Las principales formaciones de la “izquierda tradicional” (Partido Socialista y Partido Comunista) frente a la caída de Perón, la “Revolución Libertadora” y la construcción de un sistema político proscriptivo. La crisis de la izquierda tradicional y emergencia de una “nueva izquierda” político-intelectual entre 1955 y 1966. El pensamiento de estas corrientes de la izquierda frente a la problemática económico-social argentina en los años ´60 y ´70: los casos de Silvio Frondizi y Milcíades Peña.
Bibliografía obligatoria:
26. Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96). Por favor notar que el parágrafo I “La era social” no está incluido en la bibliografía obligatoria, y que en el material scanneado hay a continuación del texto de Altamirano otros artículos que aunque muy útiles como material de referencia para la clase, son también complementarios.
27. Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina : Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Fuentes obligatorias:
28. Frondizi, Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a 239)
29. Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en: M. Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina , Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a 239)
Contribuciones para la discusión en clase:
Aporte de Maximiliano:
La selección de textos propuestos para esta clase intenta dar
cuenta de la emergencia de una “nueva izquierda” surgida en los años cincuenta,
que no solo va a tener que explicar el fenómeno del peronismo, en tanto
representante de la clase trabajadora, sino también marcar sus diferencias con
la izquierda “tradicional” (Partido Socialista-PS- y Partido Comunista-PC-) y
con la nueva izquierda “nacional-populista”. Con textos de Silvio Frondizi y
Milcíades Peña como fuente y principales exponentes de este movimiento, se
presentan los análisis, diagnósticos y planes del mismo, principalmente una vez
derrocado el gobierno de Perón por la Revolución Libertadora.
Primeramente, los parágrafos analizados del texto de Carlos Altamirano (2001) presentan un racconto histórico, remarcando las
tensiones sociales, ideológicas y políticas que se suscitan a partir del golpe
de 1955. El autor marca que la cuestión política y social estará determinada
por la dicotomía peronismo/antiperonismo (expresada principalmente en la fidelidad
de gran parte de la clase trabajadora a Perón, aun depuesto el gobierno),
mientras que en lo económico el debate parece centrarse en la cuestión del desarrollismo. Desde economistas de la
CEPAL, pasando por sectores del ejército, intelectuales, parte de la izquierda
y la Iglesia se planteaba la necesidad de abandonar definitivamente el rango de
país especializado en producción de bienes primarios. En un contexto donde
predominaban las ideas keynesianas de intervencionismo estatal en gran parte de
occidente, existía cierto consenso en que era el Estado el actor que debía
encabezar la industrialización integrada que permita el desarrollo de las
fuerzas productivas del país. Sin embargo, a partir de este punto se tornan
divergentes las formas en que podía llevarse a cabo este proceso: de forma
gradualista o reformista mediante la democracia representativa, a través de una
revolución socialista, o (años más tarde con Onganía) a través de la vía
autoritaria.
Altamirano remarca la asociación que establecen Rogelio
Frigerio y Arturo Frondizi entre desarrollismo e independencia, en tanto un
país solo podía ser independiente si contaba con industria pesada. Así, A.
Frondizi intentará formar un bloque “nacional” integrado por la clase obrera,
empresarios nacionales, el ejército y la Iglesia para llevar a cabo la empresa
del desarrollo. Lo que no había hecho explícito previamente a ser elegido
presidente era su particular visión respecto al capital extranjero: este era
absolutamente necesario, no solo por las bajas tasas de ahorro nacional, sino
también por la velocidad que se
necesitaba para realizar este proceso.
Tomando como eje el desarrollismo, el autor plantea la
importancia que a este proceso le otorgó el gobierno de facto de Onganía, en
tanto era urgente reordenar al país a través del camino del desarrollo y la
cuestión nacional (una vez concluido el “tiempo económico” podría ocuparse del
tiempo “social” y “político”). Asimismo, remarca el crecimiento de la “amenaza”
comunista como factor explicativo de la Revolución Argentina.
Al mismo tiempo, vale remarcar que a nivel internacional la
Revolución Cubana introdujo un cambio en la perspectiva de la izquierda
argentina, dado que si antes era predominantemente reformista, la idea de la vía revolucionaria parecía
ahora factible. Además, el desarrollo de las ideas de intercambio desigual
(Emmanuel, 1960) y la idea de Trotsky de un desarrollo capitalista desigual y
combinado, planteaban la necesidad de “hacer la revolución”. A nivel interno,
influenciados por estas ideas y las posiciones de la nueva izquierda argentina,
puede destacarse la emergencia de sectores cristianos radicalizados de
ideología marxista.
Es en este contexto donde surge, se desarrolla y se estudia
el devenir de la nueva izquierda. Horacio Tarcus (1996) hará una
caracterización general de la misma, a través de la biografía y el análisis de
la obra de Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Frondizi es parte de un clan
familiar de 14 hermanos, de amplia formación universitaria, abogado de reputación
y formador de numerosos cuadros de izquierda durante los años 50 y 60. Tarcus
marca cómo el abogado y profesor empieza a tomar posiciones de izquierda y
asumirse como marxista al instalarse en Buenos Aires en 1946. Por su parte,
Peña desconoce a sus padres biológicos, es autodidacta y militante revolucionario, que usualmente se
refugia en el anonimato para firmar folletos y ensayos.
En lo que respecta al pensamiento y la producción de ambos
autores, en el texto de Tarcus se distinguen dos ejes principales: por un lado,
la caracterización del peronismo que
hace esta nueva izquierda de la mano de estos dos pensadores; por el otro, el carácter antirrevolucionario de la burguesía
argentina, aliada al capital agrario nacional y al capital imperialista. Respecto
al peronismo, tanto Frondizi como Peña sostienen que, si bien contribuyó a la
politización y concientización de las masas, se trató más bien de una
“burocracia estatal bonapartista”. En un intento por complejizar el fenómeno
del peronismo respecto de los análisis hechos por la izquierda tradicional y la
derecha, donde solo se trataría de un “desvío” momentáneo en el que un líder
fascista demagógico logra el favor popular, Frondizi y Peña usan el concepto de
bonapartismo para explicar el régimen
surgido en 1943. Éste no representaba a ninguna clase, grupo o imperialismo,
pero extraía su fuerza de los conflictos entre las clases e imperialismos. Así,
apoyado en las fuerzas represivas, el peronismo era la expresión de un momento
histórico donde se verifica un empate entre clases y sectores: entre el
imperialismo inglés y el americano, entre los sectores agrarios e industriales,
entre la clase obrera y el capital industrial. Esta nueva caracterización del
peronismo (que Tarcus considera uno de los mayores aportes de estos autores) era
sumamente necesaria dada la identificación que se había producido entre el nuevo
régimen y la clase trabajadora, siendo esta el sujeto al que estaba dirigido el
pensamiento y discurso de la izquierda.
A este punto se le podría agregar la posición que toma la
nueva izquierda frente al golpe militar que depone al gobierno de Perón en
1955: claro está que no eran defensores del gobierno, pero se oponían al
golpismo de los militares. Peña se verá envuelto en una contradicción cuando se
produce un giro dentro de la agrupación en la que militaba, cuando a partir de
1952 se llama a defender de los avances del imperialismo norteamericano y la
oligarquía nacional, las conquistas que logró la clase trabajadora durante el
peronismo.
En lo que respecta al carácter de la burguesía nacional,
ambos autores sostienen que no se la puede considerar un sujeto revolucionario,
en tanto está ampliamente relacionada con los grandes terratenientes y con el
capital imperialista. En ese sentido, Frondizi difiere con el PC en que se
pueda llevar a adelante una “revolución por etapas”, en donde primero sea
necesaria la industrialización de la mano de la burguesía democrática. En este
punto coinciden las fuentes presentadas para esta clase:
_en La Realidad Argentina, Frondizi (1956)
plantea que existen condiciones objetivas para llevar adelante la revolución
socialista (condición de la economía mundial, desarrollo de las fuerzas
productivas en argentina, gran crecimiento de la clase trabajadora), pero que
todavía no estaban dadas las condiciones subjetivas, en tanto falta conciencia
de clase y conducción. Al mismo tiempo, sostiene que la burguesía ha caducado
como fuerza social progresista, por lo que es necesario que la revolución sea
llevada a cabo por la clase trabajadora.
_en Industrialización y clases sociales en la
Argentina, Peña (1964) sostiene, con una prosa provocativa e irónica,
que la burguesía industrial está íntimamente relacionada con el capital agrario
y con el capital imperial. Peña muestra, en un estudio a la Flacso, el alto grado de concentración de la industria
argentina. Asimismo sostiene que estos capitalistas suelen reinvertir una
proporción muy baja de la plusvalía, y en caso de invertir, lo hacen siempre en
los mismos sectores, provocando la hipertrofia de los mismos y manteniendo la
estructura industrial poco diversificada. Este empresariado, que tendría además
una conducta rent-seeker, bajo ningún
punto de vista puede ser considerado revolucionario, siendo también para Peña
la clase obrera la única capaz de realizar una revolución socialista.
Otro punto destacable que se desprende del texto de Tarcus es
la crítica que la “nueva izquierda” realiza a la izquierda tradicional: tanto
Peña como Frondizi coinciden en que en dichas organizaciones se verifican procesos
de burocratización, dogmatismo y jerarquización, que es necesario erradicar en
la construcción de la nueva izquierda trotskista. Plantean que cualquier proyecto transformador
no basta con los cambios previstos en la estructura económica, sino que es
necesario cuestionar toda forma de dominación y alienación, tanto en la
sociedad como dentro del partido.
Sin embargo, Tarcus deja ver cómo estas lógicas también se
repiten en las organizaciones de la nueva izquierda. Un ejemplo claro de esa
jerarquización será la “proletarización”
a la que fue sometido Milcíades Peña cuando militaba bajo la jefatura de
Nahuel Moreno. Al ser catalogado como “intelectual pequeñoburgués” es remitido
como militante de base a la célula textil del partido. Críticas parecidas
recibirá Silvio Frondizi: tanto la izquierda tradicional como la “izquierda
nacional” lo criticarán por intelectual
pequeñoburgués, que solo se regodea en la instrucción teórica, sin pasar a la
acción militante de base.
Finalmente, puede hacerse referencia a la relación cambiante
que tuvieron entre sí Frondizi y Peña. A principios de los años 50 Peña solía
ir al estudio de Frondizi, consultar sus libros y ficheros, y hasta colaborar
con artículos de publicaciones coordinadas por Frondizi, al tiempo que éste fue
invitado por Peña a colaborar en el proyecto de una revista. Sin embargo, con
el paso del tiempo será el mismo Peña uno de los máximos críticos de la
posición intelectual “pequebú” de Frondizi. Tarcus, sin saber concretamente qué
pudo haber producido tal alejamiento entre dos hombres que compartían profundas
ideas políticas e intelectuales, interpreta que Peña desplaza hacia Frondizi la
crítica que a él le habían hecho respecto a su “exceso” de intelectualismo y
falta de militancia. Así, Peña, tironeado entre Frondizi y Moreno, entre la
teoría y el partido, mostrará esas contradicciones a lo largo del tiempo.
Bibliografía obligatoria:
26. Altamirano, Carlos,
“Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo
el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos
II “Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96). Por
favor notar que el parágrafo I “La era social” no está incluido en la
bibliografía obligatoria, y que en el material scanneado hay a continuación del
texto de Altamirano otros artículos que aunque muy útiles como material de
referencia para la clase, son también complementarios.
27. Tarcus, Horacio, El
marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos
Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El
intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y
parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo
III “El intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1
(Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión
trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30:
nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración
oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado
historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Fuentes obligatorias:
28. Frondizi, Silvio, La
realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires,
s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a
239)
29. Peña,
Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina”
(1ra. ed.; 1964), recopilado en: M. Peña: Industrialización y clases
sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a
239)
Biografías:
Horacio Tarcus
(Buenos Aires, 1955)
Es doctor en historia por la Universidad Nacional de La Plata, docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet. Ha publicado El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña (1996), Mariátegui en la Argentina (2002), Diccionario biográfico de la izquierda argentina (2007) y Cartas de una hermandad (2009). En 1998 fue uno de los fundadores del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina), institución hoy integrada a la Universidad Nacional de San Martín y de la cual es director. T
Es doctor en historia por la Universidad Nacional de La Plata, docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet. Ha publicado El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña (1996), Mariátegui en la Argentina (2002), Diccionario biográfico de la izquierda argentina (2007) y Cartas de una hermandad (2009). En 1998 fue uno de los fundadores del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina), institución hoy integrada a la Universidad Nacional de San Martín y de la cual es director. T
Carlos Altamirano (26
de agosto de 1939) sociólogo
argentino, es investigador del Conicet y profesor
emérito de la Universidad de Nacional de Quilmes (UNQ). Es director de la
colección Intersecciones de la Editorial de la UNQ e integra el consejo de
dirección de Prismas, revista de historia
intelectual, de la misma editorial.
Dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia
Intelectual de la UNQ. Fue miembro de la revista de crítica cultural Punto de
vista. Dictó cursos y conferencias en universidades del país, de
los Estados Unidos y de Europa. En 2008 fue profesor invitado en el
Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Harvard
Es autor, entre otros trabajos, de: Frondizi: el hombre de ideas como político(1998), Peronismo y
cultura de izquierda (2001), Bajo el
signo de las masas, 1943-1973 (2001); Para un
programa de historia intelectual (2005);Intelectuales. Notas de investigación (2006). En colaboración con Beatriz
Sarlo escribió Literatura/sociedad (1983) y Ensayos
argentinos: de Sarmiento a la vanguardia (1997). Tuvo a su cuidado la dirección
del diccionario Términos críticos de sociología de la cultura (2002). Le concedieron el Premio Konex
al ensayo político en (2004 y 2007), la Beca John S. Guggenheim en 2004 y la
Robert F. Kennedy en 2008.
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Aporte de Laura:
El siguiente reporte se
propone dar cuenta de la bibliografia leida, la cual está impregnada de debates
en torno al nacimiento de una nueva iquierda que va a tener como principales
ideólogos a Silvio Frondizi y Milciades Peña. Todas estas configuraciones se
van a producir al ritmo de la caída de Perón por un golpe de Estado y una etapa
que dura aproximadamente 15 años que se conoce en economía con el nombre de
"desarrollismo".
Al respecto Carlos
Altamirano, en su texto "Encrucijadas políticas y dicotomías
ideológicas" en su capítulo II hace un repaso de la historia desde los
tiempos previos a 1955. Cuenta acerca de controversias dentro de las Fuerzas
Armadas que dieron lugar a que Perón en el 55 no tuviera más apoyo militar, ya
que habia entre los militares golpistas los que querian un peronismo sin Perón.
