lunes, 3 de octubre de 2016

Clase 2: Controversias y debates durante el Modelo Agroexportador: El caso de Alejandro Bunge

Contenidos y bibliografía:

La trayectoria intelectual, profesional y política de Alejandro Bunge. Su visión del desarrollo económico durante el modelo agroexportador y sus propuestas en relación con el sector industrial. La vigencia e importancia de su producción a la luz de los debates sobre el período y sobre el curso de la historia económica argentina.
Bibliografía obligatoria:
7. Halperín Donghi, Tulio, Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel, 1999. (Páginas 164 a 183)
8. Llach, Juan José, “Alejandro Bunge, la Revista de Economía Argentina, y los orígenes del estancamiento económico argentino”, en Valores de la sociedad industrial, ISSN 0326-3398, Nº 59, 2004 (Ejemplar dedicado a: Las bases éticas de la creación de la riqueza), pags. 51-65. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1250708
Fuentes obligatorias:

9. Bunge, Alejandro, selección de textos de la Revista de Economía Argentina.  

Contribuciones de los alumnos para la discusión en prácticos:

Contribución de Andrea: 
La presente clase aborda las contribuciones de Alejandro Bunge a los debates referidos al modelo agroexportador en Argentina. Miembro de una tradicional familia de origen alemán, Bunge (1880-1943) fue un ingeniero dedicado al estudio de la economía argentina, a través de la investigación y la docencia. Se desempeñó tanto en el sector privado nacional y extranjero como en la esfera pública. Publicó ocho libros y cientos de artículos, la mayoría en la Revista de Economía Argentina (REA), que fundó en 1918 y fue su principal canal de expresión, así como el de sus colaboradores y discípulos[i].
A partir de la selección de textos de su autoría, se pueden sintetizar las principales líneas de su pensamiento económico. Bunge parte de una crítica a la inmutabilidad de la política económica argentina ante un contexto cambiante, producto de la ausencia de un análisis directo de la “economía positiva”[ii]. Al respecto, afirma en 1921: “Han transcurrido ya 40 años de vida económica uniforme, ajustada a normas invariables que, justificadas en otros momentos, vienen comprometiendo seriamente el desarrollo y el progreso del país, de 10 ó 15 años a esta parte”[iii]. En consecuencia, “…corremos el [riesgo][iv] de estabilizarnos en la vida agrícola y pastoril y del comercio exterior (…) Ha bastado que la capacidad de consumo de Europa se haya reducido, o que algunos estados hayan modificado su política, para que la Argentina se vea amenazada con una larga crisis”[v]. Argentina constituiría una nación de “segundo orden, económicamente tributario de otras potencias” y por lo tanto sujeta a factores externos.  Bunge llamaba a una urgente –y, a su criterio, factible en lo inmediato- modificación de tal realidad: “Nuestro medio físico es el patrimonio territorial más rico que tenga país alguno de la tierra con relación a su población; nuestra raza, de origen europea, es inteligente y fuerte; hemos alcanzado un grado de cultura que (…) no ofrece ningún obstáculo insuperable para que un cambio de política económica nos permita colocarnos, en pocos lustros, en la posición de una nación de primer orden, capaz de dar el máximo de bienestar a sus habitantes”[vi]. Esa política debía orientarse a perfeccionar la producción mediante la intensificación de la agricultura, la explotación de las minas y la creación de manufacturas, resultando necesaria la aplicación de derechos aduaneros[vii]. De ese modo, cesaría la dependencia del extranjero[viii] en un contexto de aumento de los precios internacionales de los bienes industriales y reducción de los de los productos primarios; y se alcanzaría la buscada independencia económica. En 1930, ya como funcionario del gobierno de facto en la Provincia de Santa Fe y haciendo una fuerte crítica a las gestiones anteriores, postuló: “Fomentando las industrias (…) es como ha de crearse trabajo, cultura, independencia económica, nunca regalando empleos públicos ni alentando huelgas y sabotajes, ni engañando al pueblo con promesas de más altos salarios que nada significan”[ix].
Los textos de Juan José Llach[x] y Tulio Halperín Donghi[xi] destacan la relevancia del pensamiento de Bunge para analizar la crisis del modelo agroexportador. Llach reivindica fuertemente los aportes de sus trabajos, y de la REA en general, en términos de diagnóstico respecto de las causas y características de los problemas del desarrollo económico argentino[xii], irresueltos hasta el momento, que “impidieron a la sociedad argentina autogenerar las transformaciones paulatinas de su estructura económica necesarias para que se hicieran realidad las grandes promesas de fines del siglo XIX”. Halperín, si bien resalta la originalidad del pensamiento de Bunge al ser de los pocos intelectuales que detectaron el agotamiento del modelo económico vigente, critica el carácter “intuitivo” de su diagnóstico, por no pensar “como economista” los problemas de la economía argentina. En buena medida, ambos autores ven el legado de Bunge a la luz de sus propias concepciones de “lo deseable” para la Argentina: el modelo “que no fue” en términos de Llach y la idealización de la “república verdadera” en el caso de Halperín. 
Llach rescata tres enseñanzas de la REA como nodales para reconstruir el pasado argentino: la centralidad del período de entreguerras como unidad de análisis para la historia económica, donde radican los orígenes de los problemas del desarrollo económico argentino; los enfoques sobre las potencialidades y limitaciones del desarrollo económico argentino hacia la Primera Guerra; y el hecho de que las políticas económicas de la década del treinta y el peronismo no sólo fueron respuestas a la coyuntura de la crisis internacional y la guerra, sino también a los problemas de más larga duración que afloraron hacia 1914[xiii]. Bunge habría incluso vaticinado el advenimiento del peronismo, al identificar gran parte de las realidades económicas y sociológicas que contribuirían a su nacimiento. Por otra parte, Llach sostiene que si bien la crítica de Bunge al modelo agroexportador es formulada “desde adentro”[xiv], es a la vez inflexible respecto de la necesidad de su modificación. Aunque se equivocara en algunas de sus propuestas, Bunge habría logrado identificar el núcleo del estancamiento económico argentino: la conjunción de la explotación extensiva de la tierra, el