lunes, 7 de noviembre de 2016

Clase 6: emergencia y desarrollo de la “nueva izquierda” marxista argentina: las trayectorias de Silvio Frondizi y Milcíades Peña

Las principales formaciones de la “izquierda tradicional” (Partido Socialista y Partido Comunista) frente a la caída de Perón, la “Revolución Libertadora” y la construcción de un sistema político proscriptivo. La crisis de la izquierda tradicional y emergencia de una “nueva izquierda” político-intelectual entre 1955 y 1966. El pensamiento de estas corrientes de la izquierda frente a la problemática económico-social argentina en los años ´60 y ´70: los casos de Silvio Frondizi y Milcíades Peña.
Bibliografía obligatoria:
26. Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96). Por favor notar que el parágrafo I “La era social” no está incluido en la bibliografía obligatoria, y que en el material scanneado hay a continuación del texto de Altamirano otros artículos que aunque muy útiles como material de referencia para la clase, son también complementarios.
27. Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).

Fuentes obligatorias:
28. Frondizi, Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a 239)

29. Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en: M. Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a 239)

Contribuciones para la discusión en clase:

Aporte de Maximiliano:


La selección de textos propuestos para esta clase intenta dar cuenta de la emergencia de una “nueva izquierda” surgida en los años cincuenta, que no solo va a tener que explicar el fenómeno del peronismo, en tanto representante de la clase trabajadora, sino también marcar sus diferencias con la izquierda “tradicional” (Partido Socialista-PS- y Partido Comunista-PC-) y con la nueva izquierda “nacional-populista”. Con textos de Silvio Frondizi y Milcíades Peña como fuente y principales exponentes de este movimiento, se presentan los análisis, diagnósticos y planes del mismo, principalmente una vez derrocado el gobierno de Perón por la Revolución Libertadora.
Primeramente, los parágrafos analizados del texto de Carlos Altamirano (2001) presentan un racconto histórico, remarcando las tensiones sociales, ideológicas y políticas que se suscitan a partir del golpe de 1955. El autor marca que la cuestión política y social estará determinada por la dicotomía peronismo/antiperonismo (expresada principalmente en la fidelidad de gran parte de la clase trabajadora a Perón, aun depuesto el gobierno), mientras que en lo económico el debate parece centrarse en la cuestión del desarrollismo. Desde economistas de la CEPAL, pasando por sectores del ejército, intelectuales, parte de la izquierda y la Iglesia se planteaba la necesidad de abandonar definitivamente el rango de país especializado en producción de bienes primarios. En un contexto donde predominaban las ideas keynesianas de intervencionismo estatal en gran parte de occidente, existía cierto consenso en que era el Estado el actor que debía encabezar la industrialización integrada que permita el desarrollo de las fuerzas productivas del país. Sin embargo, a partir de este punto se tornan divergentes las formas en que podía llevarse a cabo este proceso: de forma gradualista o reformista mediante la democracia representativa, a través de una revolución socialista, o (años más tarde con Onganía) a través de la vía autoritaria.
Altamirano remarca la asociación que establecen Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi entre desarrollismo e independencia, en tanto un país solo podía ser independiente si contaba con industria pesada. Así, A. Frondizi intentará formar un bloque “nacional” integrado por la clase obrera, empresarios nacionales, el ejército y la Iglesia para llevar a cabo la empresa del desarrollo. Lo que no había hecho explícito previamente a ser elegido presidente era su particular visión respecto al capital extranjero: este era absolutamente necesario, no solo por las bajas tasas de ahorro nacional, sino también por la velocidad que se necesitaba para realizar este proceso.
Tomando como eje el desarrollismo, el autor plantea la importancia que a este proceso le otorgó el gobierno de facto de Onganía, en tanto era urgente reordenar al país a través del camino del desarrollo y la cuestión nacional (una vez concluido el “tiempo económico” podría ocuparse del tiempo “social” y “político”). Asimismo, remarca el crecimiento de la “amenaza” comunista como factor explicativo de la Revolución Argentina.
Al mismo tiempo, vale remarcar que a nivel internacional la Revolución Cubana introdujo un cambio en la perspectiva de la izquierda argentina, dado que si antes era predominantemente  reformista, la idea de la vía revolucionaria parecía ahora factible. Además, el desarrollo de las ideas de intercambio desigual (Emmanuel, 1960) y la idea de Trotsky de un desarrollo capitalista desigual y combinado, planteaban la necesidad de “hacer la revolución”. A nivel interno, influenciados por estas ideas y las posiciones de la nueva izquierda argentina, puede destacarse la emergencia de sectores cristianos radicalizados de ideología marxista.
Es en este contexto donde surge, se desarrolla y se estudia el devenir de la nueva izquierda.  Horacio Tarcus (1996) hará una caracterización general de la misma, a través de la biografía y el análisis de la obra de Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Frondizi es parte de un clan familiar de 14 hermanos, de amplia formación universitaria, abogado de reputación y formador de numerosos cuadros de izquierda durante los años 50 y 60. Tarcus marca cómo el abogado y profesor empieza a tomar posiciones de izquierda y asumirse como marxista al instalarse en Buenos Aires en 1946. Por su parte, Peña desconoce a sus padres biológicos, es autodidacta y  militante revolucionario, que usualmente se refugia en el anonimato para firmar folletos y ensayos.
En lo que respecta al pensamiento y la producción de ambos autores, en el texto de Tarcus se distinguen dos ejes principales: por un lado, la caracterización del peronismo que hace esta nueva izquierda de la mano de estos dos pensadores; por el otro, el carácter antirrevolucionario de la burguesía argentina, aliada al capital agrario nacional y al capital imperialista. Respecto al peronismo, tanto Frondizi como Peña sostienen que, si bien contribuyó a la politización y concientización de las masas, se trató más bien de una “burocracia estatal bonapartista”. En un intento por complejizar el fenómeno del peronismo respecto de los análisis hechos por la izquierda tradicional y la derecha, donde solo se trataría de un “desvío” momentáneo en el que un líder fascista demagógico logra el favor popular, Frondizi y Peña usan el concepto de bonapartismo para explicar el régimen surgido en 1943. Éste no representaba a ninguna clase, grupo o imperialismo, pero extraía su fuerza de los conflictos entre las clases e imperialismos. Así, apoyado en las fuerzas represivas, el peronismo era la expresión de un momento histórico donde se verifica un empate entre clases y sectores: entre el imperialismo inglés y el americano, entre los sectores agrarios e industriales, entre la clase obrera y el capital industrial. Esta nueva caracterización del peronismo (que Tarcus considera uno de los mayores aportes de estos autores) era sumamente necesaria dada la identificación que se había producido entre el nuevo régimen y la clase trabajadora, siendo esta el sujeto al que estaba dirigido el pensamiento y discurso de la izquierda.
A este punto se le podría agregar la posición que toma la nueva izquierda frente al golpe militar que depone al gobierno de Perón en 1955: claro está que no eran defensores del gobierno, pero se oponían al golpismo de los militares. Peña se verá envuelto en una contradicción cuando se produce un giro dentro de la agrupación en la que militaba, cuando a partir de 1952 se llama a defender de los avances del imperialismo norteamericano y la oligarquía nacional, las conquistas que logró la clase trabajadora durante el peronismo.
En lo que respecta al carácter de la burguesía nacional, ambos autores sostienen que no se la puede considerar un sujeto revolucionario, en tanto está ampliamente relacionada con los grandes terratenientes y con el capital imperialista. En ese sentido, Frondizi difiere con el PC en que se pueda llevar a adelante una “revolución por etapas”, en donde primero sea necesaria la industrialización de la mano de la burguesía democrática. En este punto coinciden las fuentes presentadas para esta clase:
_en La Realidad Argentina, Frondizi (1956) plantea que existen condiciones objetivas para llevar adelante la revolución socialista (condición de la economía mundial, desarrollo de las fuerzas productivas en argentina, gran crecimiento de la clase trabajadora), pero que todavía no estaban dadas las condiciones subjetivas, en tanto falta conciencia de clase y conducción. Al mismo tiempo, sostiene que la burguesía ha caducado como fuerza social progresista, por lo que es necesario que la revolución sea llevada a cabo por la clase trabajadora.
_en Industrialización y clases sociales en la Argentina, Peña (1964) sostiene, con una prosa provocativa e irónica, que la burguesía industrial está íntimamente relacionada con el capital agrario y con el capital imperial. Peña muestra, en un estudio a la Flacso, el alto grado de concentración de la industria argentina. Asimismo sostiene que estos capitalistas suelen reinvertir una proporción muy baja de la plusvalía, y en caso de invertir, lo hacen siempre en los mismos sectores, provocando la hipertrofia de los mismos y manteniendo la estructura industrial poco diversificada. Este empresariado, que tendría además una conducta rent-seeker, bajo ningún punto de vista puede ser considerado revolucionario, siendo también para Peña la clase obrera la única capaz de realizar una revolución socialista.
Otro punto destacable que se desprende del texto de Tarcus es la crítica que la “nueva izquierda” realiza a la izquierda tradicional: tanto Peña como Frondizi coinciden en que en dichas organizaciones se verifican procesos de burocratización, dogmatismo y jerarquización, que es necesario erradicar en la construcción de la nueva izquierda trotskista.  Plantean que cualquier proyecto transformador no basta con los cambios previstos en la estructura económica, sino que es necesario cuestionar toda forma de dominación y alienación, tanto en la sociedad como dentro del partido.
Sin embargo, Tarcus deja ver cómo estas lógicas también se repiten en las organizaciones de la nueva izquierda. Un ejemplo claro de esa jerarquización será la “proletarización”  a la que fue sometido Milcíades Peña cuando militaba bajo la jefatura de Nahuel Moreno. Al ser catalogado como “intelectual pequeñoburgués” es remitido como militante de base a la célula textil del partido. Críticas parecidas recibirá Silvio Frondizi: tanto la izquierda tradicional como la “izquierda nacional”  lo criticarán por intelectual pequeñoburgués, que solo se regodea en la instrucción teórica, sin pasar a la acción militante de base.
Finalmente, puede hacerse referencia a la relación cambiante que tuvieron entre sí Frondizi y Peña. A principios de los años 50 Peña solía ir al estudio de Frondizi, consultar sus libros y ficheros, y hasta colaborar con artículos de publicaciones coordinadas por Frondizi, al tiempo que éste fue invitado por Peña a colaborar en el proyecto de una revista. Sin embargo, con el paso del tiempo será el mismo Peña uno de los máximos críticos de la posición intelectual “pequebú” de Frondizi. Tarcus, sin saber concretamente qué pudo haber producido tal alejamiento entre dos hombres que compartían profundas ideas políticas e intelectuales, interpreta que Peña desplaza hacia Frondizi la crítica que a él le habían hecho respecto a su “exceso” de intelectualismo y falta de militancia. Así, Peña, tironeado entre Frondizi y Moreno, entre la teoría y el partido, mostrará esas contradicciones a lo largo del tiempo.


Bibliografía obligatoria:
26. Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96). Por favor notar que el parágrafo I “La era social” no está incluido en la bibliografía obligatoria, y que en el material scanneado hay a continuación del texto de Altamirano otros artículos que aunque muy útiles como material de referencia para la clase, son también complementarios.
27. Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).


Fuentes obligatorias:
28. Frondizi, Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a 239)
29. Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en: M. Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a 239)

Biografías:
Horacio Tarcus
(Buenos Aires, 1955)
Es doctor en historia por la Universidad Nacional de La Plata, docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet. Ha publicado El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña (1996), Mariátegui en la Argentina (2002), Diccionario biográfico de la izquierda argentina (2007) y Cartas de una hermandad (2009). En 1998 fue uno de los fundadores del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina), institución hoy integrada a la Universidad Nacional de San Martín y de la cual es director. T


Carlos Altamirano (26 de agosto de 1939) sociólogo argentino, es investigador del Conicet y profesor emérito de la Universidad de Nacional de Quilmes (UNQ). Es director de la colección Intersecciones de la Editorial de la UNQ e integra el consejo de dirección de Prismas, revista de historia intelectual, de la misma editorial.
Dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia Intelectual de la UNQ. Fue miembro de la revista de crítica cultural Punto de vista. Dictó cursos y conferencias en universidades del país, de los Estados Unidos y de Europa. En 2008 fue profesor invitado en el Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Harvard
Es autor, entre otros trabajos, de: Frondizi: el hombre de ideas como político(1998), Peronismo y cultura de izquierda (2001), Bajo el signo de las masas, 1943-1973 (2001); Para un programa de historia intelectual (2005);Intelectuales. Notas de investigación (2006). En colaboración con Beatriz Sarlo escribió Literatura/sociedad (1983) y Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia (1997). Tuvo a su cuidado la dirección del diccionario Términos críticos de sociología de la cultura (2002). Le concedieron el Premio Konex al ensayo político en (2004 y 2007), la Beca John S. Guggenheim en 2004 y la Robert F. Kennedy en 2008.