Estas cuestiones sumada a la falta de reacción de la CGT hizo que se consumara
el golpe de Estado llamado "Revolución Libertadora" asumiendo el
General Lonardi. Tiempo después Lonardi es destituido asumiendo el General
Aramburu. Estas fuerzas, entre otras cosas, intervinieron la CGT y disolvieron
las dos ramas del Partido Peronista. Haciendo historia económica Altamirano nos
explica que en 1940 Prebish hizo un Plan que llevó su nombre, el cual se
propuso desalentar la producción agraria, pero en el peronismo se facilitó a
los productores del campo la importación sin trabas de bienes productivos,
situación muy necesaria para el desarrollo de la industria. Según los
detractores del Plan Prebisch el verdadero plan era liquidar a la Argentina
industrial y volver a la etapa de exportación de materias primas. En este
escenario los principales afectados serian las clases trabajadoras por los
reajustes en los tipos de cambio que
afectan los productos de consumo popular.Según el economista Alende el Plan
proponía austeridad y sacrificios a los asalariados.
En las décadas del 50
(fines) y 60 se produce lo que van a
llamar "desarrollismo" cuyo objetivo fue la industrialización. Esta
economía del desarrollo encuentra tres hechos que la reforzaron: la revolución
cubana, la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy y las encíclicas de
Juan XXIII. Según los desarrollistas que tiene como mentores al que va a ser
presidente en el 58: Arturo Frondizi y el economista Frigerio, la Argentina
avanzaría si el Estado tiene poder y si abandona el papel de productor de
material de bienes primarios. La industrialización se iba a lograr sin repetir
el molde de las naciones adelantadas, es decir haciendo un proceso específico
para nuestro país. El hecho de hablar de industralización no era nuevo pero si
era nuevo el discurso, llegó a considerarse el desarrollismo como una
subdisciplina de la ciencia económica. Ya en la década del 60 el desarrollismo
tomó un matiz emparentado con el autoritarismo y se volvieron a cuestionar si
la Argentina era un país en desarrollo o subdesarrollado o insuficientemente
desarrollado.
Arturo Frondizi,
presidente electo democráticamente, impulsó el desarrollismo como movimiento
ideológico. En uno de sus textos proponía para el país: modernidad, industrialización
integral del país considerando que las fuerzas sociales de la transformación
serian los trabajadores y empresarios. Frigerio, que era el ideólogo de
Frondizi instaló el concepto de integración que seria usado para dar fuerza a
este movimiento ideológico impulsando la unión de clases. Durante este gobierno
se hace uso de la financiación externa para cumplir el objetivo
industrializador de un modo de desarrollo acelerado con innovaciones
tecnológicas, automatización y velocidad.
Por su parte, los liberales
vieron en este gobierno un exceso de estatismo, y si bien el liberalismo estaba
en minoría no era una minoría cualquiera porque tenía ascendente en las Fuerzas
Armadas que siempre les molestó el "pacto" con Perón y el modo
estatista.
Durante los 4 años de
gobierno de Frondizi va a continuar la hostilidad entre la dicotomía peronismo
y antiperonismo y en medio de unas Fuerzas Armadas divididas surge Arturo Illia
como presidente. Dentro del Ejército el sector triunfante es el
"azul" y siempre está la amenza del nuevo golpe de Estado. En estas
epocas hay un marcado anticomunismo consecuencia de que Estados Unidos logró
que casi todos los países de América Latina se convirtieran en contra
insurgentes y aislados de Cuba. El presidente Illia se encuentra entre dos
fuegos: el peronismo aún proscripto y los empresarios liberales que le
criticaban la indulgencia hacia el sindicalismo y por su adhesión a lo estatal.
El año 1964 será un momento en que ni los peronistas ni la gran burguesía
encuentra representación en el gobierno. Onganía, que va a ser el presidente en
el golpe de Estado que derroca a Illia en 1966, expresaba que habia que
colaborar con el desarrollo económico y social del país, sin olvidar el peligro
de la subversión y el comunismo. Cuando Onganía derroca a Illia se plantea como
objetivo la trasformación nacional y la modernización del país. Las medidas
primeras son: la disolución de los partidos políticos, sacar al país del
desorden económico librándolo de la inflación y el estatismo. Crea un Sistema
Nacional de Planeamiento y Acción para la Seguridad Nacional. Estos cambios son
apoyados por la Sociedad Rural, la Cámara Argentina del Comercio y la Unión
Industrial al tiempo que existe un gran foco de oposición en las universidades.
Con respecto a esto último comienzan a suceder alzamientos estudiantiles que
tuvieron su punto álgido con el Cordobazo, movilización obrera estudiantil que
produjo la destitución de Onganía poniendo como presidente a Levingston y muy
pronto a Lanusse. Ya en el gobierno de Lanusse cambiaron algunas cuestiones
como la participación del peronismo y la vuelta de la actividad de los partidos
políticos al ritmo de movilizaciones en todo el país y del comienzo de partidos
armados. Altamirano cita a Gino Germani cuando habla de que en el país hay dos
revoluciones, una es la "Revolución Nacional" anticomunista,
antiliberal pero matizada por elementos liberales, y la otra es la
"armada" que para él no es
respetable que tiene lugar entre 1969 y 1976. Esta última provocó gran entusiasmo
entre jóvenes de clase media quizás desalentados por las posiciones de la
izquierda tradicional (PS y PC). La revolución cubana fue un motor impulsor de
la esperanza de que esta revolución se pueda llevar a toda América Latina. En
los comienzos de la década del 70 hay otros sectores que empiezan a surgir como
el activismo católico y el radicalismo marxista. La nueva izquierda marxista es
anticapitalista y quiere sacar al país de la situación de semicolonia y de la
opresión. Los partidos vueltos a actuar en la arena política reclaman la
"hora del pueblo" denunciando la desnacionalización de la economía y
demandando un plan político electoral
sin proscripciones. En este escenario Perón vuelve al ganar el peronismo en
1973.
El texto de Horacio
Tarcus "El marxismo olvidado en la Argentina" realiza una
investigación exhaustiva de las trayectorias de Silvio Frodizi y Milciades
Peña, dos intelectuales de la Nueva izquierda.
Silvio Frondizi, abogado
que realiza sus primeros trabajos en la Universidad de Tucumán, sufre la
intervención en la Universidad en el golpe del 43, un golpe que provoca el
regreso de la enseñanza religiosa en las escuelas. Por este motivo Silvio se va
a trabajar a Buenos Aires como abogado, estos años son de profundo estudio del
marxismo. Este intelectual hace una crítica a los grupos de la izquierda
tradicional por su caracterización del ascenso del peronismo, diciendo que debe
haber unidad entre fuerzas afines. Rescata como aspecto positivo que el
peronismo provocó la politización de las masas pero no adhiere a este
movimiento sino al trotskismo defendiendo las críticas que Trotsky le hace al
PC internacional y al papel de las burguesias nacionales.
Silvio Frondizi tiene en
la década del 50 grandes debates con forjistas o representantes de la izquierda
nacional que quieren construir un linaje nacional populista. Este se niega
proponiendo una alternativa antiimperialista. Los 50 y 60 lo encuentran
discutiendo con dos frentes: el comunismo oficial y el nacional populismo.
Silvio deposita confianza en el poder de la la clase obrera pero reconoce que
hay una falta de conciencia de clase que está dada por la no existencia de una
dirección conciente. Este intelectual marxista escribe una obra que se llama
"La realidad argentina" en la que expone todas estas críticas
antedichas y hace especial hincapié en el papel de las revoluciones democrático
burguesas. Para él, el peronismo es un intento fallido de revolución burguesa.
También habla en su obra del papel de los monopolios y del imperialismo inglés
que luego le dará paso al imperialismo yankee.
Frondizi caracteriza al
peronismo como un bonapartismo que encuentra su punto de apoyo en los
trabajadores. Para este teórico que funda su grupo de investigación y
militancia llamado Praxis, la única salida es la revolución socialista
encabezada por el proletariado unido a la pequeña burguesia pauperizada.
Milciades Peña, otro
gran intelectual, comenzó cuando era muy chico a estudiar de forma autodidacta,
nunca tuvo formación académica pero logró grandes producciones económicas e
historiagráficas para comprender el devenir de nuestro país. Este joven surge
en la política de la mano de Nahuel Moreno, dirigente trotskista. Con la
intensa dedicación al estudio de Milciades va a ser luego alejado del partido
quien lo conmina a proletarizarse, entendiendo que un partido de los
trabajadores revolucionarios no puede tener el desvío pequeño burgués. Su
militancia se ve reducida en lo concreto pero su actividad teórica se convirtió
en una fuente para muchos revolucionarios y militantes incluso peronistas para
la formación militante. En cuanto a la caracterización del peronismo, Peña dice
que en el 55 el país sigue siendo un país atrasado y semicolonial dominado por
la burguesía terrateniente e industrial unida al gran capital financiero
internacional. Critica la estatización del movimiento obrero que fue llevada a
cabo mediante la represión y la integración, es decir entre la proscripción de
algunos partidos y el arbitraje estatal entre los sindicatos. Según su opinión
el peronismo hizo un viraje hacia la derecha en el 1952 acuciado por la presión
norteamericana y de la Iglesia, y habia varios sectores unidos en el deseo de
derrocamiento de Perón, desde las clases medias hasta las Fuerzas Armadas.
Peña también consideraba
al peronismo como bonapartismo que encontraba su apoyo en las fuerzas del
orden: ejército, burguesia, clero, policía, no representando a ninguna clase o
imperialismo. La clase de apoyo del peronismo bonapartista es el proletariado
urbano.
El autor que ya hemos
hecho referencia a través de Tarcus, Silvio Frondizi, escribe una obra llamada "La
realidad argentina" en la que hace una investigación del estado
general del mundo en su avance al Socialismo para determinar las posibilidades
de revolución en Argentina. Según él, la revolución debe empezar por los países
semicoloniales. El mundo está maduro para el advenimiento de una revolución y
sufre las crisis capitalistas que se desencadenan mayormente sobre la clase
trabajadora. En Argentina las fuerzas produstivas tienen muchas posibilidades
de revolución, hay grandes territorios suficientes para alimentar a más de la
población existente. Además de los recursos petrolíferos, la pesca , la
hidroeléctrica, las lineas de comunicación y las vias navegables. Explica
Frondizi, que el habitante de nuestro país posee inteligencia y laboriosidad
habiendo también desarrollo cultural y científico. Pero sin embargo Argentina
se estancó y esto sucedió porque la burguesía caducó como fuerza progresista,
es el momento que el proletariado debe reemplazar las relaciones de producción.
Al mismo tiempo existe una falta de conciencia de clase y de capacidad
organizativa para la lucha. Para esto se necesita una dirección consciente y
una confianza en la capacidad creadora de las clases populares y la unión con
la pequeño burguesia pauperizada. En Argentina las fuerzas monopólicas ahogan
el progreso de la técnica y la burguesía nacional no está a la altura de la
marcha hacia el progreso. Frondizi dice que a medida que se profundiza la
crisis el proletariado adquiere más conciencia de su tarea histórica y la
pequeño burguesía se va desintegrando haciendo que la fase democrático burguesa
de la revolución socialista se acorte cada vez más.
Milciades
Peña en su obra "Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial
argentina" dice que la burguesía nació ligada a los terratenientes y
los sectores de la industria y terrateniente se entrelazan en los limites de la
capitalización de la renta agraria y la
territorialización de la ganancia industrial, los terretenientes son
convertidos en industriales y estos en terratenientes. Según Peña, la industria
mundial nace en la epoca imperialista con mucha concentración de capital, con
la expropiaión de unos capitalistas por otros y con la aglutinación de muchos
capitales pequeños para formar capitales grandes pero en Argentina los
establecimientos fueron siempre grandes, subsidiarios de grandes compañias
extranjeras y hay mayor concentraión en la industria que en la tierra. Dice
Peña que esta archioligarquía que se forma es la razón por la cual la burguesía
no puede ser democrático revolucionaria y antiimperialista. Nuestra industria
nace en la fase monopolista del capitalismo y se vincula con los monopolios
nacionales y extranjeros que controlan la economía nacional. El poderío de la
industria terrateniente se sustenta en el latifundio siendo estos los culpables
del atraso nacional.
En
cuanto a la Industria, esta se aprovecha de la mano de obra barata,
trabajadores que muchos de ellos antes eran chacareros y peones expulsados del
campo.
En
el mercado mundial hay un desarrollo capitalista que reemplaza al obrero por la
máquina provocando una disminución progresiva de la cuota de ganancia pero en
países atrasados hay más trabajo vivo y
baja cantidad de medios de produción, lo cual genera una elevada cuota de
ganancia. La inversión va hacia el monopolio y los capitalistas tienden a
invertir siempre en las mismas ramas que le dan ganancia no invirtiendo en
energia o transporte o combustibles. Es importante notar que siempre hubo buena
relación entre industriales y terratenientes porque unos y otros se necesitan
para tener más ganancias. En la opinción e investigación de Peña, la burguesía
nacional se convierte en un testaferro del capital internacional. Finaliza su
obra explicando que el terror a la clase obrera organizada une a la burguesia
industrial con los terratenientes y el imperialismo y describe a la burguesía
industrial como un enano que crece entre gigantes: el gigante imperialista y el
proletariado. Por lo tanto el desarrollo nacional verdadero seria la toma del
poder por la clase obrera y la planificación económica capitalista.
Bibliografía:
- Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas
y dicotomías ideológicas”, Bajo el signo de las
masas (1943 -1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II
“Desarrollo y desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).
- Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la
Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El
Cielo
por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la
política. Silvio Frondizi, 1943
-55
(pp. 77 - 85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108
-120), y Capítulo III
“El intelectual revolucionario o
la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955 - 1960)”: páginas 121
a 160;
Capítulo
IV “La visión trágica de la historia en Milcíades Peña”,
parágrafos “La década del ́30: nuevos mitos sobre el Estado, la
industrialización y la restauración oligárquica ́”, “Los mitos de la
́revolución peronista ́”, y “El legado historiográfico de
Peña: olvido y presencia”: páginas. 275 - 310)
- Frondizi, Silvio,
La
realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica, Buenos Aires, s/e,
1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La revolución socialista”: páginas 221 a 239)
- Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la
famosa burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en:
M.
Peña: Industrialización y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires,
Hyspamérica, 1986. (Páginas 193 a 23)
----------------------------------------------------------------------------------
Aporte de María Victoria:
El curso del siglo XX obligó a los marxistas latinoamericanos a poner en
cuestión el esquema interpretativo de la ortodoxia, incapaz de dar cuenta de la
diversidad histórica. La denominada generación de marxistas argentinos
“heterodoxos”, si bien partía del análisis sobre América Latina de Marx, Lenin
y Trotsky, entendía que sus abordajes eran parciales y limitados, por lo que
encontraron en Mariátegui el primer intento sistemático de dar cuenta de la
particularidad latinoamericana, desde el materialismo histórico no
reduccionista. En este marco, Horacio Tarcus señalará a estos marxistas de los
años 30 como la mediación teórico-política entre el marxismo internacional, y
las elaboraciones posteriores de Silvio Frondizi y Milcíades Peña.