estancamiento demográfico y los límites al desarrollo del mercado interno[xv]. Finalmente, Llach repasa las contribuciones de Bunge al debate contemporáneo respecto de fragilidades de la Argentina agroexportadora y la cuestión de la “demora” del desarrollo económico: la caída de la inversión extranjera en infraestructura, la inmigración y la incorporación de tierras a la producción, pilares del crecimiento registrado hasta la Primera Guerra; implicó el cese de la posibilidad de apropiación de la renta de la tierra como motor fundamental del desarrollo; y, ante esta situación, surgió la necesidad de reformular la política económica y el rol del Estado -que debía intervenir limitándose al fomento, la protección y la regulación del ciclo económico sin ser “ni industrial ni comerciante”[xvi]. Para esto, Bunge consideraba imprescindible un cambio en la “conciencia nacional”[xvii], mediante una modificación de la conducta de empresarios y consumidores (“los primeros, encarando un programa de inversiones más activo y diversificando y los segundos aprendiendo a valorizar más la producción nacional, entonces mal mirada…”[xviii]). Llach, ante el consenso respecto del hecho de que Argentina no desarrolló todas sus potencialidades, cree propicio preguntarse por qué la sociedad no vio lo que sí detectaron Bunge y su grupo. Sostiene que antes de 1930 ni el poder político ni las “señales del mercado” fueron suficientes para un cambio de rumbo. En consecuencia, los virajes en la política económica habrían sido tardíos y problemáticos: “…las ideas de Bunge hubieran aportado la decisión y la sensibilidad social que faltaban en el plan de Pinedo de 1940, así como la racionalidad en la asignación de recursos de la que careció el programa de Perón”[xix].
Halperín, por su parte, introduce la figura de Bunge en Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930), obra en la cual estudia un período a su entender signado por la democratización de las prácticas políticas y un modo novedoso de articulación entre el conflicto social y el movimiento político. Halperín  sostiene que en ese contexto la larga etapa de crecimiento económico argentino, resultado de la expansión de la economía atlántica, se acercaba inexorablemente a su fin. Sin embargo, esto no era advertido por las principales figuras políticas e intelectuales contemporáneas, excepto pocas excepciones. Entre ellas, destaca a Bunge. A diferencia de lo que sostiene Llach (“son pocos los que conocen a Bunge, muy pocos los que lo han leído”[xx]), Halperín resalta el “eco” duradero de su propuesta, “quizás porque ella tiene algo que ofrecer a muy variados sectores de las clases propietarias”[xxi]. Si bien realza su intención de “despertar a la opinión de la peligrosa complacencia con que asiste al progresivo estancamiento de una economía antes tan dinámica”[xxii], sostiene la peculiaridad del pensamiento económico de Bunge, quien realizaría un “diagnóstico global, y esencialmente intuitivo”: “Bunge construye (…) a partir de sus impresiones sobre el vigor de una sociedad, una acerca del estado de su economía que no se basa en una exploración lo bastante sistemática de los datos que la definen para formular un diagnóstico de los problemas estrictamente económicos que ella plantea”[xxiii] . Halperín sintetiza la propuesta de Bunge: en primer lugar, sostenía como precondición una “reforma radical de actitudes colectivas”, que implicara centralmente dejar de lado las actitudes autocomplacientes. Luego, postulaba la necesidad de adoptar el proteccionismo tanto agrícola como industrial, como modo de superar rápidamente el estancamiento económico. El fomento de la industria mediante la protección aduanera sería la respuesta a la situación de la baja de los precios de exportación y alza de los costos de producción y cargas fiscales. En contraste con Llach, que señala la originalidad del diagnóstico de Bunge, Halperín remarca que elude “razonar como economista frente a los problemas de la economía argentina (…) no hace sino deducir corolarios distintos de una noción básica que casi nunca hace explícita: a saber, que la economía argentina sigue sufriendo las consecuencias de una crónica escasez de capitales, y ello hace necesario (…) facilitar su acumulación por las empresas nacionales, y (…) ofrecer a la inversión extranjera condiciones que le hagan atractivo seguir desempeñando en el futuro el papel que ya había sido el suyo en las pasadas etapas…”[xxiv]. Esta noción implicaría corolarios menos atractivos que Bunge no discute: el fuerte descenso del salario real y la dificultad de imponer sus propuestas en el marco de una democracia de sufragio universal, en la cual los gobernantes aspiran al “bienestar inmediato de las masas”[xxv]. Esto último se ve reflejado en el apoyo y la participación de Bunge como funcionario de los gobiernos instaurados a partir del golpe de Estado de 1930, que los autores mencionan pero no desarrollan en profundidad. Respecto de la cuestión del salario real, en uno sus escritos Bunge considera en modo explícito esa cuestión: parte de considerar el problema de que “…se vende barato el trigo destinado a la exportación y caro el destinado al consumo, se vende barata la carne destinada a la exportación y cara la destinada al consumo”[xxvi]. Y añade: “Se ha dicho que perjudica a los trabajadores y a todo el país que los precios de exportación suban, porque eso provoca el alza de los precios del consumo interno y encarece la vida (…) aunque difícil, no es imposible establecer algunas normas que permitan precios internos, de consumo, inferiores a los de exportación”[xxvii]. Hay otro ejemplo de la preocupación “social” por parte de Bunge, más allá del carácter conservador que subyace sus propuestas: tiene que ver con su interés en reformular el sistema tributario: “…que los impuestos sean gravosos para la gran mayoría de los habitantes del país formado por trabajadores y la pequeña burguesía, pero muy llevaderos para los demás (…) nuestro régimen impositivo debe reformarse (…) Lo que pienso del impuesto a la renta, como eje de esa reforma (…) Habríamos aumentado los impuestos, pero gravitarían sobre los que tienen capacidad económica manifiesta (…)  Y el país, en cambio, tendría mucho de lo que hoy le falta…”[xxviii]. En este sentido parece caber la reflexión de Llach, que destaca de Bunge -a la vez conservador y crítico de la autocomplacencia de la burguesía agropecuaria- la independencia de criterio.