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Aporte de Laura:

El siguiente reporte se propone dar cuenta de la bibliografia leida, la cual está impregnada de debates en torno al nacimiento de una nueva iquierda que va a tener como principales ideólogos a Silvio Frondizi y Milciades Peña. Todas estas configuraciones se van a producir al ritmo de la caída de Perón por un golpe de Estado y una etapa que dura aproximadamente 15 años que se conoce en economía con el nombre de "desarrollismo".
Al respecto Carlos Altamirano, en su texto "Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas" en su capítulo II hace un repaso de la historia desde los tiempos previos a 1955. Cuenta acerca de controversias dentro de las Fuerzas Armadas que dieron lugar a que Perón en el 55 no tuviera más apoyo militar, ya que habia entre los militares golpistas los que querian un peronismo sin Perón. Estas cuestiones sumada a la falta de reacción de la CGT hizo que se consumara el golpe de Estado llamado "Revolución Libertadora" asumiendo el General Lonardi. Tiempo después Lonardi es destituido asumiendo el General Aramburu. Estas fuerzas, entre otras cosas, intervinieron la CGT y disolvieron las dos ramas del Partido Peronista. Haciendo historia económica Altamirano nos explica que en 1940 Prebish hizo un Plan que llevó su nombre, el cual se propuso desalentar la producción agraria, pero en el peronismo se facilitó a los productores del campo la importación sin trabas de bienes productivos, situación muy necesaria para el desarrollo de la industria. Según los detractores del Plan Prebisch el verdadero plan era liquidar a la Argentina industrial y volver a la etapa de exportación de materias primas. En este escenario los principales afectados serian las clases trabajadoras por los reajustes en los tipos de cambio  que afectan los productos de consumo popular.Según el economista Alende el Plan proponía austeridad y sacrificios a los asalariados.
En las décadas del 50 (fines)  y 60 se produce lo que van a llamar "desarrollismo" cuyo objetivo fue la industrialización. Esta economía del desarrollo encuentra tres hechos que la reforzaron: la revolución cubana, la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy y las encíclicas de Juan XXIII. Según los desarrollistas que tiene como mentores al que va a ser presidente en el 58: Arturo Frondizi y el economista Frigerio, la Argentina avanzaría si el Estado tiene poder y si abandona el papel de productor de material de bienes primarios. La industrialización se iba a lograr sin repetir el molde de las naciones adelantadas, es decir haciendo un proceso específico para nuestro país. El hecho de hablar de industralización no era nuevo pero si era nuevo el discurso, llegó a considerarse el desarrollismo como una subdisciplina de la ciencia económica. Ya en la década del 60 el desarrollismo tomó un matiz emparentado con el autoritarismo y se volvieron a cuestionar si la Argentina era un país en desarrollo o subdesarrollado o insuficientemente desarrollado.
Arturo Frondizi, presidente electo democráticamente, impulsó el desarrollismo como movimiento ideológico. En uno de sus textos proponía para el país: modernidad, industrialización integral del país considerando que las fuerzas sociales de la transformación serian los trabajadores y empresarios. Frigerio, que era el ideólogo de Frondizi instaló el concepto de integración que seria usado para dar fuerza a este movimiento ideológico impulsando la unión de clases. Durante este gobierno se hace uso de la financiación externa para cumplir el objetivo industrializador de un modo de desarrollo acelerado con innovaciones tecnológicas, automatización y velocidad.
Por su parte, los liberales vieron en este gobierno un exceso de estatismo, y si bien el liberalismo estaba en minoría no era una minoría cualquiera porque tenía ascendente en las Fuerzas Armadas que siempre les molestó el "pacto" con Perón y el modo estatista.
Durante los 4 años de gobierno de Frondizi va a continuar la hostilidad entre la dicotomía peronismo y antiperonismo y en medio de unas Fuerzas Armadas divididas surge Arturo Illia como presidente. Dentro del Ejército el sector triunfante es el "azul" y siempre está la amenza del nuevo golpe de Estado. En estas epocas hay un marcado anticomunismo consecuencia de que Estados Unidos logró que casi todos los países de América Latina se convirtieran en contra insurgentes y aislados de Cuba. El presidente Illia se encuentra entre dos fuegos: el peronismo aún proscripto y los empresarios liberales que le criticaban la indulgencia hacia el sindicalismo y por su adhesión a lo estatal. El año 1964 será un momento en que ni los peronistas ni la gran burguesía encuentra representación en el gobierno. Onganía, que va a ser el presidente en el golpe de Estado que derroca a Illia en 1966, expresaba que habia que colaborar con el desarrollo económico y social del país, sin olvidar el peligro de la subversión y el comunismo. Cuando Onganía derroca a Illia se plantea como objetivo la trasformación nacional y la modernización del país. Las medidas primeras son: la disolución de los partidos políticos, sacar al país del desorden económico librándolo de la inflación y el estatismo. Crea un Sistema Nacional de Planeamiento y Acción para la Seguridad Nacional. Estos cambios son apoyados por la Sociedad Rural, la Cámara Argentina del Comercio y la Unión Industrial al tiempo que existe un gran foco de oposición en las universidades. Con respecto a esto último comienzan a suceder alzamientos estudiantiles que tuvieron su punto álgido con el Cordobazo, movilización obrera estudiantil que produjo la destitución de Onganía poniendo como presidente a Levingston y muy pronto a Lanusse. Ya en el gobierno de Lanusse cambiaron algunas cuestiones como la participación del peronismo y la vuelta de la actividad de los partidos políticos al ritmo de movilizaciones en todo el país y del comienzo de partidos armados. Altamirano cita a Gino Germani cuando habla de que en el país hay dos revoluciones, una es la "Revolución Nacional" anticomunista, antiliberal pero matizada por elementos liberales, y la otra es la "armada"  que para él no es respetable que tiene lugar entre 1969 y 1976. Esta última provocó gran entusiasmo entre jóvenes de clase media quizás desalentados por las posiciones de la izquierda tradicional (PS y PC). La revolución cubana fue un motor impulsor de la esperanza de que esta revolución se pueda llevar a toda América Latina. En los comienzos de la década del 70 hay otros sectores que empiezan a surgir como el activismo católico y el radicalismo marxista. La nueva izquierda marxista es anticapitalista y quiere sacar al país de la situación de semicolonia y de la opresión. Los partidos vueltos a actuar en la arena política reclaman la "hora del pueblo" denunciando la desnacionalización de la economía y demandando  un plan político electoral sin proscripciones. En este escenario Perón vuelve al ganar el peronismo en 1973.

El texto de Horacio Tarcus "El marxismo olvidado en la Argentina" realiza una investigación exhaustiva de las trayectorias de Silvio Frodizi y Milciades Peña, dos intelectuales de la Nueva izquierda.
Silvio Frondizi, abogado que realiza sus primeros trabajos en la Universidad de Tucumán, sufre la intervención en la Universidad en el golpe del 43, un golpe que provoca el regreso de la enseñanza religiosa en las escuelas. Por este motivo Silvio se va a trabajar a Buenos Aires como abogado, estos años son de profundo estudio del marxismo. Este intelectual hace una crítica a los grupos de la izquierda tradicional por su caracterización del ascenso del peronismo, diciendo que debe haber unidad entre fuerzas afines. Rescata como aspecto positivo que el peronismo provocó la politización de las masas pero no adhiere a este movimiento sino al trotskismo defendiendo las críticas que Trotsky le hace al PC internacional y al papel de las burguesias nacionales.
Silvio Frondizi tiene en la década del 50 grandes debates con forjistas o representantes de la izquierda nacional que quieren construir un linaje nacional populista. Este se niega proponiendo una alternativa antiimperialista. Los 50 y 60 lo encuentran discutiendo con dos frentes: el comunismo oficial y el nacional populismo. Silvio deposita confianza en el poder de la la clase obrera pero reconoce que hay una falta de conciencia de clase que está dada por la no existencia de una dirección conciente. Este intelectual marxista escribe una obra que se llama "La realidad argentina" en la que expone todas estas críticas antedichas y hace especial hincapié en el papel de las revoluciones democrático burguesas. Para él, el peronismo es un intento fallido de revolución burguesa. También habla en su obra del papel de los monopolios y del imperialismo inglés que luego le dará paso al imperialismo yankee.
Frondizi caracteriza al peronismo como un bonapartismo que encuentra su punto de apoyo en los trabajadores. Para este teórico que funda su grupo de investigación y militancia llamado Praxis, la única salida es la revolución socialista encabezada por el proletariado unido a la pequeña burguesia pauperizada.
Milciades Peña, otro gran intelectual, comenzó cuando era muy chico a estudiar de forma autodidacta, nunca tuvo formación académica pero logró grandes producciones económicas e historiagráficas para comprender el devenir de nuestro país. Este joven surge en la política de la mano de Nahuel Moreno, dirigente trotskista. Con la intensa dedicación al estudio de Milciades va a ser luego alejado del partido quien lo conmina a proletarizarse, entendiendo que un partido de los trabajadores revolucionarios no puede tener el desvío pequeño burgués. Su militancia se ve reducida en lo concreto pero su actividad teórica se convirtió en una fuente para muchos revolucionarios y militantes incluso peronistas para la formación militante. En cuanto a la caracterización del peronismo, Peña dice que en el 55 el país sigue siendo un país atrasado y semicolonial dominado por la burguesía terrateniente e industrial unida al gran capital financiero internacional. Critica la estatización del movimiento obrero que fue llevada a cabo mediante la represión y la integración, es decir entre la proscripción de algunos partidos y el arbitraje estatal entre los sindicatos. Según su opinión el peronismo hizo un viraje hacia la derecha en el 1952 acuciado por la presión norteamericana y de la Iglesia, y habia varios sectores unidos en el deseo de derrocamiento de Perón, desde las clases medias hasta las Fuerzas Armadas.
Peña también consideraba al peronismo como bonapartismo que encontraba su apoyo en las fuerzas del orden: ejército, burguesia, clero, policía, no representando a ninguna clase o imperialismo. La clase de apoyo del peronismo bonapartista es el proletariado urbano.

El autor que ya hemos hecho referencia a través de Tarcus, Silvio Frondizi, escribe una obra llamada "La realidad argentina" en la que hace una investigación del estado general del mundo en su avance al Socialismo para determinar las posibilidades de revolución en Argentina. Según él, la revolución debe empezar por los países semicoloniales. El mundo está maduro para el advenimiento de una revolución y sufre las crisis capitalistas que se desencadenan mayormente sobre la clase trabajadora. En Argentina las fuerzas produstivas tienen muchas posibilidades de revolución, hay grandes territorios suficientes para alimentar a más de la población existente. Además de los recursos petrolíferos, la pesca , la hidroeléctrica, las lineas de comunicación y las vias navegables. Explica Frondizi, que el habitante de nuestro país posee inteligencia y laboriosidad habiendo también desarrollo cultural y científico. Pero sin embargo Argentina se estancó y esto sucedió porque la burguesía caducó como fuerza progresista, es el momento que el proletariado debe reemplazar las relaciones de producción. Al mismo tiempo existe una falta de conciencia de clase y de capacidad organizativa para la lucha. Para esto se necesita una dirección consciente y una confianza en la capacidad creadora de las clases populares y la unión con la pequeño burguesia pauperizada. En Argentina las fuerzas monopólicas ahogan el progreso de la técnica y la burguesía nacional no está a la altura de la marcha hacia el progreso. Frondizi dice que a medida que se profundiza la crisis el proletariado adquiere más conciencia de su tarea histórica y la pequeño burguesía se va desintegrando haciendo que la fase democrático burguesa de la revolución socialista se acorte cada vez más.
Milciades Peña en su obra "Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina" dice que la burguesía nació ligada a los terratenientes y los sectores de la industria y terrateniente se entrelazan en los limites de la capitalización de la renta agraria  y la territorialización de la ganancia industrial, los terretenientes son convertidos en industriales y estos en terratenientes. Según Peña, la industria mundial nace en la epoca imperialista con mucha concentración de capital, con la expropiaión de unos capitalistas por otros y con la aglutinación de muchos capitales pequeños para formar capitales grandes pero en Argentina los establecimientos fueron siempre grandes, subsidiarios de grandes compañias extranjeras y hay mayor concentraión en la industria que en la tierra. Dice Peña que esta archioligarquía que se forma es la razón por la cual la burguesía no puede ser democrático revolucionaria y antiimperialista. Nuestra industria nace en la fase monopolista del capitalismo y se vincula con los monopolios nacionales y extranjeros que controlan la economía nacional. El poderío de la industria terrateniente se sustenta en el latifundio siendo estos los culpables del atraso nacional.
En cuanto a la Industria, esta se aprovecha de la mano de obra barata, trabajadores que muchos de ellos antes eran chacareros y peones expulsados del campo.
En el mercado mundial hay un desarrollo capitalista que reemplaza al obrero por la máquina provocando una disminución progresiva de la cuota de ganancia pero en países atrasados hay más trabajo vivo  y baja cantidad de medios de produción, lo cual genera una elevada cuota de ganancia. La inversión va hacia el monopolio y los capitalistas tienden a invertir siempre en las mismas ramas que le dan ganancia no invirtiendo en energia o transporte o combustibles. Es importante notar que siempre hubo buena relación entre industriales y terratenientes porque unos y otros se necesitan para tener más ganancias. En la opinción e investigación de Peña, la burguesía nacional se convierte en un testaferro del capital internacional. Finaliza su obra explicando que el terror a la clase obrera organizada une a la burguesia industrial con los terratenientes y el imperialismo y describe a la burguesía industrial como un enano que crece entre gigantes: el gigante imperialista y el proletariado. Por lo tanto el desarrollo nacional verdadero seria la toma del poder por la clase obrera y la planificación económica capitalista.


Bibliografía:


 - Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, Bajo el signo de las  masas (1943 -1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).

 - Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El
Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943
-55 (pp. 77 - 85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108 -120), y Capítulo III
“El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955 - 1960)”: páginas 121 a 160;
Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ́30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la restauración oligárquica ́”, “Los mitos de la ́revolución peronista ́”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275 - 310)

 - Frondizi, Silvio,
La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a 239)

 - Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en:
M. Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a 23)

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Aporte de María Victoria:

  El curso del siglo XX obligó a los marxistas latinoamericanos a poner en cuestión el esquema interpretativo de la ortodoxia, incapaz de dar cuenta de la diversidad histórica. La denominada generación de marxistas argentinos “heterodoxos”, si bien partía del análisis sobre América Latina de Marx, Lenin y Trotsky, entendía que sus abordajes eran parciales y limitados, por lo que encontraron en Mariátegui el primer intento sistemático de dar cuenta de la particularidad latinoamericana, desde el materialismo histórico no reduccionista. En este marco, Horacio Tarcus señalará a estos marxistas de los años 30 como la mediación teórico-política entre el marxismo internacional, y las elaboraciones posteriores de Silvio Frondizi y Milcíades Peña.
  Los años del posperonismo dieron cuenta de la inflexión que vivía el campo intelectual. Las corrientes que entre los años ’50 y ’60 rompían con las tradiciones liberales-democráticas de la izquierda, tal como señala Tarcus, en un sentido nacional-populista, convergieron entonces con la autodenominada “izquierda nacional”. La abundante producción ideológico-cultural de Jauretche, Puiggros, Ramos, Hernandez Arregui y Cook, si bien contenía diferencias y matices, apuntaba a un proyecto común: el de contribuir a “nacionalizar la inteligencia argentina”, en un ajuste de cuentas con la tradición liberal (incluyendo allí al PS y PC) y en la invención de una tradición nacional-popular. Apelaban discusivamente al antiliberalismo, nacionalismo, antiimperialismo y antiintelectualismo, como notas claves.
En este contexto de álgido debate aparecen las obras maduras de Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Tal como señala Tarcus, sus esfuerzos en abrir una brecha para un marxismo crítico y antidogmatico en el pensamiento izquierdista nacional, si bien se vio favorecido por el clima de fuerte cuestionamiento a la izquierda tradicional, se encontró en el campo cultural con un nuevo adversario teórico-político que enfrentar: la ideología nacional populista, cuya hegemonía iba in crescendo. De este modo, aquel marxismo crítico que en los años treinta se había abierto dificultosamente camino en su disputa permanente con la ortodoxia, en los años ’50 y ’60 se encuentra en una lucha en dos frentes: por un lado con el comunismo oficial, y por el otro con el nacional-populismo. La identidad propia del marxismo de Peña y Frondizi se configurará, entonces, en el rechazo al liberalismo y elitismo de unos, y el antiliberalismo y populismo de otros.
  Carlos Altamirano, por su parte, señalará que el informe de Prebisch (documento presentado a Lonardi en octubre del ’55), se convirtió en el eje de un amplio debate, que dejó ver tempranamente varios temas en torno a los cuales se alinearían las posiciones en la escena política: las relaciones entre el país agrario y el industrial, las funciones relativas del Estado y la esfera privada en el desarrollo económico, el rol del capital extranjero, por citar algunos. Pero fundamentalmente dejó ver lo problemático de “desperonizar” la economía y simultáneamente asimilar al vasto sector de la población que le sigue siendo fiel a aquel régimen caído.
A partir de los últimos años de la década del cincuenta el discurso relativo al desarrollo se expandió ampliamente. Si bien el gobierno de Frondizi fue un activador fundamental de esta propagación, el contexto internacional de los sesenta reforzó la atracción por las cuestiones del desarrollo: la Revolución Cubana y la “Alianza para el progreso” como hitos. Hasta los mediados de los sesenta, momento en que se presentó la nueva fórmula de modernización por vía autoritaria, el desarrollo se identificó con la alternativa reformista, gradual, asociada a la democracia representativa. Hasta 1959, los partidos de izquierda local eran reformistas, antes que revolucionarios. Altamirano se refiere tanto al PC como al PS. Al margen de estos dos partidos sólo se encontraban reducidos círculos trotskistas. Con la Revolución Cubana, un modelo simple y heroico se mostraba apto para toda América Latina. Los jóvenes de una nueva izquierda, más radical que la tradicional, comenzaron a concebir el futuro en términos de una ruptura general.
  Luego de esta breve contextualización, podemos analizar la trayectoria político-intelectual de Silvio Frondizi revisada por Tarcus. El autor señala en los años que van de 1943 a 1945 un punto de quiebre, tanto en la historia argentina, como en la vida de Frondizi. La intervención por parte de los militares en la casa de estudios tucumana, donde se desempeñaba como docente, lo lleva a renunciar a su cargo en el Consejo Académico de la Universidad, señalando que el objetivo de los cambios era consumar la “contrarreforma”. Esta situación lo impulsa a instalarse definitivamente en Buenos Aires, epicentro de la actividad cultural y política del país. Allí tendrá su primer desencuentro con la izquierda tradicional, al no adscribir Frondizi a la integración del Partido Socialista y el Partido Comunista en la Unión Democrática, enfrentada a Perón.
Resulta interesante la distinción de Silvio Frondizi de los aspectos positivos del golpe juniano y el peronismo. A diferencia de la opinión liberal y socialista de la época, destacará la politización de las masas en aquellos años, y señalará al peronismo como un auténtico “fenómeno social”. Perón había comprendido el estado de vacancia de las masas y su potencial politización como sostén del régimen, empujando a la oposición hacia la derecha. El éxito del peronismo, dirá, se debe más a los vicios y errores de las fuerzas opositoras, especialmente de las fuerzas de izquierda, que a su propia capacidad. En alguna medida, Frondizi reclama a “las izquierdas” el haber desaprovechado la oportunidad histórica de conformar una suerte de “frente popular” con el peronismo, el cual pudo haber barrido definitivamente los restos de la oligarquía terrateniente y clerical.
Tarcus distingue en Frondizi una etapa de liberal crítico, y luego una de marxista crítico, esta ultima cristalizada en su obra cumbre “La realidad Argentina”. Entendiendo que en América Latina estaban dadas las condiciones objetivas para la revolución socialista, pero no así las subjetivas, ausencia que se manifestaba en una izquierda caracterizada por una situación de crisis, desorientación, dogmatismo, sectarización, plantea que la tarea revolucionaria de la hora consistía en el esclarecimiento teórico y programático. Su estudio será, entonces, un texto programático, donde utilizará el materialismo histórico como método.
En el volumen primero, apunta Tarcus, presenta un sistema capitalista mundial de cuya dinámica se desprende la imposibilidad estructural de los países periféricos de alcanzar a los centrales, fracasando sistemáticamente en los intentos de llevar adelante revoluciones democrático-burguesas. En este sentido, Frondizi entenderá al peronismo como un intento fallido de revolución burguesa que aspiró a resolver, dentro de los marcos del sistema capitalista, los grandes problemas nacionales. Pero lo más interesante del primer volumen es la innovación conceptual que implica la distinción de una nueva etapa en el capitalismo: la denominada etapa de integración mundial. Dicha etapa, según Frondizi, era la que seguía a la imperialista, producto de la nueva situación mundial configurada en la segunda posguerra. La ruptura con la etapa imperialista no era, sin embargo, absoluta. Ciertas características del capitalismo imperialista continuaban rigiendo la economía mundial, pero otros fenómenos surgidos no podían ser explicados por las tesis de Lenin y Trotsky. En esta etapa se atenúa la contradicción entre el capital imperialista y el capital nacional, por el dominio del primero sobre el segundo. La relativa industrialización de los países semicoloniales era estimulada por la nueva división internacional del trabajo, pero dicho proceso de industrialización limitada se realizaba como resultado y bajo el control de los capitales imperialistas. En este marco, se estrechan los márgenes para cualquier intento por parte de la burguesía nacional de un país atrasado de llevar adelante un desarrollo nacional autárquico. Argentina, claro está, sería uno de estos países semicoloniales: políticamente independientes en lo formal, pero dependiente de las metrópolis imperialistas en lo económico, financiero, político y diplomático.
En el segundo volumen se centra en la “discusión doctrinaria” de las problemáticas de la revolución. En la primera sección defiende la tesis del carácter permanente de la revolución, en abierta polémica con la postura de los reformistas, nacionalistas de izquierda y stalinistas. Luego de la crítica que realiza tanto al Partido Comunista Argentino, como a la izquierda nacional e inclusive al trotskismo, respecto a su posición sobre su caracterización de la burguesía nacional, concluye que en la etapa de la integración nacional carece de las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para realizar la revolución democrático-burguesa. Por lo que sólo la revolución socialista, encabezada por el proletariado aliado a una pequeña burguesía productiva pauperizada y a ciertos sectores de la intelectualidad, podría sacar al país del atraso y crisis.
La línea de ruptura que señala Tarcus en Frondizi, en el pasaje del liberal crítico al marxista crítico, donde en la primera se caracterizaba por el pesimismo trágico, y en el segundo por el optimismo histórico, puede observarse claramente en ciertos pasajes de la fuente. “Cualquiera sea la falla que presenten los países socialistas, representan una avanzada hacia el progreso; a la fuerza de estos países -la URSS, Yugoslavia, los países satélites de la URSS, China- debe agregarse la tremenda fuerza que representa el proletariado mundial. Contemplando el panorama desde este punto de vista no cabe duda sobre el futuro” (Frondizi, 1956). A pesar de esto, Tarcus señalará que se encuentras líneas de continuidad entre su discurso histórico-filosófico de “El Estado Moderno” y el histórico-político de “La realidad argentina”. Entre ellas conserva la noción de historicista de progreso, su compromiso con la causa de la democracia y la libertad humana y la importancia otorgada a la dimensión cultural.
En 1955, sin abandonar el estudio y la formación, Frondizi consideró oportuno el lanzamiento a la acción política práctica, con el denominado Movimiento de Izquierda Revolucionario-Praxis. En su concepción la organización revolucionaria debía ser herramienta apta para la lucha por el poder y, al mismo tiempo, prefiguración de la sociedad futura, en clara distinción de lo que caracterizó como la “vieja izquierda”. En la búsqueda por definir la identidad política del grupo, se distinguió tanto de la izquierda tradicional como de la trotskista. El influjo del MIR-Praxis se extendió por todo el continente, siendo el primero MIR de una larga serie en el continente.
Las corrientes de izquierda existente dirigieron duros contra-ataques contra el programa de Silvio Frondizi. Los nacional-populistas cuestionaron su incomprensión de lo nacional; los comunistas lo tildaron de “revisionista” y los trotskistas lo acusaron de abandonar el leninismo. Dentro de las respuestas del trotskismo, aparece la del morenismo, en manos de Milcíades Peña. La confrontación de los autores iba a enturbiar la relación de amistad y colaboración que habían comenzado años atrás.
  Tarcus realiza también, respecto de Peña, un repaso bibliográfico. Comienza a militar en su temprana juventud en el Grupo Obrero Marxista liderado por Nahuel Moreno, grupo que se encontraba en un período de expansión y de apertura de su horizonte intelectual. El primer desencuentro de Peña con la organización tendrá lugar en los años ’50. Con idas y vueltas, intentando a veces colaborar y otras veces rivalizar con su maestro Moreno, Peña buscó construir una nueva identidad y un nuevo espacio como intelectual revolucionario independiente. El modelo de militante impulsado por el morenismo, como así también su organización de acuerdo al centralismo democrático, no daban lugar para el desarrollo de una teoría revolucionaria tal como Peña la entendía.
Toda la crítica, dirá Tarcus, de las organizaciones trotskitas a los partidos de izquierda tradicional no impidieron que se reprodujesen en sus filas los mismos fenómenos de burocratización y dogmatismo que denunciaban. En este punto, resulta incomprensible el contraataque de Peña respecto a ciertas críticas realizadas por Frondizi con respecto al morenismo.  También resulta llamativo que, ante los giros políticos de la corriente morenista respecto al peronismo, su rol como intelectual devino en ideólogo de la organización. Debía ofrecer una legitimación del giro político improvisado sobre la marcha, presentándolo como una reorientación táctica dictada por las necesidades de la estrategia.
Paradójicamente, será en el proceso de ruptura con la organización morenista, luego del inicio de la experiencia “entrista” en el peronismo por parte de la misma, donde Peña llevará a cabo la realización de su proyecto teórico-político. Tarcus destacará de la obra de Peña su aporte en la comprensión de los años ’30 en la Argentina. Fundamentalmente toma distancia de las lecturas de la etapa como “retroceso”, como la han bautizado los intelectuales revisionistas de FORJA, de “restauración oligárquica”. Para Peña con la crisis del ’30 nace la Argentina moderna. Su impugnación de la concepción de la historia fundada en la oposición originaria “oligarquía-pueblo”, la cual entiende no permiten dar cuenta en este caso histórico concreto de un proceso complejo, es retomada por Murmis y Portantiero. Rechazan la imagen bipolar de la oposición entre terratenientes e industriales, señalando una comunidad de intereses entre ambos sectores en la etapa, lo que denominarán “nuevo bloque en el poder”.
En clara coincidencia con Silvio Frondizi, Peña dirá que el resultado de esta etapa fue un proceso de “pseudoindustrialización”, caracterizada por una serie de rasgos típicos que la diferencian la industrialización: no aumenta la composición técnica del capital, no se desarrollan las industrias básicas, no aumenta la productividad del trabajo, etcétera.
Inmediatamente después del golpe del ’55, Peña redacta unos tramos sobre el peronismo. Intenta en su relato apropiarse de lo mejor de los dos momentos morenistas: lo más lúcido de la crítica antiperonista del periodo 1943-52, y lo más comprensivo del periodo siguiente, el del “frente único” con las masas peronistas. En sintonía nuevamente con la lectura de Frondizi, reconoce ciertos aspectos positivos en el peronismo, sin dejar de señalar que el país siguió siendo, luego del ’55, atrasado y semicolonial, dominado por una burguesía terrateniente e industrial trustificada entre sí. Respecto a la figura de Perón, propiamente dicha, lo califica como “agente del imperialismo ingles”, señalando que los ingleses le daban su apoyo, y a su vez este garantizaba que no se diera “el cambio de metrópoli”, en alusión a Estados Unidos. Aquí resulta interesante la lectura de Tarcus, donde señala que se trata de una concepción conspirativa de la historia.
Respecto a la clase obrera y el peronismo, el análisis de Peña superaba ampliamente a las versiones socialistas y comunistas, que lo explicaban en términos de “manipulación” y “demagogia”. Sin embargo, fue asociado luego a la lectura de Gino Germani, quién señalaba con la distinción de un nuevo proletariado proveniente del campo, sin experiencia, la existencia de una masa disponible apta para la manipulación de un líder. Luego, este punto será reformulado en los años sesenta en las publicaciones de la revista “Fichas”. Fue la negación de la burguesía nacional por parte de Peña también señalado por diversos autores como una incomprensión del peronismo. Su posición respecto a la misma puede observarse en las fuentes, donde intenta dar cuenta de los acuerdos entre los industriales criollos y el capital imperialista.
Nuevamente, en la línea de Frondizi, ve al peronismo como un gobierno bonapartista, el cual se apoyaba, según él, en la clase obrera y en las fuerzas del orden para imponerse a la burguesía y resistir a los Estados Unidos.


Bibliografía obligatoria:

. Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).

. Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Fuentes obligatorias:

. Frondizi, Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a 239)

. Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en: M. Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a 239)

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Aporte de Carlos:

Carlos Altamirano, es un sociólogo nacido en 1939, y el texto data del año 2001.
La caída del peronismo en 1955 obedece en gran medida a varios factores, la disputa con la iglesia, el acuerdo con la empresa petrolera estadounidense “la California”, y la oposición en el seno de las fuerzas armadas, amén de la oposición de los partidos políticos y la clase media.
Prebisch realiza un informe extremadamente crítico de la gestión peronista, remarcando la acuciante situación del agro, recomendando devaluación para mejorar sus precios, la crisis energética y del sistema ferroviario, en resumen las mismas críticas que se hacen luego de una gestión de carácter nacional y popular.
Altamirano marca esta doble faceta de Prebisch: en la CEPAL heterodoxo y en su participación en gobiernos que surgen del golpe del 30 en adelante, conservador y ortodoxo.
Luego del derrocamiento de Perón se abre un profundo debate sobre desarrollo industrial vs agrario, autoabastecimiento energético, y sobre el papel de capital extranjero. Todo en el marco de una profunda desperonización.
A partir del 55 las ideas de desarrollo económico ya sea paulatino o brusco estaban en el tapete, la Argentina debatía su estado de subdesarrollo, o en vías de desarrollo  y las ideas tendían a converger en el desarrollo de la industria pesada, la cuestión era cómo y con qué financiamiento se haría.  
Altamirano destaca que no eran épocas donde las ideas liberales tuvieran llegada, y esto debido a la crisis del 29 que sobrellevada por el keynesianismo con el impulso del Estado como regulador y orientador de las actividades económicas. Hacia el 63 la disputa Prebisch Pinedo es fuerte, pues a las ideas de la acumulación de tierras en pocas manos y las consecuencias negativas para el desarrollo y distribución del ingreso esgrimidas por el primero, el segundo responde reafirmando las ideas de libre mercado.
Se da una nueva imagen del gobierno de Illia al cual se suele catalogar de fracaso, pues los indicadores demuestran lo contrario al menos para los años 64-65.
Gino Germani, señala en 1963 que existen dos posturas, la que predominó durante la los primeros años del siglo XX, la liberal, que pregonaba a nuestro país como granero del mundo, en el marco de los países ricos, y la otra más pesimista “izquierda respetable” que nos colocaba como una nación subdesarrollada, casi colonial y con una estructura agraria feudal, que privo a partir de mitad de siglo.
La otra postura la de la “izquierda no respetable” reivindicaba el uso de las armas, en un país donde los derrocamientos de Perón, Frondizi e Illia, dejaban en claro que el poder real no era patrimonio de los gobernantes sino que más bien estaba en el círculo que integraban las fuerzas armadas.
Alrededor de 1969 surge la agrupación Montoneros que estaría activa durante los próximos siete años y combatiría con las armas encuadrada en el “peronismo revolucionario”.
Horacio Tarcus nació en 1955, es doctor en historia, y el texto es de 1996.
En Tucumán en los años 1943 a 1945 se destaca el profesor Silvio Frondizi como intelectual socialista, por sus ideas vinculadas a la izquierda y al marxismo y la difusión de alguno de sus trabajos.
A mediados de 1945 se realiza un acto en el Luna Park y luego una marcha donde convergen comunistas, conservadores, la juventud universitaria y hasta el embajador norteamericano Braden, en contra del gobierno de facto de Farrel – Perón, pidiendo que la Corte tome el poder hasta las elecciones. S. Frondizi expresa ante los estudiantes por un lado que no están a la altura de las circunstancias y por otro que este tipo de “alianzas” oportunistas no llevan a nada y terminan disolviéndose en breve sin atacar los verdaderos problemas. Síntoma que se repetiría en la historia argentina hasta el presente.
Uno de los aspectos destacables de S. Frondizi es su independencia aún en un contexto e inserto en un ámbito profundamente antiperonista, el cual revelaba sus convicciones izquierdistas. A su vez analiza el ascenso de Perón quien supo ver las necesidades de las masas y por ende convocarlas a su entorno, a diferencia del Partido Socialista que ya antes había optado por la “legalidad” o el Partido Comunista que responde más a las necesidades de la URSS.
Ve la problemática del desarrollo capitalista desigual, y como a partir del fin de la segunda guerra el capitalismo adopta una nueva fase de internacionalización del capital en el marco de una nueva división internacional del trabajo, y a Estados Unidos como el país hegemónico.
 La producción de S. Frondizi  es muy vasta y en parte analiza el capitalismo a nivel mundial y en particular en nuestro país al que considera como una nación capitalista semicolonial, entiende que el peronismo es el resultado del proceso capitalista global con inserción local. Nuestro país se desarrolló a la sombra de las necesidades del sistema industrial inglés.
Un dato muy relevante es su caracterización de la oligarquía industrial local ligada y supeditada a la burguesía agraria y al capital extranjero.
También lo es la caracterización de “bonapartista” al régimen peronista en oposición a “fascista” explicando que el primero se basa en el gran capital y el proletariado, y las consecuencias en general la sufren los sectores medios, mientras que el fascismo tiene su apoyo en el gran capital y el “pequeño burgués” mientras las consecuencias la sufre el proletariado.
S. Frondizi piensa que el capitalismo ha llegado a un nivel de que hace posible el paso a otro sistema de relaciones de producción, evitando los males del capital.
Silvio Frondizi es asesinado por la Triple A en septiembre de 1974.
A partir de la década del 30 se dan ciertas configuraciones sociales que determinan la aparición de una burguesía industrial a veces con intereses opuestos, la histórica oligarquía terrateniente y como resultado de la industria el incremento del obrero industrial.
Respecto de este vínculo M. Peña señala que a partir de la crisis del 33 los terratenientes se vuelven proteccionistas apoyando a los industriales, pero aclara, no confundir unidad económica con identidad.
Peña señala la arista probritánica del primer gobierno peronista, pero este análisis no se puede realizar sin tener en cuenta la tradición inglesa, y los cambios en la hegemonía mundial después de la segunda guerra.
Caracteriza al peronismo más allá de la visión comunista y socialista de “manipulador y demagógico”, sino que supo ver las condiciones obreras imperantes y las necesidades que podían ser resueltas.

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Aporte de Andrés

26. Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).
El surgimiento del llamado “desarrollismo” en argentina se produce pocos años después de los momentos fundacionales del desarrollo económico como tema de estudio específico en la ciencia económica a nivel internacional. En Argentina, el debate acerca de carácter estratégico del rumbo económico que debería seguir el país se coloca en escena luego del derrocamiento de Perón. En este sentido, el desarrollismo tornó en mainstream al intervencionismo estatal en favor de la industrialización. O quizás, más precisamente, el desarrollismo haya sido la expresión de que el liberalismo económico había quedado vetusto y de que el rol del Estado impulsando el desarrollo económico se había vuelto mainstream, no sólo en Argentina, sino en el mundo entero.
En este contexto, el pensamiento de Prebisch, tan original como controvertido, reflejaría los puntos centrales del debate de la época: cómo superar las restricciones al crecimiento, qué rol se le asignaría al Estado, qué papel tendría el capital extranjero y cómo se debería balancear el estímulo a la producción agraria (proveedora de divisas) con la actividad industrial (fuente de empleo, y centro del desarrollo de las fuerzas productivas). En su diagnóstico acerca del estado de la economía argentina en 1955, Prebisch identificaba a la restricción externa como el problema principal y proponía un set de medidas monetaristas de las que él mismo se arrepentiría años más tarde[1]: devaluación y contracción monetaria para reacomodar los precios relativos y recuperar el equilibrio en la balanza de pagos. Sin embargo, más allá de las medidas de política macroeconómica coyunturales, Prebisch mantenía una férrea convicción industrialista, para lo cual se requeriría de una activa intervención estatal. Así, vinculaba el problema de la restricción externa a la estructura productiva y, por lo tanto, la industrialización sería el camino a seguir para lograr superar de forma definitiva los estrangulamientos de balanza de pagos, y más aún, seguir una senda de desarrollo económico.
Si bien este debate estratégico (industria vs agro, rol del Estado, etc) no resultaba nuevo, Altamirano resalta como novedoso el hecho de que el nuevo campo académico sirva de base para las políticas de intervención estatal en los países subdesarrollados: el Estado estaba llamado a dirigir el proceso de desarrollo económico, y para ello surgía en la escena pública un arsenal de elementos teóricos que lo apoyaban. El rol de vidriera de los aportes teóricos lo asumirá la revista Desarrollo Económico.
De esta forma, el desarrollismo implicó un consenso acerca de la necesidad de completar el proceso de industrialización como única vía hacia el desarrollo económico. De hecho, ambas cuestiones se encontraban asociadas, casi como sinónimos.
El período de inestabilidad política 1955-1973, con alternancia entre gobiernos civiles débiles y gobiernos militares, estuvo atravesado, en gran parte, por la vigencia del stop and go, en donde los períodos de stop coincidían con shocks de inestabilidad política. Sin embargo, resulta destacable que durante este período no se haya interrumpido el patrón de acumulación basado en la industrialización, sino que, por el contrario, éste se haya profundizado. Más aun, las políticas de estabilización económica en los momentos de activación de la restricción externa fueron puestas al servicio de una estrategia de crecimiento industrial.
En este sentido, en contraste con los planes de estabilización de 1959 y 1962-63, la devaluación de 1967 (durante el gobierno dictatorial de Onganía y con Krieger Vasena como ministro) vino acompañada de retenciones sobre las exportaciones de bienes primarios y de reducciones en los aranceles de importación, conformando un sistema de tipos de cambio múltiple. Asimismo, no se implementó una política fiscal contractiva, sino que se incrementó sustancialmente la inversión pública, con el fin de desarrollar obras de infraestructura y ganar competitividad sistémica.  El carácter heterodoxo de las medidas adoptadas en 1967 permite discutir el carácter “liberal” del gobierno de Onganía en el plano económico señalado por Altamirano, quien asocia la política industrial al nacionalismo político.

Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Tarcus presenta, en primera instancia, el pensamiento de Silvio Frondizi, desarrollado en forma contemporánea al primer gobierno de Perón, y anclado fuertemente en las pujas políticas de la coyuntura. En aquellos años, Fronidizi desarrolla su perfil de intelectual marxista, crítico de la orientación política y estratégica de la izquierda en Argentina.
Se destaca, en el pensamiento político de Frondizi, su  independencia respecto la oposición a Perón. Al señalar la contradicción entre “burguesía y democracia”, Frondizi criticaba la orientación política heterogénea, y por tanto inconducente, de la Unión Democrática, marcando asimismo el error político que significó para la izquierda concretar alianzas políticas con la derecha (la “reaccionaria y oligárquica” Unión Democrática”). En el plano económico, Frondizi critica la posición etapista del Partido Comunista, que habría descartado, según su visión, la revolución socialista en Argentina como un objetivo alcanzable en el corto plazo, dado el insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas.
En su texto La Realidad Argentina, Frondizi argumenta que las transformaciones democráticas necesarias no podrían ser conducidas por la burguesía argentina, cuyo potencial progresista estaba agotado; por el contrario, ese proceso debía encararlo la clase obrera. El autor señala que la clase obrera argentina ha avanzado en su experiencia política y, aunque reconoce cierta falta de capacidad organizativa, considera que están dadas las condiciones para una revolución socialista.
Por otro lado, Frondizi postulaba la existencia de una nueva fase del imperialismo, crecientemente internacionalizado, en donde las excolonias se convertían en semi-colonias industrializadas, y en donde la respuesta de la clase trabajadora debería ser necesariamente internacional. Este punto también implicaba una fuerte crítica al PC: si el peronismo significaba una apuesta al colaboracionismo de clase de tinte fascista, el PC se inclinaba por un colaboracionismo de clase con la oligarquía.
Las posiciones políticas de Frondizi lo llevarían a enfrentarse con los intelectuales peronistas, en torno a la disyuntiva entre el Frente de Izquierda o el Frente Nacional. Así, Jaureteche tildaría a la posición de Frondizi de “izquierda cipaya”, y “marxismo de cátedra”, acusándolo de inofensivo y hasta funcional a la oligarquía.
La “integración mundial del capitalismo” planteada por Frondizi describe una divergencia entre el sendero de industrialización reproductor del subdesarrollo en las semi-colonias –independientes formalmente pero subordinadas económicamente- y la industrialización de los países desarrollados. Este planteo resulta muy similar al que años más tarde desarrollaría la Teoría de la Dependencia, dando cuenta de lo insuficiente que resulta la industrialización en los países latinoamericanos para alcanzar niveles de bienestar, soberanía e independencia. En este sentido, el pensamiento de Frondizi –plasmado en su obra a Realidad Argentina- enmarca, lúcidamente, el desarrollo del capitalismo en Argentina como una pieza del rompecabezas del capitalismo mundial, advirtiendo tempranamente la nueva fase de internacionalización de la producción (que luego se profundizaría, con nuevas características, hacia la década del setenta).
El segundo intelectual referenciado por Tarcus es Milcíades Peña, quien desde muy joven militó en grupos trotskistas liderados por Nahuel Moreno. Desde esta perspectiva, el gobierno peronista constituía un engaño, una desviación de los intereses de la clase obrera, a partir de destacar que la superación al sistema capitalista podría provenir únicamente de un movimiento político íntegramente obrero, revolucionario. Este intelectual caracterizaba al gobierno de Perón como Bonapartista (y Frondizi coincidiría con esta apreciación). El carácter bonapartista del peronismo residía en que éste expresaba una situación de empate hegemónico sin representar los intereses de ninguna clase, pero se alimentaba de los conflictos entre las diversas clases, obteniendo apoyo directo de las burocracias  y las fuerzas armadas.  Peña también cuestionaba a la capacidad de la burguesía industrial argentina para llevar a delante un proceso de desarrollo autónomo, a partir de su debilidad estructural, debido al marcado peso del capital extranjero y al carácter diversificado del capital nacional, el cual operaba simultáneamente en el agro, la industria, el comercio y las finanzas.
En su obra Industrialización y clases sociales en la Argentina, Milcíades Peña plantea que la burguesía industrial argentina nació estrechamente vinculada a la oligarquía, a diferencia de lo ocurrido en todos los países industrializados. Por ende, no es el interés de esta burguesía avanzar, por ejemplo, en una reforma agraria, ya que la existencia del latifundio le es funcional. Así como tampoco librarse del capital financiero internacional, pues sus negocios se encuentran entrelazados.