Los años del posperonismo dieron cuenta de la inflexión que vivía el
campo intelectual. Las corrientes que entre los años ’50 y ’60 rompían con las
tradiciones liberales-democráticas de la izquierda, tal como señala Tarcus, en
un sentido nacional-populista, convergieron entonces con la autodenominada “izquierda
nacional”. La abundante producción ideológico-cultural de Jauretche, Puiggros,
Ramos, Hernandez Arregui y Cook, si bien contenía diferencias y matices,
apuntaba a un proyecto común: el de contribuir a “nacionalizar la inteligencia
argentina”, en un ajuste de cuentas con la tradición liberal (incluyendo allí
al PS y PC) y en la invención de una tradición nacional-popular. Apelaban
discusivamente al antiliberalismo, nacionalismo, antiimperialismo y
antiintelectualismo, como notas claves.
En este contexto de álgido debate
aparecen las obras maduras de Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Tal como señala
Tarcus, sus esfuerzos en abrir una brecha para un marxismo crítico y
antidogmatico en el pensamiento izquierdista nacional, si bien se vio favorecido
por el clima de fuerte cuestionamiento a la izquierda tradicional, se encontró
en el campo cultural con un nuevo adversario teórico-político que enfrentar: la
ideología nacional populista, cuya hegemonía iba in crescendo. De este modo,
aquel marxismo crítico que en los años treinta se había abierto
dificultosamente camino en su disputa permanente con la ortodoxia, en los años
’50 y ’60 se encuentra en una lucha en dos frentes: por un lado con el
comunismo oficial, y por el otro con el nacional-populismo. La identidad propia
del marxismo de Peña y Frondizi se configurará, entonces, en el rechazo al
liberalismo y elitismo de unos, y el antiliberalismo y populismo de otros.
Carlos Altamirano, por su parte, señalará que el informe de Prebisch
(documento presentado a Lonardi en octubre del ’55), se convirtió en el eje de
un amplio debate, que dejó ver tempranamente varios temas en torno a los cuales
se alinearían las posiciones en la escena política: las relaciones entre el
país agrario y el industrial, las funciones relativas del Estado y la esfera privada
en el desarrollo económico, el rol del capital extranjero, por citar algunos. Pero
fundamentalmente dejó ver lo problemático de “desperonizar” la economía y
simultáneamente asimilar al vasto sector de la población que le sigue siendo
fiel a aquel régimen caído.
A partir de los últimos años de
la década del cincuenta el discurso relativo al desarrollo se expandió
ampliamente. Si bien el gobierno de Frondizi fue un activador fundamental de
esta propagación, el contexto internacional de los sesenta reforzó la atracción
por las cuestiones del desarrollo: la Revolución Cubana y la “Alianza para el
progreso” como hitos. Hasta los mediados de los sesenta, momento en que se
presentó la nueva fórmula de modernización por vía autoritaria, el desarrollo
se identificó con la alternativa reformista, gradual, asociada a la democracia
representativa. Hasta 1959, los partidos de izquierda local eran reformistas,
antes que revolucionarios. Altamirano se refiere tanto al PC como al PS. Al
margen de estos dos partidos sólo se encontraban reducidos círculos
trotskistas. Con la Revolución Cubana, un modelo simple y heroico se mostraba
apto para toda América Latina. Los jóvenes de una nueva izquierda, más radical
que la tradicional, comenzaron a concebir el futuro en términos de una ruptura
general.
Luego
de esta breve contextualización, podemos analizar la trayectoria
político-intelectual de Silvio Frondizi revisada por Tarcus. El autor señala en
los años que van de 1943 a 1945
un punto de quiebre, tanto en la historia argentina, como en la vida de
Frondizi. La intervención por parte de los militares en la casa de estudios
tucumana, donde se desempeñaba como docente, lo lleva a renunciar a su cargo en
el Consejo Académico de la Universidad, señalando que el objetivo de los
cambios era consumar la “contrarreforma”. Esta situación lo impulsa a
instalarse definitivamente en Buenos Aires, epicentro de la actividad cultural
y política del país. Allí tendrá su primer desencuentro con la izquierda
tradicional, al no adscribir Frondizi a la integración del Partido Socialista y
el Partido Comunista en la Unión Democrática, enfrentada a Perón.
Resulta
interesante la distinción de Silvio Frondizi de los aspectos positivos del
golpe juniano y el peronismo. A diferencia de la opinión liberal y socialista
de la época, destacará la politización de las masas en aquellos años, y
señalará al peronismo como un auténtico “fenómeno social”. Perón había
comprendido el estado de vacancia de las masas y su potencial politización como
sostén del régimen, empujando a la oposición hacia la derecha. El éxito del
peronismo, dirá, se debe más a los vicios y errores de las fuerzas opositoras,
especialmente de las fuerzas de izquierda, que a su propia capacidad. En alguna
medida, Frondizi reclama a “las izquierdas” el haber desaprovechado la oportunidad
histórica de conformar una suerte de “frente popular” con el peronismo, el cual
pudo haber barrido definitivamente los restos de la oligarquía terrateniente y
clerical.
Tarcus
distingue en Frondizi una etapa de liberal crítico, y luego una de marxista
crítico, esta ultima cristalizada en su obra cumbre “La realidad Argentina”.
Entendiendo que en América Latina estaban dadas las condiciones objetivas para
la revolución socialista, pero no así las subjetivas, ausencia que se
manifestaba en una izquierda caracterizada por una situación de crisis,
desorientación, dogmatismo, sectarización, plantea que la tarea revolucionaria
de la hora consistía en el esclarecimiento teórico y programático. Su estudio
será, entonces, un texto programático, donde utilizará el materialismo
histórico como método.
En
el volumen primero, apunta Tarcus, presenta un sistema capitalista mundial de
cuya dinámica se desprende la imposibilidad estructural de los países
periféricos de alcanzar a los centrales, fracasando sistemáticamente en los
intentos de llevar adelante revoluciones democrático-burguesas. En este
sentido, Frondizi entenderá al peronismo como un intento fallido de revolución
burguesa que aspiró a resolver, dentro de los marcos del sistema capitalista,
los grandes problemas nacionales. Pero lo más interesante del primer volumen es
la innovación conceptual que implica la distinción de una nueva etapa en el
capitalismo: la denominada etapa de integración mundial. Dicha etapa, según
Frondizi, era la que seguía a la imperialista, producto de la nueva situación
mundial configurada en la segunda posguerra. La ruptura con la etapa
imperialista no era, sin embargo, absoluta. Ciertas características del
capitalismo imperialista continuaban rigiendo la economía mundial, pero otros
fenómenos surgidos no podían ser explicados por las tesis de Lenin y Trotsky.
En esta etapa se atenúa la contradicción entre el capital imperialista y el
capital nacional, por el dominio del primero sobre el segundo. La relativa
industrialización de los países semicoloniales era estimulada por la nueva
división internacional del trabajo, pero dicho proceso de industrialización
limitada se realizaba como resultado y bajo el control de los capitales
imperialistas. En este marco, se estrechan los márgenes para cualquier intento
por parte de la burguesía nacional de un país atrasado de llevar adelante un
desarrollo nacional autárquico. Argentina, claro está, sería uno de estos países
semicoloniales: políticamente independientes en lo formal, pero dependiente de
las metrópolis imperialistas en lo económico, financiero, político y
diplomático.
En
el segundo volumen se centra en la “discusión doctrinaria” de las problemáticas
de la revolución. En la primera sección defiende la tesis del carácter
permanente de la revolución, en abierta polémica con la postura de los
reformistas, nacionalistas de izquierda y stalinistas. Luego de la crítica que
realiza tanto al Partido Comunista Argentino, como a la izquierda nacional e
inclusive al trotskismo, respecto a su posición sobre su caracterización de la
burguesía nacional, concluye que en la etapa de la integración nacional carece
de las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para realizar la
revolución democrático-burguesa. Por lo que sólo la revolución socialista,
encabezada por el proletariado aliado a una pequeña burguesía productiva
pauperizada y a ciertos sectores de la intelectualidad, podría sacar al país
del atraso y crisis.
La línea de ruptura que señala
Tarcus en Frondizi, en el pasaje del liberal crítico al marxista crítico, donde
en la primera se caracterizaba por el pesimismo trágico, y en el segundo por el
optimismo histórico, puede observarse claramente en ciertos pasajes de la
fuente. “Cualquiera sea la falla que presenten los países socialistas,
representan una avanzada hacia el progreso; a la fuerza de estos países -la
URSS, Yugoslavia, los países satélites de la URSS, China- debe agregarse la
tremenda fuerza que representa el proletariado mundial. Contemplando el
panorama desde este punto de vista no cabe duda sobre el futuro” (Frondizi, 1956).
A pesar de esto, Tarcus señalará que se encuentras líneas de continuidad entre
su discurso histórico-filosófico de “El Estado Moderno” y el histórico-político
de “La realidad argentina”. Entre ellas conserva la noción de historicista de
progreso, su compromiso con la causa de la democracia y la libertad humana y la
importancia otorgada a la dimensión cultural.
En 1955, sin abandonar el estudio
y la formación, Frondizi consideró oportuno el lanzamiento a la acción política
práctica, con el denominado Movimiento de Izquierda Revolucionario-Praxis. En
su concepción la organización revolucionaria debía ser herramienta apta para la
lucha por el poder y, al mismo tiempo, prefiguración de la sociedad futura, en
clara distinción de lo que caracterizó como la “vieja izquierda”. En la
búsqueda por definir la identidad política del grupo, se distinguió tanto de la
izquierda tradicional como de la trotskista. El influjo del MIR-Praxis se
extendió por todo el continente, siendo el primero MIR de una larga serie en el
continente.
Las corrientes de izquierda
existente dirigieron duros contra-ataques contra el programa de Silvio
Frondizi. Los nacional-populistas cuestionaron su incomprensión de lo nacional;
los comunistas lo tildaron de “revisionista” y los trotskistas lo acusaron de
abandonar el leninismo. Dentro de las respuestas del trotskismo, aparece la del
morenismo, en manos de Milcíades Peña. La confrontación de los autores iba a
enturbiar la relación de amistad y colaboración que habían comenzado años
atrás.
Tarcus realiza también, respecto de Peña, un repaso bibliográfico. Comienza
a militar en su temprana juventud en el Grupo Obrero Marxista liderado por
Nahuel Moreno, grupo que se encontraba en un período de expansión y de apertura
de su horizonte intelectual. El primer desencuentro de Peña con la organización
tendrá lugar en los años ’50. Con idas y vueltas, intentando a veces colaborar
y otras veces rivalizar con su maestro Moreno, Peña buscó construir una nueva
identidad y un nuevo espacio como intelectual revolucionario independiente. El
modelo de militante impulsado por el morenismo, como así también su
organización de acuerdo al centralismo democrático, no daban lugar para el
desarrollo de una teoría revolucionaria tal como Peña la entendía.
Toda la crítica, dirá Tarcus, de
las organizaciones trotskitas a los partidos de izquierda tradicional no
impidieron que se reprodujesen en sus filas los mismos fenómenos de
burocratización y dogmatismo que denunciaban. En este punto, resulta
incomprensible el contraataque de Peña respecto a ciertas críticas realizadas
por Frondizi con respecto al morenismo. También
resulta llamativo que, ante los giros políticos de la corriente morenista
respecto al peronismo, su rol como intelectual devino en ideólogo de la
organización. Debía ofrecer una legitimación del giro político improvisado
sobre la marcha, presentándolo como una reorientación táctica dictada por las
necesidades de la estrategia.
Paradójicamente, será en el
proceso de ruptura con la organización morenista, luego del inicio de la
experiencia “entrista” en el peronismo por parte de la misma, donde Peña
llevará a cabo la realización de su proyecto teórico-político. Tarcus destacará
de la obra de Peña su aporte en la comprensión de los años ’30 en la Argentina.
Fundamentalmente toma distancia de las lecturas de la etapa como “retroceso”,
como la han bautizado los intelectuales revisionistas de FORJA, de
“restauración oligárquica”. Para Peña con la crisis del ’30 nace la Argentina
moderna. Su impugnación de la concepción de la historia fundada en la oposición
originaria “oligarquía-pueblo”, la cual entiende no permiten dar cuenta en este
caso histórico concreto de un proceso complejo, es retomada por Murmis y
Portantiero. Rechazan la imagen bipolar de la oposición entre terratenientes e
industriales, señalando una comunidad de intereses entre ambos sectores en la
etapa, lo que denominarán “nuevo bloque en el poder”.
En clara coincidencia con Silvio
Frondizi, Peña dirá que el resultado de esta etapa fue un proceso de
“pseudoindustrialización”, caracterizada por una serie de rasgos típicos que la
diferencian la industrialización: no aumenta la composición técnica del
capital, no se desarrollan las industrias básicas, no aumenta la productividad
del trabajo, etcétera.
Inmediatamente después del golpe
del ’55, Peña redacta unos tramos sobre el peronismo. Intenta en su relato
apropiarse de lo mejor de los dos momentos morenistas: lo más lúcido de la
crítica antiperonista del periodo 1943-52, y lo más comprensivo del periodo
siguiente, el del “frente único” con las masas peronistas. En sintonía
nuevamente con la lectura de Frondizi, reconoce ciertos aspectos positivos en
el peronismo, sin dejar de señalar que el país siguió siendo, luego del ’55,
atrasado y semicolonial, dominado por una burguesía terrateniente e industrial
trustificada entre sí. Respecto a la figura de Perón, propiamente dicha, lo
califica como “agente del imperialismo ingles”, señalando que los ingleses le
daban su apoyo, y a su vez este garantizaba que no se diera “el cambio de
metrópoli”, en alusión a Estados Unidos. Aquí resulta interesante la lectura de
Tarcus, donde señala que se trata de una concepción conspirativa de la
historia.
Respecto a la clase obrera y el
peronismo, el análisis de Peña superaba ampliamente a las versiones socialistas
y comunistas, que lo explicaban en términos de “manipulación” y “demagogia”.
Sin embargo, fue asociado luego a la lectura de Gino Germani, quién señalaba
con la distinción de un nuevo proletariado proveniente del campo, sin
experiencia, la existencia de una masa disponible apta para la manipulación de
un líder. Luego, este punto será reformulado en los años sesenta en las
publicaciones de la revista “Fichas”. Fue la negación de la burguesía nacional
por parte de Peña también señalado por diversos autores como una incomprensión
del peronismo. Su posición respecto a la misma puede observarse en las fuentes,
donde intenta dar cuenta de los acuerdos entre los industriales criollos y el
capital imperialista.
Nuevamente, en la línea de
Frondizi, ve al peronismo como un gobierno bonapartista, el cual se apoyaba,
según él, en la clase obrera y en las fuerzas del orden para imponerse a la
burguesía y resistir a los Estados Unidos.
Bibliografía
obligatoria:
.
Altamirano, Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en
Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires,
Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y desarrollistas”, y III
“Revoluciones”, páginas 50 a 96).
. Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la
Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El
Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El intelectual
marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo
“Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El
intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio
Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica
de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos
sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los
mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña:
olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Fuentes
obligatorias:
.
Frondizi, Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación
sociológica, Buenos Aires, s/e, 1960 (1ra. ed.: 1956). (Tomo II: “La
revolución socialista”: páginas 221 a 239)
. Peña, Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa
burguesía industrial argentina” (1ra. ed.; 1964), recopilado en: M. Peña: Industrialización
y clases sociales en la Argentina, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.
(Páginas 193 a 239)
-----------------------------------------------------------------------------------------
Aporte de Carlos:
Carlos Altamirano, es un sociólogo nacido en 1939, y el
texto data del año 2001.
La caída del peronismo en 1955 obedece en gran medida a
varios factores, la disputa con la iglesia, el acuerdo con la empresa petrolera
estadounidense “la California”, y la oposición en el seno de las fuerzas
armadas, amén de la oposición de los partidos políticos y la clase media.
Prebisch realiza un informe extremadamente crítico de la
gestión peronista, remarcando la acuciante situación del agro, recomendando
devaluación para mejorar sus precios, la crisis energética y del sistema
ferroviario, en resumen las mismas críticas que se hacen luego de una gestión
de carácter nacional y popular.
Altamirano marca esta doble faceta de Prebisch: en la CEPAL
heterodoxo y en su participación en gobiernos que surgen del golpe del 30 en
adelante, conservador y ortodoxo.
Luego del derrocamiento de Perón se abre un profundo debate
sobre desarrollo industrial vs agrario, autoabastecimiento energético, y sobre
el papel de capital extranjero. Todo en el marco de una profunda
desperonización.
A partir del 55 las ideas de desarrollo económico ya sea
paulatino o brusco estaban en el tapete, la Argentina debatía su estado de
subdesarrollo, o en vías de desarrollo y
las ideas tendían a converger en el desarrollo de la industria pesada, la
cuestión era cómo y con qué financiamiento se haría.
Altamirano destaca que no eran épocas donde las ideas
liberales tuvieran llegada, y esto debido a la crisis del 29 que sobrellevada por
el keynesianismo con el impulso del Estado como regulador y orientador de las
actividades económicas. Hacia el 63 la disputa Prebisch Pinedo es fuerte, pues
a las ideas de la acumulación de tierras en pocas manos y las consecuencias
negativas para el desarrollo y distribución del ingreso esgrimidas por el
primero, el segundo responde reafirmando las ideas de libre mercado.
Se da una nueva imagen del gobierno de Illia al cual se
suele catalogar de fracaso, pues los indicadores demuestran lo contrario al
menos para los años 64-65.
Gino Germani, señala en 1963 que existen dos posturas, la
que predominó durante la los primeros años del siglo XX, la liberal, que
pregonaba a nuestro país como granero del mundo, en el marco de los países
ricos, y la otra más pesimista “izquierda respetable” que nos colocaba como una
nación subdesarrollada, casi colonial y con una estructura agraria feudal, que
privo a partir de mitad de siglo.
La otra postura la de la “izquierda no respetable” reivindicaba
el uso de las armas, en un país donde los derrocamientos de Perón, Frondizi e
Illia, dejaban en claro que el poder real no era patrimonio de los gobernantes
sino que más bien estaba en el círculo que integraban las fuerzas armadas.
Alrededor de 1969 surge la agrupación Montoneros que estaría
activa durante los próximos siete años y combatiría con las armas encuadrada en
el “peronismo revolucionario”.
Horacio Tarcus nació en 1955, es doctor en historia, y el
texto es de 1996.
En Tucumán en los años 1943 a 1945 se destaca el profesor
Silvio Frondizi como intelectual socialista, por sus ideas vinculadas a la
izquierda y al marxismo y la difusión de alguno de sus trabajos.
A mediados de 1945 se realiza un acto en el Luna Park y
luego una marcha donde convergen comunistas, conservadores, la juventud
universitaria y hasta el embajador norteamericano Braden, en contra del
gobierno de facto de Farrel – Perón, pidiendo que la Corte tome el poder hasta
las elecciones. S. Frondizi expresa ante los estudiantes por un lado que no
están a la altura de las circunstancias y por otro que este tipo de “alianzas”
oportunistas no llevan a nada y terminan disolviéndose en breve sin atacar los
verdaderos problemas. Síntoma que se repetiría en la historia argentina hasta
el presente.
Uno de los aspectos destacables de S. Frondizi es su
independencia aún en un contexto e inserto en un ámbito profundamente
antiperonista, el cual revelaba sus convicciones izquierdistas. A su vez
analiza el ascenso de Perón quien supo ver las necesidades de las masas y por
ende convocarlas a su entorno, a diferencia del Partido Socialista que ya antes
había optado por la “legalidad” o el Partido Comunista que responde más a las
necesidades de la URSS.
Ve la problemática del desarrollo capitalista desigual, y como
a partir del fin de la segunda guerra el capitalismo adopta una nueva fase de
internacionalización del capital en el marco de una nueva división
internacional del trabajo, y a Estados Unidos como el país hegemónico.
La producción de S.
Frondizi es muy vasta y en parte analiza
el capitalismo a nivel mundial y en particular en nuestro país al que considera
como una nación capitalista semicolonial, entiende que el peronismo es el
resultado del proceso capitalista global con inserción local. Nuestro país se
desarrolló a la sombra de las necesidades del sistema industrial inglés.
Un dato muy relevante es su caracterización de la oligarquía
industrial local ligada y supeditada a la burguesía agraria y al capital
extranjero.
También lo es la caracterización de “bonapartista” al
régimen peronista en oposición a “fascista” explicando que el primero se basa
en el gran capital y el proletariado, y las consecuencias en general la sufren
los sectores medios, mientras que el fascismo tiene su apoyo en el gran capital
y el “pequeño burgués” mientras las consecuencias la sufre el proletariado.
S. Frondizi piensa que el capitalismo ha llegado a un nivel
de que hace posible el paso a otro sistema de relaciones de producción,
evitando los males del capital.
Silvio Frondizi es asesinado por la Triple A en septiembre
de 1974.
A partir de la década del 30 se dan ciertas configuraciones
sociales que determinan la aparición de una burguesía industrial a veces con
intereses opuestos, la histórica oligarquía terrateniente y como resultado de
la industria el incremento del obrero industrial.
Respecto de este vínculo M. Peña señala que a partir de la
crisis del 33 los terratenientes se vuelven proteccionistas apoyando a los
industriales, pero aclara, no confundir unidad económica con identidad.
Peña señala la arista probritánica del primer gobierno
peronista, pero este análisis no se puede realizar sin tener en cuenta la
tradición inglesa, y los cambios en la hegemonía mundial después de la segunda
guerra.
Caracteriza al peronismo más allá de la visión comunista y
socialista de “manipulador y demagógico”, sino que supo ver las condiciones
obreras imperantes y las necesidades que podían ser resueltas.
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Aporte de Andrés
26. Altamirano, Carlos, “Encrucijadas
políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las
masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y
desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).
El surgimiento del llamado “desarrollismo” en argentina se produce pocos
años después de los momentos fundacionales del desarrollo económico como tema
de estudio específico en la ciencia económica a nivel internacional. En
Argentina, el debate acerca de carácter estratégico del rumbo económico que
debería seguir el país se coloca en escena luego del derrocamiento de Perón. En
este sentido, el desarrollismo tornó en mainstream
al intervencionismo estatal en favor de la industrialización. O quizás, más
precisamente, el desarrollismo haya sido la expresión de que el liberalismo
económico había quedado vetusto y de que el rol del Estado impulsando el
desarrollo económico se había vuelto mainstream,
no sólo en Argentina, sino en el mundo entero.
En este contexto, el pensamiento de Prebisch, tan original como
controvertido, reflejaría los puntos centrales del debate de la época: cómo
superar las restricciones al crecimiento, qué rol se le asignaría al Estado,
qué papel tendría el capital extranjero y cómo se debería balancear el estímulo
a la producción agraria (proveedora de divisas) con la actividad industrial
(fuente de empleo, y centro del desarrollo de las fuerzas productivas). En su
diagnóstico acerca del estado de la economía argentina en 1955, Prebisch
identificaba a la restricción externa como el problema principal y proponía un set de medidas monetaristas de las que
él mismo se arrepentiría años más tarde[1]:
devaluación y contracción monetaria para reacomodar los precios relativos y
recuperar el equilibrio en la balanza de pagos. Sin embargo, más allá de las
medidas de política macroeconómica coyunturales, Prebisch mantenía una férrea
convicción industrialista, para lo cual se requeriría de una activa
intervención estatal. Así, vinculaba el problema de la restricción externa a la
estructura productiva y, por lo tanto, la industrialización sería el camino a
seguir para lograr superar de forma definitiva los estrangulamientos de balanza
de pagos, y más aún, seguir una senda de desarrollo económico.
Si bien este debate estratégico (industria vs agro, rol del Estado, etc)
no resultaba nuevo, Altamirano resalta como novedoso el hecho de que el nuevo
campo académico sirva de base para las políticas de intervención estatal en los
países subdesarrollados: el Estado estaba llamado a dirigir el proceso de
desarrollo económico, y para ello surgía en la escena pública un arsenal de
elementos teóricos que lo apoyaban. El rol de vidriera de los aportes teóricos
lo asumirá la revista Desarrollo Económico.
De esta forma, el desarrollismo implicó un consenso acerca de la
necesidad de completar el proceso de industrialización como única vía hacia el
desarrollo económico. De hecho, ambas cuestiones se encontraban asociadas, casi
como sinónimos.
El período de inestabilidad política 1955-1973, con alternancia entre
gobiernos civiles débiles y gobiernos militares, estuvo atravesado, en gran
parte, por la vigencia del stop and go,
en donde los períodos de stop
coincidían con shocks de inestabilidad política. Sin embargo, resulta destacable
que durante este período no se haya interrumpido el patrón de acumulación
basado en la industrialización, sino que, por el contrario, éste se haya
profundizado. Más aun, las políticas de estabilización económica en los
momentos de activación de la restricción externa fueron puestas al servicio de
una estrategia de crecimiento industrial.
En este sentido, en contraste con los planes de estabilización de 1959 y
1962-63, la devaluación de 1967 (durante el gobierno dictatorial de Onganía y
con Krieger Vasena como ministro) vino acompañada de retenciones sobre las
exportaciones de bienes primarios y de reducciones en los aranceles de
importación, conformando un sistema de tipos de cambio múltiple. Asimismo, no
se implementó una política fiscal contractiva, sino que se incrementó
sustancialmente la inversión pública, con el fin de desarrollar obras de infraestructura
y ganar competitividad sistémica. El carácter
heterodoxo de las medidas adoptadas en 1967 permite discutir el carácter
“liberal” del gobierno de Onganía en el plano económico señalado por
Altamirano, quien asocia la política industrial al nacionalismo político.
Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina : Silvio
Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996.
(Capítulo II, parágrafos “El intelectual marxista asoma a la política. Silvio
Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo
argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El intelectual revolucionario o la
precaria unidad de la praxis/1 (Silvio Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La
visión trágica de la historia en Milcíades Peña”, parágrafos “La década del
´30: nuevos mitos sobre el Estado, la industrialización y la ´restauración
oligárquica´”, “Los mitos de la ´revolución peronista´”, y “El legado
historiográfico de Peña: olvido y presencia”: páginas. 275-310).
Tarcus presenta, en primera instancia, el pensamiento de Silvio
Frondizi, desarrollado en forma contemporánea al primer gobierno de Perón, y
anclado fuertemente en las pujas políticas de la coyuntura. En aquellos años,
Fronidizi desarrolla su perfil de intelectual marxista, crítico de la
orientación política y estratégica de la izquierda en Argentina.
Se destaca, en el pensamiento político de Frondizi, su independencia respecto la oposición a Perón.
Al señalar la contradicción entre “burguesía y democracia”, Frondizi criticaba
la orientación política heterogénea, y por tanto inconducente, de la Unión
Democrática, marcando asimismo el error político que significó para la
izquierda concretar alianzas políticas con la derecha (la “reaccionaria y
oligárquica” Unión Democrática”). En el plano económico, Frondizi critica la
posición etapista del Partido Comunista, que habría descartado, según su
visión, la revolución socialista en Argentina como un objetivo alcanzable en el
corto plazo, dado el insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas.
En su texto La Realidad Argentina, Frondizi argumenta que las
transformaciones democráticas necesarias no podrían ser conducidas por la
burguesía argentina, cuyo potencial progresista estaba agotado; por el
contrario, ese proceso debía encararlo la clase obrera. El autor señala que la
clase obrera argentina ha avanzado en su experiencia política y, aunque
reconoce cierta falta de capacidad organizativa, considera que están dadas las
condiciones para una revolución socialista.
Por otro lado, Frondizi postulaba la existencia de una nueva fase del
imperialismo, crecientemente internacionalizado, en donde las excolonias se
convertían en semi-colonias industrializadas, y en donde la respuesta de la
clase trabajadora debería ser necesariamente internacional. Este punto también
implicaba una fuerte crítica al PC: si el peronismo significaba una apuesta al
colaboracionismo de clase de tinte fascista, el PC se inclinaba por un
colaboracionismo de clase con la oligarquía.
Las posiciones políticas de Frondizi lo llevarían a enfrentarse con los
intelectuales peronistas, en torno a la disyuntiva entre el Frente de Izquierda
o el Frente Nacional. Así, Jaureteche tildaría a la posición de Frondizi de
“izquierda cipaya”, y “marxismo de cátedra”, acusándolo de inofensivo y hasta
funcional a la oligarquía.
La “integración mundial del capitalismo” planteada por Frondizi describe
una divergencia entre el sendero de industrialización reproductor del
subdesarrollo en las semi-colonias –independientes formalmente pero
subordinadas económicamente- y la industrialización de los países
desarrollados. Este planteo resulta muy similar al que años más tarde
desarrollaría la Teoría de la Dependencia, dando cuenta de lo insuficiente que resulta la
industrialización en los países latinoamericanos para alcanzar niveles de
bienestar, soberanía e independencia. En este sentido, el pensamiento de Frondizi
–plasmado en su obra a Realidad Argentina- enmarca, lúcidamente, el desarrollo
del capitalismo en Argentina como una pieza del rompecabezas del capitalismo
mundial, advirtiendo tempranamente la nueva fase de internacionalización de la
producción (que luego se profundizaría, con nuevas características, hacia la
década del setenta).
El segundo intelectual referenciado por Tarcus es Milcíades Peña, quien
desde muy joven militó en grupos trotskistas liderados por Nahuel Moreno. Desde
esta perspectiva, el gobierno peronista constituía un engaño, una desviación de
los intereses de la clase obrera, a partir de destacar que la superación al
sistema capitalista podría provenir únicamente de un movimiento político
íntegramente obrero, revolucionario. Este intelectual caracterizaba al gobierno
de Perón como Bonapartista (y Frondizi coincidiría con esta apreciación). El
carácter bonapartista del peronismo residía en que éste expresaba una situación
de empate hegemónico sin representar los intereses de ninguna clase, pero se
alimentaba de los conflictos entre las diversas clases, obteniendo apoyo
directo de las burocracias y las fuerzas
armadas. Peña también cuestionaba a la
capacidad de la burguesía industrial argentina para llevar a delante un proceso
de desarrollo autónomo, a partir de su debilidad estructural, debido al marcado
peso del capital extranjero y al carácter diversificado del capital nacional,
el cual operaba simultáneamente en el agro, la industria, el comercio y las
finanzas.