IAE-Universidad Austral, desde 2000. En ese marco, dirige los proyectos Equidad educativa y Poderes globales, poderes locales.
Miembro de la Academia Nacional de Educación, desde 2003
Miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, desde 1994 y miembro del Consejo de dicha Academia, desde 2004


[i] Los datos biográficos y aquellos sobre la trayectoria profesional de Bunge fueron tomados de la bibliografía de la clase.
[ii] Extracto de Alejandro Bunge, Los problemas económicos del presente, Buenos Aires, 1920, p. 3.
[iii] Extractos de la Revista de Economía Argentina, 1 de julio de 1921, p. 449. Ya en 1928, Bunge habla de un estado de “decadencia económica” y de “crisis del trabajo nacional” (ver extractos de Alejandro Bunge, La economía argentina, Vol. 2 (Capital y producción), Buenos Aires, 1928).
[iv] El agregado entre corchetes es nuestro
[v] Extractos de la Revista de Economía Argentina, 1 de julio de 1921, p. 451.
[vi] Ibíd., p. 452.
[vii] Ibíd., p. 454.
[viii] Bunge hace constantes menciones a la necesidad de mantener, sin embargo, buenas relaciones internacionales: “Una política económica de reacción agresiva contra la que practican esos grandes estados, a los cuales tanto debemos en el orden cultural y material, significaría, además de una ingratitud, un error. Ningún pueblo puede ni debe replegarse sobre sí mismo en una forma excluyente. Nuestro nacionalismo (…) no excluye la vida armónica de relación, ni el comercio ni el contacto espiritual con las demás naciones” (Ibíd., p. 457).
[ix] Revista de Economía Argentina, noviembre 1930, p. 311. Debe destacarse el hincapié puesto en el desarrollo de las economías regionales como clave del desarrollo nacional.
[x] Llach, Juan José, “Alejandro Bunge, la Revista de Economía Argentina y los orígenes del estancamiento económico argentino”, en La Argentina que no fue, Tomo I, Buenos Aires, Ediciones del IDES, 1985, pp. 9-38. Llach es un economista y sociólogo argentino; profesor emérito del IAE Business School de la Universidad Austral y columnista del diario La Nación. Fue funcionario del Ministerio de Economía durante el gobierno de Menem, llegando a ser Viceministro durante la gestión de Domingo Cavallo. Se desempeñó, además, como Ministro de Educación durante el primer año de gobierno de Fernando De la Rúa. Es investigador del Conicet y formó parte del Instituto Di Tella y la Fundación Mediterránea. 
[xi] Halperín Donghi, Tulio, Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel, 1999, pp. 164-183. Halperín Donghi fue un historiador argentino, autor de numerosos libros de historia política argentina. Fue docente en varias universidades nacionales y extranjeras y decano de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Durante la dictadura de Juan Carlos Onganía emigró a los Estados Unidos. Fue director de la colección Biblioteca del pensamiento argentino, de Editorial Ariel.
[xii] Llach, Juan José, Op. Cit., p. 10.
[xiii] Ibíd., p. 12.
[xiv] “Es sin duda grande el progreso de una nación que de una producción ganadera, rudimentaria, pasa a una exportación que aunque de materia prima o con escasa elaboración, corresponde a la variedad de productos que le permite practicar su suelo” (Extractos de la Revista de Economía Argentina, 1 de julio de 1921, p. 456).
[xv] Llach, Juan José, Op. Cit., p. 21.
[xvi] En este sentido, sostiene Bunge: “Nosotros somos enemigos del ´Estado-Providencia´y del socialismo del Estado (…) pero declaramos que, en este caso, sólo el gobierno del país puede hacer posible la política económico-internacional, que imperiosamente reclaman las circunstancias” (Extractos de la Revista de Economía Argentina, 2 de agosto de 1918, p. 187).
[xvii] Bunge explicita la necesidad del desarrollo de la conciencia nacional como condición para la aplicación de su programa económico. Al respecto, sostiene que los factores que favorecen su desarrollo se vinculan al conocimiento del territorio, la región y la raza, así como los índices de progreso. En contraposición, resalta que el “menosprecio a todo lo propio” y la “afición a lo exótico y el tipo mental cosmopolita” son factores adversos para la formación “del sentido nacional y la conciencia patria” (Ver “La conciencia nacional”, en Alejandro Bunge, La economía argentina, Vol. 1, pp. 13-34).
[xviii] Llach, Juan José, Op. Cit.,  p. 22.
[xix] Ibíd., p. 23.
[xx] Ibíd., p. 15.
[xxi] Halperín Donghi, Tulio, Op. Cit., p. 178.
[xxii] Ibíd., p. 179.
[xxiii] Ibíd.
[xxiv] Ibíd., p. 181.
[xxv] Ibíd., p. 182.
[xxvi]  Extractos de la Revista de Economía Argentina, 2 de agosto de 1918, p. 185.
[xxvii]  Extracto de Alejandro Bunge, Los problemas económicos del presente, Buenos Aires, 1920, pp. 15-16.
[xxviii] Ibíd., pp. 17-18.

