ha sido el de menor crecimiento, sólo superado por
Honduras. Esto se debió, según el autor, a nuestra incapacidad como argentinos
de hacer funcionar de manera estable y predecible nuestras instituciones
políticas, a la vez que fuimos destruyendo las instituciones económicas
fundamentales.
Critica el hecho de que hacia 1929 había
13 países con ingresos por habitantes menores a los de Argentina, y que 55 años
después nos habían superado todos. Para Cavallo, el problema es ideológico,
hemos virado entre posturas más librecambistas o más proteccionistas, al igual
que por posturas donde se pregonaba más la planificación (socialismo) o el
mercado (capitalismo). El inconveniente principal, dirá, es que nunca
terminamos de asumir tal o cual postura, todas nuestras formas de gobierno han
sido una especie de híbrido incompleto que impedía el pleno desarrollo de
nuestras capacidades. En sus palabras, tenemos una mezcla de socialismo caótico
y capitalismo sin competencia que constituye la peor forma de organización
económica concebible a esta altura de la historia mundial. El resto de los
países han sido exitosos ya que han adoptado una u otra forma de organización,
pero no ambas a la vez.
De todos modos es dable decir que el
cuadro que presenta el autor está lleno de imprecisiones. En primer lugar no
hay distinción de etapas históricas, ni de los distintos gobiernos que se
sucedieron, ni de las diferentes políticas económicas aplicadas a lo largo del
período. Se engloba arbitrariamente todo dentro de estos 55 años. Segundo
utiliza la medición del ingreso per cápita como único factor de crecimiento, y
no lo la cantidad de bienes que se pueden adquirir con tal ingreso. Tercero no
hay ninguna mención respecto al régimen de tenencia del suelo, ni a la lucha de
clases, ni a la existencia de un bloque de poder hegemónico cuyos intereses se
contraponen en general a los de la clase trabajadora para explicar nuestro
mayor deterioro relativo respecto de otros países.
Respecto de su propuesta para lograr un
crecimiento sostenido y salir finalmente del estancamiento que nos azota desde
1929, en primera instancia dice que es clave un sinceramiento, en el sentido de
aplicar políticas reales que sean consistentes con las necesidades de la
sociedad. No es posible crecer con demagogia.
Luego presenta de forma ordenada una
serie de reformas que necesariamente debe aplicar el gobierno, que van desde el
nivel de gasto público y el presupuesto hasta cuestiones impositivas, financieras,
comerciales y salariales, a través de investigaciones realizadas en la
Fundación Mediterránea, que ya Hernán Ramírez se encargó de demostrarnos no
sólo su concepción ideológica sino su rol político.
En definitiva, la solución de Cavallo se
basa en una lisa y llana apertura comercial externa, para lo cual diagrama un
modelo económico contrafáctico desde donde intenta demostrar que el país
hubiese crecido más entre las décadas del 50 y 70 si se hubiere hecho una
política de este estilo. Es un modelo simple de dos sectores (agropecuario y no
agropecuario) con una serie de suposiciones implícitas para que funcione. La
conclusión a la que llega es que el mejor camino para el país era el de
apertura externa junto con política fiscal restrictiva para mantener un tipo de
cambio alto y, de esta manera, favorecer explícitamente al sector de mayores
ventajas comparativas y productividad, el agropecuario. ¿Algún efecto negativo
de aplicar esta medida? Bueno, simplemente una caída de salario real para los
trabajadores, un sacrificio menor que deben hacer algunos para el crecimiento
de todos (si por todos entendemos a la elite financiera, empresaria y
exportadora de recursos naturales).
Por último es dable señalar una pequeña
contradicción que se puede dilucidar en el libro. Si Cavallo está convencido de
que la apertura y el librecambio son las soluciones que tanto necesitaba
Argentina, ¿cómo explica que, según su él, el período de menor crecimiento de
todo el período 1929-1984 haya sido justamente el de mayor apertura (1975-1983)?
Álvaro
Alsogaray: Bases liberales para un
programa de gobierno (1989 – 1995).
Ya el mismo título del libro nos puede
otorgar una certera pista de cuáles serán las propuestas del autor en materia
económica. El mencionado libro es escrito en las postrimerías del gobierno de
Alfonsín, previo a la elección presidencial de 1989, en la que Alsogaray era
justamente candidato por la Unión del Centro Democrático (UCEDE).
Vemos cierta correlación de ideas con
Cavallo respecto al diagnóstico del estancamiento argentino: la adopción de un
sistema “dirigista-inflacionario”, como lo llama el autor, impulsado por Perón
en el año 1946 y continuado hasta la actualidad (cuando decimos actualidad nos
referimos al momento en que está escribiendo Alsogaray). Este modelo, ubicado
entre las economías centralmente planificadas del socialismo-comunismo y las
economías de mercado propias del liberalismo llevó a Argentina por un camino
inconducente basado en el estatismo, intervencionismo, desarrollismo y procesos
inflacionarios (como consecuencia de los otros tres puntos). En este sentido,
coincide plenamente con Cavallo en cuanto a las causas del problema.
Algo que me llamó la atención es que, si
bien plantea que toda sociedad moderna se configura a partir de cuatro órdenes,
a saber: el político-estatal, el jurídico, el social y el económico, otorga a
éste último una importancia superior, y lo justifica diciendo que en los demás
campos la voluntad humana tiene una mucho mayor libertad de acción, mientras
que la economía obedece a leyes naturales inobjetables. Es llamativa la
pretensión de Alsogaray de escindir la cuestión económica del aspecto social,
otorgándole un carácter científico que claramente no tiene.
En definitiva, su plan de gobierno
reside principalmente en dos cuestiones: un programa de saneamiento monetario y
financiero que asegure la estabilidad monetaria y la erradicación definitiva de
la inflación y un programa de reformas estructurales que coadyuve al logro de
los objetivos del programa anterior, asentando las bases para el crecimiento de
la economía nacional. En varios pasajes del libro pone énfasis en la
simultaneidad con la que deben desplegarse ambos programas, de lo contrario
fallará.
Básicamente su máxima preocupación pasa
por establecer un orden económico adecuado, el cual se lograría a través de la
implementación de una verdadera Economía Social de Mercado que sustituya el
actual sistema dirigista e inflacionario y por atraer capitales para lo que es
indispensable reestablecer la confianza. Tal tarea no es posible llevarla a
cabo de manera gradual, es preciso lograr un “shock de confianza” que estimule
tanto la repatriación de capitales fugados al exterior como la llegada de
capitales de origen extranjero.