En su obra Industrialización y clases sociales en la Argentina,
Milcíades Peña plantea que la burguesía industrial argentina nació
estrechamente vinculada a la oligarquía, a diferencia de lo ocurrido en todos
los países industrializados. Por ende, no es el interés de esta burguesía
avanzar, por ejemplo, en una reforma agraria, ya que la existencia del
latifundio le es funcional. Así como tampoco librarse del capital financiero
internacional, pues sus negocios se encuentran entrelazados.
[1]
En una visita a la Argentina en 1981, Prebisch señaló lo siguiente: “El
monetarismo es una aberración intelectual, una cosa inconcebible, que está
dejando rastros muy serios en las naciones latinoamericanas y obviamente en
Argentina. Cuando en 1955 propuse mi programa al gobierno de Aramburu, me ocurrió
a mí, entonces, lo que le sucede a muchos economistas ahora y es que pretenden
ver la realidad a través de prismas exclusivamente economicistas, sin poder
entender ni lo que sucede con la distribución del ingreso, con la inflación, ni
con los grandes problemas económicos. Esa experiencia de 1955 me enseño que hay
que entrar a fondo en la estructura social de los pueblos, para encontrar las
respuestas adecuadas a los problemas económicos que padece la sociedad”. Citado
en el Diario El Día (1981).
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Aporte de Nahuel:
·
Horacio Tarcus, es Doctor en Historia por
la Universidad Nacional de La Plata, docente de la UBA, investigador en
CONICET, ha realizado diversos análisis y desarrollado la historiografía sobre
el marxismo en Argentina.
·
Carlos Altamirano, es Sociólogo, investigador de
CONICET, profesor en la UNQui, y ha desarrollado en sus libros la historia
cultural e intelectual del peronismo y de diversas figuras clave en la historia
del país como Sarmiento o Frondizi.
·
Silvio Frondizi fue un abogado e intelectual
marxista, fundador del MIR Praxis, y parte de la prestigiosa familia Frondizi,
entre la que se cuentan el presidente Arturo Frondizi y el filósofo Risieri
Frondizi. Fue parte de la izquierda argentina y se relacionó con sectores de la
Revolución Cubana, y el PRT. Fue asesinado por la triple A en 1974.
·
Miliciades Peña fue un historiador y militante
trotskista, su militancia empezó en su adolescencia, y contribuyó al desarrollo
teórico del trotskismo en Argentina, como parte de la agrupación GOM de Nahuel
Moreno. Entró en conflicto con ésta última cuando se le requirió que se alejara
de su producción intelectual y cumpla un rol más práctico en la militancia,
mediante su proletarización. Se suicidó a los 32 años, en 1965.
El texto de Tarcus relata, en primera instancia, la situación de
Frondizi en su pasaje de intelectual “objetivo” a intelectual político. En
principio señala la situación inicial de oposición entre su vida como profesor
en la Universidad de Tucumán, y su vida pública en Buenos Aires. Lo que gatilla
esta transformación de su rol intelectual es el golpe de 1943, cuando, merced
de la intervención de las universidades y el cesanteo de numerosos profesores y
autoridades, Frondizi renuncia a su cargo en el Consejo Académico de la
Universidad y escribe una carta contra la intervención hacia sus alumnos. Luego
del triunfo de Perón, Frondizi es
separado de todos sus cargos, con lo cual se instala definitivamente en Buenos
Aires, donde ejercerá como abogado y como profesor en un Colegio de Estudios
Superiores fundado por personalidades de filiación comunista, socialista y
liberal.
Así como en 1930 no había apoyado a Uriburu en el golpe, tampoco apoya
a la “oposición democrática” al gobierno peronista, en base a su tesis teórica
de la caducidad del liberalismo. Rechaza ambos extremos del conflicto, Tarcus
hace un recorrido por los escritos en los que detalla su posición contraria a
ambos polos. Frondizi tilda la posición de la Unión Democrática como caduca, ya
que la democracia no es un concepto de oposición valida, en tanto no recoge
posiciones compatibles a largo plazo, sino que es una conjunción de fuerzas
heterogéneas de carácter coyuntural, que desaparecerá si desaparece el motivo
externo que la motiva. A su vez, rechaza el pasado idealizado por algunas
posiciones del frente anti peronista, y acusa a la izquierda de haber
sacrificado los verdaderos objetivos en pos de alianzas coyunturales. Frondizi caracteriza
el golpe del 43 como fruto de la acumulación de poder militar que se
autonomizaba de un poder civil que se mostraba incapaz de asegurar la
continuidad de la dominación y basado exclusivamente en el fraude y la
corrupción.
Por otro lado, Frondizi señala, diferenciándose, aspectos positivos
del golpe y del peronismo. 1-El
peronismo contribuyó a la politización de las masas. 2- No se trata de una
causa, sino una manifestación de la crisis, un fenómeno social, y no una acción
de manipulación comandada por una persona. 3- La política de Perón consistió en
notar la vacancia política de las masas, y al ocupar ese espacio, provocó el
desplazamiento a la derecha del polo opositor. 4- Resalta los errores del
frente opositor como principal razón del éxito peronista: no observaron a la
estructura social que causaba la miseria, y resaltaron el rol de Perón como
culpable de las movilizaciones. 5 – En suma, este hecho representó una
oportunidad perdida, ya que descartó un posible frente popular. Resulta
interesante que Frondizi plantea que una alianza de este tipo habría podido
barrer con la oligarquía terrateniente y clerical, sin observar las referencias
constantes al cristianismo en la doctrina del peronismo.
Critica al PC en su absoluta subordinación de la línea política
nacional del partido a las necesidades de política exterior de la Unión
Soviética, así como la estrategia “etapista” del VII Congreso de la
Internacional Comunista. La posición de subordinación respondía a la noción de
que antes de la revolución debían consumarse las tareas democrático-burguesas,
y esto ameritaba alianzas frentistas con sectores de la burguesía. Frondizi
señala que esto obedece a una lectura muy doctrinaria de la teoría marxista,
donde se le atribuye a la burguesía tareas y roles que nunca llega a
desarrollar como sujeto histórico. Por otro lado, la noción etapista es
discutida por Frondizi, ya que falla al no ver la naturaleza mundial del
sistema capitalista, que genera desarrollo y sub desarrollo en simultaneidad,
así desarrolla una teoría de “integración mundial del capitalismo” donde en la
etapa actual, sucesora del imperialismo, de “integración mundial capitalista”,
se pasa de un sistema colonial a semi colonias signadas por un desarrollo de la
industria liviana muy limitado, una dependencia más económica que política, y
un borramiento progresivo de la diferencia entre capital imperialista y capital
nacional. Por todo esto, la oposición democracia-totalitarismo, no debía
subsumir a la dicotomía superior entre capitalismo y socialismo. Frondizi es
replicado por los sectores tradicionales de la izquierda. Este conflicto
responde a que la táctica frentista no tenía sentido bajo el esquema de
Frondizi, ya que la misma solo implicaba una entrega al capital nacional, que
sería la mediación para una entrega al capital internacional. Esta crítica
sería desarrollada de forma profunda en su obra “La realidad argentina”, donde
plantea que la trampa del desarrollo incompleto de la industria en Argentina
debía romperse con una revolución socialista liderada por los trabajadores,
pero en alianza con la pequeño burguesía productiva pauperizada.
En este sentido, parece importante el hecho de que existen líneas de
continuidad entre el Frondizi tucumano y el Frondizi marxista: una noción
historicista del progreso; el agotamiento de la burguesía como fuerza
progresista donde las tareas que le habían sido asignadas previamente, las
tareas “democrático burguesas” serían parte de la tarea de la revolución
socialista; la noción de realización de
la democracia como tarea del socialismo implica el pasaje del Estado hacia la
Comunidad en términos de Rousseau, distinguiéndose la violencia revolucionaria
de la violencia de la dictadura policial de un estado burocrático; finalmente,
el momento subjetivo, la necesidad de desarrollo de la conciencia política
propia del primer Frondizi, se traduce en la necesidad de concientización,
formación y renovación teóricas, a la clarificación programática, es decir que
el sujeto revolucionario debería auto generarse. Estas líneas de continuidad
diferencian a Frondizi en tanto implican una mayor atención a las libertades
individuales y un menor “reduccionismo economicista” según Tarcus.
El peronismo, en Frondizi, es leído como un bonapartismo, pero en
clave analítica, es decir, como fenómeno social, y no como blanco de críticas
que tienen que ver con antipatías personales, y lo diferencia del fascismo en
la composición de fuerzas sociales que lo sostienen, en el caso del peronismo,
el proletariado y el gran capital, en el caso del fascismo, la pequeño
burguesía. Además, lee el fenómeno como un intento fallido de revolución
nacional burguesa, lo que permite una valoración del período más allá de las
limitaciones estructurales a las que estaba sometido (fin de la “vacante”
imperialista, y crisis de las clases dominantes).
En cuanto a práctica política, Frondizi fundó el MIR Praxis, que se
dedicó principalmente a la formación de cuadros políticos fuertemente
capacitados en el análisis de la realidad, a través de la estrategia del “paso
atrás”, es decir, el rechazo de la posición de los sectores de izquierda que se
“estrellaban” contra el peronismo, y desligándose momentáneamente de la
intervención directa para la formación de cuadros medios capaces a futuro de
una mejor interpretación de la realidad argentina y de evitar la formación
burocrática y la reproducción de una subjetividad burguesa y mistificante de la
organización que caracterizaba a los partidos de izquierda tradicionales, al
funcionar como micro sociedades con pautas y una división del trabajo que los
alejaban de las masas al producir un extrañamiento de las mismas respecto a sus
militantes. Es decir, la práxis implicaba una valoración de la formación
subjetiva ya resaltada en el libro de Frondizi.
Tarcus resalta que si bien la trayectoria intelectual de Frondizi lo
acercaría a Miliciades Peña en sus intentos por desarrollar una teoría marxista
que se aleje de las exigencias de la coyuntura partidaria, existían numerosas
diferencias entre ellos en términos biográficos que pre anunciaban el
distanciamiento de ambos. A su vez, son estos los caracteres que habrían de
signar el conflicto entre la dedicación partidaria y militante de Peña y su rol
como intelectual. Así, Tarcus observa los orígenes radicalmente opuestos de Frondizi,
miembro de una familia tradicional, estudiante regular, profesional reputado, con
tendencias al personalismo en su presentación como intelectual y Peña, hijo
enfermizo y adoptado, que abandonó la secundaria y que desarrolló su actividad
de militante casi subterráneamente, y que si bien se encontró en conflicto con
la combinación de su actividad militante y su posición de intelectual, al menos
llego a desarrollar ese conflicto mientras que la estrategia de Frondizi era
más bien separarse de la militancia efectiva para lograr el desarrollo
subjetivo de sus cuadros, por lo cual será objeto de diversas críticas desde
todas las alas de la izquierda, incluyendo al movimiento morenista que
integraba Miliciades Peña, y no sólo eso, sino que lo hizo de forma orgánica,
instalando su movimiento casi totalmente en los sectores universitarios,
mientras que los partidos de izquierda intentaban un camino de proletarización
y endurecimiento de la doctrina militante y de la ortodoxia teórica.
El aporte de Miliciades Peña es muy importante en tanto permite una
relectura historiográfica que rechaza la dicotomía pueblo/oligarquía, como
oposición rectora y polos de movimiento
pendular de la historia argentina, ya que la misma no daría cuenta de un
proceso complejo iniciado en la década del 30, que implicó una recomposición
profunda (e irreversible, como señala Frondizi) al interior del capital, de las
clases “subalternas”, y la relacón entre el estado y la sociedad, que implica
que un sector de la elite pase a transformar el aparato estatal y la política
económica. Esta percepción de los años 30 sin la demonización que implicó la
etiqueta de década infame, implica, según Tarcus, una ruptura tanto con las
concepciones nacional-populistas como con
las concepciones liberal-democráticas representadas por Gino Germani.
También rompe con tales concepciones en el sentido del desarrollo de las clases
sociales en el país a partir del desarrollo industrial, a los modelos
bipolares, y muchos de sus aportes habrían de ser retomados en los trabajos
clásicos de Murmis y Portantieron, que rescatan el desarrollo estatal de los
años 30, y la noción de la existencia de una unidad de intereses entre las
clases dominantes (tanto en sectores terratenientes como industriales)
alrededor del desarrollo dependiente de la industrialización. Peña desarrolla
su posición argumentando que hubo una “renegociación” de las condiciones de
funcionamiento entre el capital local y el internacional, donde el estado
apuntaló la renta agraria al comprar por encima de los precios internacionales
la cosecha, y se reguló la necesidad de divisas mediante el control de cambios,
dentro el acuerdo con Inglaterra, este instrumento permitió la protección de la
industria nacional, pero a su vez, se presionó para resarcirse de las presiones
imperialistas, presionando a las empresas ferroviarias con la regulación de las
tarifas y la estimulación de la construcción de rutas, como competencia al
ferrocarril. El vuelvo internacional a la inversión productiva, en detrimento de
la especulativa se conjugó con el desarrollo mercado internista en países
“atrasados”. Peña resaltaría las tensiones de esa “unidad” (no identidad) de
las clases dominantes en la tensión librecambismo/proteccionismo, pero que tla oposición se vería matizada por
la crisis mundial, y esa coincidencia tendría expresión en un estado
relativamente independiente que desarrollaría una estrategia superadora de los
intereses inmediatos de la burguesía argentina, para formular un plan económico
de largo plazo. A su vez, Peña resalta el carácter tradicionalmente nacional de
la banca comercial, y, a diferencia de FORJA, que había visto un entreguismo al
capital británico extranjero en la creación del banco central, Peña ve a una
burguesía que intenta mantener el control sobre la política crediticia y
bancaria, y resalta las diferencias con el proyecto de Niemeyer, ya que el
proyecto autóctono implicó un poder estatal predominante en tanto poseedor del
50% de la participación accionaria y gran capacidad de intervención. Así,
paradójicamente, la lectura de la nacionalización del Banco Central durante el
peronismo es original en tanto señala que implicó una acentuación de la
subordinación de la economía nacional a la política monetaria de Inglaterra, al
establecer como respaldo a la libra esterlina en reemplazo del oro. Otro aporte
de Peña es el concepto de pseudo-industrialización, definido como un proceso
donde no aumenta la composición técnica del capital, donde es el aumento de
mano de obra y el agotamiento de la capacidad ya instalada lo que moviliza el
proceso, no hay un desarrollo pleno de las industrias básicas, ni fuentes de
energía ni transporte, la productividad del trabajo no aumentaría, y habría
elevados costos y baja eficiencia, y la agricultura permanece estancada y sin
tecnificarse.