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Contribución de María Eugenia:

La bibliografía está centrada en el pensamiento de Alejandro Bunge respecto a su visión del modelo agroexportador y la necesidad de un cambio en las políticas económicas para que Argentina pueda dinamizar su producción y así no quedar estancada en su desarrollo.
La selección de documentos de Bunge abarca sus pensamientos desde 1916 hasta 1930. En los primeros textos cronológicamente analizados, Bunge, quien viene de una familia tradicional y de buena posición, comienza a vislumbrar los problemas de desarrollo a futuro que podría implicar la continuidad de políticas económicas exclusivamente centradas en la exportación de unos pocos bienes primarios.
Su crítica a normas de la política económica que fueron formuladas por dirigentes del pasado y que no se han modificado hacia fines de la primer década del siglo XX, adecuándose a un cambio de contexto y de ventajas económicas que antes tenía la Argentina y que ya no están, apunta a que las mismas no generan oportunidades de trabajo para las masas de inmigrantes recibidas,  a lo cual suma también la necesidad de una reforma en las políticas educativas que debieran formularse en función del trabajo y de un mejor racionamiento del mismo.
Bunge arremete contra la doctrina que concibe a la Argentina como un país exclusivamente agroexportador, resaltando la necesidad de un desarrollo de industrias derivadas de las actividades agrícolas así como de otras industrias manufactureras, incluso en condiciones desfavorables internacionalmente, como condición necesaria para el desarrollo económico, cultural y del nivel de vida, haciendo frente a la amenazadora dependencia que implica una economía que en base a la exportación de contados productos importa miles de artículos industriales manufacturados que podrían realizarse internamente.
Esto solo puede ser posible, según el autor, a partir de una formación de conciencia nacional en donde se fomente y estimule desde el Estado y los Bancos la industrialización nacional con el apoyo de una opinión pública. Un cambio de valoración desde los productores y desde los consumidores, donde lo nacional sea la preferencia.
A partir de este punto pueden dilucidarse los matices del pensamiento de Bunge y su carga social.
Podemos destacar, por una parte, su interés en lo nacional y en la problemática social: Sumamente preocupado por la inclusión laboral de los inmigrantes y con determinante convicción en la necesidad de defender, siempre remarcando la importancia de no cortar relaciones, los precios de intercambio enfrentando a compradores y proveedores, conquistando la independencia económica; preocupado también por una distribución más equitativa desde lo fiscal, combatiendo los impuestos regresivos; oponiéndose a su contemporánea generación del 80, caracterizada por un pensamiento liberal y conservador, promoviendo una intervención de lleno desde el Estado para el cambio necesario en políticas económicas hacia el desarrollo y poniendo como baluarte la defensa de la producción nacional; insistente en la necesidad de inclusión de la mano de obra desocupada.
Todos estos puntos podrían describir a Bunge como un pensador perteneciente a una generación de conservadores y descendiente de una familia de clase alta que difiere en pensamiento político.
No obstante, no es menor su concepción respecto a esta conciencia nacional que tanto le preocupa. Es peligroso confundir sus inquietudes respecto a la cuestión social con pensamientos de izquierda y de lucha de clases. Si bien Bunge se posiciona en una defensa de lo nacional y de una distribución más equitativa, no por eso deja de tener una carga conservadora de peso en su pensamiento. La inclusión de los inmigrantes está sustentada en una selección de los mismos, según sus características y de donde provengan. Para Bunge, la población argentina había constituido una “raza” nueva “ya uniforme con crecientes rasgos propios que ha fusionado la hidalguía castellana con la energía y el espíritu de trabajo de los hombres de Norte”.
En este orden, la Liga Patriótica representa para él una prestigiosa institución llamada a desarrollar y mantener el espíritu nacionalista sano y puro.
Podría encontrarse una contradicción entre sus pensamientos de intervención estatal en pos del desarrollo e inclusión y estos pensamientos de “homogeinización de la población” resaltando la labor de grupos paramilitares de ultraderecha que, entre innumerables actos criminales, ejerció presión constante al gobierno de Irigoyen en toda política que apuntara a una mejora en las condiciones de vida y trabajo.
No hay contradicción en verdad, Bunge está preocupado por el desarrollo económico, manteniendo el bagaje conservador y de derecha de la generación política de la cual forma parte, aun pudiendo discernir y mirar desde fuera con una gran visión a futuro, tal como destaca Llach.
Halperín Donghi, en el análisis del pensamiento de Bunge, escrito en 1999 en un trabajo que pretende iluminar los pensamientos políticos que pensaron un futuro para el país, acusa en cierto modo que el pensamiento de Bunge, lejos de ser desde un lugar de economista político, es más un proteccionismo basado en la acumulación empresaria que se traduciría, sin decirlo, en un descenso significativo del salario real. Esto, para el autor, reproduce que el capital cumpla una función irremplazable en la economía nacional, creando las condiciones para que así siga siendo. Esto iría, según Halperin Donghi, en concordancia con la ubicación de Bunge dentro de las fuerzas socioeconómicas dominantes.
Otro aspecto que el autor encuentra oculto en el pensamiento de Bunge es que su propuesta no va de la mano de la búsqueda de las dirigencias que, inmersas ahora en un régimen democrático, pretenden satisfacer reclamos inmediatos más que de largo plazo.
Podría entenderse como una “acusación” de Donghi hacia Bunge respecto a su relación con las posturas de derecha que buscan desestabilizar los gobiernos democráticos, principalmente el de Irigoyen en ese momento.
Los escritos de Llach (1985) no concordarían con esta posición de Halperín Donghi.
Según él, los debates abiertos por la Revista de Economía Argentina de Bunge, son pioneros y abrieron el camino al desarrollo de estrategias de desarrollo para que el país recuperara su dinamismo en la posguerra. Cuestiones que, destaca el autor, hoy permanecen irresueltas.
También identifica a Bunge como quien abre el camino, aun sin querer, a las políticas nacionales y populares del peronismo, aunque nunca hubiese apoyado políticas de exclusivo autoabastecimiento, sino de intercambio justo y desarrollo del mercado interno.
Llach identifica a Bunge con el grupo de economistas que en su época estaban preocupados por las cuestiones sociales y el desarrollo del mercado interno como solución, con protección industrial. Esto en contraposición con el análisis más duro Halperin Donghi.
El autor hace un análisis de la Teoría de la Demora, es decir, la búsqueda de por qué no se tomaron las medidas señaladas como oportunas por este grupo de pensadores al cual pertenecía Bunge.
Además de señalar la falta de iniciativa en la toma de decisiones políticas y económicas orientadas a una industrialización más temprana de sustitución de importaciones, Llach pone especial énfasis en las resistencias sociales y políticas que remarcaron Di Tella y Zymelman en sus trabajos así como a la distribución originaria colonizadora de las tierras que puso límites al crecimiento de la población y del mercado interno.
Abre el debate a pensar por qué no hubo consenso social en su momento y llama a las ciencias sociales a trabajar en las miradas de largo plazo desde las instituciones y desde la estructura social y política.
Si bien siempre es necesario estudiar las miradas del contexto desde los autores, en la década de 1920, todo levantamiento social que buscara una redistribución más equitativa de riqueza y de derechos, fue fuertemente reprimido desde el Estado como desde los grupos paramilitares mencionados anteriormente, así como desde la posición de poder del capital.
Llach no menciona esto como tampoco lo menciona Bunge, al pretender una reforma de políticas como de consenso público desde lo institucional pero no desde el reclamo de las masas de trabajadores desplazados por el modelo agroexportador.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS Y AUTORES:
Halperín Donghi, Tulio, Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930), Buenos Aires, ariel, 1999. (Páginas 164 a 183)
TULIO HALPERÍN DONGHI: (La Plata, 1926) Historiador argentino. Licenciado en derecho y en filosofía y letras, en 1955 se doctoró en historia por la Universidad de Buenos Aires. Ejerció luego la docencia en la Universidad de la Plata y en la de Buenos Aires, en la que fue catedrático entre 1960 y 1966. Ese año renunció a su cátedra de historia en Buenos Aires por su oposición a la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970), y en 1967 emigró a los Estados Unidos, donde desde 1971 fue profesor en Berkeley. Su labor como historiador de la nación argentina ha prestado especial atención a las motivaciones ideológicas de los sucesos históricos y se centró en sus inicios en las etapas de la revolución y la independencia.
También fue director de Biblioteca del Pensamiento Argentino, una colección de libros de historia de la Editorial Ariel.5 En 1972 publicó "Revolución y guerra", un estudio sobre la élite política y militar argentina durante la independencia de España. Otras de sus obras son "El enigma Belgrano", "Historia contemporánea de América Latina" y "La larga agonía de la Argentina peronista".
Colaboró con el diario La Nación en el período comprendido entre 1973 y 1987 y con el marco teórico de algunas novelas históricas que eran compra opcional de la revista Humor.
Recibió dos Premios Konex de Platino a las Letras en la disciplina Historia en 1994 y 2004, así como la Mención Especial por Trayectoria de los Premios Konex en 2014.
Falleció el 14 de noviembre de 2014, a los 88 años.