He aquí la solución mágica que encuentra
Alsogaray para el mal de todos los problemas: el shock de confianza estimularía
el ingreso masivo de capitales, lo cual forzaría a la baja a la tasa de
interés, repercutiendo en mayores oportunidades de inversión para los
empresarios, disminuyendo el desempleo y aumentando el salario real. Todo ello
llevaría al bienestar general junto con el progreso de la nación. Ahora bien,
sabemos por experiencia que las decisiones de inversión son más complejas y
toman en cuenta muchas otras cuestiones además de la tasa de interés, por lo
que su caída no aseguraría (ni mucho menos) un aumento de la inversión. Es
necesario contar, no sólo con una alta tasa esperada de retorno sino que
también depende de las condiciones y el desenvolvimiento del mercado interno
(existencia de demanda) así como la situación de la capacidad ociosa. Esto
suponiendo que el mencionado shock de confianza funcione y atraiga los
capitales, cosa que también es muy discutible.
Luego enumera una serie de políticas y
medidas, de las cuales se pueden destacar: 1) la privatización no sólo de los
servicios estatales sino también de todas las actividades y empresas
comerciales e industriales que estén indebidamente en manos del Estado, 2) la
desregulación de las actividades económicas, 3) liberación de los mercados, 4)
reforma de las leyes sindicales en detrimento de los trabajadores eliminando
todos los sobrecostos que tengan los empresarios, 5) reforma del Estado
achicando sus funciones a las mínimas e indispensables y 6) apertura económica
con fines de insertar al país en la economía mundial.
En síntesis vemos en las propuestas de
Alsogaray el más puro neoliberalismo nacional, según el cual Argentina debe
crecer a partir de las ventajas comparativas de su sector agropecuario,
beneficios que luego se “derramarían” a la sociedad toda. Podríamos decir por
suerte no ganó las elecciones, pero el que sí fue elegido presidente respetó
bastante estos puntos, traicionando el nombre del partido por el cual triunfó.
FIEL: el fracaso del estatismo.
La Fundación de Investigaciones
Latinoamericanas se funda en el año 1964 y se caracteriza por tener en sus
filas a profesionales altamente calificados. Si bien se autodenominan como una
institución independiente y apolítica, sabemos que defiende ciertos intereses
relacionados con las elites conservadoras nacionales e internacionales, como
bien se encargó Hernán Ramírez de demostrar.
En cuanto al contenido del libro, se
puede apreciar una orientación ideológica muy similar a la esbozada tanto por
Alsogaray como por Cavallo. Al igual que ellos, realiza una fuerte crítica al
intervencionismo estatal y el exceso de gasto público que ello origina. Se
puede apreciar un elevado contenido técnico a lo largo del texto, donde se
proponen reformas concretas para orientar de una vez por todas a la economía
hacia el camino adecuado. Se escribe en el año 1986.
El modelo de país que se viene aplicando
desde el peronismo ha fallado, entre otras cosas por pretender cumplir ciertos
objetivos que resultan desproporcionados dados los recursos disponibles (cuando
no contradictorios), por la ausencia de mecanismos competitivos, exceso de
regulación estatal y una mala lectura del contexto internacional, entre otros
aspectos.
Es interesante observar los planteos que
se hacen desde la fundación con respecto a temas absolutamente sensibles como
educación, salud y sistema jubilatorio (éste último resulta el más extenso y
detallado). En todos los casos la meta es la reducción del gasto en aras de la
eficiencia y el ahorro de divisas. Así es como, en el primer caso, se propone
explícitamente una descentralización de los servicios educativos, transfiriéndolos
a las provincias en su totalidad. Además, en cuanto a la educación superior, se
propone la implementación de cupos o vacantes disponibles por universidad y
carrera para controlar la oferta educacional. En cuanto a la demanda la idea es
aplicar un examen de ingreso y el arancelamiento de los servicios. Esto
generaría un ahorro de gastos, mayor eficiencia y una simplificación de las
funciones de la Secretaría de Educación de la Nación. En ningún momento se
menciona el carácter altamente restrictivo de esta propuesta.
Respecto a la salud también se propone
un arancel por atención en hospitales públicos, los cuales pasarían a ser entes
totalmente autónomos.
De todos modos, en donde más énfasis se
pone es en modificar el régimen jubilatorio, pasando del histórico modelo de
reparto solidario a uno de capitalización, con la existencia de cuentas
individuales. El argumento radicaba en el colapso del sistema anterior, el cual
no sólo representaba onerosos recursos estatales, sino que era ineficiente y se
brindaba un servicio de mala calidad. Es que es imposible, sostienen desde
FIEL, otorgar una jubilación digna a quienes ya dejan de trabajar, entregar
haberes que ronden entre el 70 y el 82% de los mejores sueldos de la vida de
los trabajadores es utópico. Hay que ir por un second best donde lo que se garantice sea la satisfacción de las
necesidades básicas. No hace falta destacar el desprecio por los jubilados que
esto significa.
Luego se explica detalladamente la forma
en la cual habría que realizar el traspaso de un sistema a otro, siendo la
mejor opción para el país a futuro.
Otro punto que se trata en el libro es
la necesidad de que el Estado abandone su actividad empresaria, lo cual
significa transferir sus empresas al sector privado. Para ello se procede a
dividirlas en tres categorías: 1) aquellas que pueden ser privatizadas
inmediatamente, 2) las que requieren, simultáneamente, una reestructuración y
la desregulación del sector en que actúan y 3) aquellas que, una vez
reestructuradas y desregulado el sector en que actúan deberán permanecer en
poder del Estado por prestar servicios esenciales, si no se encuentran
interesados en su compra.
Posteriormente se esboza un plan de
reestructuración sectorial (privatizaciones), donde se contemplan sectores
tales como energía, transporte y comunicaciones, entre otros.
En definitiva, a lo largo del texto se
puede apreciar una clara adhesión a los ideales neoliberales, donde cuestiones
como la competencia, descentralización y reducción del tamaño del Estado
permitirán una mejor asignación de recursos y contribuirán a la equidad del
sistema económico argentino. En este sentido el pensamiento es el mismo que
vemos en Alsogaray y Cavallo, lo cual es absolutamente coherente ya que ellos
se basan en los principios que elabora esta fundación.
Por último vale aclarar que
lo ocurrido en la década de los 90 tiene una alta correlación con los consejos
en materia de política económica y las reformas estructurales que propone FIEL
en este libro. Los casos del sistema educativo y jubilatorio son explícitos en
este sentido, además de la reducción de las funciones del Estado y el agresivo
proceso de privatizaciones llevado a cabo, todo lo cual responde a este cuerpo de ideas.---------------------------------------------------------------
Aporte de Celina:
Morresi, Sergio[1]:
“El liberalismo conservador y la ideología del Proceso de Reorganización
Nacional” en Revista Sociohistórica No 27, 2010.