En la lectura del peronismo que hace Peña, el cree hacer confluir lo
mejor de la tradición morenita, tanto de su período anti peronista como en su
período entrista. Entre sus postulados encontramos posturas como la alineación
de los interés británicos y el gobierno del golpe del 43, en tanto representó
el freno a las aspiraciones de “cambio de metrópoli” de algunos sectores que
podrían resultar electos, posición que el peronismo, según Peña, habría
defendido hasta que tuvo que claudicar ante el panamericanismo norteamericano.
Esta posición de Peña sería muy criticada al no reconocer eventos claramente
nocivos para Gran Bretaña como la nacionalización de los ferrocarriles. Si bien
es evidente que la lectura de Peña es exagerada, al menos como definición
última del surgimiento del peronismo, muchas fuentes documentales por el
estudiadas y luego reveladas dan cuenta de un interés británico por el triunfo
de Perón. A su vez, Peña rechaza la noción de burguesía nacional, en tanto no
reconoce que los industriales pequeños y medianos de Argentina hayan podido
constituirse como clase autónoma, o relativamente enfrentada al capital
internacional. El peronismo, a su vez, nunca podría ser entendido como
expresión de dicha clase, en tanto la misma se opuso ferozmente al mismo en sus
orígenes (en parte porque el peronismo representaba la imposibilidad de ayuda
estadounidense para el desarrollo industrial, como sucedió en Chile y en
Brasil, según Peña), y luego jugó, defensivamente, según Peña, a negociar
posiciones durante los primeros años, para pasar a la ofensiva cuando la
situación económica recortó la capacidad de maniobra del gobierno. Aún en ese
momento, el ritmo de concesiones del peronismo resultaba insuficiente, a lo que
sumaba una perspectiva de mejora de las relaciones con Estados Unidos tras su
derrocamiento. Peña caracteriza esta dependencia al resaltar que la relación
que tiene la burguesía nacional con el imperialismo es que el sector más
poderoso de la burguesía argentina está compuesto de extranjeros que sólo se
interesan por la industrialización para aprovecharse de ella, en este sentido,
cuanto más crece la burguesía industrial, más se debilita como clase: a medida
que avanza el desarrollo industrial, más se extranjeriza la economía, y más se
concentra el proletariado en los lugares de trabajo y se organiza. Así, el
desarrollo es un “movimiento de pinzas” para la burguesía industrial, que queda
“como un enano que crece entre dos gigantes”. A su vez, esta vinculación
implica que la burguesía, estando tan vinculada al latifundio y al capital
extranjero, nunca participaría de una verdadera lucha anti imperialista, en
primer lugar, porque esto implicaría una agitación y un afianzamiento muy
grande de la lucha obrera, y en segundo lugar, porque si la burguesía nacional
se ha demostrado agresiva con el capital extranjero, sólo ha sido como
instrumento de negociación, “golpear para negociar” un acuerdo más provechoso
frente al mismo.
La lectura como fenómeno general del peronismo era, como la de
Frondizi, un rechazo a su caracterización como nazi, y una lectura del mismo
como expresión del orden (y apoyado por las clases cuyo mandato es el mismo,
ejército, burocracia, policía, clero, etc. ), un bonapartismo facilitado por el
empate entre clases y sectores (o como el impasse imperialista de Frondizi),
donde el estado puede, momentáneamente, tener cierta independencia. Otro punto
señalado por Peña es la noción de Perón como adelantado al preveer las futuras
demandas obreras, y al optar por satisfacerlas por la vía estatal, en un
movimiento simultaneo de integración a través de tal vía y de represión a
través del disciplinamiento de los sindicatos con herramientas como la
personería jurídica.
El análisis de las figuras de Miliciades Peña y Frondizi es muy útil
en tanto permite abrir todo un arco de problemas teóricos y prácticos que
estaban en discusión para la izquierda de los años cuarenta y cincuenta, y
tales discusiones pre anunciaban muchos de los desarrollos que habrían de tener
lugar a posteriori en relación a la naturaleza del capitalismo argentino y del
desarrollo latinoamericano, a la posibilidad revolucionaria y al rol de los
militantes y del partido en el aporte a ese proceso, y en la interpretación y
posición respecto al peronismo como fenómeno incesante de la política nacional.
El texto de Altamirano hace un recorrido de los años 50 a
los 70 en clave desarrollista. En primer lugar, seala que en el desarrollismo
se utilizaron ideas que ya habían tenido aparición previamente, tanto durante
la iniciación de la industrialización sustitutiva en los años 30 como durante
el peronismo. Sin embargo, tenía una carga de vocabulario novedosa, que tuvo su
mayor originalidad en la dramatización del proceso como uno de cambio económico
y social que era urgente y acuciante, y además, constituía una instancia
inevitable. La única alternativa era desarrollo violento o democratico.
Altamirano recurre a Frigerio para exponer el nacimiento de la tesis de la
necesidad de la industria pesada para lograr un proceso de independización
económica y el desarrollo de una posición frentista nacional y popular para
lograr el desarrollo. En este sentido, la llegada de Frondizi al poder tuvo
como paradoja el rol preponderante que tuvo el capital extranjero en ese supuesto
plan de desarrollo nacional, argumentando tal estrategia en la velocidad
necesaria de los cambios a encarar, en una interpretación que recuperaba la
sensación de urgencia que primaba en la época, según Altamirano, el sacrificio
tendría recompensa. Por otro lado, el estatismo que propugnaba el desarrollismo
frondizista fue criticado desde los sectores liberales. Si bien la postura
liberal estaba sufriendo embates, y eran minoría, eran una minoría poderosa:
medios de prensa, funcionarios, asociaciones patronales, fuerzas armadas. La
posición de Frondizi estuvo, a su vez, influida por la presión norteamericana
para lograr el rechazo del comunismo en el continente, en el marco de un clima
de época que veía un cambio de sistema como una necesidad (Altamirano cita un
documento de la CGT de 1965 que refiere a lo imperioso de un cambio radical),
posición que contaba a su vez, con sectores de derecha. Un sector del ejército
se inscribió en la tesis desarrollista, el sector azul. En este contexto,
Illia, con su caricaturización de lentitud, no se ajustaba a los requisitos de
cambio radical, estaba enfrentada al peronsimo, por su carácter de gobierno
triunfante en elecciones con proscripción, y a las asociaciones empresarias,
por su inmovilidad frente a los sindicatos, y por su rechazo al
intervencionismo estatal y al nacionalismo económico. El triunfo del sector
azul en la disputa del ejército llevaría al poder a una doctrina militar que se
veía a sí misma como portadora de una misión de desarrollo económico y social
del país, abrevando en un anti comunismo acérrimo y en la noción de que el desarrollo no
precisaba ser llevado a cabo democráticamente, sino que era imperativo suprimir
los factores “de desorden”, es decir, las elecciones y los partidos. Así, el
culto a la planificación se expresaría en la modulación de tres tiempos
sucesivos: económico, social y político. Esto encarnaba un fuerte esquema
represivo que alcanzo a las universidades. Sin embargo, las tensiones con los
sectores liberales del ejército se podían ver en el reparto del poder y de los
sectores: Krieger Vasena en Economía, y el nacionalismo en las áreas de políticas. Sin embargo, estas
posturas coincidían en el retraso de cualquier vuelta democrática hasta que
terminase el momento de reordenamiento económico. Con respecto a la etapa de
fines de los sesenta, Altamirano desarrolla las posiciones de la izquierda
revolucionaria, en contraposición con los partidos reformistas de los años
previos: el comunismo y el socialismo. La ruptura súbita que primaba en el
clima de época como mandato, se encarnaría en la Revolución Cubana, que movería
el horizonte de la izquierda de la época hacia la lucha armada, lo que no sólo
se vería en los sectores marxistas “nuevos”, sino que sería levantado por
sectores católicos, que se aunarían con el activismo de izquierda. Como ejemplo
paradigmático de esta orientación menciona a Montoneros.
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Aporte de Eunice:
Silvio Frondizi, “La
realidad argentina”, Tomo II.
El autor, nacido en 1907, fue un
abogado, intelectual marxista. Este texto tiene una impronta marxista muy fuerte. La idea principal es que
el socialismo arribará como un paso lógico del desarrollo capitalista en estado
de decadencia y esto es inminente. El momento de la publicación es en el
contexto de reciente destitución del peronismo, con ciertas contradicciones
dentro de la estructura económica de estancamiento del desarrollo que había
comenzado con el primer gobierno peronista y donde desde muchos sectores
comienzan a aflorar diagnósticos sobre la situación y respuestas en el plano de
las ideas sobre cómo continuar. El contexto internacional de posguerra
profundizará esta demanda.
En el primer tomo ya había
demostrado Frondizi que no sería con la burguesía nacional con quien se
lograría la industrialización y el progreso. La revolución la hará el
proletariado. Porque solo éste puede escapar al sistema de alienación que crea
el capitalismo. El proletariado tiene esta prerrogativa por ser “la clase
social que sufre directamente las consecuencias de las contradicciones del sistema”
(pág. 225).
Luego de hacer un diagnóstico por
demás de superficial y acotado sobre las fuerzas productivas y las riquezas con
las que cuenta el país, Frondizi va a afirmar que las condiciones objetivas
están dadas, según el autor. El grado de desarrollo ha llegado a un punto de
estancación. Es el mismo sistema capitalista el que dificulta este proceso.
Según Frondizi, “las relaciones de producción capitalista se han transformado
en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas”.
Dadas la situación de la economía
mundial y de las correlaciones de fuerza se puede dar la revolución socialista.
“El mundo está maduro” y así lo demuestran otras experiencias como la Unión
Soviética, China y luego la Revolución Cubana. La revolución socialista comenzaría,
según Frondizi, en la periferia hacia el centro. Demostración de ello son la
avanzada de estos países y el grado de sociabilización de la producción.
Si bien las condiciones objetivas
están dadas, son las condiciones subjetivas las que aún no están maduras. Falta
desarrollar conciencia de clase y la capacidad de organización de la lucha para
que se den estas condiciones. Sin embargo, el proletariado está en camino hacia
una mayor conciencia y desde las últimas décadas se viene creando una masa de
trabajadores y trabajadoras que ven que pueden ser obradores de su destino. Por
otro lado, “hace falta resolver las relaciones entre masa, partido y
dirección”. (pág. 226).
Según Frondizi, el proletariado
tomara ese nivel de conciencia aunque dificultado por la injerencia de capas
intermedias que crea el capitalismo. Esta es la burguesía nacional en nombre
del revisionismo. El socialismo será producto del recorrido de ciertas etapas
incluso -algunas imprescindibles. La revolución será permanente. En un
principio, se llevarán a cabo tareas democrático-burguesas. Este proceso se
agiliza en cuanto la crisis se profundiza. Una primera tarea será la lucha anti
imperialista. Siguiendo la sociabilización de los monopolios, nacionalización
de los latifundios y la creación de un Estado proletariado.
Milcíades Peña, “Rasgos
biográficos de la famosa burguesía industrial argentina”.
Este texto es un capítulo dentro del libro
“Industrialización y clases sociales en la Argentina”, publicado en el año
1964.
Milcíades se desenvuelve dentro del trotskismo argentino,
será criticado y catalogado como intelectual pequeño burgués. El partido
morenista le obligará a proletarizarse en sintonía con la idea de que el
partido debía ser compuesto por la clase trabajadora que es la que luchará por
el socialismo.
En este texto Peña afirma que la alianza con la burguesía
nacional es inviable. El argumento más fuerte puede ser el que, según el autor,
los fundamentos de esta clase se remiten a la burguesía terrateniente por un lado
y que también tiene lazos muy fuertes con el capital financiero extranjero,
contra quien de cualquier manera, no podría competir según el alto grado de
concentración de la economía en los núcleos más rentables.
Peña está de acuerdo con Frondizi en cuanto asume como una
condición primordial eliminar la clase terrateniente y latifundista, ya que
ésta representa la “columna vertebral del atraso nacional”. La concentración de
la propiedad crea un “excedente” de mano de obra campesinado que migra hacia las
ciudades presionando los salarios en las ciudades. Esta es la relación ente el
capital industrial y terratenientes y el doble beneficio para una de la
existencia de la otra. El primero no ve que la eliminación de los latifundios
puede ser beneficiosa para él.
El atraso de las fuerzas productivas hace que el capital se
concentre en las actividades más rentables, que suelen ser aquellas donde
existe una ventaja absoluta. Esta dinámica se retroalimenta ya que no crea el
interés del capital invertir en máquinas para aumentar la tasa de ganancia. Peña
lo pone muy claro cuando pregunta, “¿para qué (irían a) invertir en usinas y
altos hornos si con una masa de capital mucho menor pueden obtenerse ganancias
elevadísimas e inmediatas en tierras, construcciones de lujo, especulación con
divisas o en una empresa textil?”.
A diferencia de la creencia común, no existen rivalidades
entre la burguesía nacional y los terratenientes, por el contrario, existe una
unidad, mucho menos con el capital
extranjero como por ejemplo Tornquist o Leng Roberts. La producción esté en
buena parte en manos de este tipo de capital y en nodos estratégicos pudiendo
dominar toda una rama controlando una sola fábrica.
El capital extranjero se esconde mediante testaferros detrás
de las burguesías nacionales. Según Peña, el avance del capital extranjero ha
sido posible gracias a la complacencia de las burguesías industriales. La
burguesía nacional se asocia con el capital extranjero para poder crecer.
Mientras este proceso se profundiza, pierde poder como clase. Es aquí cuando oportunísimamente
se alía con la clase trabajadora. Por otro lado, a medida que la economía
avanza, así lo hacen las subjetividades del proletariado. “La burguesía
industrial es un enano que crece entre dos gigantes, y su única salvación es
echarse a los brazos del gigante imperialista” (pag. 233). Según Peña, “La
burguesía industrial es bastante realista para comprender que una lucha seria
contra el imperialismo exige una acción tan vigorosa de las masas
revolucionarias que ella sería la primera amenazada” (pag. 234). Lo cual no
quiere decir que para Peña, sea una relación antagónica sino que la tensión se
resuelve mediante negociados.
Por lo tanto, el socialismo no puede basarse en la alianza
con la burguesía nacional. Esta es una clase absolutamente
contrarrevolucionaria y antinacional (no atentaría contra el capital
extranjero). “Está demasiado atada al latifundio y al capital extranjero”,
diría Peña.
Tampoco se puede esperar que la burguesía industrial tenga
interés en entablar una lucha contra el capital internacional. En la Argentina
no se darían las condiciones para la competencia y por ende, el desarrollo de
las fuerzas productivas. El origen de este estancamiento reside en el
sobreproteccionamiento de la economía que genera alta concentración económica.