Llach, Juan José, “Alejandro Bunge, la Revista de Economía Argentina, y los orígenes del estancamiento económico argentino”, en Valores de la sociedad industrial, ISSN 0326 3398, Nº
59, 2004 (Ejemplar dedicado a: Las bases éticas de la creación de la riqueza), pags. 51-65. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1250708

JUAN JOSÉ LLACH: Nació el 07/02/1945. Licenciado en Sociología (UCA) y en Economía (UBA). Profesor y Director del GESE (Centro de Estudios de Gobierno, Empresa, Sociedad y Economía) IAE-Universidad Austral. Fue Investigador del CONICET (PK), del Instituto Di Tella (PK) y Profesor de Economía y Sociología de la UBA. Miembro de las Academias Nacionales de Ciencias Económicas y de Educación, de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y del Consejo Nacional de Calidad de la Educación. Columnista del diario La Nación (PK). Autor de 40 trabajos académicos sobre economía, historia y educación y seis libros, entre ellos Reconstrucción o estancamiento (1987); Otro siglo, otra Argentina (1997);Educación para todos, con Silvia Montoya y Flavia Roldán (1999) y El desafío de la equidad educativa (2006), con Silvina Gvirtz y un equipo de colaboradores. Fue Secretario de Programación Económica de la Nación (1991-96) y Ministro de Educación de la Nación (1999-2000).
Ocupaciones actuales: Profesor de Economía, Director del GESE (Centro de Estudios de Gobierno, Empresa, Sociedad y Economía) y del Programa de Gobierno para el Desarrollo de Líderes de Comunidades Locales, IAE-Universidad Austral, desde 2000. Dirige allí los proyectos Equidad educativa y Poderes globales, poderes locales.