En este texto,
Morresi pretende dar cuenta de cuál es la ideología preponderante del Proceso
de Reorganización Nacional (PRN), cuáles fueron sus objetivos, la forma de
legitimación del proceso, su articulación con otras ideologías, y la forma en
que este nuevo orden actuó como terreno para el surgimiento del neoliberalismo.
Parte de identificar distintos tipos de ideologías afines al liberalismo
(liberalismo-conservador, conservadurismo, liberalismo clásico y
neoliberalismo) para llegar a la hipótesis de que el PRN tuvo fuerte
legitimación ideológica en el liberalismo conservador. El
liberalismo-conservador se caracteriza por su defensa del libre mercado, de la
propiedad privada y el rechazo a la intervención del Estado. Se diferencia del
liberalismo en su mayor valorización de la teoría, su prudencia en relación al
cambio social, su oposición a la intervención estatal y su visión temerosa
sobre la democracia. Mientras que se separa del conservadurismo en no ser
contrario a otorgar un rol central al mercado en la economía. Paralelamente, se
diferencia del neoliberalismo en que es más proclive en impulsar el libre
mercado bajo una propuesta pragmática, el neoliberalismo prefiere basarse en
cuestiones teóricas. Por otro lado, si bien tanto el liberalismo-conservador
como el neoliberalismo privilegian el orden político, su entendimiento es
diferente. Para el primero, el orden se contrapone con la anarquía y precisa de
un Estado que determine jerarquías firmes, para el segundo, hace énfasis en el
orden que sirve para salvaguardar los valores fundamentales como la libertad y
la propiedad privada.
Con el fin de
dar sustento a su hipótesis, el autor se propone indagar sobre el accionar y
pensamiento de dos exponentes que, a su juicio, formaron parte del corpus
intelectual que guiara al PRN: Jaime Perriaux y Ricardo Zinn. Jaime Perriaux
fue abogado y pupilo intelectual de Ortega y Gasset. Durante los ‘40 fue, junto
con Martínez de Hoz, uno de los fundadores del Ateneo de la Juventud
Democrática Argentina. En los años 50 y 60 participó de distintos grupos
políticos y gremiales. Fue funcionario en los gobiernos de Guido (asesor legal),
Levinsgston y Lanusse (Ministro de Justicia). Su influencia en la gestación y
el desarrollo del PRN fue de suma importancia. Tomando la concepción de Ortega
(2002) de una época de beligerancia en la visión de Perriaux era necesaria una
reforma institucional profunda que permita destruir las bases del desorden y
acabar con las “insolencias” de los sectores populares. Se requería una
reestructuración social de mentalidades, estructuras e instituciones. Sostuvo
también la idea de que la clave está en la capacidad del PRN de establecer
alianzas intergeneracionales. Por otro lado, Ricardo Zinn, contador público,
ejecutivo de empresas (Sasetru, SocMa, Siam-DiTella), banquero y consultor
económico fue funcionario de Onganía, Levingston, Lanusse y Martínez de Perón.
Diseñó las pautas para el plan económico de Celestino Rodrigo, de quien era
asesor. Con la llegada del PRN, su pertenencia al grupo comandado por Perriaux
le facilitó su entrada al Ministerio de Economía. Ya en democracia, Zinn se
unió a la UCEDÉ, se acercó a FIEL y a la Asociación de Bancos Argentinos
(ADEBA). Con Menem, Zinn participó del cuerpo de asesores de María Julia
Alsogaray en las privatizaciones de ENTEL y SOMISA. Además fue impulsor del
CEMA y de la Escuela de Dirección y Negocio (IAE). Su última labor pública fue
la de asesorar a Estenssoro en la
privatización de YPF (murió junto con él en un oscuro accidente aéreo). Autor
del libro “La Segunda fundación de la República”, en el cual sostiene que la
Argentina en 1976 se encuentra en el final de un proceso de decadencia iniciado
sesenta años atrás, luego de la Ley Sáenz Peña y del populismo radical. El peor
de los pecados populistas, según Zinn, es su actitud miope.
En la visión de
Morresi, para la mayoría de los ideólogos del PRN “El
golpe de 1943 marca el punto de inflexión definitivo: a la demagogia de una
interminable fiesta permisiva se suma pronto el populismo peronista, en el que
el criterio de la cantidad reemplaza al de la calidad, que sumerge a los
individuos en un universo de emociones superficiales que transforma a la
población en una “masa abyecta” y sin futuro” Morresi (2010, p. 116).
Por último, el
autor enumera las características principales del pensamiento
liberal-conservador del PRN:
Anti-comunista, anti-peronista
y anti-desarrollista.
Propulsor del libre mercado,
pero también de un Estado fuerte que ponga en funcionamiento el mercado.
Favorable a las formas republicanas
y representativas, pero proclive a la regulación y control de esas formas.
Contrario a la democracia.
Reivindica las tradiciones
políticas, morales y culturales.
Proclive al ordenamiento
jerárquico.
Alejado del integrismo
católico.
Ana Gabriela Castellani: “Implementación del modelo
neoliberal y restricciones al desarrollo en la Argentina contemporánea”,
CLACSO, 2002
En línea con el
trabajo de Morresi, el trabajo de Castellani proporciona elementos para
identificar al PRN como el nuevo orden político que dio lugar a la
implementación del neoliberalismo en los noventa. El texto se plantea
comprender por qué estas reformas neoliberales propuestas por el Consenso de
Washington (CW) no tuvieron los resultados prometidos y cuáles son las nuevas
trabas que introdujeron a la hora de revertir el nivel de subdesarrollo
económico y social. Para ello postula dos hipótesis, la primera, estipula que
el CW hizo un diagnóstico equivocado sobre las causas de las crisis de los
países latinoamericanos; la segunda, que las reformas aplicadas junto con la
relación entre el Estado y la cúpula empresarial, impiden que tenga lugar un
proceso de desarrollo endógeno.