El capital no se ve motivado a invertir porque tiene una tasa de ganancia
superior asegurada. Sin embargo, Peña no defiende la posición liberal sino la
planificación liderada por un gobierno obrero.
La crisis se resuelve por el poder político en manos del
proletariado y aplicando la planificación económica. La revolución tendrá
carácter permanente.
“Encrucijadas
políticas y dicotomías ideológicas”. Carlos Altamirano (2001).
Altamirano, nacido en 1939 es un sociólogo argentino.
Actualmente, investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Quilmes
donde dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia
Intelectual.
El título de este texto encierra buena parte de lo que se
trata. El autor hace un repaso minucioso de la evolución histórica de las
filosofías más relevantes y de las tensiones políticas que suscitaron a lo
largo de 1950, 1960 y en parte 1970 articulando con un repaso de la trayectoria
y biografía de actores claves y con la influencia del contexto internacional.
Por un lado hace un repaso sobre las tensiones entre
Prebisch y Jaureche sobre divergencias en el diagnóstico de la situación
económica y sobre el modelo económico. Según Jaureche, Prebisch quiere retornar
al modelo agroexportador. Según Altamirano, el Plan Prebisch va a poner sobre
la mesa las cuestiones que marcarían las posiciones políticas: país agrario vs.
país industrial, el rol del Estado, el del capital nacional y el extranjero, la
planificación económica o liberalismo económico, y también la cuestión
peronista y el comunismo.
El autor indaga sobre el comienzo del desarrollismo, como
expresión ideológica que pretendía dar una respuesta a las encrucijadas que
representaba la estructura económica y la inserción del país en el mundo para
lograr el progreso. Distingue entre dos posturas, la del cambio gradual o
revolucionario.
Entre los primeros, A. Frondizi y R. Frigerio, quienes dicen
que“las fuerzas sociales de la transformación serían los trabajadores y los
empresarios” y si era necesario, con colaboración del capital extranjero. El
eje de la alianza serían los peronistas y el radicalismo intransigente, es
decir, la clase obrera y la clase media. La divulgación de estas ideas se
publicaría en la Revista Qué. Esta postura defiende como objetivo primordial
lograr la independencia del país y ésta se logra con una industria pesada, con
un aparato industrial integral y sostenible.
Según Altamirano, hubo un viraje lingüístico en que se
diferencian las posturas sobre las formas en que se alcanzaría la independencia
económica. Por un lado, la idea de progreso se refiere a un desarrollo en
etapas. Ambos defendían la intervención estatal ya sea como regulador o como
rector de la economía. Por otro lado, los liberales estaban del lado opuesto y
reafirmaban a la libre empresa como motor de la eficiencia y del crecimiento.
El liberalismo no tenía mucho apego en las mayorías populares pero cuajo dentro
de las fuerzas armadas. Finalmente la idea de que un cambio estructural era una
condición necesaria se haría más predominante hasta que desde las fuerzas
armadas se terminará, más adelante, con el intento desarrollista de
industrialización.
Para Altamirano, será la antítesis entre el peronismo y el
anti peronismo y las acusaciones que ambas fracciones hicieron sobre Frondizi
por supuestamente pertenecer al otro bando que le restaron apoyo y derivaron en
su declive.
Teniendo en cuenta que este período estuvo fuertemente
influenciado por el triunfo de la Revolución Cubana que parecía ser
demostración de que la Revolución podía estar a la vuelta de la esquina, si un
país como el isleño donde sus fuerzas sociales pudieron concretarla y con un
grado de desarrollo de las fuerzas productivas menor, bien podría ser factible
en un país como la Argentina. Más allá de representar una esperanza y un
ejemplo también generó un incremento de “miedo al comunismo inminente” y las
presiones yanquis no se hicieron esperar. Si bien Frondizi estaría más cerca de
Castro que de Washington y lo dejaría muy claro en algunos pasajes de discursos
de visita por el imperio, en el mundo se iniciaba la guerra fría.
A raíz de la cuestión comunista, de la Revolución Cubana,
sectores de izquierda revolucionaria darían comienzo a la alternativa
armamentística como forma de tomar el poder y luego ejecutar transformaciones.
Esta visión entra en conflicto con aquella que reconoce un camino por recorrer
donde además de lograr las condiciones objetivas, si aún no están dadas, en
alcanzar las condiciones subjetivas de conciencia de clase.
En definitiva, la hipótesis que va a defender el autor es
que la dicotomía peronismo antiperonismo imposibilitó la continuación
ininterrumpida del sistema político. El derrocamiento de Frondizi e Illia se
habría dado en gran parte como una saturación de las divisiones de posturas que
generaban roces incluso dentro de las alianzas que conformaban los gobiernos
democráticos. Por otro lado, de fondo se trataba de que cuando el poder formal
se desviaba de los intereses del poder real, se irrumpía la marcha del proceso
democrático que estuviera en pleno proceso.
Horacio Tarcus, “La
sociedad populista y la reconfiguración de las izquierdas” y “El intelectual
olvidado…” en “El marxismo olvidado en la Argentina” de1996.
Investigador del CONICET, docente de la UBA. Es doctor en
historia por la Universidad de La Plata. Ha publicado varios textos sobre la
izquierda argentina y latinoamericana. En 1998 fue cofundador del Centro de
Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina.
Este texto se propone rescatar y contrastar a dos
intelectuales marxistas argentinos, Frondizi y Peña. Primeramente realiza un
repaso sobre el panorama pre y pos peronista y cómo se fueron delimitando las diversas
corrientes de izquierda. A su vez, la forma en que estos actores intervinieron
en la política y el mundo académico.
De ambos, hará un repaso biográfico encuadrándolos en un
determinado momento histórico y de trayectoria personal lo cual es muy enriquecedor
para comprender cómo y por qué se posicionan en los distintos debates
considerando desde donde vienen y en qué contextos se mueven.
Un momento relevante para Frondizi es el distanciamiento con
el partido comunista, que bajo lineamientos de la Unión Soviética interesada en
frenar el dominio yanqui, establece como prioridad principal la lucha
antiimperialista. El precio a pagar por los comunistas sería aceptar la alianza
con las burguesías nacionales. Sin embargo, en este mismo momento Frondizi esclarece
que dicha alianza es inviable. En el tomo II de su texto La Realidad Argentina,
se verá firmemente reflejada esta postura. Las transformaciones que para él son
inminentes, serán de carácter socialista. Y como quiere demostrar en su texto,
la burguesía debe ser descartada por antinacional.
Respecto a Peña, relatará su historia familiar y sus
comienzos como intelectual dentro del trotskismo argentino junto a Moreno hasta
su distanciamiento de su maestro. Detalla también la relación entre Peña y el
Partido y como habría tenido que ver con los desencuentros entre Frondizi y
Peña.
Peña y Moreno habrían sido muy cercanos hasta que desde el
partido se tildo a Peña de pequeño burgués por no ser obrero. Luego de un
tiempo ocupando cargos de muy poca relevancia, Peña colaboró con Frondizi con
quienes tenía muchas similitudes que se aprecian de los textos fuente. Según
Tarcus, el debate entre ambos y el tono de Peña de podrían explicar cómo una
demostración para el partido el distanciamiento con aquel, quien habría
criticado duramente a Moreno en su obra “La realidad argentina”. Así, Peña se
querría desmarcar de la figura de intelectual y aparentar más un militante
orgánico marcando a Frondizi como mismo le habría hecho a él, cuando el propio
partido lo tildó de pequeño burgués intelectual.
En definitiva, el texto Tarcus va a profundizar en el marco
de la historia de las ideas como surge la llamada “izquierda nacional” y los
distintas corrientes que al componen como aquella integrada por Ramos,
Puiggros, o por Scalabrini Ortiz, Jaureche, Cooke o Hernández Arregui como las
distintos debates que entre estas corrientes existieron, entre estos entre
Frondizi y Peña. Según el autor, el pensamiento de ambos se va a forjar entre
el rechazo al liberalismo y al elitismo por un lado y al antiliberalismo y el
populismo por el otro dando surgimiento a una forma particular de
desarrollismo.
Por otro lado, hace un recuento de las distintas lecturas
del peronismo. Según el autor, Frondizi rechazaba la idea de régimen fascista y
plantea el “bonapartismo”. Habría sido en buena parte el contexto internacional
de interregno imperialista y además la crisis que transitaban las clases
dominantes que posibilitaron el surgimiento del peronismo. Según propias
palabras de Tarcus, “para demostrar que el régimen peronista es bonapartista y
no neofascista, es suficiente indicar que se apoya en las clases extremas, gran
capital y proletariado, mientras la pequeña-burguesia y en general la clase
media sufre el impacto económico-social de la acción gubernamental” (pág. 140).
Aunque sus textos habrían sido olvidados, Peña fue recogido
y venerado especialmente pero no únicamente por el trotskismo por su aporte
como visionario y lector de la historia pasada. A través del distanciamiento
con el partido y sin un círculo de apoyo, la versión que predominó fue bastante
negativa, hasta que fue rescatado más adelante por intelectuales como Sábato o
Portantiero, entre otros.
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Aporte de María Consuelo:
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Aporte de María Consuelo:
Altamirano,
Carlos, “Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”
Carlos Altamirano es investigador del Conicet
y profesor de la UNQ. Integra el consejo de dirección de Prismas,
revista de historia intelectual, de la misma editorial.
Dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia Intelectual también de la UNQ.
Dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones y el Programa de Historia Intelectual también de la UNQ.
El texto analizado presenta un recorrido histórico
desde el golpe de 1955 hasta la vuelta de Perón, en el marco del interrogante
sobre cuál era el camino que debía tomar el capitalismo argentino luego de la
década peronista, y también ¿Qué hacer con el peronismo?, prestando especial atención
a las concepciones sobre el modo de desarrollo y sobre los procesos de
industrialización como etapa superior de “la nación” y a la permanente
existencia de una lucha entre las fracciones liberales y nacionalistas de las
Fuerzas Armadas.
El parágrafo “Desarrollo y desarrollistas”
muestra el diagnóstico de la economía argentina elaborado por Prebisch,
quien sostiene que la economía atravesaba la crisis más aguda del desarrollo económico nacional
identificando al problema central como la falta de divisas producto de haber
dejado el peronismo al sector agrario en un segundo plano. Como soluciones se
proponían la devaluación, la apertura de importaciones al agro. El informe fue
criticado, entre las más contundentes Jauretche lo hizo con su artículo “El plan
Prebisch, el retorno al coloniaje” señalando que el perjuicio del plan lo
sufriría la clase trabajadora y que se trataba de una excusa para retornar a
una economía pre peronista. Para Altamirano el plan Prebisch no tenía un sesgo antiindustrial tan extremo
pero si dejaba claro los ajustes recaerían mayormente sobre la clase
trabajadora.
En este contexto surgen fuertemente las ideas de
desarrollismo, asociadas al presidente Frondizi y a Frigerio. Frigerio sobre
todo pensaba en una confluencia entre UCRI y peronismo e incluso
Frondizi en sus discursos hablaba en términos de pueblo vs oligarquía y nación
vs imperialismo: “Definiremos al enemigo
como el conjunto de los intereses que extraen beneficio del sector agrícola y
de la debilidad del desarrollo industrial”. El punto de partida de Frigerio era que Argentina
tenía todos los atributos para ser una Nación pero no lo era plenamente dado
que se trata de una sociedad jurídicamente libre pero económicamente
dependiente.
Ambos planteaban como eje rector la
industrialización como la base que permitiría al país ser menos vulnerable ante
el mercado internacional, visiones fuertemente influenciadas por el esquema
cepalino de centro-periferia, y asimismo del rol activo y promotor que debía
jugar el Estado al respecto. No obstante, ambas personalidades destacaban la
importancia del
sector privado en el desarrollo económico, y en particular la participación de capitales
extranjeros, puesto que el ahorro nacional no era suficiente para la rapidez
con la que se pretendía llevar adelante el proceso. Ellos sostenían que no era
el destino de los capitales lo que definía la concepción de desarrollo, sino el
uso de los mismos. Sin embargo esta postura generó una enorme pérdida de
quienes lo apoyaban y erosionó al frente nacional y popular que se había
conformado en torno a su elección.
Al mismo tiempo comienza a cobrar relevancia el
concepto de Nación, unidad nacional, integración, que requería de una especie
de alianza entre las fracciones capital y trabajo. Altamirano señala que la
idea de desarrollo en estos términos, es un sustituto del concepto liberal de
progreso y que además, si bien los conceptos ligados al desarrollo
(fortalecimiento de la industria, impulso de particularmente la industria
pesada, importancia de la planificación, nacionalismo) se planteaban como
novedosos, en verdad no lo eran, sólo identificada como tal al deterioro de los
términos de intercambio.
Por otro lado, a partir del año 1962, las ideas de
desarrollo se levantan también desde los espacios católicos y ejército, al
tiempo que otro de los debates era si el desarrollo se alcanzaría a través de
procesos democráticos o revolucionarios, siendo la Revolución Cubana un ejemplo
cercano de esta última opción.
El parágrafo “Revoluciones”
toma como ejes las tensiones respecto al comunismo y al peronismo. Por el lado
del peronismo, luego del derrocamiento de Frondizi, se prohíbe su retorno,
siendo el interrogante acerca de los riesgos que devendrían de su incorporación
al sistema político, provocando rechazo a nivel civil y militar.
Respecto al comunismo, la posición de Argentina
respecto a la Revolución Cubana (privilegiando el desarrollo antes que la
seguridad según el propio Frondizi), y luego las relaciones entre Cuba y EEUU,
y entre EEUU y la URSS en el marco de la guerra fría provocaron que los
liberales desde los medios de comunicación lanzaran una campaña anticomunismo
resaltando los “peligros”.
Onganía llega al poder de la mano de la
Revolución Argentina, apoyado en el
descrédito que se había hecho al gobierno de Illia (quien ya había iniciado su
gobierno sin el apoyo de prácticamente todos los sectores de poder influyentes en la
Argentina), en la
amenaza del comunismo y en la proscripción del peronismo. Por su parte,
mientras que en sus discursos proclamaba que “el país del trigo había quedado atrás”, en su gabinete tenía a importantes
liberales que adherían a ese tipo de país. El episodio del Cordobazo es lo que
determina el fin político de Onganía, reemplazado por Levingston, al tiempo que
se instalaba un nuevo actor en la escena “el partido armado”. En este sentido, Altamirano
señala que también estaba la otra revolución, la de los partidos armados que
tomaron rápidamente relevancia en el mapa político, quienes surgían a partir de
una genuina fe en la revolución, viendo que la Revolución Cubana parecía
posible y alcanzable. Los más importantes fueron Montoneros y ERP.