Bunge, Alejandro, selección de textos de la Revista de Economía Argentina
ALEJANDRO BUNGE: (1880-1943) perteneció a los sectores dominantes de Argentina a comienzos del siglo XX. Compartía con ellos la exaltación, en el plano político y económico, de la denominada generación del ochenta, que forjó a la Argentina del granero del mundo. De pensamiento conservador, rechazaba las ideologías de izquierda que agitaban la protesta social y calificaba como"electoralistas" muchas de las mejoras sociales sancionadas por el yrigoyenismo. Como muchos otros miembros de las"clases cultas" de su época, profesaba un racismo con pretensiones científicas que lo llevaba a señalar como un privilegio argentino la existencia de pocos"negros e indios" en nuestras tierras.
Sin embargo, algunas de sus ideas económicas y sociales se alejaron de los lugares comunes de su ámbito social y de su época. Con manifiesta influencia del historicismo alemán recibida durante su formación como ingeniero en Alemania, y aplicando (entonces) novedosos métodos cuantitativos para el estudio de los fenómenos sociales, llegó a la conclusión de que el modelo agrícola-ganadero-exportador se encontraba agotado y que debía avanzarse en un desarrollo industrial volcado al mercado interno. Se convirtió, de esa manera, en un precursor de las ideas y prácticas económicas que predominaron en Argentina y gran parte de América Latina, luego de su muerte.

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Contribución de Romina:



Hacia comienzos del siglo XX, la República Argentina sostuvo un crecimiento económico sostenido de gran importancia basado en el Modelo Agroexportador, el cual la colocaba como uno de los proveedores más significativos de alimentos a nivel mundial. Sin embargo, debido a diferentes factores internos y externos, esta situación fue cambiando en detrimento de la economía nacional,  lo que permitió que pensadores de la época, como Alejandro Bunge, reflexionaran sobre el curso futuro de la misma.
Miembro de una familia alemana perteneciente a la elite social, intelectual y política, Alejandro Bunge creció bajo una variada influencia cultural. Hacia principios de los años veinte, Bunge se posiciono como un gran crítico de las políticas económicas llevadas adelante por los gobiernos radicales, y en materias como la inmigración, el comercio exterior, el trabajo y la cultura local.  A través de sus numerosos trabajos e investigaciones y principalmente de la “Revista de Economía Argentina”, Alejandro Bunge expuso sus reflexiones sobre la situación económica y social de la época con una perspectiva que por momentos asombra por los rasgos progresistas de la misma. Esta Revista fue creada y editada por Bunge y  un equipo de pensadores alineados desde 1918 hasta 1952. Desarrollo una fecunda tarea de publicista que se concretó en ocho libros y múltiples artículos, además de dedicarse a la función pública, actividad empresarial y tareas de docencia[1].
Teniendo en cuenta la selección de sus trabajos, este particular pensador plantea una serie de lineamientos de los que pueden distinguirse los puntos más importantes de su reflexión. En principio, realiza una crítica a las normas de política económica del momento, siendo que no poseen la capacidad necesaria de adaptarse al contexto cambiante y a las nuevas dimensiones del país. Adjudica esta deficiencia a falta de aplicación de investigación científica para la formulación de las mismas,  debiendo “prestar más atención a la economía positiva”1[2]. Plantea “la necesidad y posibilidad que posee nuestro país de vivir una vida económica más independiente” que hasta ese momento, siendo el único obstáculo la falta de convicción y definición de las normas necesarias[3]. La propuesta de una trasformación de la estructura económica nacional como una necesidad urgente para el progreso y la independencia económica, basando la misma en el perfeccionamiento de la producción agrícola, ganadera y sobre todo manufacturera[4]. La industrialización entra como una de las propuestas más claras en la búsqueda de la diversificación de la producción nacional, siendo que desde la visión de Bunge, el país cuenta con los recursos necesarios para ser llevada adelante, con el solo obstáculo de la indiferencia política del momento.
La figura de Alejandro Bunge se entiendo como un referente de la época a través de los textos de Juan José Llach y Tulio Halperín Donghi, quienes toman sus estudios para una profundización del análisis del periodo.
En “La Argentina que no fue”, Llach destaca los trabajos e investigaciones de Bunge, sobre todo a través de la Revista de Economía Argentina, los cuales en su percepción, aportan un “diagnóstico singularmente lucido” de los problemas irresueltos del desarrollo económico argentino[5]. Este autor destaca que desde las primeras publicaciones de la Revista, Bunge deja en claro que  “ha terminado un ciclo de la vida de la política económica del país y que comienza o debe comenzar, uno nuevo”, siendo “totalmente inflexible en cuanto a la necesidad de su modificación de cara al futuro”[6]. La intervención del Estado se plantea como fundamental para lograr un desarrollo agropecuario intensivo y una mayor industrialización con el objetivo de evitar el estancamiento económico[7]. Aun con análisis poco acertados, Bunge logro identificar signos de éste en la interacción de la explotación extensiva de la tierra, el estancamiento demográfico y los límites al desarrollo del mercado interno[8]. Finalmente, se destacan los aportes de la Revista al análisis de las fragilidades de la Argentina agroexportadora y la cuestión de la “demora” del desarrollo económico, periodo considerado entre 1914-1933. Esta idea plantea que el país se encontraba en condiciones de encarar una decidida industrialización, la cual no se produce a causa del cese de tres elementos presentes en el crecimiento económico hasta la Primera Guerra Mundial: la inversión extranjera en infraestructura, la inmigración y la incorporación de tierras a la producción[9]. Ante este nuevo contexto, la ventaja comparativa residida en la intensificación del campo o en la inversión en industrias, siendo para cualquiera de estas opciones significativa una nueva política económica que direccionara el capital y el trabajo[10]. Si bien existen enfoques que caracterizan como idealista esta visión, otros historiadores concuerdan con que algo debió ocurrir para que la Argentina no desarrolle sus potencialidades económicas5. En búsqueda del análisis  y la profundización de la reflexión, para Llach es importante el razonamiento acerca del “condicionamiento que las instituciones ejercen sobre la economía”, siendo las mismas la sociedad política, civil, e incluso la cultura[11].
Halperín  Donghi por su parte analiza las reflexiones de A. Bunge en su trabajo “Vida y Muerte de la Republica Verdadera”. En este fragmento de su obra, el autor plantea que la fórmula que había llevado a la Argentina a un crecimiento vertiginoso, estaba agotándose, lo cual era percibido por un acotado sector intelectual, entre los que se encontraba A. Bunge. Sin embargo, en contraposición de lo que sostiene Llach, Halperín realiza una crítica a las investigaciones de Bunge, valorando su intención de promover la reflexión sobre el estancamiento económico del momento, pero cuestionando los métodos “intuitivos” con los que realiza los mismos[12].  Según este autor, “construye entonces, a partir de sus impresiones sobre el vigor de una sociedad” un diagnóstico de los problemas económicos que ella plantea[13]. Halperín sostiene que Bunge “elude razonar como economista frente a los problemas de la economía argentina”[14]. En cuanto a sus propuestas económicas, como la implementación del proteccionismo tanto agrícola como industrial, lleva implícitos algunos aspectos menos atractivos como un descenso significativo del salario real[15].  Al finalizar, este autor sostiene que las propuestas que Bunge deduce de sus investigaciones “difícilmente podrían imponerse en el marco  de una democracia de sufragio universal, que inspira en los gobernantes una interesada solicitud por el bienestar inmediato de las masas”[16]. Bunge ve en la democratización y en la acción benefactora de los gobiernos de la época hacia los sectores sociales, las causas del estancamiento económico, lo cual no lleva a condenarla, ya que la transformación del Estado en un factor negativo, es lo que “se suele pagar como precio de las grandes conquistas políticas”[17].