En una primera
sección, analiza las bases teóricas del pensamiento neoliberal, donde
encuentra como principal referente a los
trabajos de Milton Friedman, por un lado, y de la Escuela de la Economía
Política Positiva, por otro. Estas dos vertientes se diferencian en las formas
de intervención estatal que consideran apropiadas. Friedman, se preocupa en
especificar cuáles son esas intervenciones estatales que no se pueden evitar,
que son fundamentales para garantizar la libertad individual, y cuáles son
aquellas que atentan contra esa libertad. Dentro de las primeras, ubica la
función de proteger la libertad de los individuos y fomentar la existencia de
mercados competitivos. En las segundas, visualiza a la concentración de poder
político. La Economía Política Positivista en cambio, entiende que existen
distintas formas de intervención estatal: el Estado mínimo, que sólo debe
encargarse de los bienes públicos y el preferido por los neoliberales; el
Estado negativo cuyas políticas son resultado de pujas entre los grupos de
poder que se generan dentro de su estructura burocrática en búsqueda de rentas
de privilegio, y que en donde los neoliberales sitúan a los gobiernos
populistas; y el Estado positivo, interviene activamente para corregir las
deficiencias del mercado. A diferencia de Friedman, no sostiene la intervención
estatal para conformar un Estado mínimo y luego retirarse dejando al mercado
que actúe, sino que rescata la intervención estatal en forma constante como
condición para mejorar el funcionamiento del mercado.
El CW, según la
autora, se desarrolla por los organismos internacionales a raíz de la “década
perdida” de los ochenta en América Latina y en respuesta a la visión crítica
del modelo de sustitución de importaciones. Es vista como una solución
“definitiva” a la crisis, es la respuesta de los organismos internacionales. En
su receta de estabilización económica y de reforma estructural, procura ampliar
la esfera del mercado y reducir la intervención estatal a su mínima expresión.
La autora, esboza tres críticas a la perspectiva hegemónica del CW: no
considera el peso de la deuda externa como causa de la crisis fiscal de los
países de AL; no reconoce el importante incremento del producto resultante del
periodo de ISI; y desconoce las modificaciones entre las fuerzas de los actores
sociales y las confrontaciones entre ellos. En contraste, la corriente
neo-estructuralista de CEPAL tiene una distinta interpretación de la crisis.
Esta corriente señala que para salir de la crisis hay que reducir la deuda
externa, aumentar la recaudación tributaria, hacer la estructura impositiva más
progresiva, e invertir en educación y tecnología. Menciona otra visión crítica, de los neo-institucionalistas, en contra
del CW que básicamente rechazan la idea de que exista un diagnostico
generalizado para todos los países.
Luego, la autora analiza la instalación del modelo de
acumulación por valorización financiera desde 1976. Este análisis sigue las
visiones de Nochteff, Basualdo y Azpiazu. El inicio de la valorización
financiera se ubica a partir de las reformas políticas de Martínez de Hoz, que
allanaron el camino para su profundización durante el gobierno de Menem. La
crisis hiperinflacionaria, a la vez, disciplinó a los sectores populares para
resignarse a acepar las reformas neoliberales que los intelectuales orgánicos
lograron instalar como única salida a dicha crisis. La autora describe además
las pugnas dentro del bloque dominante durante los ochenta, entre los grupos
locales y los acreedores, y su unificación con las políticas de Menem, en
particular gracias a las privatizaciones. Prosigue en describir el impacto de
las políticas del CW aplicadas por el gobierno de Menem que no tuvieron ninguno
de los efectos positivos, más allá de la reducción de la inflación y el
crecimiento económico en los primeros tres años. En efecto, las políticas no trajeron
mayor inversión a la economía, los grupos económicos luego de participar en los
consorcios que se beneficiaron de las privatizaciones, realizando ganancias
extraordinarias, vendieron sus participaciones a empresas extranjeras, dejando
a la economía concentrada y extranjerizada. De esta forma, señala uno de los
mayores inconvenientes del Estado para garantizar el libre mercado fue la
relación con los sectores empresariales para que estos puedan continuar
valorizando su capital a través de sus lazos con el Estado y ganancias
extraordinarias. En términos sociales, las reformas provocaron cambios en los
precios relativos que produjeron una mayor regresividad, los salarios reales se
estancaron, la desocupación y subocupación aumentó.
Con estos elementos, la autora concluye confirmando sus
hipótesis respecto de la instauración del modelo neoliberal en argentina.
Ramírez, Hernán[2]:
“Genealogías del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A
contra-corriente, Vol. 7 No.3, Primavera 2010.
Según el autor,
las políticas neoliberales resumidas en el CW no fueron impuestas desde afuera,
sino que recorrieron un largo camino en el cual los grupos empresariales, una
nueva tecnoburocracia y los organismos internacionales entrelazaron sus
intereses en diversos institutos económicos que fueron los encargados de elaborar
estas políticas, divulgarlas, promocionarlas e implementarlas.
Ramírez aborda el sendero de los principales núcleos de producción
económica y formación de cuadros técnicos en Argentina y en Brasil. Lo
interesante del análisis del autor reside en visualizar la importancia de estos
centros de estudios en la generación de consensos y políticas, sobre la
base de articular intereses de las fracciones de capital hegemónicas, y lograr
la complicidad y la cohesión ideológica de los diferentes gobiernos,
principalmente los militares. Además, se destaca el rol adquirido por los
organismos internacionales, el FMI y el BM, en el financiamiento de tales
instituciones y de formación de sus cuadros en el exterior. Para el caso de
Argentina se destacan la Fundación de Investigaciones Económicas
Latinoamericanas (FIEL) y la Fundación Mediterránea a través del IEERAL,
mientras que para el caso brasilero se analiza el Instituto de Pesquisas
Económicas y Sociales (IPES). La centralidad de la política de absorción,
cooptación e integración de cuadros profesionales y académico se presenta como
un proceso previo a la implementación de las políticas del CW.
El IPES fue
fundado en 1961 por importantes líderes empresariales y militares brasileros,
congregando grandes empresarios industriales y financieros y militares de alta
graduación. Por su parte, el FIEL fue creada en 1964 por la UIA, la SRA, la CAC
y la BCBA, englobando todas las facciones de la gran burguesía. Por último, la
Fundación Mediterránea, fundada en 1977, con mayor presencia federal que el
FIEL. La instalación de gobiernos autoritarios persiguió la aniquilación de las
corrientes ideológicas opositoras y los partidos políticos entraron en crisis
de identidad, perdiendo su ideología original y convirtiéndose en máquinas
electorales. La apuesta a gobiernos no democráticos tenía el riesgo de que el
poder cayera en manos de cuadros rivales a intereses del bloque dominante, de
tintes nacionalistas o intervencionistas. Mientras que la apuesta a gobiernos
democráticos de más largo plazo enfrentaba el problema histórico que la derecha
tenía para afirmarse en el poder.
Según el autor,
estas instituciones colonizaron el aparato estatal “privatizando” las
instituciones estatales ya que muchos de sus cuadros intelectuales cumplieron
funciones tanto en gobiernos democráticos como de facto. En la década del 90,
la Fundación Mediterránea le fue ganando terreno en la escena política al FIEL,
coronándolo con la llegada de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía.