[1] En una visita a la Argentina en 1981, Prebisch señaló lo siguiente: “El monetarismo es una aberración intelectual, una cosa inconcebible, que está dejando rastros muy serios en las naciones latinoamericanas y obviamente en Argentina. Cuando en 1955 propuse mi programa al gobierno de Aramburu, me ocurrió a mí, entonces, lo que le sucede a muchos economistas ahora y es que pretenden ver la realidad a través de prismas exclusivamente economicistas, sin poder entender ni lo que sucede con la distribución del ingreso, con la inflación, ni con los grandes problemas económicos. Esa experiencia de 1955 me enseño que hay que entrar a fondo en la estructura social de los pueblos, para encontrar las respuestas adecuadas a los problemas económicos que padece la sociedad”. Citado en el Diario El Día (1981).

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Aporte de Nahuel:


·         Horacio Tarcus, es Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata, docente de la UBA, investigador en CONICET, ha realizado diversos análisis y desarrollado la historiografía sobre el marxismo en Argentina.
·         Carlos Altamirano, es Sociólogo, investigador de CONICET, profesor en la UNQui, y ha desarrollado en sus libros la historia cultural e intelectual del peronismo y de diversas figuras clave en la historia del país como Sarmiento o Frondizi.
·         Silvio Frondizi fue un abogado e intelectual marxista, fundador del MIR Praxis, y parte de la prestigiosa familia Frondizi, entre la que se cuentan el presidente Arturo Frondizi y el filósofo Risieri Frondizi. Fue parte de la izquierda argentina y se relacionó con sectores de la Revolución Cubana, y el PRT. Fue asesinado por la triple A en 1974.
·         Miliciades Peña fue un historiador y militante trotskista, su militancia empezó en su adolescencia, y contribuyó al desarrollo teórico del trotskismo en Argentina, como parte de la agrupación GOM de Nahuel Moreno. Entró en conflicto con ésta última cuando se le requirió que se alejara de su producción intelectual y cumpla un rol más práctico en la militancia, mediante su proletarización. Se suicidó a los 32 años, en 1965.


El texto de Tarcus relata, en primera instancia, la situación de Frondizi en su pasaje de intelectual “objetivo” a intelectual político. En principio señala la situación inicial de oposición entre su vida como profesor en la Universidad de Tucumán, y su vida pública en Buenos Aires. Lo que gatilla esta transformación de su rol intelectual es el golpe de 1943, cuando, merced de la intervención de las universidades y el cesanteo de numerosos profesores y autoridades, Frondizi renuncia a su cargo en el Consejo Académico de la Universidad y escribe una carta contra la intervención hacia sus alumnos. Luego del triunfo de Perón,  Frondizi es separado de todos sus cargos, con lo cual se instala definitivamente en Buenos Aires, donde ejercerá como abogado y como profesor en un Colegio de Estudios Superiores fundado por personalidades de filiación comunista, socialista y liberal.

Así como en 1930 no había apoyado a Uriburu en el golpe, tampoco apoya a la “oposición democrática” al gobierno peronista, en base a su tesis teórica de la caducidad del liberalismo. Rechaza ambos extremos del conflicto, Tarcus hace un recorrido por los escritos en los que detalla su posición contraria a ambos polos. Frondizi tilda la posición de la Unión Democrática como caduca, ya que la democracia no es un concepto de oposición valida, en tanto no recoge posiciones compatibles a largo plazo, sino que es una conjunción de fuerzas heterogéneas de carácter coyuntural, que desaparecerá si desaparece el motivo externo que la motiva. A su vez, rechaza el pasado idealizado por algunas posiciones del frente anti peronista, y acusa a la izquierda de haber sacrificado los verdaderos objetivos en pos de alianzas coyunturales. Frondizi caracteriza el golpe del 43 como fruto de la acumulación de poder militar que se autonomizaba de un poder civil que se mostraba incapaz de asegurar la continuidad de la dominación y basado exclusivamente en el fraude y la corrupción.

Por otro lado, Frondizi señala, diferenciándose, aspectos positivos del golpe y del peronismo.  1-El peronismo contribuyó a la politización de las masas. 2- No se trata de una causa, sino una manifestación de la crisis, un fenómeno social, y no una acción de manipulación comandada por una persona. 3- La política de Perón consistió en notar la vacancia política de las masas, y al ocupar ese espacio, provocó el desplazamiento a la derecha del polo opositor. 4- Resalta los errores del frente opositor como principal razón del éxito peronista: no observaron a la estructura social que causaba la miseria, y resaltaron el rol de Perón como culpable de las movilizaciones. 5 – En suma, este hecho representó una oportunidad perdida, ya que descartó un posible frente popular. Resulta interesante que Frondizi plantea que una alianza de este tipo habría podido barrer con la oligarquía terrateniente y clerical, sin observar las referencias constantes al cristianismo en la doctrina del peronismo.

Critica al PC en su absoluta subordinación de la línea política nacional del partido a las necesidades de política exterior de la Unión Soviética, así como la estrategia “etapista” del VII Congreso de la Internacional Comunista. La posición de subordinación respondía a la noción de que antes de la revolución debían consumarse las tareas democrático-burguesas, y esto ameritaba alianzas frentistas con sectores de la burguesía. Frondizi señala que esto obedece a una lectura muy doctrinaria de la teoría marxista, donde se le atribuye a la burguesía tareas y roles que nunca llega a desarrollar como sujeto histórico. Por otro lado, la noción etapista es discutida por Frondizi, ya que falla al no ver la naturaleza mundial del sistema capitalista, que genera desarrollo y sub desarrollo en simultaneidad, así desarrolla una teoría de “integración mundial del capitalismo” donde en la etapa actual, sucesora del imperialismo, de “integración mundial capitalista”, se pasa de un sistema colonial a semi colonias signadas por un desarrollo de la industria liviana muy limitado, una dependencia más económica que política, y un borramiento progresivo de la diferencia entre capital imperialista y capital nacional. Por todo esto, la oposición democracia-totalitarismo, no debía subsumir a la dicotomía superior entre capitalismo y socialismo. Frondizi es replicado por los sectores tradicionales de la izquierda. Este conflicto responde a que la táctica frentista no tenía sentido bajo el esquema de Frondizi, ya que la misma solo implicaba una entrega al capital nacional, que sería la mediación para una entrega al capital internacional. Esta crítica sería desarrollada de forma profunda en su obra “La realidad argentina”, donde plantea que la trampa del desarrollo incompleto de la industria en Argentina debía romperse con una revolución socialista liderada por los trabajadores, pero en alianza con la pequeño burguesía productiva pauperizada.

En este sentido, parece importante el hecho de que existen líneas de continuidad entre el Frondizi tucumano y el Frondizi marxista: una noción historicista del progreso; el agotamiento de la burguesía como fuerza progresista donde las tareas que le habían sido asignadas previamente, las tareas “democrático burguesas” serían parte de la tarea de la revolución socialista;  la noción de realización de la democracia como tarea del socialismo implica el pasaje del Estado hacia la Comunidad en términos de Rousseau, distinguiéndose la violencia revolucionaria de la violencia de la dictadura policial de un estado burocrático; finalmente, el momento subjetivo, la necesidad de desarrollo de la conciencia política propia del primer Frondizi, se traduce en la necesidad de concientización, formación y renovación teóricas, a la clarificación programática, es decir que el sujeto revolucionario debería auto generarse. Estas líneas de continuidad diferencian a Frondizi en tanto implican una mayor atención a las libertades individuales y un menor “reduccionismo economicista” según Tarcus.

El peronismo, en Frondizi, es leído como un bonapartismo, pero en clave analítica, es decir, como fenómeno social, y no como blanco de críticas que tienen que ver con antipatías personales, y lo diferencia del fascismo en la composición de fuerzas sociales que lo sostienen, en el caso del peronismo, el proletariado y el gran capital, en el caso del fascismo, la pequeño burguesía. Además, lee el fenómeno como un intento fallido de revolución nacional burguesa, lo que permite una valoración del período más allá de las limitaciones estructurales a las que estaba sometido (fin de la “vacante” imperialista, y crisis de las clases dominantes).
En cuanto a práctica política, Frondizi fundó el MIR Praxis, que se dedicó principalmente a la formación de cuadros políticos fuertemente capacitados en el análisis de la realidad, a través de la estrategia del “paso atrás”, es decir, el rechazo de la posición de los sectores de izquierda que se “estrellaban” contra el peronismo, y desligándose momentáneamente de la intervención directa para la formación de cuadros medios capaces a futuro de una mejor interpretación de la realidad argentina y de evitar la formación burocrática y la reproducción de una subjetividad burguesa y mistificante de la organización que caracterizaba a los partidos de izquierda tradicionales, al funcionar como micro sociedades con pautas y una división del trabajo que los alejaban de las masas al producir un extrañamiento de las mismas respecto a sus militantes. Es decir, la práxis implicaba una valoración de la formación subjetiva ya resaltada en el libro de Frondizi.

Tarcus resalta que si bien la trayectoria intelectual de Frondizi lo acercaría a Miliciades Peña en sus intentos por desarrollar una teoría marxista que se aleje de las exigencias de la coyuntura partidaria, existían numerosas diferencias entre ellos en términos biográficos que pre anunciaban el distanciamiento de ambos. A su vez, son estos los caracteres que habrían de signar el conflicto entre la dedicación partidaria y militante de Peña y su rol como intelectual. Así, Tarcus observa los orígenes radicalmente opuestos de Frondizi, miembro de una familia tradicional, estudiante regular, profesional reputado, con tendencias al personalismo en su presentación como intelectual y Peña, hijo enfermizo y adoptado, que abandonó la secundaria y que desarrolló su actividad de militante casi subterráneamente, y que si bien se encontró en conflicto con la combinación de su actividad militante y su posición de intelectual, al menos llego a desarrollar ese conflicto mientras que la estrategia de Frondizi era más bien separarse de la militancia efectiva para lograr el desarrollo subjetivo de sus cuadros, por lo cual será objeto de diversas críticas desde todas las alas de la izquierda, incluyendo al movimiento morenista que integraba Miliciades Peña, y no sólo eso, sino que lo hizo de forma orgánica, instalando su movimiento casi totalmente en los sectores universitarios, mientras que los partidos de izquierda intentaban un camino de proletarización y endurecimiento de la doctrina militante y de la ortodoxia teórica.