[1] Datos biográficos sobre la vida de Alejandro Bunge tomados de la selección de textos para la clase.
[2] Extracto de Alejandro Bunge. Los problemas económicos del presente, Buenos Aires, 1920
[3] Extracto de la Revista de Economía Argentina, 1 de Julio de 1921, pp.458-459
[4] Extractos de Alejandro Bunge, La Economía ARGENTINA, Vol 1, p.32
[5] Llach, Juan José, “Alejandro Bunge, la Revista de Economía Argentina y los orígenes del estancamiento económico argentino”, en La Argentina que no fue, Tomo I, Buenos Aires, Ediciones del IDES, 1985, p. 9
[6] Ibid., pp.12-13
[7] Ibid., pp.20-21
[8] Ibid., p.21
[9] Ibid., pp.28-32
[10] Ibid., p.32
[11] Ibid., p.37
[12] Halperin Donghi, Tulio. Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel, 1999, p. 165
[13] Ibid., p.179
[14] Ibid., p.181
[15] Ibid., pp.181-182
[16] Ibid., p. 182
[17] Ibid., p. 181-182

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Contribución de Alexander:

El pensamiento de Alejandro Bunge viene a ser rescatado en ambos textos de la bibliografía obligatoria, por su diagnóstico en tiempo real, a cerca del estancamiento del modelo agroexportador argentino en el período de entreguerras.  
En el texto de Tulio Halperín Donghi [Vida y muerte de la República verdadera, 1999] se rescata a Bunge en el contexto de cierta corriente de aspiración nacional de independizarse económicamente de los grandes centros manufactureros de la economía atlántica, como quién denuncia de manera más intuitiva que sistemática, la necesidad de accionar políticamente  para rediseñar ciertos ejes de la economía nacional.  
Sus propuestas para superar el estancamiento económico, se extrae de Halperín Donghi, se orientan sobre un doble eje: por un lado, el tratamiento del problema del estancamiento económico argentino como un problema de voluntad moral: “Como veremos más adelante, lo que nos hace falta para practicarla con mayor vigor [a la definitiva emancipación económica] es una cuestión de orden espiritual. Nos falta la convicción, la definición de las normas necesarias y la decisión para obrar, todo lo cual ha de venir muy en breve.[1]
En su lado más concreto, las propuestas de Bunge se orientan a proteger la producción agrícola e industrial para diversificar la producción y generar nuevas oportunidades de empleo: “ha llegado el momento de orientar el esfuerzo nacional de forma enérgica y clara, hacia el perfeccionamiento de su producción, multiplicando sus cultivos, no en extensión sino en variedad, explotando las minas y ensanchando y creando manufacturas.[2]
Halperín Donghi, acusa finalmente a Bunge de omitir inconscientemente producto de su escasa formación económica, tres corolarios que subyacen a sus recomendaciones de política:
Que el estancamiento económico de Argentina es producto de una escasez crónica de capitales y que por lo tanto habrá que “facilitar  su acumulación por las empresas nacionales, y por otra ofrecer a la inversión extranjera condiciones que le hagan atractivo seguir desempeñando en el futuro el papel que ha había sido el suyo en las pasadas etapas creadoras de la economía nacional[3]”.
Que el proteccionismo agrícola e industrial sobre la base de la acumulación empresaria conlleva un descenso del salario real, podemos suponer, de la masa asalariada.
Y finalmente, que semejante tipo de política económica, sería antipopular, y por lo tanto, tendría poco éxito en un sistema democrático de sufragio universal como el argentino (dónde la masa asalariada podría votar).
El contrapunto con el texto de Juan J. Llach [Alejandro Bunge, la Revista de Economía Argentina y los orígenes del estancamiento económico argentino] es notorio, y aunque se parte de una síntesis del pensamiento de Bunge bastante similar, terminan en conclusiones diferentes.
En este texto se desarrolla un poco más el núcleo propositivo del pensamiento de Bunge (necesidad de fomento estatal para un desarrollo agropecuario más intensivo y una industrialización basada en materias primas, unidad económica con Estados Unidos y Latinoamérica, y necesidad de “un cambio en la conciencia nacional”) y se lo ubica como el padre de la curiosa “teoría de la demora” al denunciar el estancamiento del modelo agroexportador una vez agotados sus tres pilares básicos de desarrollo: el corrimiento extensivo de la frontera de producción agrícola, la inversión extranjera orientada a ferrocarriles y el crecimiento demográfico basado en la inmigración.
El resto de la exégesis de Llach se basa en preguntarse por qué no se tomaron las medidas que hubiesen contrarrestado el agotamiento del modelo agroexportador: “¿por qué la sociedad, o los grupos relevantes, no vieron lo que sí veía Bunge? Y ¿cuál es el poder de las señales del mercado para modificar en tiempo y forma estructuras productivas y ocupacionales especializadas?[4]