Fuentes
Cavallo, Domingo[3]:
¨Volver a crecer¨ (1984)
Este trabajo
parte de la afirmación de que “Argentina
es, desde el punto de vista económico, una sociedad estancada” para
intentar sentar las bases para que el país pueda volver a crecer, poniendo el
foco en la necesidad de realizar importantes cambios en el tipo de relaciones
económicas en relación a las mantenidas con el mundo en el pasado, en las
reglas de juego de la organización económica interna y en la intensidad y
naturaleza de las políticas sociales.
Para demostrar
el estancamiento al que hace referencia, elabora una lista de 32 países y sus
respectivos recorridos económicos para el periodo 1929-1983. Observa que el
estancamiento no es una característica inequívoca de los países del sur, ni de
los latinos, ni de la periferia, ni es producto de acciones conspirativas
contra nuestro país. El problema somos los argentinos actuando colectivamente.
El autor, procura desmitificar o dar por tierra las explicaciones de la causa
del estancamiento que se dan frecuentemente. De esta forma, descree por un
lado, de la idea de los librecambistas que defienden el libre comercio y la
apertura; y por otro, los proteccionistas, quienes pregonan la sustitución de
importaciones y la autarquía. Cada uno relaciona el estancamiento económico a
la visión contraria. Sin embargo, Cavallo, a partir de la lista de 32 países,
afirma que existen países que llevaron adelante una u otra política con
respecto al comercio internacional y lograron desempeños satisfactorios. Otra
dicotomía es la de socialismo versus capitalismo. Aquí también existen tanto
países estatistas planificadores, como países liberalistas pro mercado, que han
crecido a tasas mayores que nuestro país. En este sentido, concluye que en
Argentina, se aplicaron políticas tanto proteccionistas como aperturistas pero
de forma errónea y contraria a las circunstancias mundiales. Además, define a
la economía argentina como la convivencia de “un socialismo sin plan y un
capitalismo sin mercado” y que todo fue mal aplicado por causa de una profunda
tendencia a exagerar el antagonismo entre objetivos. En esta línea, el autor
cree que es posible encarar objetivos diversos a la vez, sin tener que dejar
otros de lado; siempre bajo la premisa de que el Estado es la causa de los
problemas económicos y la solución está en reducir su intervención en la
economía.
Por otro lado,
resalta al “voluntarismo irracional” como otro rasgo defectuoso del accionar
colectivo, esto refiere a la imposibilidad de poder conseguir resultados sobre
un objetivo, por más voluntad que se tenga.
Esta tendencia hace que no se reconozcan las limitaciones que tiene
nuestro país y que el Estado quiera intervenir en una medida superior a la que
está capacitado, generando distorsiones (inflación por exceso de gasto
público).
Luego de los
acuerdos fronterizos con Chile, los memorándum con el FMI y el diagnóstico de
los empresarios y la CGT, Cavallo cree, de forma optimista, que Argentina está
volviendo al “realismo”, dejando de lado
la antagonía de objetivos y la tendencia al voluntarismo irracional.
En otro capítulo
del trabajo, Cavallo plantea una “propuesta realista” que incluye las
siguientes medidas:
Atar el crecimiento del gasto
público al crecimiento del PBI para no generar desequilibrios fiscales.
Igualar el gasto público a la
recaudación, eliminado déficits fiscales.
Centrar la recaudación
impositiva en impuestos de difícil traslado: impuesto a la renta de los
recursos naturales, al valor agregado, a ciertos consumos, a los ingresos
personales y eliminar los aportes patronales.
Profundizar un sistema de
coparticipación federal de impuestos.
Priorizar el gasto público
hacia la prestación de servicios sociales y subsidios familiares.
Concentrar la inversión pública
en infraestructura.
Aplicar un tipo de cambio libre
que se establecerá en un nivel alto y generará superávits comerciales externos.
Ya no existen riesgos de valorización financiera vía endeudamiento.
Aplicar una apertura comercial
hacia los países latinoamericanos.
Eliminar las retenciones a las
exportaciones y suplantarlo por un impuesto a la tierra libre de mejoras.
Asegurar tasas reales de
interés positivas cercanas a la tasa de interés internacional.
Liberalizar la fijación de
precios en los mercados.
Determinación gubernamental de
los salarios.
Transformar el sistema de
indemnizaciones en un seguro general de desempleo para flexibilizar el mercado
de trabajo
Uniformar los regímenes de
promoción industrial.
En un nuevo
apartado, y a través de un modelo neoliberal típico, Cavallo propone para
Argentina la implementación de una apertura comercial manteniendo el tipo de
cambio elevado a través de una política fiscal restrictiva. Sobre el final del
capítulo advierte que bajo este modelo se produciría una caída del salario real
como consecuencia de un crecimiento mayor de los precios que de las
remuneraciones y es allí donde el Estado debería intervenir mediante impuestos
y subsidios que neutralicen tal efecto.
Alsogaray, Álvaro[4]:
¨Bases liberales para un programa de gobierno 1989-1995¨ (1989)
En este libro,
Alsogaray propone un programa de política económica para el periodo 1989-1995,
a ser aplicado en caso de ganar las elecciones representando a la UCEDE. Los ejes del documento se basan en un diagnóstico de la economía
argentina y una propuesta programática basado en el concepto de Economía Social
de Mercado, influenciado por las ideas de Hayek, Roueff y Erhard.
Su diagnóstico es que el modelo socio-económico
instalado durante el peronismo (1946 a 1955) fue un quiebre con el modelo
precedente y que este modelo perduró hasta 1989, con sólo leve modificaciones.
Lo cataloga como un modelo “dirigista”, compuesto de 4 elementos: estatismo,
intervencionismo, desarrollismo e inflación y sería el causante de las
dificultades y la crisis de fines de los ochenta. Alsogaray indica
que si bien los planes “Austral” y “Primavera” iban en la dirección correcta,
operaban sólo sobre las expectativas y el corto plazo, y fracasaron porque no
contemplaron reformas estructurales de largo plazo.
Dado que, las economías dirigistas conducen a la
concentración totalitaria del poder y por lo tanto a la pérdida de las
libertades individuales y son ellas las que han provocado la falta de inversiones
y fuga de capitales, su propuesta es un cambio de modelo económico hacia una
verdadera economía de mercado. La estrategia para llegar a este fin es doble,
propone un plan de corto plazo que denomina un “shock de confianza” en el cual
logaría repatriar capitales fugados y atraer inversión, el flujo de fondos
traería una reducción de la tasa de interés y la economía crecería. Dicho plan
se acompañaría de reformas estructurales que sirva de apoyo del plan de corto
plazo y siente las bases para una economía de mercado. El mecanismo sería el
siguiente: el shock de confianza provocaría inversión y repatriación de
capitales, la nueva política incitaría a los empresarios a emprender
libremente, ello desarrollaría la economía y así se absorbería el desempleo y
la informalidad y “de ahí en adelante dependería de la capacidad, del espíritu
de empresa, y la voluntad de trabajo de los argentinos”.