El aporte de Miliciades Peña es muy importante en tanto permite una relectura historiográfica que rechaza la dicotomía pueblo/oligarquía, como oposición rectora  y polos de movimiento pendular de la historia argentina, ya que la misma no daría cuenta de un proceso complejo iniciado en la década del 30, que implicó una recomposición profunda (e irreversible, como señala Frondizi) al interior del capital, de las clases “subalternas”, y la relacón entre el estado y la sociedad, que implica que un sector de la elite pase a transformar el aparato estatal y la política económica. Esta percepción de los años 30 sin la demonización que implicó la etiqueta de década infame, implica, según Tarcus, una ruptura tanto con las concepciones nacional-populistas como con  las concepciones liberal-democráticas representadas por Gino Germani. También rompe con tales concepciones en el sentido del desarrollo de las clases sociales en el país a partir del desarrollo industrial, a los modelos bipolares, y muchos de sus aportes habrían de ser retomados en los trabajos clásicos de Murmis y Portantieron, que rescatan el desarrollo estatal de los años 30, y la noción de la existencia de una unidad de intereses entre las clases dominantes (tanto en sectores terratenientes como industriales) alrededor del desarrollo dependiente de la industrialización. Peña desarrolla su posición argumentando que hubo una “renegociación” de las condiciones de funcionamiento entre el capital local y el internacional, donde el estado apuntaló la renta agraria al comprar por encima de los precios internacionales la cosecha, y se reguló la necesidad de divisas mediante el control de cambios, dentro el acuerdo con Inglaterra, este instrumento permitió la protección de la industria nacional, pero a su vez, se presionó para resarcirse de las presiones imperialistas, presionando a las empresas ferroviarias con la regulación de las tarifas y la estimulación de la construcción de rutas, como competencia al ferrocarril. El vuelvo internacional a la inversión productiva, en detrimento de la especulativa se conjugó con el desarrollo mercado internista en países “atrasados”. Peña resaltaría las tensiones de esa “unidad” (no identidad) de las clases dominantes en la tensión librecambismo/proteccionismo,  pero que tla oposición se vería matizada por la crisis mundial, y esa coincidencia tendría expresión en un estado relativamente independiente que desarrollaría una estrategia superadora de los intereses inmediatos de la burguesía argentina, para formular un plan económico de largo plazo. A su vez, Peña resalta el carácter tradicionalmente nacional de la banca comercial, y, a diferencia de FORJA, que había visto un entreguismo al capital británico extranjero en la creación del banco central, Peña ve a una burguesía que intenta mantener el control sobre la política crediticia y bancaria, y resalta las diferencias con el proyecto de Niemeyer, ya que el proyecto autóctono implicó un poder estatal predominante en tanto poseedor del 50% de la participación accionaria y gran capacidad de intervención. Así, paradójicamente, la lectura de la nacionalización del Banco Central durante el peronismo es original en tanto señala que implicó una acentuación de la subordinación de la economía nacional a la política monetaria de Inglaterra, al establecer como respaldo a la libra esterlina en reemplazo del oro. Otro aporte de Peña es el concepto de pseudo-industrialización, definido como un proceso donde no aumenta la composición técnica del capital, donde es el aumento de mano de obra y el agotamiento de la capacidad ya instalada lo que moviliza el proceso, no hay un desarrollo pleno de las industrias básicas, ni fuentes de energía ni transporte, la productividad del trabajo no aumentaría, y habría elevados costos y baja eficiencia, y la agricultura permanece estancada y sin tecnificarse.  
En la lectura del peronismo que hace Peña, el cree hacer confluir lo mejor de la tradición morenita, tanto de su período anti peronista como en su período entrista. Entre sus postulados encontramos posturas como la alineación de los interés británicos y el gobierno del golpe del 43, en tanto representó el freno a las aspiraciones de “cambio de metrópoli” de algunos sectores que podrían resultar electos, posición que el peronismo, según Peña, habría defendido hasta que tuvo que claudicar ante el panamericanismo norteamericano. Esta posición de Peña sería muy criticada al no reconocer eventos claramente nocivos para Gran Bretaña como la nacionalización de los ferrocarriles. Si bien es evidente que la lectura de Peña es exagerada, al menos como definición última del surgimiento del peronismo, muchas fuentes documentales por el estudiadas y luego reveladas dan cuenta de un interés británico por el triunfo de Perón. A su vez, Peña rechaza la noción de burguesía nacional, en tanto no reconoce que los industriales pequeños y medianos de Argentina hayan podido constituirse como clase autónoma, o relativamente enfrentada al capital internacional. El peronismo, a su vez, nunca podría ser entendido como expresión de dicha clase, en tanto la misma se opuso ferozmente al mismo en sus orígenes (en parte porque el peronismo representaba la imposibilidad de ayuda estadounidense para el desarrollo industrial, como sucedió en Chile y en Brasil, según Peña), y luego jugó, defensivamente, según Peña, a negociar posiciones durante los primeros años, para pasar a la ofensiva cuando la situación económica recortó la capacidad de maniobra del gobierno. Aún en ese momento, el ritmo de concesiones del peronismo resultaba insuficiente, a lo que sumaba una perspectiva de mejora de las relaciones con Estados Unidos tras su derrocamiento. Peña caracteriza esta dependencia al resaltar que la relación que tiene la burguesía nacional con el imperialismo es que el sector más poderoso de la burguesía argentina está compuesto de extranjeros que sólo se interesan por la industrialización para aprovecharse de ella, en este sentido, cuanto más crece la burguesía industrial, más se debilita como clase: a medida que avanza el desarrollo industrial, más se extranjeriza la economía, y más se concentra el proletariado en los lugares de trabajo y se organiza. Así, el desarrollo es un “movimiento de pinzas” para la burguesía industrial, que queda “como un enano que crece entre dos gigantes”. A su vez, esta vinculación implica que la burguesía, estando tan vinculada al latifundio y al capital extranjero, nunca participaría de una verdadera lucha anti imperialista, en primer lugar, porque esto implicaría una agitación y un afianzamiento muy grande de la lucha obrera, y en segundo lugar, porque si la burguesía nacional se ha demostrado agresiva con el capital extranjero, sólo ha sido como instrumento de negociación, “golpear para negociar” un acuerdo más provechoso frente al mismo.
La lectura como fenómeno general del peronismo era, como la de Frondizi, un rechazo a su caracterización como nazi, y una lectura del mismo como expresión del orden (y apoyado por las clases cuyo mandato es el mismo, ejército, burocracia, policía, clero, etc. ), un bonapartismo facilitado por el empate entre clases y sectores (o como el impasse imperialista de Frondizi), donde el estado puede, momentáneamente, tener cierta independencia. Otro punto señalado por Peña es la noción de Perón como adelantado al preveer las futuras demandas obreras, y al optar por satisfacerlas por la vía estatal, en un movimiento simultaneo de integración a través de tal vía y de represión a través del disciplinamiento de los sindicatos con herramientas como la personería jurídica.

El análisis de las figuras de Miliciades Peña y Frondizi es muy útil en tanto permite abrir todo un arco de problemas teóricos y prácticos que estaban en discusión para la izquierda de los años cuarenta y cincuenta, y tales discusiones pre anunciaban muchos de los desarrollos que habrían de tener lugar a posteriori en relación a la naturaleza del capitalismo argentino y del desarrollo latinoamericano, a la posibilidad revolucionaria y al rol de los militantes y del partido en el aporte a ese proceso, y en la interpretación y posición respecto al peronismo como fenómeno incesante de la política nacional.

El texto de Altamirano hace un recorrido de los años 50 a los 70 en clave desarrollista. En primer lugar, seala que en el desarrollismo se utilizaron ideas que ya habían tenido aparición previamente, tanto durante la iniciación de la industrialización sustitutiva en los años 30 como durante el peronismo. Sin embargo, tenía una carga de vocabulario novedosa, que tuvo su mayor originalidad en la dramatización del proceso como uno de cambio económico y social que era urgente y acuciante, y además, constituía una instancia inevitable. La única alternativa era desarrollo violento o democratico. Altamirano recurre a Frigerio para exponer el nacimiento de la tesis de la necesidad de la industria pesada para lograr un proceso de independización económica y el desarrollo de una posición frentista nacional y popular para lograr el desarrollo. En este sentido, la llegada de Frondizi al poder tuvo como paradoja el rol preponderante que tuvo el capital extranjero en ese supuesto plan de desarrollo nacional, argumentando tal estrategia en la velocidad necesaria de los cambios a encarar, en una interpretación que recuperaba la sensación de urgencia que primaba en la época, según Altamirano, el sacrificio tendría recompensa. Por otro lado, el estatismo que propugnaba el desarrollismo frondizista fue criticado desde los sectores liberales. Si bien la postura liberal estaba sufriendo embates, y eran minoría, eran una minoría poderosa: medios de prensa, funcionarios, asociaciones patronales, fuerzas armadas. La posición de Frondizi estuvo, a su vez, influida por la presión norteamericana para lograr el rechazo del comunismo en el continente, en el marco de un clima de época que veía un cambio de sistema como una necesidad (Altamirano cita un documento de la CGT de 1965 que refiere a lo imperioso de un cambio radical), posición que contaba a su vez, con sectores de derecha. Un sector del ejército se inscribió en la tesis desarrollista, el sector azul. En este contexto, Illia, con su caricaturización de lentitud, no se ajustaba a los requisitos de cambio radical, estaba enfrentada al peronsimo, por su carácter de gobierno triunfante en elecciones con proscripción, y a las asociaciones empresarias, por su inmovilidad frente a los sindicatos, y por su rechazo al intervencionismo estatal y al nacionalismo económico. El triunfo del sector azul en la disputa del ejército llevaría al poder a una doctrina militar que se veía a sí misma como portadora de una misión de desarrollo económico y social del país, abrevando en un anti comunismo acérrimo y  en la noción de que el desarrollo no precisaba ser llevado a cabo democráticamente, sino que era imperativo suprimir los factores “de desorden”, es decir, las elecciones y los partidos. Así, el culto a la planificación se expresaría en la modulación de tres tiempos sucesivos: económico, social y político. Esto encarnaba un fuerte esquema represivo que alcanzo a las universidades. Sin embargo, las tensiones con los sectores liberales del ejército se podían ver en el reparto del poder y de los sectores: Krieger Vasena en Economía, y el nacionalismo en       las áreas de políticas. Sin embargo, estas posturas coincidían en el retraso de cualquier vuelta democrática hasta que terminase el momento de reordenamiento económico. Con respecto a la etapa de fines de los sesenta, Altamirano desarrolla las posiciones de la izquierda revolucionaria, en contraposición con los partidos reformistas de los años previos: el comunismo y el socialismo. La ruptura súbita que primaba en el clima de época como mandato, se encarnaría en la Revolución Cubana, que movería el horizonte de la izquierda de la época hacia la lucha armada, lo que no sólo se vería en los sectores marxistas “nuevos”, sino que sería levantado por sectores católicos, que se aunarían con el activismo de izquierda. Como ejemplo paradigmático de esta orientación menciona a Montoneros.

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Aporte de Eunice:

Silvio Frondizi, “La realidad argentina”, Tomo II.
El autor, nacido en 1907, fue un abogado, intelectual marxista. Este texto tiene una impronta  marxista muy fuerte. La idea principal es que el socialismo arribará como un paso lógico del desarrollo capitalista en estado de decadencia y esto es inminente. El momento de la publicación es en el contexto de reciente destitución del peronismo, con ciertas contradicciones dentro de la estructura económica de estancamiento del desarrollo que había comenzado con el primer gobierno peronista y donde desde muchos sectores comienzan a aflorar diagnósticos sobre la situación y respuestas en el plano de las ideas sobre cómo continuar. El contexto internacional de posguerra profundizará esta demanda.
En el primer tomo ya había demostrado Frondizi que no sería con la burguesía nacional con quien se lograría la industrialización y el progreso. La revolución la hará el proletariado. Porque solo éste puede escapar al sistema de alienación que crea el capitalismo. El proletariado tiene esta prerrogativa por ser “la clase social que sufre directamente las consecuencias de las contradicciones del sistema” (pág. 225).
Luego de hacer un diagnóstico por demás de superficial y acotado sobre las fuerzas productivas y las riquezas con las que cuenta el país, Frondizi va a afirmar que las condiciones objetivas están dadas, según el autor. El grado de desarrollo ha llegado a un punto de estancación. Es el mismo sistema capitalista el que dificulta este proceso. Según Frondizi, “las relaciones de producción capitalista se han transformado en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas”.
Dadas la situación de la economía mundial y de las correlaciones de fuerza se puede dar la revolución socialista. “El mundo está maduro” y así lo demuestran otras experiencias como la Unión Soviética, China y luego la Revolución Cubana. La revolución socialista comenzaría, según Frondizi, en la periferia hacia el centro. Demostración de ello son la avanzada de estos países y el grado de sociabilización de la producción.
Si bien las condiciones objetivas están dadas, son las condiciones subjetivas las que aún no están maduras. Falta desarrollar conciencia de clase y la capacidad de organización de la lucha para que se den estas condiciones. Sin embargo, el proletariado está en camino hacia una mayor conciencia y desde las últimas décadas se viene creando una masa de trabajadores y trabajadoras que ven que pueden ser obradores de su destino. Por otro lado, “hace falta resolver las relaciones entre masa, partido y dirección”. (pág. 226).
Según Frondizi, el proletariado tomara ese nivel de conciencia aunque dificultado por la injerencia de capas intermedias que crea el capitalismo. Esta es la burguesía nacional en nombre del revisionismo. El socialismo será producto del recorrido de ciertas etapas incluso -algunas imprescindibles. La revolución será permanente. En un principio, se llevarán a cabo tareas democrático-burguesas. Este proceso se agiliza en cuanto la crisis se profundiza. Una primera tarea será la lucha anti imperialista. Siguiendo la sociabilización de los monopolios, nacionalización de los latifundios y la creación de un Estado proletariado.
Milcíades Peña, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina”.
Este texto es un capítulo dentro del libro “Industrialización y clases sociales en la Argentina”, publicado en el año 1964.
Milcíades se desenvuelve dentro del trotskismo argentino, será criticado y catalogado como intelectual pequeño burgués. El partido morenista le obligará a proletarizarse en sintonía con la idea de que el partido debía ser compuesto por la clase trabajadora que es la que luchará por el socialismo.
En este texto Peña afirma que la alianza con la burguesía nacional es inviable. El argumento más fuerte puede ser el que, según el autor, los fundamentos de esta clase se remiten a la burguesía terrateniente por un lado y que también tiene lazos muy fuertes con el capital financiero extranjero, contra quien de cualquier manera, no podría competir según el alto grado de concentración de la economía en los núcleos más rentables.
Peña está de acuerdo con Frondizi en cuanto asume como una condición primordial eliminar la clase terrateniente y latifundista, ya que ésta representa la “columna vertebral del atraso nacional”. La concentración de la propiedad crea un “excedente” de mano de obra campesinado que migra hacia las ciudades presionando los salarios en las ciudades. Esta es la relación ente el capital industrial y terratenientes y el doble beneficio para una de la existencia de la otra. El primero no ve que la eliminación de los latifundios puede ser beneficiosa para él.
El atraso de las fuerzas productivas hace que el capital se concentre en las actividades más rentables, que suelen ser aquellas donde existe una ventaja absoluta. Esta dinámica se retroalimenta ya que no crea el interés del capital invertir en máquinas para aumentar la tasa de ganancia. Peña lo pone muy claro cuando pregunta, “¿para qué (irían a) invertir en usinas y altos hornos si con una masa de capital mucho menor pueden obtenerse ganancias elevadísimas e inmediatas en tierras, construcciones de lujo, especulación con divisas o en una empresa textil?”.
A diferencia de la creencia común, no existen rivalidades entre la burguesía nacional y los terratenientes, por el contrario, existe una unidad,  mucho menos con el capital extranjero como por ejemplo Tornquist o Leng Roberts. La producción esté en buena parte en manos de este tipo de capital y en nodos estratégicos pudiendo dominar toda una rama controlando una sola fábrica.
El capital extranjero se esconde mediante testaferros detrás de las burguesías nacionales. Según Peña, el avance del capital extranjero ha sido posible gracias a la complacencia de las burguesías industriales. La burguesía nacional se asocia con el capital extranjero para poder crecer. Mientras este proceso se profundiza, pierde poder como clase. Es aquí cuando oportunísimamente se alía con la clase trabajadora. Por otro lado, a medida que la economía avanza, así lo hacen las subjetividades del proletariado. “La burguesía industrial es un enano que crece entre dos gigantes, y su única salvación es echarse a los brazos del gigante imperialista” (pag. 233). Según Peña, “La burguesía industrial es bastante realista para comprender que una lucha seria contra el imperialismo exige una acción tan vigorosa de las masas revolucionarias que ella sería la primera amenazada” (pag. 234). Lo cual no quiere decir que para Peña, sea una relación antagónica sino que la tensión se resuelve mediante negociados.
Por lo tanto, el socialismo no puede basarse en la alianza con la burguesía nacional. Esta es una clase absolutamente contrarrevolucionaria y antinacional (no atentaría contra el capital extranjero). “Está demasiado atada al latifundio y al capital extranjero”, diría Peña.
Tampoco se puede esperar que la burguesía industrial tenga interés en entablar una lucha contra el capital internacional. En la Argentina no se darían las condiciones para la competencia y por ende, el desarrollo de las fuerzas productivas. El origen de este estancamiento reside en el sobreproteccionamiento de la economía que genera alta concentración económica. El capital no se ve motivado a invertir porque tiene una tasa de ganancia superior asegurada. Sin embargo, Peña no defiende la posición liberal sino la planificación liderada por un gobierno obrero.
La crisis se resuelve por el poder político en manos del proletariado y aplicando la planificación económica. La revolución tendrá carácter permanente.
               
“Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”. Carlos Altamirano (2001).
Altamirano, nacido en 1939 es un sociólogo argentino. Actualmente, investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Quilmes donde dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia Intelectual.
El título de este texto encierra buena parte de lo que se trata. El autor hace un repaso minucioso de la evolución histórica de las filosofías más relevantes y de las tensiones políticas que suscitaron a lo largo de 1950, 1960 y en parte 1970 articulando con un repaso de la trayectoria y biografía de actores claves y con la influencia del contexto internacional.
Por un lado hace un repaso sobre las tensiones entre Prebisch y Jaureche sobre divergencias en el diagnóstico de la situación económica y sobre el modelo económico. Según Jaureche, Prebisch quiere retornar al modelo agroexportador. Según Altamirano, el Plan Prebisch va a poner sobre la mesa las cuestiones que marcarían las posiciones políticas: país agrario vs. país industrial, el rol del Estado, el del capital nacional y el extranjero, la planificación económica o liberalismo económico, y también la cuestión peronista y el comunismo.
El autor indaga sobre el comienzo del desarrollismo, como expresión ideológica que pretendía dar una respuesta a las encrucijadas que representaba la estructura económica y la inserción del país en el mundo para lograr el progreso. Distingue entre dos posturas, la del cambio gradual o revolucionario.   
Entre los primeros, A. Frondizi y R. Frigerio, quienes dicen que“las fuerzas sociales de la transformación serían los trabajadores y los empresarios” y si era necesario, con colaboración del capital extranjero. El eje de la alianza serían los peronistas y el radicalismo intransigente, es decir, la clase obrera y la clase media. La divulgación de estas ideas se publicaría en la Revista Qué. Esta postura defiende como objetivo primordial lograr la independencia del país y ésta se logra con una industria pesada, con un aparato industrial integral y sostenible.
Según Altamirano, hubo un viraje lingüístico en que se diferencian las posturas sobre las formas en que se alcanzaría la independencia económica. Por un lado, la idea de progreso se refiere a un desarrollo en etapas. Ambos defendían la intervención estatal ya sea como regulador o como rector de la economía. Por otro lado, los liberales estaban del lado opuesto y reafirmaban a la libre empresa como motor de la eficiencia y del crecimiento. El liberalismo no tenía mucho apego en las mayorías populares pero cuajo dentro de las fuerzas armadas. Finalmente la idea de que un cambio estructural era una condición necesaria se haría más predominante hasta que desde las fuerzas armadas se terminará, más adelante, con el intento desarrollista de industrialización.
Para Altamirano, será la antítesis entre el peronismo y el anti peronismo y las acusaciones que ambas fracciones hicieron sobre Frondizi por supuestamente pertenecer al otro bando que le restaron apoyo y derivaron en su declive.
Teniendo en cuenta que este período estuvo fuertemente influenciado por el triunfo de la Revolución Cubana que parecía ser demostración de que la Revolución podía estar a la vuelta de la esquina, si un país como el isleño donde sus fuerzas sociales pudieron concretarla y con un grado de desarrollo de las fuerzas productivas menor, bien podría ser factible en un país como la Argentina. Más allá de representar una esperanza y un ejemplo también generó un incremento de “miedo al comunismo inminente” y las presiones yanquis no se hicieron esperar. Si bien Frondizi estaría más cerca de Castro que de Washington y lo dejaría muy claro en algunos pasajes de discursos de visita por el imperio, en el mundo se iniciaba la guerra fría.
A raíz de la cuestión comunista, de la Revolución Cubana, sectores de izquierda revolucionaria darían comienzo a la alternativa armamentística como forma de tomar el poder y luego ejecutar transformaciones. Esta visión entra en conflicto con aquella que reconoce un camino por recorrer donde además de lograr las condiciones objetivas, si aún no están dadas, en alcanzar las condiciones subjetivas de conciencia de clase.
En definitiva, la hipótesis que va a defender el autor es que la dicotomía peronismo antiperonismo imposibilitó la continuación ininterrumpida del sistema político. El derrocamiento de Frondizi e Illia se habría dado en gran parte como una saturación de las divisiones de posturas que generaban roces incluso dentro de las alianzas que conformaban los gobiernos democráticos. Por otro lado, de fondo se trataba de que cuando el poder formal se desviaba de los intereses del poder real, se irrumpía la marcha del proceso democrático que estuviera en pleno proceso.

Horacio Tarcus, “La sociedad populista y la reconfiguración de las izquierdas” y “El intelectual olvidado…” en “El marxismo olvidado en la Argentina” de1996.
Investigador del CONICET, docente de la UBA. Es doctor en historia por la Universidad de La Plata. Ha publicado varios textos sobre la izquierda argentina y latinoamericana. En 1998 fue cofundador del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina.
Este texto se propone rescatar y contrastar a dos intelectuales marxistas argentinos, Frondizi y Peña. Primeramente realiza un repaso sobre el panorama pre y pos peronista y cómo se fueron delimitando las diversas corrientes de izquierda. A su vez, la forma en que estos actores intervinieron en la política y el mundo académico.
De ambos, hará un repaso biográfico encuadrándolos en un determinado momento histórico y de trayectoria personal lo cual es muy enriquecedor para comprender cómo y por qué se posicionan en los distintos debates considerando desde donde vienen y en qué contextos se mueven.
Un momento relevante para Frondizi es el distanciamiento con el partido comunista, que bajo lineamientos de la Unión Soviética interesada en frenar el dominio yanqui, establece como prioridad principal la lucha antiimperialista. El precio a pagar por los comunistas sería aceptar la alianza con las burguesías nacionales. Sin embargo, en este mismo momento Frondizi esclarece que dicha alianza es inviable. En el tomo II de su texto La Realidad Argentina, se verá firmemente reflejada esta postura. Las transformaciones que para él son inminentes, serán de carácter socialista. Y como quiere demostrar en su texto, la burguesía debe ser descartada por antinacional.
Respecto a Peña, relatará su historia familiar y sus comienzos como intelectual dentro del trotskismo argentino junto a Moreno hasta su distanciamiento de su maestro. Detalla también la relación entre Peña y el Partido y como habría tenido que ver con los desencuentros entre Frondizi y Peña.
Peña y Moreno habrían sido muy cercanos hasta que desde el partido se tildo a Peña de pequeño burgués por no ser obrero. Luego de un tiempo ocupando cargos de muy poca relevancia, Peña colaboró con Frondizi con quienes tenía muchas similitudes que se aprecian de los textos fuente. Según Tarcus, el debate entre ambos y el tono de Peña de podrían explicar cómo una demostración para el partido el distanciamiento con aquel, quien habría criticado duramente a Moreno en su obra “La realidad argentina”. Así, Peña se querría desmarcar de la figura de intelectual y aparentar más un militante orgánico marcando a Frondizi como mismo le habría hecho a él, cuando el propio partido lo tildó de pequeño burgués intelectual.
En definitiva, el texto Tarcus va a profundizar en el marco de la historia de las ideas como surge la llamada “izquierda nacional” y los distintas corrientes que al componen como aquella integrada por Ramos, Puiggros, o por Scalabrini Ortiz, Jaureche, Cooke o Hernández Arregui como las distintos debates que entre estas corrientes existieron, entre estos entre Frondizi y Peña. Según el autor, el pensamiento de ambos se va a forjar entre el rechazo al liberalismo y al elitismo por un lado y al antiliberalismo y el populismo por el otro dando surgimiento a una forma particular de desarrollismo.
Por otro lado, hace un recuento de las distintas lecturas del peronismo. Según el autor, Frondizi rechazaba la idea de régimen fascista y plantea el “bonapartismo”. Habría sido en buena parte el contexto internacional de interregno imperialista y además la crisis que transitaban las clases dominantes que posibilitaron el surgimiento del peronismo. Según propias palabras de Tarcus, “para demostrar que el régimen peronista es bonapartista y no neofascista, es suficiente indicar que se apoya en las clases extremas, gran capital y proletariado, mientras la pequeña-burguesia y en general la clase media sufre el impacto económico-social de la acción gubernamental” (pág. 140).
Aunque sus textos habrían sido olvidados, Peña fue recogido y venerado especialmente pero no únicamente por el trotskismo por su aporte como visionario y lector de la historia pasada. A través del distanciamiento con el partido y sin un círculo de apoyo, la versión que predominó fue bastante negativa, hasta que fue rescatado más adelante por intelectuales como Sábato o Portantiero, entre otros. 

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Aporte de María Consuelo:



Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”

Carlos Altamirano es investigador del Conicet y profesor de la UNQ. Integra el consejo de dirección de Prismas, revista de historia intelectual, de la misma editorial.
Dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia Intelectual también de la UNQ.
El texto analizado presenta un recorrido histórico desde el golpe de 1955 hasta la vuelta de Perón, en el marco del interrogante sobre cuál era el camino que debía tomar el capitalismo argentino luego de la década peronista, y también ¿Qué hacer con el peronismo?, prestando especial atención a las concepciones sobre el modo de desarrollo y sobre los procesos de industrialización como etapa superior de “la nación” y a la permanente existencia de una lucha entre las fracciones liberales y nacionalistas de las Fuerzas Armadas.
El parágrafo “Desarrollo y desarrollistas”  muestra el diagnóstico de la economía argentina elaborado por Prebisch, quien sostiene que la economía atravesaba la crisis más aguda del desarrollo económico nacional identificando al problema central como la falta de divisas producto de haber dejado el peronismo al sector agrario en un segundo plano. Como soluciones se proponían la devaluación, la apertura de importaciones al agro. El informe fue criticado, entre las más contundentes Jauretche lo hizo con su artículo “El plan Prebisch, el retorno al coloniaje” señalando que el perjuicio del plan lo sufriría la clase trabajadora y que se trataba de una excusa para retornar a una economía pre peronista. Para Altamirano el plan Prebisch no tenía un sesgo antiindustrial tan extremo pero si dejaba claro los ajustes recaerían mayormente sobre la clase trabajadora.
En este contexto surgen fuertemente las ideas de desarrollismo, asociadas al presidente Frondizi y a Frigerio. Frigerio sobre todo pensaba en una confluencia entre UCRI  y peronismo e incluso Frondizi en sus discursos hablaba en términos de pueblo vs oligarquía y nación vs imperialismo: “Definiremos al enemigo como el conjunto de los intereses que extraen beneficio del sector agrícola y de la debilidad del desarrollo industrial”. El punto de partida de Frigerio era que Argentina tenía todos los atributos para ser una Nación pero no lo era plenamente dado que se trata de una sociedad jurídicamente libre pero económicamente dependiente.
Ambos planteaban como eje rector la industrialización como la base que permitiría al país ser menos vulnerable ante el mercado internacional, visiones fuertemente influenciadas por el esquema cepalino de centro-periferia, y asimismo del rol activo y promotor que debía jugar el Estado al respecto. No obstante, ambas personalidades destacaban la importancia del sector privado en el desarrollo económico, y en particular la participación de capitales extranjeros, puesto que el ahorro nacional no era suficiente para la rapidez con la que se pretendía llevar adelante el proceso. Ellos sostenían que no era el destino de los capitales lo que definía la concepción de desarrollo, sino el uso de los mismos. Sin embargo esta postura generó una enorme pérdida de quienes lo apoyaban y erosionó al frente nacional y popular que se había conformado en torno a su elección.
Al mismo tiempo comienza a cobrar relevancia el concepto de Nación, unidad nacional, integración, que requería de una especie de alianza entre las fracciones capital y trabajo. Altamirano señala que la idea de desarrollo en estos términos, es un sustituto del concepto liberal de progreso y que además, si bien los conceptos ligados al desarrollo (fortalecimiento de la industria, impulso de particularmente la industria pesada, importancia de la planificación, nacionalismo) se planteaban como novedosos, en verdad no lo eran, sólo identificada como tal al deterioro de los términos de intercambio.
Por otro lado, a partir del año 1962, las ideas de desarrollo se levantan también desde los espacios católicos y ejército, al tiempo que otro de los debates era si el desarrollo se alcanzaría a través de procesos democráticos o revolucionarios, siendo la Revolución Cubana un ejemplo cercano de esta última opción.
El parágrafo “Revoluciones” toma como ejes las tensiones respecto al comunismo y al peronismo. Por el lado del peronismo, luego del derrocamiento de Frondizi, se prohíbe su retorno, siendo el interrogante acerca de los riesgos que devendrían de su incorporación al sistema político, provocando rechazo a nivel civil y militar.
Respecto al comunismo, la posición de Argentina respecto a la Revolución Cubana (privilegiando el desarrollo antes que la seguridad según el propio Frondizi), y luego las relaciones entre Cuba y EEUU, y entre EEUU y la URSS en el marco de la guerra fría provocaron que los liberales desde los medios de comunicación lanzaran una campaña anticomunismo resaltando los “peligros”.
Onganía llega al poder de la mano de la Revolución  Argentina, apoyado en el descrédito que se había hecho al gobierno de Illia (quien ya había iniciado su gobierno sin el apoyo de prácticamente todos los sectores de poder influyentes en la Argentina), en la amenaza del comunismo y en la proscripción del peronismo. Por su parte, mientras que en sus discursos proclamaba que “el país del trigo había quedado atrás”, en su gabinete tenía a importantes liberales que adherían a ese tipo de país. El episodio del Cordobazo es lo que determina el fin político de Onganía, reemplazado por Levingston, al tiempo que se instalaba un nuevo actor en la escena “el partido armado”. En este sentido, Altamirano señala que también estaba la otra revolución, la de los partidos armados que tomaron rápidamente relevancia en el mapa político, quienes surgían a partir de una genuina fe en la revolución, viendo que la Revolución Cubana parecía posible y alcanzable. Los más importantes fueron Montoneros y ERP.
Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña
Horacio Tarcus es doctor en historia de la UNLP, especialista en el manejo y conservación de documentos; profesor la UNLP y de la UBA e investigador del CONICET. Los extractos de su texto se enmarcan en el cambio que transcurre en la izquierda argentina en las décadas del 50 y 60, donde luego de la proscripción del peronismo comenzaron a aparecer a las claras las diferencias entre las diferentes corrientes de izquierda. Tanto el PS como el PC, luego de sus apoyos al golpe de 1955 se vieron fuertemente fragmentados, ambos en línea con favorecer la desarticulación del Estado corporativo fascista. Al mismo tiempo surgían nuevas corrientes de izquierda, de orientación “nacional polulista” y de la mano de Puigrós y Ramos, quienes señalaban el desencuentro de la izquierda tradicional con las masas populares, principalmente por su concepción antinacional.
 El autor describe la trayectoria de la formación política de Silvio Frondizi y Milcíades Peña, sus producciones teóricas y sus diferentes inserciones, rescatando sus aportes dentro del pensamiento de izquierda entre las décadas de 1940 y 1970, y señalando que son de gran importancia para comprender la trayectoria de la izquierda argentina. Tarcus destaca el intento de Peña y Frondizi en avanzar en un cuerpo teórico y práctico marxista que se articule con la realidad argentina y que al mismo tiempo supere las corrientes de izquierda tradicionales puesto que sus trabajos intentaron “abrir una brecha para un marxismo crítico y antidogmático en el pensamiento izquierdista nacional”, de tal modo que ambos autores exponen las formas y posibilidades en que conciben que la revolución socialista podría haber tenido lugar en el ámbito nacional.
Sobre Frondizi, Tarcus lo diferencia de los sectores de izquierda del PC, como así también del trotskismo. Menciona su recorrido intelectual, profesional y universitario iluminando ciertas contradicciones en ello. Frondizi llegó a proponer la formación de un único frente de izquierda para la revolución.
Tarcus considera de gran importancia el marco teórico desarrollado por Frondizi, partiendo de un marco global para llegar luego a uno nacional, y en particular del peronismo. Según Frondizi,  argentina era un país semicolonial, critica al peronismo en tanto entiende que la industrialización de las semicolonias latinoamericanas como resultado fortalece a las burguesías nacionales, mientras que para Frondizi sucede lo opuesto: la introducción del capital imperialista (bajo la forma de exportación de empresas) deviene en mayor dependencia del capital nacional, lo cual debilita a la burguesía nacional como clase independiente. Asume al peronismo como un sistema bonapartista, en el sentido en que Perón intenta lidiar con ambas clases en la búsqueda de un equilibrio. Señala que luego del peronismo, al que llama “anomalía”, deberá llegar el momento de la revolución socialista.
Asimismo, Frondizi criticó fuertemente a la izquierda, en particular al PC por las alianzas que tejió con sectores de derecha, alianza que anuló según él, cualquier posibilidad de progreso. Identifica también, que el hecho de haberse perdido la posibilidad entre una alianza entre izquierda y peronismo, descartó toda posibilidad de terminar con la oligarquía terrateniente, y entiende al peronismo como un fenómeno social que la izquierda fue incapaz de comprender por no entender a la mismísima clase obrera.
Sobre Peña, en contraste con Frondizi, contaba con escasa formación académica formal, y desde joven se vinculó a la izquierda trotskista del GOM, de la cual se abre al momento de la alianza de la corriente de Nahuel Moreno con el peronismo. Tarcus encuentra puntos de contacto con Frondizi en tanto ambos hablan de los nuevos modos de inserción de los capitales foráneos y la caracterización de la burguesía argentina. Pero no tiene la misma visión respecto al peronismo, ya que lo define como un caso de desarrollo desigual ligado al capitalismo de países atrasados y también desde la óptica del bonapartismo, destacando que para 1955 Argentina seguía siendo un país semicolonial, dominado por una burguesía terrateniente e industrial trustificada entre sí y con el capital financiero internacional. Peña, al contrario que Frondizi, rechaza la visión de demagogia del peronismo y de disponibilidad de masas de Germani. El peronismo era “la expresión de una coyuntura histórica de empate entre las clases y sectores, entre el decadente imperialismo inglés y el pujante imperialismo americano, entre los sectores agrarios y los industriales, entre la clase obrera y el empresariado industrial”.