Tarcus, Horacio,
El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña
Horacio Tarcus es doctor en historia de la UNLP, especialista en el
manejo y conservación de documentos; profesor la UNLP y de la UBA e
investigador del CONICET. Los extractos de su texto se enmarcan en el cambio
que transcurre en la izquierda argentina en las décadas del 50 y 60, donde
luego de la proscripción del peronismo comenzaron a aparecer a las claras las
diferencias entre las diferentes corrientes de izquierda. Tanto el PS como el
PC, luego de sus apoyos al golpe de 1955 se vieron fuertemente fragmentados,
ambos en línea con favorecer la desarticulación del Estado corporativo
fascista. Al mismo tiempo surgían nuevas corrientes de izquierda, de
orientación “nacional polulista” y de la mano de Puigrós y Ramos, quienes
señalaban el desencuentro de la izquierda tradicional con las masas populares,
principalmente por su concepción antinacional.
El autor describe la trayectoria
de la formación política de Silvio Frondizi y Milcíades Peña, sus producciones
teóricas y sus diferentes inserciones, rescatando sus aportes dentro del
pensamiento de izquierda entre las décadas de 1940 y 1970, y señalando que son
de gran importancia para comprender la trayectoria de la izquierda argentina.
Tarcus destaca el intento de Peña y Frondizi en avanzar en un cuerpo teórico y
práctico marxista que se articule con la realidad argentina y que al mismo
tiempo supere las corrientes de izquierda tradicionales puesto que sus trabajos
intentaron “abrir una brecha para un
marxismo crítico y antidogmático en el pensamiento izquierdista nacional”, de
tal modo que ambos autores exponen las formas y posibilidades en que conciben
que la revolución socialista podría haber tenido lugar en el ámbito nacional.
Sobre Frondizi, Tarcus lo diferencia de los sectores de izquierda del
PC, como así también del trotskismo. Menciona su recorrido intelectual,
profesional y universitario iluminando ciertas contradicciones en ello.
Frondizi llegó a proponer la formación de un único frente de izquierda para la
revolución.
Tarcus considera de gran importancia el marco teórico desarrollado por
Frondizi, partiendo de un marco global para llegar luego a uno nacional, y en
particular del peronismo. Según Frondizi, argentina era un país semicolonial, critica al
peronismo en tanto entiende que la industrialización de las semicolonias
latinoamericanas como resultado fortalece a las burguesías nacionales, mientras
que para Frondizi sucede lo opuesto: la introducción del capital imperialista
(bajo la forma de exportación de empresas) deviene en mayor dependencia del
capital nacional, lo cual debilita a la burguesía nacional como clase
independiente. Asume al peronismo como un sistema bonapartista, en el sentido
en que Perón intenta lidiar con ambas clases en la búsqueda de un equilibrio. Señala
que luego del peronismo, al que llama “anomalía”, deberá llegar el momento de
la revolución socialista.
Asimismo, Frondizi criticó fuertemente a la izquierda, en particular al
PC por las alianzas que tejió con sectores de derecha, alianza que anuló según
él, cualquier posibilidad de progreso. Identifica también, que el hecho de
haberse perdido la posibilidad entre una alianza entre izquierda y peronismo, descartó
toda posibilidad de terminar con la oligarquía terrateniente, y entiende al
peronismo como un fenómeno social que la izquierda fue incapaz de comprender
por no entender a la mismísima clase obrera.
Sobre Peña, en contraste con Frondizi, contaba con escasa formación
académica formal, y desde joven se vinculó a la izquierda trotskista del GOM,
de la cual se abre al momento de la alianza de la corriente de Nahuel Moreno
con el peronismo. Tarcus encuentra puntos de contacto con Frondizi en tanto
ambos hablan de los nuevos modos de inserción de los capitales foráneos y la
caracterización de la burguesía argentina. Pero no tiene la misma visión
respecto al peronismo, ya que lo define como un caso de desarrollo desigual
ligado al capitalismo de países atrasados y también desde la óptica del
bonapartismo, destacando que para 1955 Argentina seguía siendo un país
semicolonial, dominado por una burguesía terrateniente e industrial
trustificada entre sí y con el capital financiero internacional. Peña, al
contrario que Frondizi, rechaza la visión de demagogia del peronismo y de
disponibilidad de masas de Germani. El peronismo era “la expresión de una coyuntura histórica de empate entre las clases y
sectores, entre el decadente imperialismo inglés y el pujante imperialismo
americano, entre los sectores agrarios y los industriales, entre la clase
obrera y el empresariado industrial”.
Frondizi,
Silvio, La realidad argentina. Ensayo de interpretación sociológica
En su texto Frondizi presenta un análisis de la
situación argentina en términos de las posibilidades y condiciones tanto
objetivas como subjetivas para alcanzar el socialismo. Encuentra Frondizi que
las condiciones objetivas existen, pero lo que falla son las subjetivas, reflejadas
en la crisis de la izquierda argentina, identificando las razones siguientes:
i)
La burguesía nacional y su caducidad como fuerza progresista es lo que
ha conducido al estancamiento del país; por lo que propone el reemplazo de tal
rol por el proletariado, clase que
siente con más fuerza y en forma directa la alienación que implican los modos
de producción.
ii)
Limitada conciencia de clase del proletariado y capacidad organizativa
de lucha insuficiente.
Frondizi señala la necesidad de
que la burguesía pequeña pauperizada se alíe al proletariado, dado que sus
intereses de clase se encuentran ligados y son contrarios a los del
imperialismo. También de la importancia de los intelectuales en el cuerpo
teórico.
En relación al contexto internacional, una industrialización
de los países periféricos eran impulsados por los del centro fundados en la
nueva división internacional del trabajo. De este modo, ya no resultaba
necesario un control político, pues el control económico se ejercería desde la
subordinación de los capitales internacionales a los nacionales y condicionando
cualquier estrategia de desarrollo autónoma.
Respecto a su análisis del peronismo, lo considera
como un intento de revolución burguesa que quedó en el camino, intentando
resolver los problemas nacionales al interior del propio sistema capitalista,
cuando según Frondizi sólo era posible resolverlos transformando el sistema
mediante la revolución socialista. Además de ello identifica en el peronismo la
representatividad de la burguesía, burguesía nacional que fracasó. Como
cuestión a reconocer, se admite haber incorporado a la vida política a la clase
trabajadora, pero al costo de burocratizar al movimiento obrero.
Por su parte, la reforma agraria
no es vislumbrada como un posible camino para Argentina, tampoco el ejemplo de
la revolución rusa. Propone a la organización socialista como el único camino.
Frondizi defiende la tesis de revolución permanente, en contraposición al
sostenimiento de los planteos reformistas, nacionalistas de izquierda y
stalinistas, lo que implica el pasaje de la sociedad capitalista a la
socialista, y en algunos casos y posteriormente a la comunista, proyectado a su
vez a escala mundial.
Peña,
Milcíades, “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina”
Milcíades Peña, se
inserta en su juventud en la GOM de Nahuel Moreno. Realizó su aporte para
comprender los fenómenos de la década del 30, y sus consecuencias en el proceso
de formación de una burguesía industrial, encontrando que esta década se trató
de un período de transición en contraposición a las visiones que lo
consideraron como una regresión en el proceso de modernización (Germani) o un
retroceso en la constitución pueblo-nación (perspectiva nacional). En este
sentido uno de sus primeros aportes es anular la dicotomía tradicional de
oligarquía vs. pueblo.
Peña en disidencia
con posturas de la izquierda nacional (Puigrós y Ramos), no considera a la
burguesía como el mecanismo para el desarrollo, resaltando que la burguesía
industrial argentina no nació de abajo, no se desarrolló de modo autónomo, sino
que siempre se vinculó con la oligarquía terrateniente, siendo a veces difusos
los límites entre ambas. Además señala que desde sus orígenes la industria
argentina estuvo concentrada – 47 empresas empleaban el 15% de los obreros en
1936-, y que este proceso de concentración fue más notorio en la época
imperialista. Asimismo, los establecimientos fabriles grandes no son el
resultado de una etapa competitiva de capitales, son de grandes que se
instalaron en el país ya de gran tamaño. Es justamente por esta característica
de concentración de la propiedad de la burguesía industrial, que Peña denuncia
como más oligárquica y antidemocrática que la propia estructura de la propiedad
de la tierra, que la misma no podrá jugar ningún rol democrático,
revolucionario ni antiimperialista. Esta burguesía industrial según Peña no resulta
de base objetiva y no conciliadora con el capital extranjero sino todo lo
contrario. Toda empresa, en cuanto advierte si necesidad de ampliarse buscan al
capital extranjero, particularmente, al americano. Peña define a la burguesía
nacional como un enano que crece entre dos gigantes, por un lado el gigante
imperialista y por otro el proletario, donde las alianzas se definen entre
burguesía e imperialismo, en consecuencia nuevamente la burguesía industrial en
línea con este argumento es contra revolucionaria. Finalmente, Peña encuentra
que un estado obrero con bases en la planificación es la clave que podrá sacar
a Argentina del estancamiento, y que el desarrollo nacional depende
exclusivamente de la toma del poder político por la clase obrera.
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Aporte de Alejandro:
Altamirano, Carlos,
“Encrucijadas políticas y dicotomías ideológicas”, en Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas
(1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001. (Parágrafos II “Desarrollo y
desarrollistas”, y III “Revoluciones”, páginas 50 a 96).
En
estos capítulos, Carlos Altamirano realiza un recorrido en torno a los debates
sobre el diagnostico de la situación en el pos peronismo. En primer término,
pone foco en el Plan Prebisch, y la polémica desatada con Jauretche quien
acusaba que el diagnostico realizado por el Secretario de la CEPAL era un
retorno a una economía de base colonial. Prebisch planteaba la centralidad del
sector agrario como generador de divisas, fundamentales estas, para el
desarrollo económico.
Este
último punto, el de la economía del desarrollo constituye el quid de la
cuestión en este texto. Sin dudas, el desarrollismo es hartamente asociado con
las figuras de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. Además, ante la revolución
Cubana, el enfoque desarrollista se presenta necesariamente como una alternativa, pregonada aún desde Estados
Unidos con la Alianza para el Progreso, sumado el Concilio Vaticano II y las
encíclicas de Juan XXIII. En Argentina, en 1958 se comienza a publicar la
revista desarrollo económico, además de
ser el año de inicio en el dictado de la Licenciatura en Economía.
En
general, las diversas expresiones del pensamiento desarrollista coincidían en
el hecho de que los objetivos asociados con el desarrollo (industrialización y
crecimiento) debían ser deliberadamente promovidos, descartando repetir la
trayectoria de los países ya desarrollados.
Con
Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio se observa una clara intención de llevar a
la praxis el capitalismo argentino pos peronista. Frondizi muta de su lugar de
“laborista de izquierda” al de desarrollista, cohorte claramente apreciable con
la publicación de “industria argentina y desarrollo nacional” en la revista Que
hacia 1957. Frigerio había sido militante universitario ultra izquierdista, sin
embargo se volcó a los negocios familiares, hasta tener partipación en la
revista Que, la cual llegara a dirigir. Claro está, que luego el eje del
pensamiento de Frondizi-Frigerio pasará de tener el eje en la palabra
“desarrollo” a la palabra “integración”.
Sin
embargo, al margen de las formulaciones previas, el “proyecto desarrollista”
solo alcanzó su delineación cuando Frondizi llegó al gobierno. En el terreno
práctico, se le criticará al presidente el rol que le asigna al capital
extranjero, y en este sentido, justificara su cambio de perspectiva en
comparación a la expuesta en “política y petróleo” en la búsqueda de mayor
velocidad en el proceso de desarrollo y en la fa falta de ahorro interno a ser
canalizado en inversiones básicas. El eje sobre la velocidad que requerían los
cambios estructurales y de allí el papel asignado al capital extranjero, es que
se marca una clara diferencia con el pensamiento cepalino (más afín a la idea
de gradualismo).
Ahora
bien ¿Cómo se paraba el pensamiento desarrollista frente al liberalismo? El
desarrillismo no era liberal y quienes se paraban desde esa perpectiva (lease
Federico Pinedo) el desarrollismo era
una nueva forma de intervencionismo estatal.
Tarcus, Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y
Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1996. (Capítulo II, parágrafos “El
intelectual marxista asoma a la política. Silvio Frondizi, 1943-55 (pp. 77-85 y
parágrafo “Milcíades Peña y el trotskismo argentino” (pp. 108-120), y Capítulo III “El
intelectual revolucionario o la precaria unidad de la praxis/1 (Silvio
Frondizi, 1955-1960)”: páginas 121 a 160; Capítulo IV “La visión trágica de la historia en
Milcíades Peña”, parágrafos “La década del ´30: nuevos mitos sobre el Estado,
la industrialización y la ´restauración oligárquica´”, “Los mitos de la
´revolución peronista´”, y “El legado historiográfico de Peña: olvido y
presencia”: páginas. 275-310).
Tarcus nos introduce a la biografía de
Milciades Peña y Silvio Frondizi. Respecto de Peña, nos grafica su infancia
tumultuosa y su temprano acercamiento para con las lecturas, lo que parecería
forjar su perfil como intelectual. Dicha infancia conflictiva y su conflicto de
identidad lo habrían llevado a rechazar los valores tradicionales en los que
fue educado. Luego se incorporará a la Juventud Socialista de La Plata,
colaborando con el dirigente Nahuel Moreno en el Grupo Obrero Marxista. Su rol
será durante los primeros años de militancia la comprobación de las tesis del
grupo. En sus escritos firmados bajo el pseudónimo de Hermes Radio, asociará a
la burguesía nacional a la oligarquía (denominándola como “hermana de leche”).
Acusará en sus primeros años, que el gobierno peronista ha mantenido la
estructura dependiente y colonial de Inglaterra, impidiendo el reequipamiento
de la industria en la posguerra. Su alejamiento del grupo Moreno, vendrá cuando
se le exija la “proletarización” y se lo tilde de intelectual pequeño burgués
al no acceder a esta. Peculiar resulta su postura al acercarse el golpe del 55,
donde invita a pelear junto al peronismo contra los golpes de estado, sin
confiar en la dirección de este, pero mostrando que era importante evitar el
golpe por parte del imperialismo y la patronal y defender las conquistas
logradas por Perón.
Respecto de Silvio Frondizi, el autor marcará
la importancia de La Realidad Argentina, donde Frondizi marcará que en la
Argentina estaban dadas las condiciones objetivas para la revolución, pero no
las subjetivas. Realidad Argentina será un texto pragmático con método
sociológico marxista. En sus volúmenes se verá un rotundo esfuerzo de
caracterización de la Argentina en clave marxista.
Fuentes
La fuente de Frondizi nos encuentra con su
evaluación de las posibilidades de evaluación y con su “teoría de la
integración mundial” planteada en algún momento por Tarcus. Allí realiza una
clara invitación a liberar las fuerzas productivas de los intereses económicos
(comparación de los bombarderos con las escuelas). Expone que el Argentina,
dado el desarrollo cultural, la crisis y una mayor adhesión al marxismo que
observa, dan las condiciones para “eliminar todas las características negativas
del sistema capitalista”.
El texto de Milciades Peña, no es más que un
intento de comprobación del hecho mencionado, de que la burguesía nacional y la
oligarquía son siempre “hermanas de leche.”
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