Los dos
elementos centrales del Plan, que deberían implementarse de forma conjunta para
garantizar la confianza serían:
El saneamiento monetario y
financiero
Un programa de reformas
estructurales
El autor enumera
las medidas concretas a llevar a cabo:
Supresión del déficit y de la
emisión.
Privatización de las empresas
estatales.
Liberalización de los mercados.
Desregulación de las
actividades mediadas por la intervención del Estado.
Reforma del sistema bancario.
Modificación de la estructura
impositiva, favoreciendo a las inversiones externas.
Transformación de la
legislación sindical, quitándole poder al movimiento obrero organizado para
garantizar un funcionamiento libre del mercado de trabajo.
Modificación del sistema
previsional, privatizando la mayor parte del mismo.
Achicamiento del Estado, tanto
en sus esferas de intervención como en el tamaño de su administración pública.
Fortalecimiento del poder
coercitivo del Estado frente a la inseguridad personal.
Apertura comercial.
Resulta llamativo
como muchas de estas medidas propuestas por Alsogaray serían similares a las
implementadas luego por Menem, a pesar de no pertenecer al mismo partido de
gobierno.
FIEL: ¨El fracaso del estatismo¨ (1987)
Tal como lo
describe el subtítulo, este trabajo es una propuesta para la reforma del sector
público argentino. Dicha reforma se plantea como una solución a los problemas
sufridos a lo largo de los años ochenta y se basa principalmente en la
reducción del tamaño del Estado en sintonía con el CW.
El fracaso del
estatismo es presentado a partir de dos elementos: las pretensiones respecto al
alcance estatal excedían las posibilidades reales (similar al voluntarismo
irracional de Cavallo) y la ineficiencia en los instrumentos utilizados tanto
en las asignación de recursos como en las regulaciones. Se manifiesta además,
una profunda crítica al manejo de empresas estatales, a partir de la cual
proponen la privatización de las mismas.
Con este
diagnóstico, el documento de FIEL hace propuestas de políticas públicas
detalladas en materia de educación, salud, jubilaciones y protección social,
privatizaciones y desregulación. El programa es radical y detallado bastante
cercano al efectivamente aplicado por el gobierno de Menem. Se destaca que para
los servicios de educación y salud es desproporcionado pensar que se deben
proveer por igual a toda la población. La educación, en lo posible, debe ser
paga para quienes puedan pagar, y deben reducirse o redimensionarse los servicios
ya que la proporción de egresados es baja y por lo tanto la actual provisión de
educación es ineficiente. En la salud, se propone la gestión privada y autónoma
de hospitales y la cobertura de prepagas y obras sociales. Tanto la educación
como la salud deben descentralizarse a los gobiernos locales. El sistema
jubilatorio de reparto era calificado como insostenible (argumento
demográfico), además, sería “injusto” que los jubilados que contribuyeron más
no perciban un monto de jubilaciones similar a su contribución. La propuesta
presentada es similar a la implementada por Menem. Por último, el programa
propone la privatización de las empresas de servicios públicos domiciliarios,
transporte, siderurgia, petroquímica, y de hidrocarburos. Menciona la necesidad
de privatizar y desregular a la vez para algunas empresas, y para otras la
necesidad de reestructurar previo a la privatiza9ción. En cuanto a
hidrocarburos y minería, propone la propiedad provincial de los yacimientos y
del subsuelo.
Esta propuesta
parece ser la que finalmente siguió el gobierno de Menem durante los años
noventa.
[1] Dr. en Ciencia Política por la Universidade de São Paulo y actualmente
se desempeña como Investigador-Docente de la Universidad Nacional de General
Sarmiento y como investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas de Argentina. Es autor de libros y artículos de
teoría política moderna y contemporánea, análisis político e historia reciente.
Su actividad se concentra en el estudio del liberalismo y el neoliberalismo.
[2] Licenciado en Historia, Universidad de Córdoba y Dr. En Historia,
Universidad Federal de Río Grande do Sul. Profesor en la Universidad estadual
de Londrina.
[3] Economista y político argentino, Fundación Mediterránea. Se
desempeñó como presidente del BCRA durante la última dictadura cívico-militar,
fue Ministro de Carlos Menem y Ministro de economía de Fernando de la Rúa.
[4] Político, militar y economista argentino. Ministro de Economía
durante la gestión previsional de Guido y de Frondizi. Funcionario de los
gobiernos dictatoriales de Aramburu y Onganía. Fundador de la UCEDÉ. Diputado
Nacional. Asesor de Carlos Menem en los noventa.
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Aporte de Ismael:
Sumario:
A modo de
preludio podemos decir que los tres textos tienen por objeto conceptualizar un
marco ideológico dentro del cual se encaminó el país en el último tercio de
siglo.
Por
un lado, RAMÍREZ[1]
se dedicó, - a través de un abordaje bipolar: Argentina – Brasil -, a analizar (esencialmente) tres organizaciones que
fueron relevantes en el periodo en cuestión, a saber: en Brasil, el IPÊS y, en
Argentina, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) y
la Fundación Mediterránea.
El
autor sostiene agudamente que la ideología neoliberal de los noventa no fue
algo que se gestó abruptamente, sino que responde a un lento
proceso de ideas que prosperaron hasta conquistar legitimidad y convertirse en
hegemónicas.
Si
bien le da un rol significativo (pero no tan evidenciado) a estas
instituciones, también le reconoce un lugar importante a los organismos
internacionales de financiamiento, en especial el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el Banco Mundial, los cuales consolidaron un círculo que se
retroalimentaba.
Frente
a ello, encontramos que para el autor los actores que podrían actuar como
contrapeso se encontraban descompensados: los partidos políticos se encontraban
en una fuerte crisis identitaria, muchos de los actores sociales e
instituciones a dicha época se retrajeron, y en compensación, nuevos agentes
ganaron peso, entre los que se destacan muchos grupos económicos.
De
tal modo, Ramírez afirma que se dio lo que él llama la emergencia de una
tecnoburocracia al margen de las estructuras estatales o partidarias, ocupando un
lugar central en la elaboración de discursos y en ciertas prácticas políticas
cotidianas, no apenas en el ámbito económico, sino que también se extendieron a
muchos otros sectores, que adoptaron una mecánica parecida.
Focalizándose
en el análisis de estas instituciones (IPÊS, FIEL y la Fundación Mediterránea)
el autor sostiene que todas ellas ya mantenían vínculos con el
sector militar, inclusive antes de producirse los golpes de Estado.