Frondizi, Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica
En su texto Frondizi presenta un análisis de la situación argentina en términos de las posibilidades y condiciones tanto objetivas como subjetivas para alcanzar el socialismo. Encuentra Frondizi que las condiciones objetivas existen, pero lo que falla son las subjetivas, reflejadas en la crisis de la izquierda argentina, identificando las razones siguientes:
i)                    La burguesía nacional y su caducidad como fuerza progresista es lo que ha conducido al estancamiento del país; por lo que propone el reemplazo de tal rol por el proletariado, clase que siente con más fuerza y en forma directa la alienación que implican los modos de producción.
ii)                  Limitada conciencia de clase del proletariado y capacidad organizativa de lucha insuficiente.

Frondizi señala la necesidad de que la burguesía pequeña pauperizada se alíe al proletariado, dado que sus intereses de clase se encuentran ligados y son contrarios a los del imperialismo. También de la importancia de los intelectuales en el cuerpo teórico.
En relación al contexto internacional, una industrialización de los países periféricos eran impulsados por los del centro fundados en la nueva división internacional del trabajo. De este modo, ya no resultaba necesario un control político, pues el control económico se ejercería desde la subordinación de los capitales internacionales a los nacionales y condicionando cualquier estrategia de desarrollo autónoma.
Respecto a su análisis del peronismo, lo considera como un intento de revolución burguesa que quedó en el camino, intentando resolver los problemas nacionales al interior del propio sistema capitalista, cuando según Frondizi sólo era posible resolverlos transformando el sistema mediante la revolución socialista. Además de ello identifica en el peronismo la representatividad de la burguesía, burguesía nacional que fracasó. Como cuestión a reconocer, se admite haber incorporado a la vida política a la clase trabajadora, pero al costo de burocratizar al movimiento obrero.
Por su parte, la reforma agraria no es vislumbrada como un posible camino para Argentina, tampoco el ejemplo de la revolución rusa. Propone a la organización socialista como el único camino. Frondizi defiende la tesis de revolución permanente, en contraposición al sostenimiento de los planteos reformistas, nacionalistas de izquierda y stalinistas, lo que implica el pasaje de la sociedad capitalista a la socialista, y en algunos casos y posteriormente a la comunista, proyectado a su vez a escala mundial.

Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina”
Milcíades Peña, se inserta en su juventud en la GOM de Nahuel Moreno. Realizó su aporte para comprender los fenómenos de la década del 30, y sus consecuencias en el proceso de formación de una burguesía industrial, encontrando que esta década se trató de un período de transición en contraposición a las visiones que lo consideraron como una regresión en el proceso de modernización (Germani) o un retroceso en la constitución pueblo-nación (perspectiva nacional). En este sentido uno de sus primeros aportes es anular la dicotomía tradicional de oligarquía vs. pueblo.

Peña en disidencia con posturas de la izquierda nacional (Puigrós y Ramos), no considera a la burguesía como el mecanismo para el desarrollo, resaltando que la burguesía industrial argentina no nació de abajo, no se desarrolló de modo autónomo, sino que siempre se vinculó con la oligarquía terrateniente, siendo a veces difusos los límites entre ambas. Además señala que desde sus orígenes la industria argentina estuvo concentrada – 47 empresas empleaban el 15% de los obreros en 1936-, y que este proceso de concentración fue más notorio en la época imperialista. Asimismo, los establecimientos fabriles grandes no son el resultado de una etapa competitiva de capitales, son de grandes que se instalaron en el país ya de gran tamaño. Es justamente por esta característica de concentración de la propiedad de la burguesía industrial, que Peña denuncia como más oligárquica y antidemocrática que la propia estructura de la propiedad de la tierra, que la misma no podrá jugar ningún rol democrático, revolucionario ni antiimperialista. Esta burguesía industrial según Peña no resulta de base objetiva y no conciliadora con el capital extranjero sino todo lo contrario. Toda empresa, en cuanto advierte si necesidad de ampliarse buscan al capital extranjero, particularmente, al americano. Peña define a la burguesía nacional como un enano que crece entre dos gigantes, por un lado el gigante imperialista y por otro el proletario, donde las alianzas se definen entre burguesía e imperialismo, en consecuencia nuevamente la burguesía industrial en línea con este argumento es contra revolucionaria. Finalmente, Peña encuentra que un estado obrero con bases en la planificación es la clave que podrá sacar a Argentina del estancamiento, y que el desarrollo nacional depende exclusivamente de la toma del poder político por la clase obrera.

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Aporte de Alejandro: 

Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).
En estos capítulos, Carlos Altamirano realiza un recorrido en torno a los debates sobre el diagnostico de la situación en el pos peronismo. En primer término, pone foco en el Plan Prebisch, y la polémica desatada con Jauretche quien acusaba que el diagnostico realizado por el Secretario de la CEPAL era un retorno a una economía de base colonial. Prebisch planteaba la centralidad del sector agrario como generador de divisas, fundamentales estas, para el desarrollo económico.
Este último punto, el de la economía del desarrollo constituye el quid de la cuestión en este texto. Sin dudas, el desarrollismo es hartamente asociado con las figuras de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. Además, ante la revolución Cubana, el enfoque desarrollista se presenta necesariamente como una  alternativa, pregonada aún desde Estados Unidos con la Alianza para el Progreso, sumado el Concilio Vaticano II y las encíclicas de Juan XXIII. En Argentina, en 1958 se comienza a publicar la revista desarrollo económico, además de  ser el año de inicio en el dictado de la Licenciatura en Economía.
En general, las diversas expresiones del pensamiento desarrollista coincidían en el hecho de que los objetivos asociados con el desarrollo (industrialización y crecimiento) debían ser deliberadamente promovidos, descartando repetir la trayectoria de los países ya desarrollados.
Con Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio se observa una clara intención de llevar a la praxis el capitalismo argentino pos peronista. Frondizi muta de su lugar de “laborista de izquierda” al de desarrollista, cohorte claramente apreciable con la publicación de “industria argentina y desarrollo nacional” en la revista Que hacia 1957. Frigerio había sido militante universitario ultra izquierdista, sin embargo se volcó a los negocios familiares, hasta tener partipación en la revista Que, la cual llegara a dirigir. Claro está, que luego el eje del pensamiento de Frondizi-Frigerio pasará de tener el eje en la palabra “desarrollo” a la palabra “integración”.
Sin embargo, al margen de las formulaciones previas, el “proyecto desarrollista” solo alcanzó su delineación cuando Frondizi llegó al gobierno. En el terreno práctico, se le criticará al presidente el rol que le asigna al capital extranjero, y en este sentido, justificara su cambio de perspectiva en comparación a la expuesta en “política y petróleo” en la búsqueda de mayor velocidad en el proceso de desarrollo y en la fa falta de ahorro interno a ser canalizado en inversiones básicas. El eje sobre la velocidad que requerían los cambios estructurales y de allí el papel asignado al capital extranjero, es que se marca una clara diferencia con el pensamiento cepalino (más afín a la idea de gradualismo).
Ahora bien ¿Cómo se paraba el pensamiento desarrollista frente al liberalismo? El desarrillismo no era liberal y quienes se paraban desde esa perpectiva (lease Federico Pinedo)  el desarrollismo era una nueva forma de intervencionismo estatal.
Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Tarcus nos introduce a la biografía de Milciades Peña y Silvio Frondizi. Respecto de Peña, nos grafica su infancia tumultuosa y su temprano acercamiento para con las lecturas, lo que parecería forjar su perfil como intelectual. Dicha infancia conflictiva y su conflicto de identidad lo habrían llevado a rechazar los valores tradicionales en los que fue educado. Luego se incorporará a la Juventud Socialista de La Plata, colaborando con el dirigente Nahuel Moreno en el Grupo Obrero Marxista. Su rol será durante los primeros años de militancia la comprobación de las tesis del grupo. En sus escritos firmados bajo el pseudónimo de Hermes Radio, asociará a la burguesía nacional a la oligarquía (denominándola como “hermana de leche”). Acusará en sus primeros años, que el gobierno peronista ha mantenido la estructura dependiente y colonial de Inglaterra, impidiendo el reequipamiento de la industria en la posguerra. Su alejamiento del grupo Moreno, vendrá cuando se le exija la “proletarización” y se lo tilde de intelectual pequeño burgués al no acceder a esta. Peculiar resulta su postura al acercarse el golpe del 55, donde invita a pelear junto al peronismo contra los golpes de estado, sin confiar en la dirección de este, pero mostrando que era importante evitar el golpe por parte del imperialismo y la patronal y defender las conquistas logradas por Perón.
Respecto de Silvio Frondizi, el autor marcará la importancia de La Realidad Argentina, donde Frondizi marcará que en la Argentina estaban dadas las condiciones objetivas para la revolución, pero no las subjetivas. Realidad Argentina será un texto pragmático con método sociológico marxista. En sus volúmenes se verá un rotundo esfuerzo de caracterización de la Argentina en clave marxista.
Fuentes
La fuente de Frondizi nos encuentra con su evaluación de las posibilidades de evaluación y con su “teoría de la integración mundial” planteada en algún momento por Tarcus. Allí realiza una clara invitación a liberar las fuerzas productivas de los intereses económicos (comparación de los bombarderos con las escuelas). Expone que el Argentina, dado el desarrollo cultural, la crisis y una mayor adhesión al marxismo que observa, dan las condiciones para “eliminar todas las características negativas del sistema capitalista”.

El texto de Milciades Peña, no es más que un intento de comprobación del hecho mencionado, de que la burguesía nacional y la oligarquía son siempre “hermanas de leche.”

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