La respuesta tentativa corre el eje del problema por fuera de la economía y lo vuelca sobre las instituciones: es decir, lo que previno el desarrollo nacional llegado el agotamiento de una estructura productiva, fue la incapacidad de forjar “una alianza social y política más amplia y capaz de dar respuestas más tempranas[5].
Así ambos autores coinciden en rescatar al pensamiento de Bunge por su valor a la hora de denunciar y diagnosticar los cambios en el orden económico internacional y la ausencia/necesidad de una respuesta apropiada de la política nacional para evitar el estancamiento  producto del desfasaje entre una matriz productiva agroexportadora y un escenario internacional cada vez más agresivo y proteccionista.  En este sentido, el propio Bunge resulta taxativo: “nuestro comercio exterior se ajusta exclusivamente a los intereses de nuestros compradores y de nuestros proveedores del exterior […] tenemos una política económico-internacional propia que nos imponen los demás países”[6]
En mi opinión, es en este sentido dónde aparece lo más rescatable del pensamiento de Bunge: al dar cuenta del nuevo escenario internacional y de lo insuficiente que resulta la alineación agroexportadora para conducir al desarrollo de la Argentina: “Sustituir nuestra vieja política del intercambio por otra ajustada a nuestras necesidades que, además de vigilar los precios de compra y de venta, considerara nuestra producción industrial y la importación, puede expresarse en pocas palabras: conquistar la independencia económica de que hasta hoy carecemos[7]
Bunge introduce constantemente el concepto de independencia económica, y al hacerlo, reconoce relaciones desiguales de poder entre países, que socavan el bienestar de una población en detrimento de la otra. Habla de la división entre países especializados en producción primaria y aquellos en producción industrial: “los estados que practican la política del beneficio absoluto, dedicándose a producir algunos artículos o materia prima y a comprar en el exterior las manufacturas que necesitan, son los más atrasados[8] y no deja dudas al respecto del lugar que ocupa la Argentina en el escenario económico internacional: “Estamos, pues, aún hoy, al servicio de aquella política exterior que consiste en comprar materia prima y vender artículos manufacturados[9].
Resulta interesante entonces el alcance que tiene la comprensión del escenario internacional que plantea Bunge, y en algunos casos, resulta predictiva de lo que será, por ejemplo, la política económica internacional de Estados Unidos en Latinoamérica.
Sin embargo, y retomando las limitaciones, es llamativa la ausencia de conflicto que hay en su exposición. Se manifiesta en un doble sentido: por un lado, de forma casi ingenua, al suponer la completa pasividad de los demás actores del entramado internacional atlántico en un período, justamente, de entreguerras: “podremos procurar esto [esfuerzos en fundamentar una política económico-internacional] sin herir en lo más mínimo los justos derechos de nuestros tradicionales amigos , hoy nuestros mayores compradores, pero también sin abdicar de ninguno de los nuestros, ajustando nuestro comercio exterior estrictamente a nuestros intereses”.[10] Por el otro, la falta de conflictividad al interior de los propios sectores nacionales, que si bien es reconocida, no asume en ningún momento, una caracterización lo suficientemente nítida como para dar cuenta de la resistencia interna que una des-primarización de la economía podría llegar a traer.
En síntesis, Bunge elabora una potente descripción del tiempo internacional que lo rodea, agrupando a las economías atlánticas en industriales y primario-exportadoras, capta que el beneficio de unas, va en detrimento del beneficio de las otras, y propone la necesidad de reorganizar la política económica para modificar la inserción internacional desfavorable de la Argentina. Todo esto suponiendo que no traerá ningún conflicto con una clase dirigente esencialmente agroexportadora ni con los llamados países industriales, cuyas agresivas políticas comerciales resultarían en una acción militar a escala global sin precedentes.



[1] Alejandro Bunge (Julio 1921). Nueva orientación de la política económica Argentina. Revista de Economía Argentina. P 459.
[2] Ibídem, p 453.
[3] Tulio Halperín Donghi, Vida y muerte de la república verdadera: 1910-1930, Buenos Aires, Argentina. 1991. P181.
[4] Juan J. Llach, Alejandro Bunge, la Revista de Economía Argentina y los orígenes del estancamiento económico argentino. P 61.
[5] Ibídem, P 63.
[6] Alejandro Bunge, Los problemas económicos del presente, Buenos Aires, 1920. P 11
[7] Ibídem. P 15.
[8] Alejandro Bunge (Julio 1921). Nueva orientación de la política económica Argentina. Revista de Economía Argentina. P 454.
[9] Ibídem. P 456.
[10] Alejandro Bunge, Los problemas económicos del presente, Buenos Aires, 1920. P 15.

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