Afirma
que “venían a llenar un algunos vacíos
dejados por entidades de matriz tradicional…enfrentamiento
con otros actores sociales, además de construir un discurso propio, utilizaron
como estrategia de lucha el vaciamiento o la eliminación de instituciones,
tanto estatales como privadas, que pudiesen contrariar sus intereses, fuesen
tanto aquellas que servían para la acción política concreta como para construir
discursos opositores, llevando a un camino bastante libre de alternativas con
poder real de enfrentarlas, siendo su intervención vital para garantizar la
supremacía de las opciones teóricas sustentadas por esos institutos,
colonizando los diversos aparatos del Estado, fundamentalmente el área Económica.”
A
criterio de quien suscribe, si bien es imperioso remarcar el trasfondo
ideológico que traccionó conceptualmente el neoliberalismo en Latinoamérica en
el periodo en cuestión, no es menos trascendente la sistemática erradicación de
todo el entramado intelectual opositor a través del aparato estatal, ya que el
mismo no recayó únicamente en una represión intelectual de la oposición, sino
que consistió en una sistemática persecución[2]
y eliminación de toda mínima postura adversa al régimen vigente.
Volviendo
al tema de análisis, Ramírez afirma que estos permitieron la construcción de un
corpus común de ideas y practicas referentes a la elaboración e implementación
de ciertas políticas económicas.
Analiza
el proceso de creación de FIEL (1964), el cual surge de la intervención de por
cuatro entidades corporativas de cúpula de la burguesía argentina: UIA,
Sociedad Rural Argentina (SRA), Cámara
Argentina de Comercio (CAC) y Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BOLSA). Sus miembros
habían prosperado durante períodos autoritarios, interviniendo en la estructura
estatal y sus principales figuras tenían tránsito fluido en el medio castrense
y la estructura estatal local.
Estos
habían realizado estudios de postgrado en el exterior, particularmente en los
Estados Unidos, financiados por la propia FIEL, que, a su vez, recibía recursos
de otras instituciones de la ortodoxia empresarial argentina, vinculada a los
sectores más concentrados y a intereses extranjeros (Fundación Ford, CEA, entre
otros).
Por
el otro lado, el autor analiza también a la Fundación Mediterránea,
contemporánea a FIEL en la conceptualización de las ideas neoliberales en
Argentina.
Remarca un distanciamiento
entre estas dos instituciones siendo que estos últimos ocuparon importantes cargos
en la estructura estatal perteneciendo a sus órganos directivos y no a sus cuadros
técnicos.
Ramírez
sigue el rastro del plan de convertibilidad, como de otras políticas, y afirma
que no fue de creación espontanea sino fruto de un proceso de elaboración de
ideas más complejo, donde se ve intervención de la Fundación Mediterránea (con
Cavallo a la cabeza), la cual tenía tras suyo poderosos grupos empresariales
locales y mundiales que la avalaban.
Explica
que el ascenso de los miembros de la Fundación Mediterránea en la estructura
estatal, fue un proceso en el cual
lograron sortear los períodos autoritarios y democráticos, llegando a la cúpula
más alta de estado.
Por
el otro lado, MORRESI[3]
focalizarse en quiénes fueron los protagonistas que formaron la ideología
política en lo que se denominó Proceso de Reorganización Nacional (PRN),
rechazando la idea de ausencia de una ideología coherente que sirviera como
orientadora general.
Aquí
el autor ubica a algunos entidades que tuvieron como meta brindar apoyo teórico
e intelectual
al PRN: el llamado grupo Azcuénaga (o grupo Perriaux), los participantes del Congreso de Intelectuales de 1978, Fundación Piñero Pacheco, dirigida por Mariano Grondona, entre otros.
al PRN: el llamado grupo Azcuénaga (o grupo Perriaux), los participantes del Congreso de Intelectuales de 1978, Fundación Piñero Pacheco, dirigida por Mariano Grondona, entre otros.
Su
hipótesis se centra en que pese a las diferencias que había entre aquellos que
se encontraban conceptualmente detrás del golpe, los mismos tenían en lo que él
denomina el liberalismo conservador, un sustrato ideológico común, que le proveyeron
de cierta legitimidad a la dictadura, a fin de poder implementar sus
transformaciones sociales, y la fundación de un nuevo orden.
De
este modo, el autor propone la categoría “liberalismo-conservador” caracterizado
por el énfasis en la defensa del libre mercado, la importancia de un orden
social de tipo jerárquico, la propiedad privada y su rechazo a la intervención
redistributiva del Estado.
Morresi
plantea la existencia de una marcada distinción el liberalismo-conservador, el neoliberalismo,
y el liberalismo clásico, contrariamente
con el pensamiento de algunos autores. De tal modo en el transcurso de su obra
se dedica a contrariar conceptualmente estas corrientes.
El
autor se focaliza en analizar a dos intelectuales de la época que le dieron un
sustento ideológico al PRN, Perriaux y Zinn, otorgándole al primero una
relevante trascendencia en la gestación del golpe de estado, mediante una lenta
tarea de aunar voluntades y apoyos para un gobierno militar que veían como
única salida posible al desgobierno peronista. A su vez, actuó como
homogeinizador de las posturas de Martínez de Hoz y Catalán, permitiendo compatibilizarse
en un proyecto común encabezado por las Fuerzas Armadas.
Termina
sosteniendo que “el proyecto de Perriaux es, en más de un sentido, el proyecto
del
PRN, el proyecto de la “nueva generación del ‘80”.”
PRN, el proyecto de la “nueva generación del ‘80”.”
Por
su parte, Zinn fue (con Martínez de Hoz) el que diseñó las pautas para el plan
económico de Celestino Rodrigo. Se unió a la Ucedé de Alsogaray en el retorno a
la democracia, y tuvo participación en FIEL, en el Consejo Argentino para las
Relaciones Internacionales, en la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), y en
CEMA el cual contó con donaciones de su propio estudio y del Banco de Italia,
donde era miembro del directorio junto a los hermanos Rohm y a Franco Macri.
El
autor sostiene que ante las disyuntivas entre los sectores duros y blandos de las
FFAA, existió un tercer sector, moderado,
que se mantenía en un punto equidistante de los otros dos, funcionó como
árbitro y factor de equilibrio, recibiendo alternativamente tanto el apoyo de
los duros como de los blandos y terminó marcando la pauta político-ideológica
general del PRN.
Dentro
de este grupo ubicamos a militares como Videla, Harguindeguy y Saint-Jean, y a
civiles como Martínez de Hoz, Grondona y Perriaux.
Sin
embargo, y con acierto, el autor tampoco asevera que existió una homogeneidad
durante todo el proceso, ya que los actores principales del PRN tuvieron
dificultades para llevar adelante una agenda política consistente.
El
autor llega a la conclusión que si bien hubo contradicciones (que respondían
más a una lucha interna de intereses y poderes que de proyectos ideológicos
dispares) “el liberalismo-conservador tuvo éxito en el sentido que sus
impulsores civiles lo procuraron: el PRN dio lugar
a un nuevo orden ético-político sobre el que, más adelante, pudo montarse la ideología neoliberal”.
a un nuevo orden ético-político sobre el que, más adelante, pudo montarse la ideología neoliberal”.
El
análisis del autor abusa un poco de su tinte teórico, al considerar exitoso una
ideología impuesta a costas de erradicar cualquier corriente opositora, en una
sociedad coaptada por el miedo y la violencia. Si bien es interesante el
posicionamiento ofrecido por el autor, no debe ser extraído del contexto en el
cual se dio este proceso.
Ahora
bien, el planteo de CASTELLANI[4], propone
rever las causas impuestas por el “pensamiento único” que se había afianzado en
el país con el neoliberalismo, basado en la idea de un rol excesivamente
intervencionista que había desempeñado el Estado durante las décadas
anteriores.
Frente
a ello, la autora propone discutir causas que originaron la crisis para poder
arribar a un correcto diagnóstico.
Propone
para su análisis al pensamiento de Friedman, conjuntamente con la perspectiva
analítica neoliberal, de un Estado mínimo, aunque paradójicamente, pero que
necesariamente deba intervenir para garantizar determinados principios
liberales. Frente a ello, en las antípodas de este modelo estatal se ubica el
Estado negativo, con valoración negativa de la política.
Por
otro lado ubica al Consenso de Washington, retomando los principios del
pensamiento económico neoliberal, con una propuesta de estabilización
macroeconómica ortodoxa, y de reformas estructurales para redefinir el rol del
Estado, centrado en eliminar la intervención constante del Estado sobre los
agentes privados, hecho que es la principal traba para el crecimiento
económico.
Frente
a ello la autora analiza algunas corrientes que no se alinearon a la ortodoxia,
mainstream de los 90’s.
La
CEPAL, se rediseñó, forjando un nuevo enfoque, conocido como enfoque de la crisis
fiscal. Según este organismo las dos razones que permiten explicar la crisis: populismo económico y la deuda externa. Según esta perspectiva,
la inflación es una de las manifestaciones de la crisis fiscal y no sólo un
fenómeno de orden monetario y plantea como solución un Estado que, si bien no
intervenga tan activamente como en el modelo keynesiano, cuente con la fuerza
necesaria para encarar negociaciones y medidas de reforma estructural que
apunten al crecimiento económico y al desarrollo social.
Una
segunda corriente crítica a la propuesta del Consenso de Washington son
aquellos que se encuadran entre los neoinstitucionalistas.
Esta
afirma que no se pueden establecer diagnósticos generalizados para todos los
países porque si bien existen condiciones institucionales comunes y necesarias
para poder crecer, cada caso en concreto tiene rasgos específicos.
Castellani
luego se focaliza en lo que denomina La
Construcción De La Hegemonía Neoliberal En Argentina. Parte de la base de
estructura productiva desequilibrada (EPD) de Diamand. La autora hace un
prolijo análisis de la sociedad argentina la cual va a ser sustancialmente modificada
a partir de 1976 con la implementación de políticas económicas neoliberales que
desmantelan la estrategia sustitutiva de importaciones con un sesgo anti industrialista
de la reestructuración económica impulsada por la dictadura conformó una
estructura social excluyente, fragmentada, desigual, concentrada.
A
diferencia de Morresi, la autora hace hincapié en la ausencia de contrapesos
sociales en el escenario de confrontación política al momento de debatir las
consecuencias de la política económica neoliberal (algo totalmente esperable
dada la ferocidad con la que se reprimió a los
sectores populares durante la dictadura) facilitó el proceso de concentración de
capital y de poder social.
sectores populares durante la dictadura) facilitó el proceso de concentración de
capital y de poder social.
Este
conjunto de medidas permitió ya en los 90’s un proceso de concentración y
centralización del capital a nivel nacional. La insuficiencia de los marcos
regulatorios y la debilidad de la legislación vigente agudizaron aún más este
proceso.
Propone
como cuestionamiento repensar los postulados neoliberales sobre la retirada del Estado como elemento
indispensable para lograr un mayor nivel de bienestar general o para construir
mercados competitivos.
Afirma
que resulta paradójico que todas las
corrientes neoliberales asignen un rol crucial al Estado a la hora de
desregular la economía y fomentar la existencia de mercados competitivos. Tal
como señalan los neoinstitucionalistas,
un Estado que pueda intervenir positivamente
(en el sentido señalado por los neoliberales) tiene que tener la suficiente
autonomía y capacidad para llevar adelante un proceso de transformación
significativo del funcionamiento económico de una sociedad.
Sin
embargo, la autora sostiene que esta teoría cae frente a los estados
latinoamericanos, ya que los mismos padecen de déficit crónico en sus cuentas como
resultado de un proceso de endeudamiento, y de los usos que de él se hizo
durante los años setenta y porque los procesos de concentración y
centralización del capital operados durante los regímenes militares modificaron
las relaciones de fuerza entre los diferentes actores sociales.
[1] Ramírez, Hernán, “Genealogías
del consenso: Brasil y Argentina: 1961-1991” en Revista A contra-corriente,
Vol. 7,
No.3, Primavera 2010, 185-218. Disponible en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdf
No.3, Primavera 2010, 185-218. Disponible en: www.ncsu.edu/acontracorriente/spring_10/articles/Ramirez.pdf
[2] Con esa
intención fueron desmontados o combatidos importantes centros, como el
Instituto Superior de Estudos Brasileiros (ISEB) en Brasil y el Instituto de
Estudios Económicos y Financieros (IEEF) de la CGE y, de cierta forma, el
Instituto Di Tella, delante la negativa de rescate financiero del grupo que lo
sustentaba, en Argentina (Rougier y Schvarzer 2006), e igualmente en la mayoría
de las universidades fueron desarticulados varios núcleos de formación.
[3] Morresi,
Sergio, “El liberalismo
conservador y la ideología del Proceso de Reorganización Nacional” en Revista Sociohistórica
No 27, 2010. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4878/pr.4878.pdf
[4] Castellani,
Ana, “Implementación del modelo neoliberal y restricciones al desarrollo en la
Argentina
contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf
contemporánea”, CLACSO, 2002, disponible en: bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/unesco1/castellani.pdf
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